ID de la obra: 144

Lejos de tus ideales (Hiatus indefinido).

Mezcla
NC-21
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planificada Maxi, escritos 57 páginas, 27 capítulos
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Capitulo XXI. Ruinas de una Verdad.

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¿Cómo estaría Catnap? Una pregunta comenzó a taladrar la cabeza del perrito solar, quien se encontraba sentado en aquel pasillo sombrío, con la mirada gacha y el gesto de alguien realmente cansado como angustiado. Dogday no podía evitar preocuparse seriamente sobre como su novio había solo a ver al prototipo para intentar que vuelva a tomar el liderazgo. Los juguetes en su mayoría estaban hechos un desastre de nervios y paranoia, a pesar de sus dotes de liderazgo, Dogday no tenía aquel poder que poseían Poppy y 1006 a la hora de liderar, ellos literalmente estaban hechos para liderar a mazas de juguetes sin caer en la presión y en la locura. A pesar que el perrito haya tomado el mando junto con Catnap aun había cosas que el necesitaba de una guía, por supuesto había logrado mantener a todos calmados y en orden, en especial con la ayuda de sus amigos, hizo que los juguetes no entraran en paranoia y mantuvieran la esperanza de que uno de sus verdaderos lideres regresaran. Por supuesto aquí existían dos bandos, el de Poppy y el de 1006 quienes, por la alianza de esos dos, se mantenían unidos. Pero Dogday sabía que, si algo llegaba a pasarle a su madre/amiga, todo lo que lucharon y ganaron se esfumarían lo que provocaría que los grupos pelearían. En especial porque 1006 poseía otros valores y pensamientos que los de Poppy. Por lo tanto, el perrito estaba presionado por mantener todo en orden y evitar las constantes peleas que iban aumentando. Provocando que sea Catnap el que mantuviera el orden de forma dura si llegaban a sobrepasar los límites permitidos ante la alianza. Realmente estos días habían sido muy precarios para el perrito solar, en especial cuando aún no tenía noticias de su amiga. Se sentía como una verdadera mierda al no saber nada de ella, en especial cuando debatía entre la vida y la muerte, no podía ayudarla ni siquiera acercarse, máximo lo que podía hacer es simplemente seguir su ideología y mantener todo en orden como darles una vida a los juguetes. Después de todo de alguna forma muy enfermiza, se podría decir que son familia. Aunque por supuesto después de enterarse de la verdad ni siquiera había podido reflexionar sobre su propia existencia, al tener constantemente eventos trágicos, lo que hacía que ni siquiera pudiera disfrutar sus momentos a solas con su novio sin llorar o tener ataques de ansiedad, lo que hacía que Catnap lo calmara o lo durmiera por el estrés constante, la presión y depresión al no saber nada de Poppy. Todo se juntó para mal para Dogday y eso lo estaba carcomiendo. —Dogday, ¿Estas bien? —Una voz femenina bástate conocida lo llamo, haciendo que el nombrado levantara la cara para mirar a Hoppy quien tomaba su hombro para sacudirlo. La coneja había visto a su amigo perdido totalmente, mientras ambos estaban sentados en ese horrible pasillo. Kissy y Bobby ya se habían ido a descansar, por lo tanto, ya les tocaba turnarlos, para seguir a la espera de una noticia de Poppy. Cuando de repente al mirar a su amigo, había notado que estaba realmente inmerso en sus pensamientos como en su cara se notaba su tristeza profunda, Hoppy estaba preocupada por él y no podía evitar preguntar. Dogday miro a su amiga por unos segundos desconcertado, por haberlo despertado de su propia mente. —Am... no del todo, solo estoy preocupado... no sabemos nada de Poppy, El Prototipo desapareció, los juguetes tienen miedo y sin alguien que los guie. Todo se ira a la mierda...—Era tanto su estrés que no pudo evitar soltar una maldición, ante su desesperación por una solución. —Pero para eso te tenemos a ti... Tú nos estás guiando, junto con Catnap, en esta horrible situación —respondió la coneja, intentando infundir algo de ánimo en su amigo. Sin embargo, sus palabras sonaron torpes, casi vacías, como si flotaran en el aire sin llegar a tocar el corazón de Dogday. Hoppy lo sabía mejor que nadie: ella no era buena con las palabras. Nunca lo había sido. Su fortaleza estaba en su lealtad, en su presencia silenciosa pero firme. Pero ahora, eso no parecía ser suficiente. —¡No es lo mismo, Hoppy! —estalló Dogday, su voz temblando de frustración y agotamiento. Sus ojos, normalmente llenos de determinación, ahora reflejaban una tormenta de emociones que no podía contener. —Sí, lo sé... soy un líder. De hecho, nací para serlo. Pero no compares ser el líder de un grupo pequeño, como ustedes, los Smiling Critters, con tener que guiar a una enorme cantidad de juguetes que dependen de mí... de nosotros. ¡De Catnap y de mí! —Su voz se quebró por un instante, pero la rabia lo sostuvo. —Ellos nos miran como si fuéramos la última esperanza, como si tuviéramos todas las respuestas. Pero no las tenemos, Hoppy. No las tengo yo. ¿Cómo voy a mantenerlos calmados y esperanzados si ni siquiera yo estoy seguro de que tendremos un futuro? ¡Y mucho menos uno justo! —Dogday enterró sus dedos en su rostro, como si intentara contener la angustia que lo desbordaba. Sus garras se clavaron levemente en su piel, pero el dolor físico era nada comparado con el peso que llevaba en su corazón. —¡Y eso sin mencionar a Elliot! ¡Ese cerdo bastardo! ¡Él lo arruinó todo! —gritó, su voz resonando en el vacío que los rodeaba. Hoppy se quedó en silencio, paralizada por la intensidad de la explosión emocional de su amigo. Nunca lo había visto así, tan vulnerable, tan lleno de ira y desesperación. Siempre había sido el pilar inquebrantable, el que mantenía la calma cuando todos los demás la perdían. Pero ahora, era como si el mundo entero se hubiera derrumbado sobre sus hombros, y Hoppy no sabía cómo ayudarlo. No con palabras, al menos. La coneja sintió un nudo en la garganta, una mezcla de impotencia y culpa. Deseó, en ese momento, tener la inteligencia emocional de Bobby, su habilidad para encontrar las palabras exactas que sanaran, que consolaran. Pero ella no era Bobby. Era Hoppy, torpe y sincera, y en ese instante, se sintió miserable por no saber cómo aliviar el dolor de su amigo. —Dogday... —murmuró, extendiendo una pata hacia él, pero deteniéndose a medio camino. No quería invadir su espacio, no cuando él parecía tan frágil, como si cualquier contacto pudiera hacerlo estallar en mil pedazos. —Lo siento... No quise minimizar lo que estás sintiendo. Solo... solo quiero que sepas que no estás solo. Nunca lo has estado. Dogday bajó las manos de su rostro, revelando unos ojos vidriosos, llenos de una mezcla de rabia y tristeza. Respiró profundamente, como si intentara recuperar el control, pero el temblor en sus hombros delataba que la tormenta aún no había pasado. —Lo sé, Hoppy... —susurró, su voz ahora apagada, casi un eco de lo que solía ser. —Lo sé. Pero a veces... a veces siento que no soy suficiente. Y eso me asusta. Hoppy asintió lentamente, sintiendo que sus propias emociones se agitaban dentro de ella. No tenía las palabras perfectas, pero tal vez, en ese momento, no las necesitaba. Simplemente se acercó a Dogday y se sentó a su lado, ofreciéndole su presencia silenciosa pero inquebrantable. Porque a veces, lo único que se necesita es saber que alguien está ahí, incluso en el silencio. —Tal vez... no lo sientas así... pero para mí tu eres increíble, a pesar de todo lo que estas sacrificando sigues viendo por nuestro bien como un buen líder... y eso es de admirar. —Pronuncio la coneja esta vez tomando la mano de su amigo para darle una cálida sonrisa. —Pero... debo recordarte que no estás solo, tienes a tus amigos que te apoyamos... y debes tener un poco de fe en nosotros que siempre estaremos para ti, a pesar... que vivamos en el infierno. Hoppy se esforzó muchísimo para poder encontrar palabras de aliento, cosa que funciono porque Dogday no dudo en sonreír y sentir como las lágrimas se acumulaban en sus ojos, dejando en claro que estaba cargando con tanto. Al punto que no pudo evitar llorar en silencio, lo que hizo que la dulce coneja no dudara en abrazar de los hombros a su amigo permitiendo que llorara sobre su hombre y se desahogara con ella, ante el dolor y la presión que sufría. Pero al menos el perrito agradecía infinitamente que su amiga pudiera apoyarlo. Ambos solo se quedaron en silencio hasta que escucharon aquellos pasos apresurados. Lo que hizo que los juguetes se dejaran de abrazar para observar a Kickin que corría hacia ellos, teniendo una expresión realmente alarmante. Que hizo que Hoppy y Dogday se levantaran para mirar a su amigo que se dirigía a ellos con prisa. —¡Kickin!, ¡¿Qué pasa porque corres?! —Pregunto Dogday mientras sostenía a su amigo que se veía agotado y agitado. Hoppy por su parte rápidamente se puso a lado del ave para tocar su hombro. —¡Es...es...!, ¡Es el prototipo, regreso! —Dijo finalmente el juguete amarillo mientras reparaba con dificultad al correr por tanto tiempo, sintiendo como su sudor bajaba por su frente, lo que hizo que los dos juguetes se sorprendieran a lo que Hoppy rápidamente se alegró. —¡Eso significa que Catnap lo logro!, ¡Hizo que regresara! —Menciono la coneja, ya que a pesar que es seguidora de Poppy ella sabía que solo el prototipo podía traer un poco de paz a ese lugar tan caótico en especial con lo ocurrido con la muñeca. Pero Dogday noto que Kickin no se veía para nada feliz con esa noticia. —Kickin... ¿Qué pasa?, ¿Por qué tienes esa expresión? —Pregunto el perrito sin entender porque su amigo no parecía nada feliz. —Él... él está hablando sobre Poppy. —Pronuncio Kickin aun tratando de recuperar el aliento. —¿Sobre Poppy?, ¿Eso es bueno?, ¿Sera que está hablando de su situación? —Pregunto la coneja interrogándolo, ya que no entendía porque se veía acomplejado. —¡Porque él está revelando el secreto de Poppy! —Dijo finalmente el ave mientras miraba seriamente a sus dos amigos. Provocando que ambos se quedaron impactados y sorprendidos, porque Dogday evidentemente sabia a lo que se refería, pero Hoppy no entendía mucho. —¿A qué te refieres?, ¿Qué secreto? —Esta vez fue Dogday el que hablo. —Está confirmando el rumor donde Poppy sobre que es nuestra madre, Dogday. —Pronuncio Kickin, observando a su amigo esperando una respuesta deseando lo que dijo 1006 fuera una mentira. Dogday se quedó completamente inmóvil, sintiendo un escalofrío recorrerle la espalda. Su expresión temblorosa delató de inmediato la verdad antes de que pudiera articular palabra. Hoppy, por su parte, frunció el ceño con confusión. —¿Qué...? ¿Eso no es solo un rumor? —preguntó la coneja, mirando a Dogday en busca de una negación, pero el perrito no dijo nada. Kickin apretó los puños y sus plumas se erizaron con furia. Su pecho subía y bajaba agitado, incapaz de procesar lo que acababa de escuchar. Si aquello era cierto, entonces significaba que la mayoría de los juguetes, sin saberlo, habían cometido incesto. La revelación le revolvía el estómago, y cuanto más pensaba en las implicaciones, más ardía su rabia. —¡Dilo, Dogday! ¡Dime que es una mentira! —le exigió el ave, dando un paso adelante con la voz cargada de enojo y desesperación. —No puedo... —susurró el perrito solar, porque él no era quien para poder contarle el secreto de Poppy. Fue suficiente. Kickin le sujetó del cuello con su ala, mientras lo jalaba hacia él para enfrentarlo cara a cara. —¡Sabías la verdad y nos dejaste pensar que solo era una tontería! ¡Nos dejaste creer que todo esto era un rumor sin importancia! — Grito el ave. La respiración de Kickin era errática, y su mirada ardía con una mezcla de traición y angustia. Su agarre temblaba, no solo de rabia, sino del miedo a lo que aquella verdad significaba para todos. Hoppy intentó separarlos, pero Dogday no se defendió. —¡No es tan simple, Kickin! —gimió el perrito, mirando a su amigo con angustia. —¿Por qué no? —bufó el ave, apretando el agarre antes de soltarlo de golpe, al mismo tiempo que lo soltaba—¿Por qué demonios nos ocultaste esto? Dogday se incorporó con dificultad, sin atreverse a mirar a ninguno de los dos. —Porque si Poppy nunca nos lo dijo, ella debía decírselos, yo no... El silencio cayó como una losa sobre ellos. —Dogday... —susurró Hoppy, mientras se tapaba su boca por la sorpresa generada, pero su voz apenas salió de su garganta. —Eso es realmente... dios... esto no puede ser... eso significa que Bobby y yo...—La coneja ni siquiera pudo terminar su frase sin tener un terrible mareo en su cabeza y un revoltijo en su estómago. Pero como pudo se recuperó, para mirar a Kickin. —Kickin, llévanos con El Prototipo... necesito saber yo también. —Dijo la coneja de inmediato, deseando saber la verdad ante lo que le ocultaban. El ave solo suspiro y asintió ahora no era momento de seguir discutiendo, necesitaban saber más de lo que sabia el prototipo. Por lo que rápidamente dio una señal para que lo siguieran. Dogday miro como su amiga lo miraba de reojo decepcionada, pero no dijo nada más que solo seguir a Kickin. Mientras el perrito solo suspiraba tristemente, sabiendo que ahora el secreto de amiga ya estaba siendo revelado, así que miro por última vez el pasillo donde esperaba una noticia de Poppy. Pero no podía evitar sentir mucha ansiedad y curiosidad sobre lo que diría del estado de Poppy. Por lo que no tuvo más de otra que seguir a sus amigos, hacia uno de las salas donde algunos juguetes se reunían para escuchar al prototipo. Lo primero que vieron fueron a varios juguetes hablar entre sí, se notaban alterados otros perdidos y unos realmente la pasaban super mal por la noticia que escuchaban, mientras en el fondo se podía escuchar las voces de aquel dios cruel, que de nuevo estaba moviendo sus hilos para manipular a sus hijos. —El velo de la ignorancia ha sido arrancado. —Su voz reverberó con un eco metálico, envolviendo la habitación en una sofocante gravedad, los juguetes estaban reunidos en esas salas la cual de nuevo un pequeño peluche, se encontraba con una grabadora la cual podía escuchar la voz de su dios, quien describía un secreto de aquella muñeca que guardaba con recelo. — La verdad, como la luz de un amanecer impío, ha caído sobre ustedes. Y ahora, no pueden escapar de ella. Los juguetes que habían estado murmurando se quedaron en completo silencio. Unos miraban al suelo con el rostro pálido, otros, con manos temblorosas, apenas podían procesar lo que habían escuchado. Hoppy seguía confundida por lo que comenzó avanzar en la multitud, solo para encontrarse a Bobby, Crafty y a Piggy juntas mientras las tres miraban perplejas aquel juguete que trasmitía la voz del dios. Bobby tenía los ojos muy abiertos, su expresión era una mezcla de incredulidad y terror. Sus labios temblaban, intentando formar palabras que nunca salían. Sus manos estaban crispadas, como si quisiera aferrarse a algo que la anclara a la realidad. Crafty, en cambio, estaba inmóvil. Su rostro se había quedado inexpresivo, como si su mente se hubiera desconectado de la escena. Solo su respiración agitada delataba que estaba procesando el horror de lo que acababa de escuchar. Sus pupilas estaban dilatadas, como si el mundo a su alrededor hubiera dejado de existir, porque se había dado cuenta que había cometido un pecado realmente repugnante. Piggy, en cambio, estaba pálida. Su hocico temblaba, y sus orejas estaban gachas. Pero de las dos parecía que se notaba menos afectada, tal vez porque jamás tuvo intimidad con alguien ni siquiera con Bubba, pero no podía creer que fuera hija de Poppy y como es que el protio había confesado como fueron creados, eso le hizo sentir una tristeza terrible hacia Poppy y una confusión extrema por su propia persona. Además de haber revelado de donde habían venido, por supuesto estaba comenzando a alterarse al darse cuenta que ella fue humana, que pudo haber tenido otro futuro que esto. Hoppy iba a hablar cuando de repente escucho de nuevo al prototipo comunicarse. Pues el dios aún no había terminado. —Vuestras formas... vuestros cuerpos... existen por ella. Dogday sintió que el corazón se le comprimía en el pecho, pueda ahí estaba y por fin confirmo quien había iniciado el maldito rumor, el prototipo lo había hecho a propósito para preparar el tablero y eso le dio mucha repulsión. Hoppy apretó sus puños, temblorosa, mientras Kickin cerraba los ojos con rabia contenida, no solo por cómo se había enterado de algo repulsivo, si no que ahora entendía muchas cosas y eso lo hacía enojar. —Vuestras vidas son un eco de su existencia. Cada fibra de su ser fue utilizada para crearles. Sus células, su esencia... fue su sacrificio lo que les concedió la vida. —El Prototipo hizo una pausa, permitiendo que la verdad se arraigara como un veneno envenenando el alma de los presentes, todos se quedaron sorprendidos y no fueron los únicos. Porque literalmente en varios lugares de la fábrica, muchos escuchaban las palabras del dios y la mayoría también quedaron congelados ante esa verdad—. Ella no es solo vuestra hermana. No es vuestra igual. Dogday contuvo la respiración, dándose cuenta que no había vuelta atrás. —Ella es vuestra madre. Un temblor recorrió la multitud. Algunos se llevaron las manos a la boca, incrédulos y otros ya sospechaban los rumores. Y luego, llegó la peor parte. La comprensión absoluta de lo que eso significaba. Un sollozo sofocado se escuchó entre la multitud. Algunos juguetes se tambalearon, sintiendo que sus rodillas flaqueaban. Otros simplemente se quedaron congelados, con los ojos desorbitados, procesando lo inevitable. Muchos de ellos habían cometido incesto. Los que se habían amado, los que habían compartido sus cuerpos sin saberlo, los que habían construido vínculos creyéndose ajenos unos de otros... ahora comprendían la abominación en la que habían caído. Dogday bajó la cabeza, incapaz de soportar el peso de su propia culpa, por haber ocultado esa información y al mismo tiempo no iba a negar que había pensado en su propia relación, pero habían pasado tantas cosas que ni siquiera se permitió reflexionar o buscar una respuesta. Pero para ser sinceros, el perrito solar no quería encontrar ninguna respuesta. Hoppy sintió náuseas, llevándose ambas manos al rostro mientras luchaba por contener las ganas de vomitar, por lo que miro de reojo a Bobby quien no podía parar de llorar en silencio, ambas se miraron conectando sus miradas, dejando en claro que ambas se sentían tan distantes y cercanas que, con la información, no sabían que pensar. Kickin, con el pico apretado, miró hacia aquella grabadora, él mismo prefirió vivir en ignorancia ahora no sabía que decir cuando s e trataba su hermosa relación con su hermosa Crafty. Crafty por su parte se vio como quedaba callada y fría, ante todo. —¿Cómo es posible eso...? —murmuró alguien entre la multitud. Pero antes de que el horror pudiera apoderarse completamente de la sala, el Prototipo continuó, su voz perforando la confusión como el golpe de un martillo. —¿Qué pasara ahora con nosotros? —¡Los rumores son ciertos! —Entonces esos pobres niños... oh por el prototipo... —Harley y Elliot son unos monstruos, asesinaron niños para crearnos. —¡¿fuimos humanos?! —¡¿Por qué nos hicieron esto?!, ¡Nos transformaron en monstruos! —¡No debimos nacer! Las voces y las preguntas comenzaron a escucharse entre la multitud incrédula. —¿Qué pasara con nosotros si Poppy aún sigue sin aparecer? Dogday empezó a notar el creciente pánico entre los juguetes. El aire se volvía pesado, cargado de murmullos, jadeos y sollozos ahogados. Su respiración comenzó a acelerarse sin control, su pecho subía y bajaba con desesperación. Todo se estaba desmoronando frente a sus ojos. La verdad que habían ocultado por tanto tiempo se deslizaba como veneno en las mentes de todos, y el ambiente se volvía insoportable. En ese momento, deseó con todas sus fuerzas tener la sabiduría de Poppy. Deseó saber qué hacer, cómo calmar a los demás... pero más que nada, deseó que ella estuviera ahí. Que regresara. Que tomara el control como siempre lo había hecho. Y entonces, la voz del dios resonó nuevamente, grave e imponente, silenciando el caos con su sola presencia. —Pero... mis queridos hijos... sé que han estado angustiados por la noticia de su querida madre. —Su tono era calculador, casi solemne. Una pausa dramática precedió su siguiente revelación—. Ella aún sigue con vida. El efecto de aquellas palabras fue inmediato. Los murmullos se extinguieron de golpe, como si el aire mismo hubiera sido arrancado de la sala. Por un instante, nadie se movió. Nadie respiró. Los ojos del líder de los Smalling Critters se abrieron con incredulidad. Su cuerpo tembló, su corazón latía con fuerza desbocada en su pecho. Poppy estaba viva. Una emoción arrolladora lo golpeó de lleno, como una ola incontrolable. Sus patas se movieron antes de que pudiera procesarlo, empujando a los juguetes a su paso mientras avanzaba entre la multitud con una desesperación imposible de contener, hasta llegar enfrente de todos mirando aquella grabadora. Sus pulmones ardían, su garganta se cerraba con un nudo de emociones. Lágrimas brotaron de sus ojos sin que pudiera detenerlas, deslizándose por su rostro. Había esperado tanto por este momento. Tanto tiempo sin saber nada de ella, creyendo lo peor, temiendo que jamás volvería a escuchar su voz... pero ahora, la esperanza resurgía con una fuerza brutal, sacudiéndolo hasta lo más profundo de su ser. Poppy estaba viva. Seguía con ellos. —¿Sigue viva...? —susurró un juguete, con la voz quebrada. Lo que hizo que muchos ignoraran el hecho de que se habían enterado del posible incesto, ahora concentrándose en aquella muñeca que les había traído paz a sus vidas, sabiendo que a ella se debía agradecer los nuevos cambios y normas, además de Dogday que sirvió un puente para que esto sucediera. Por lo que muchos de los juguetes no pudieron evitar soltar sollozos de alivio, porque aún podían seguir confiando en que estarían a salvo, aunque claro también pocos de ellos estaban contentos de ver a su amiga querida. Uno a uno, los juguetes comenzaron a caer de rodillas, ya que comenzarían a orar para que Poppy volviera, algo que solo los súbditos de 1006 hacían, mientras otros que son fieles a Poppy no hicieron, ya que jamás entendieron la razón de orar hacia al prototipo, por lo contrario, solo se quedaron en silencio solando en silencio llenos de alivio, incluyendo a Dogday que se dejó caer mientras sonreía por tener esa noticia tan esperanzadora. No importaba el horror de la verdad, no importaba el pecado que habían cometido sin saberlo. Ella aún vivía. —Rezad por vuestra madre. —La voz del Prototipo resonó con una autoridad incuestionable, profunda y gélida como el juicio divino—. Porque es ella quien, con su sufrimiento, contiene mi ira. Es ella quien evita que mi furia devore a los demonios que nos han lastimado. La radio emitió un crujido final y, de repente, el sonido murió. Solo quedó el eco del último mensaje, resonando en las mentes de los juguetes. Los peluches pequeños, aquellos fieles discípulos del Prototipo, se miraron entre sí. No había necesidad de palabras entre ellos. Sus ojos brillaban con fervor, con una fe ciega e inquebrantable. Sin dudarlo, comenzaron a retirarse en completo silencio, como si su presencia en la escena ya no fuera necesaria. Los juguetes quedaron en un silencio absoluto, sus pensamientos y emociones atrapados entre el alivio de saber que Poppy seguía viva y la creciente tensión de las palabras que acababan de escuchar. El caos, sin embargo, no tardó en desbordarse. Crafty, temblando de rabia, rompió el silencio. Su cuerpo temblaba de furia, y sus ojos, llenos de lágrimas y dolor, brillaban con una intensidad peligrosa. Sus manos, apretadas en puños, golpearon el suelo mientras sus palabras se volvían venenosas, desgarradoras. —¡Esto es una maldita mentira! —vociferó, su voz quebrada pero llena de furia, como si quisiera destruir todo lo que estaba frente a ella, llamando la atención de los juguetes, otros prefieren irse para poder descansar por toda esa información y otros se quedaron cada en su grupo, buscando consuelo, pero el arrebato hizo que muchos le prestaran atención—. ¡Todo lo que hemos vivido, todo lo que somos, es un maldito pecado! ¡Poppy nos lo ocultó, nos ha mentido! ¿Cómo pudo hacer algo tan atroz? —Se desahogó, respirando agitada, cada palabra una daga en su corazón—. Nosotros, los hijos de la mentira, de la aberración. ¿Y ahora qué? ¿Vamos a rezar por ella? ¿Por la misma mujer que nos trajo a este infierno?, ¡NO! ¡QUIERO QUE 1006 DEJE QUE SU IRA NOS CONSUMA! ¡QUE TODO TERMINE YA! Dentro de ella, un grito silencioso clamaba justicia. Le habían quitado todo. No solo su dignidad, su libertad, sino lo más sagrado que una madre podía tener. Se lo arrebataron. Y todo porque estaba atrapada en este maldito lugar, en esta farsa de vida, en esta existencia de sufrimiento que nunca pidió. Quería que el mundo ardiera. Quería que todo se redujera a cenizas, porque al final, ¿qué quedaba para ella? Kickin, observando a Crafty con desesperación, intentó acercarse a ella, tomando sus hombros con suavidad. Su rostro mostraba una mezcla de dolor y preocupación, por supuesto su pareja sufría y solo él era el único que podía entenderla en su plenitud. —Crafty, por favor, cálmate... —su voz temblaba, suplicante, mientras sus alas se apretaban a su costado, como si intentara contener todo el caos que se desataba en ella—. No puedes... no puedes hablar así. Estamos todos perdidos, pero esto no nos lleva a nada. Crafty, sin embargo, lo miró como si lo viera por primera vez, su rostro lleno de resentimiento. La rabia en sus ojos se desbordó en una explosión de palabras venenosas. —¿Y qué? ¿Quieres que lo acepte? —su risa, amarga y sarcástica, resonó en el aire, haciendo eco en los corazones de los presentes—. ¡ESTO NO ES MÁS QUE UNA FARSA! ¡NUESTRA MADRE, LA MUJER QUE NOS DIO LA VIDA, HA DESTRUIDO NUESTRAS ALMAS SIN SIQUIERA DARNOS LA OPORTUNIDAD DE ELEGIR! — Grito con fuerza mientras lloraba y sus ojos estaban inyectados en sangre, dejando en claro el dolor que cargaba, vio a su pareja que también lloraba en silencio como ella, pero Kickin se mantenía lo más fuerte posible por ella, por ellos. Por su hermoso cachorro que jamás pudo conocer. La mirada de Kickin se llenó de una tristeza indescriptible, un dolor que ni siquiera las lágrimas podían expresar en su totalidad. Sus garras temblaban, su respiración era errática, y su corazón latía con una mezcla de desesperación y miedo. No quería perderla. No así. Pero Crafty, consumida por su propio sufrimiento, ya no veía con claridad. Todo lo que sentía era rabia, un odio ciego que la quemaba desde dentro. Su amor, su esperanza, todo lo que una vez creyó tener, se estaba desmoronando frente a ella, y él era solo otro reflejo de esa mentira. —¡Y NOSOTROS! —gritó con la voz rota, sin importarle quién la escuchara—. ¡NOSOTROS TAMBIÉN SOMOS UN ERROR! ¡ESTE AMOR ES UNA MALDITA ABERRACIÓN! —Crafty...—La voz de Kickin se quebró al escuchar algo tan horrible. Sus propias palabras la estaban destruyendo. Su mundo se derrumbaba a su alrededor, y con él, todo lo que alguna vez la sostuvo en pie. Incluso él. Kickin apretó los puños, sintiendo que su propia alma se hacía trizas. Ella lo estaba empujando lejos. Ella lo estaba destruyendo. Y por primera vez, él sintió que tal vez no había nada que pudiera hacer para detenerla. El silencio que siguió fue abrumador. Dogday escucho todo a pesar que estaba sumergido en sus pensamientos, escuchar el llanto de su amiga lo hizo reaccionar, fue entonces que decidió levantarse un poco para ver lo que pasaba, pero al ver el colapso de Crafty sintió un peso en el pecho que no sabía cómo procesar. Por supuesto que podía entender su dolor en su mayoría y otra preferiría jamás comprenderlo, pero la agonía en las voces de Crafty y Kickin le hacía sentir como si algo dentro de él se rompiera también. Se abrazó a sí mismo, temblando, sin atreverse a decir nada, porque el sentía a veces lo mismo que Crafty, aun no podía procesar del todo ser hermano de Catnap. Hoppy miró la escena con una mezcla de horror y tristeza. No podía soportar verlos así. Sabía que todos estaban heridos, pero esto... esto era demasiado. Bobby apretó los dientes con frustración, sin poder encontrar palabras que pudieran cambiar lo que estaba pasando. Por primera vez en mucho tiempo, sintió que se volvía una verdadera inútil sin remedio. Piggy observaba todo con los puños apretados. No quería esto. No quería ver cómo el dolor los consumía, no a sus queridos amigos, cómo se desgarraban entre ellos cuando lo único que les quedaba era estar juntos. Sus ojos se movieron entre Crafty y Kickin, viendo el abismo que se abría entre ellos. Y entonces, actuó. —¡Basta! —rugió, su voz resonando con fuerza. Se interpuso entre ellos, bloqueando la mirada de Kickin y enfrentando a Crafty directamente. Su respiración era agitada, pero su determinación era firme. —¡No digas más tonterías, Crafty! —la señaló con un dedo acusador, sus ojos brillando con furia—. ¡No son un error! ¡Ninguno de nosotros lo es! Y lo sabes. Tal vez Poppy tiene una explicación a esto... hasta donde sé el prototipo no es alguien de confiar. Crafty soltó una risa sin alegría, no estaba dispuesta a escuchar. Sus ojos se clavaron en Piggy, con una furia ciega, y sus palabras se volvieron cuchillos afilados. —¡No te atrevas a meterte en lo que no entiendes!, ¡Cerda estúpida! —gritó Crafty, su tono retumbando en el aire, cada palabra impregnada de un odio feroz que parecía salir directamente del abismo en su pecho. —¿Acaso también vas a darme una estúpida excusa? —gritó, su rostro retorcido por la angustia y el odio—. ¡Eres tan ingenua! No entiendes nada, ¿verdad? ¡No estás tan afectada porque nunca has tenido nada!, ¡¿Y cómo puedes entenderlo cuando ni siquiera Bubba es tu pareja?!, ¡¿O tu amigo especial?!, ¡¿Al menos sabes por qué?! Crafty no se iba a contener tenía tanto odio y resentimiento en su corazón, le habían quitado todo lo que amaba, a su preciado cachorro de su vientre que jamás se lo perdonaría a los humanos, ahora también sufría el hecho de que su relación es una aberración que no podía existir, o eso es lo que pensaba ella directamente. ¿Entonces que le quedaba? —¡ES PORQUE BUBBA NO TE AMA, PIGGY!, ¡Ni siquiera te ve como su amiga!, ¡El ni siquiera se ha tomado un minuto de su vida, para explicarte las cosas!, ¡Todo lo que conoces hasta ahora del Prototipo y Poppy es por nosotros!, ¡Siendo que todo este tiempo él siempre te mintió!, ¡ES PORQUE NO LE IMPORTAS CERDA IDIOTA! Piggy sintió cómo las palabras de Crafty la atravesaban como dagas. Su pecho se oprimió y, por un instante, el aire pareció faltarle. Se quedó en silencio, con la mirada fija en su amiga, su corazón hecho trizas, pero incapaz de encontrar una respuesta. Solo el dolor brillaba en sus ojos, un dolor que Crafty, cegada por su furia, no parecía ver... o simplemente no le importaba. —¡ES MAS SI LLEGARA A REGRESAR NI SIQUIERA LE IMPORTARIA EXPLICARTE LO QUE DE VERDAD HACE!, ¡NO SIGNIFICAS NADA PARA ÉL! —Crafty estaba descontrolada, ya no existía aquella unicornio tan dulce y suave que siempre se preocupaba por sus amigos. Ahora solo se podía ver a una hembra llena de dolor y resentimiento al enterarse que después de todo el cachorro que perdió, no significo nada al venir de una relación incestuosa. —¡Eres una idiota ilusa! —continuó Crafty, sin piedad—. Y lo peor es que estás tan celosa de los demás, de lo que tienen, de lo que otros han logrado. Todo lo que haces es vivir en una mentira, en un amor que no existe. ¡VAS A SEGUIR CON ESA ESPERANZA VACÍA MIENTRAS NOSOTROS ESTAMOS ATRAPADOS EN ESTE MALDITO LUGAR! Piggy sintió un nudo formarse en su garganta, uno tan apretado que apenas podía respirar. Su estómago se revolvió con una mezcla de angustia y vergüenza, como si su interior se estuviera encogiendo bajo el peso de aquellas palabras. Sus orejas temblaron ligeramente, y sus patas se cerraron en puños temblorosos, pero no de ira... sino de pura impotencia. Porque Crafty estaba utilizando sus mayores inseguridades contra ella cuando se los contos en total confianza, ahora su "Mejor amiga", la estaba humillando, traicionando de una manera tan asquerosa que la pobre cerdita no pudo evitar sollozar al creer que al menos tenia a Crafty de su lado. Que estúpida fui. Cada frase de Crafty era como un látigo contra su piel, golpeando justo en los lugares más vulnerables. Bubba, su Bubba aquel que tanto amaba que le hacía sentir mariposas en su estómago, no quería verlo y ella deseaba negarlo, pero la realidad la golpeo al saber que evidentemente Bubba jamás la vio como alguien en quien confiar, ni como una pareja potencial y eso la destruyo. No. No es cierto. Quiso creerlo, quiso aferrarse a la pequeña esperanza de que todo aquello no era más que veneno saliendo de la boca de Crafty, que solo hablaba desde el dolor y la rabia. Pero una parte de ella, la parte que siempre se sentía desplazada, la que se aferraba con uñas y dientes a la idea de que Bubba algún día le daría un lugar en su mundo... esa parte le susurró que tal vez Crafty tenía razón. Sus ojos se llenaron de lágrimas, pero no las dejó caer. No frente a todos. No frente a Crafty. Tragó saliva con dificultad, sintiendo cómo su pecho se comprimía con una punzada insoportable. —Yo... —Intentó hablar, pero su voz no salió. Porque, en el fondo, no tenía cómo rebatir esas palabras. Bobby, que había estado observando en silencio con los puños apretados, sintió un ardor en el pecho al ver a Piggy en ese estado, por supuesto que entendía un poco a Crafty, pero eso no le daba derecho en decirle algo tan horrible. Ya era suficiente. Sin pensarlo más, se interpuso entre ambas, con la mirada firme y los hombros tensos, enfrentando a Crafty con una seriedad que pocas veces mostraba, por supuesto aun no podía reflexionar del todo por lo que había escuchado, pero tampoco iba a permitir que siguiera humillando a Piggy. —¡YA BASTA, CRAFTY! —exclamó, su voz firme, pero sin agresividad—. ¿No es lo que estás haciendo? Te estás desquitando con Piggy solo porque estás herida. ¡Estas cruzando una línea! Crafty, al principio sorprendida por la interrupción, se puso rígida, su rostro marcado por una furia aún más intensa. —¿Y qué vas a hacer? —respondió con una risa sarcástica, mirando a Bobby con desdén—. ¿Jugar a la heroína? ¿Pretender que puedes arreglar todo este desastre con unas cuantas palabras solo porque eres una psicóloga? No te hagas ilusiones, Bobby, eres igual que los demás, todos aquí son unos malditos hipócritas, dices que quieres que todos sean felices, ¡pero en lo profundo de tu mente sabes que los quieres ver muertos a todos!, ¡Además tu deberías entenderme más que nadie!, ¡PORQUE SE SUPONE QUE DEBERIAS SENTIRTE REPULSIVA AL PENSAR QUE TE HAS COGIDO A HOPPY! Bobby sintió que la sangre se le helaba. Un murmullo de asombro recorrió a los presentes y todos se sentían miserables porque Crafty no oculto su desagrado ante la verdad de lo que eran, y por un momento, el mundo pareció detenerse. Pero Bobby no bajó la mirada. No le daría a Crafty el placer de verla tambalearse. Apretó los puños con fuerza, controlando la tormenta de emociones que amenazaba con desbordarse. —Eso no tiene nada que ver con esto, Crafty —dijo con firmeza, su voz ahora más baja, pero cortante como una navaja—. Y lo sabes. —¡Claro que tiene que ver! —rugió Crafty, sin dar tregua—. ¡Porque tú eres igual de sucia, igual de jodida que todos aquí! ¡No te atrevas a mirarme con lástima cuando tú misma no puedes ni soportarte! Bobby tragó saliva, sintiendo el peso de cada palabra. Por un segundo miro a Hoppy y vio su ira como su llanto silencioso, fue entonces que Bobby se sintió miserable porque por esta vez ya no supo más que decir, su amiga estaba descontrolada y sus palabras dolieron más de lo que pudo escuchar. Hoppy observó todo en silencio, su expresión se veía tensa y llena de tristeza absoluta, sabía que esto no acabaría bien, pero no se imaginó que Crafty soltaría semejante golpe y eso fue algo que no perdono. El nombre de Hoppy, su relación con Bobby... Todo expuesto ante los demás, escupido con desprecio y envuelto en veneno. A pesar de llorar y morder sus labios con rapea la coneja no quería quedarse callada. Sin embargo, en su interior, una mezcla de furia, incomodidad y un maldito rastro de culpa le recorrió el pecho como un hierro caliente. No fue la acusación en sí lo que lo hirió. Ella jamás se arrepentiría de lo que había pasado entre ella y Bobby, independientemente si resultaba ser una relación asquerosa, pero sí la forma en la que Crafty lo usó como un arma, como si fuera algo repulsivo, como si Bobby tuviera que sentirse sucia por haber estado con ella. Estaba a punto de gritarle y esta vez poner en su lugar a Crafty, quien ni siquiera Kickin podía controlar ya que estaba más concentrado llorando en el suelo, por la pérdida de su amada. Que un susurro la hizo quedarse quieta. —Ya fue suficiente. —Murmuro Dogday, aquel líder ya harto de la situación y enojado que no pudo evitar secar sus lágrimas como cambiar su expresión a una molesta. Podía permitir muchas cosas, pero jamás permitiría que sus amigos se dañaran ni mucho menos que actuaran igual como los trabajadores abusivos, eso nunca. Dogday comenzó a caminar con paso decidido y fuerte haciendo que los juguetes a su alrededor se alejaran para darle camino, pues en su mirada se veía la seriedad como la ira, pero en su boca se notaba una mueca neutra que eso daba más incomodidad. Cuando estuvo enfrente de Crafty no lo dudo dos veces cuando termino por darle una cachetada. El sonido resonó estrepitosamente entre las paredes y los murmullos pararon, Los murmullos se apagaron de inmediato. El eco de la bofetada se extendió por la habitación como un trueno seco, dejando a todos congelados en su sitio. Crafty se quedó inmóvil, con la cabeza girada por el impacto, el ardor en su mejilla palpitando con furia. Sus ojos, antes llenos de rabia, se abrieron con incredulidad, como si su mente tardara en procesar lo que acababa de suceder. —... ¿Me... golpeaste? —susurró, su voz temblando entre la sorpresa y el orgullo herido. Dogday no titubeó. En su mirada se mostraba seria y en sus ojos se notaba su enojo, pero a pesar de todo el perrito en su corazón se sentía tenso y triste al haber hecho esa acción, pero no podía seguir permitiendo que Crafty siguiera lastimando a los demás. —Sí —respondió el perrito sin titubeos. — Estas comportándote como una verdadera idiota. El aire se volvió denso, pesado, sofocante. Crafty apretó los dientes, su cuerpo temblando de pura furia contenida y por un instante, pareció que iba a lanzarse contra Dogday. Pero su mirada hizo que se detuviera. No había odio en ellos. No había crueldad. Solo decepción. Y eso dolió más que cualquier golpe, porque a pesar de todo ella respetaba mucho a su líder y quería a su amigo. —Has estado escupiendo veneno sin parar, sé que te duele Crafty... pero. ¿Es necesario que nos insultes? —Dogday continuo de forma calmada pero internamente no iba a negar que las palabras de su amiga le habían dolido. Crafty respiraba agitada. Sentía que su mundo se tambaleaba, que todo lo que la sostenía se desmoronaba bajo sus pies. —¡No entiendes nada! —escupió, su voz rasposa—. ¡Ninguno de ustedes entiende lo que siento!, ¡TU JAMAS SABRAS LO QUE ES QUE TE ARRANQUEN A TU HIJO!, ¡Y QUE TU RELACION RESULTO SER REPULSIVA! —¡No! —Dogday negó con la cabeza, pero estaba firme, sin apartar la mirada— Y espero jamás sentirlo... no quiero imaginar lo que tú o Kickin se sienten al perder a su cachorro...—Explico el perrito. —Pero en donde sí puedo comprender, es como es sentirse respecto a la relación...—Pronuncio el perrito solar mientras bajaba la mirada, mirando de reojo como todos estaban prestándole atención, los juguetes se veían aterrados, otros depresivos y otros intrigados por la situación. El silencio se hizo aún más pesado, pero Dogday solo suspiro y miro a sus amigas para notar que estaban muy afectadas. Piggy sollozaba en voz baja, abrazándose a sí misma. Kickin seguía en el suelo, con la mirada perdida, roto por como su pareja lo había rechazado. Bobby miraba a Crafty con una mezcla de tristeza y frustración, mientras Hoppy mantenía los brazos cruzados, observando sin expresión. Crafty tragó saliva con dificultad. Su respiración aún era errática, su mente un torbellino de emociones. —Entonces... ¿Por qué no estas enojado como yo?, ¡PORQUE SIGUES TRANQUILO SABIENDO QUE POPPY NOS MINTIO! —Ella se quedó callada unos segundos, para poder respirar y continuar. —¡Ella hizo que nuestras relaciones sean repulsivas...!, ¡ESTOY HARTA DE SEGUIR VIVIENDO EN ESTE INFIERNO!, ¡ESPERO QUE NUESTRO DIOS QUEME CON SU IRA ESTE LUGAR! —¡NO SEAS TONTA!, ¡¿CÓMO PUEDES PENSAR QUE UN GENOCIDIO SERIA UNA SOLUCION RAZONABLE?!, ¡¿ACASO ERES UNA PSICOPATA?! —Dogday siguió rugiendo, pero al ver a Crafty tan destrozada, tuvo que parar y solo suspiro buscando calmarse, pero la verdad es que estaba molesto por todo. Con Elliot por haber permitido que todos llegaran al límite. Con Harley por haber lastimado a Poppy. Con El Prototipo por haber incitado la ira de los juguetes. Con Poppy por haberles ocultado algo tan delicado. Pero sobre todo con él mismo por no poder ser un buen líder como lo es Poppy. Estaba ahí mismo perdiendo los estribos, sabiendo que su amiga estaba teniendo un colapso, no es fácil para ella enterarse de golpe que Kickin su pareja de vida es indirectamente su hermano, ahora ella y otros juguetes sufrían el peso de la verdad, enterándose de que cometieron un aco enfermizo. Por supuesto, no podía negar que él también se sintió así. El impacto de la verdad lo golpeó con la misma brutalidad que a los demás. Sin embargo, tuvo tiempo para procesarlo, aunque, para preservar su propia cordura, en su mayoría decidió ignorarlo. Pero ya no podía seguir fingiendo que las consecuencias de la revelación de 1006 no existían. Dogday inhaló profundamente antes de hablar. —Escucha, Crafty... sé lo que estás sintiendo en este momento. No voy a mentir, la primera vez que lo supe, sentí náuseas. Me aterraba la posibilidad, y admito que no pude mirar a Catnap a los ojos sin pensar en que tal vez... podría ser mi hermano. —Su voz tembló ligeramente, pero se forzó a mantenerse firme. No era fácil decirlo, no cuando Catnap era más que su pareja. Se había entregado a él en cuerpo y alma. Y, a pesar de todo, Dogday no podía evitar preguntarse si eso lo convertía en un enfermo... porque, para su propia sorpresa, no sentía culpa en absoluto. Hizo una pausa, cerrando los ojos por un instante antes de continuar: —Nunca tuve la oportunidad de hablar con Poppy sobre esto en profundidad, y menos después de lo que le ocurrió. Pero después de mucho pensarlo, llegué a una conclusión que puede sonar horrible... —Su mirada se tornó sombría mientras se inclinaba frente a Crafty, tomando sus manos con delicadeza, destapando su rostro empapado de lágrimas—. Entre todas las cosas terribles que nos han pasado, esto... este acto que llaman incesto... es de lo más suave que hemos vivido. Las palabras cayeron pesadas en el aire. Dogday no esperaba que las aceptaran de inmediato, pero eran la verdad que él había encontrado para sí mismo. A pesar de la furia, del caos y del dolor, no guardaba rencor hacia Crafty. Entendía su sufrimiento. Y, con paciencia, la ayudó a ponerse de pie. Cuando finalmente se giró para encarar a los demás juguetes, vio las emociones reflejadas en sus rostros. Incredulidad. Dolor. Ira. Pero, por encima de todo, culpa. Y en el fondo, Dogday sabía que, de una forma u otra, todos compartían ese mismo sentimiento. Culpa —Nos han torturado. Nos han humillado. Nos han violado, masacrado... asesinado. Dogday habló con firmeza, su voz resonando en la habitación con la intensidad de una tormenta contenida. Su mirada recorría a cada uno de los juguetes presentes, leyendo en sus rostros el miedo, la rabia y la desesperación que todos compartían. —Como dijo el Prototipo, venimos de Poppy, sí... pero no porque hayamos elegido hacerlo. Nos trajeron a la fuerza. Nunca pedimos nacer. Nunca pedimos ser convertidos en esto. Y no solo a nosotros... ¡Los niños! —Su voz se quebró por un instante, pero la furia en sus ojos se encendió aún más—. ¡Los mismos niños que ahora están bajo nuestro cuidado! A ellos también les arrebataron su libertad, los convirtieron en monstruos igual que a nosotros, los forzaron a ser algo que jamás debieron ser. Dogday no iba a callarse más. Ya estaba harto de contenerse. En ese momento, los juguetes necesitaban un líder, alguien que les diera dirección, que calmara el miedo y la paranoia que los consumía desde que la verdad había sido revelada. Pero 1006... 1006, con toda su retorcida sabiduría, no había hecho más que empeorar la situación al soltar aquella verdad sin anestesia. —Nos lastimaron tanto, nos quebraron tanto, que la única opción que nos dejaron fue refugiarnos en nuestros amigos especiales. —Sus ojos brillaron con determinación mientras su voz se alzaba, clara y cortante—. Fueron ellos, esos trabajadores, quienes nos empujaron a esto. Dogday sintió la tensión en el aire, la incomodidad de sus palabras cayendo sobre el resto como una verdad imposible de ignorar. Pero no retrocedió. No cuando la realidad era tan evidente. —¡¿Pero nosotros somos los enfermos?! —soltó con ironía, dejando escapar una amarga carcajada—. ¿Nosotros somos los monstruos? ¿Nosotros somos los que estamos mal? Su mirada desafiante se encontró con la de aquellos que aún parecían querer negar la verdad. —¡Por supuesto que no! —exclamó con convicción—. Aún tengo fe. Aún quiero creer que hay una explicación para todo esto. El solo mencionarlo hizo que su pecho se descomprimiera, que una pequeña paz lo abrazara por dentro. —Cuando Poppy regrese..., nos dará respuestas. Nos dará la luz de esperanza que necesitamos. —Dogday sintió su cuerpo relajarse apenas al pronunciar su nombre. Admitía que se sentía muy seguro tal vez su cuerpo reaccionaba de forma instintiva, al pensar que su madre podría protegerlo.—. El Prototipo lo dijo... Ella sigue viva. Y ella volverá. Se tomó un momento para respirar, para observar a su gente. —Solo necesitamos fe. Fe en ella, en nuestra líder. Y cuando vuelva... estaremos listos para escucharla. Silencio. Pero en ese silencio, algo cambió. Una chispa en los ojos de algunos, un brillo de esperanza que se aferraba a sus palabras. Y eso... era un comienzo. —Porque a pesar que hemos sufrido el mismismo infierno, jamás nos hemos rendido... Solo piénselo, han cambiado mucho las cosas, tenemos más derechos, espacios libres y seguros, ¡Y esto!, ¡Solo es un contratiempo!, ¡Pronto tendremos más libertad si seguimos siendo fieles a nosotros y al mantenernos unidos contra esto! —Dogday realmente hablaba como un verdadero líder, mostrando su conocimiento y evolución que Poppy le ayudo a mejorar. Él pensó que, si ella estuviera ahí, probablemente le diría que estaría orgulloso de él y esa sola idea, hizo que el perrito se alegrara y se esforzara aún más. —¡A sí que mis queridos hermanos, les pido que no piensen que son unos enfermos!, ¡Que están mal!, ¡En todo caso los que deben estar mal son Elliot y Harley al crearnos!, ¡Nosotros solo somos víctimas de sus actos viles! —Respondió Dogday con más fuerza, haciendo que todos se emocionaran y sus palabras llegaran en lo más profundo de su corazón. Las palabras de Dogday atravesaron los corazones de todos los juguetes como una chispa encendiendo una llama. El ambiente cambió. Ya no había solo desesperanza y confusión. Ahora había fuerza. Ahora había unidad. Los juguetes se miraron entre sí, procesando cada una de las palabras de Dogday. Había dolor en sus ojos, sí, pero también algo más. Algo que hacía mucho no sentían: esperanza. Uno a uno, sus expresiones comenzaron a cambiar. Algunos apretaron los puños, no de ira, sino de determinación. Otros alzaron la cabeza, como si por fin entendieran que no tenían por qué cargar con una culpa que nunca les perteneció. Un murmullo creció entre ellos, convirtiéndose en un rugido de aprobación. —¡Dogday tiene razón! —gritó uno de los juguetes, con los ojos húmedos pero llenos de decisión—. ¡Nos hicieron creer que éramos errores, pero no lo somos! ¡No más miedo! —¡No más culpa! —exclamó otro, alzando un brazo. —¡No más vergüenza! —se unió un tercero, con la voz temblorosa pero firme. Las palabras de Dogday habían encendido algo en ellos. Se abrazaban, se sostenían los unos a los otros, reafirmando su hermandad. Bobby por su parte estaba sorprendida por como Dogday había sobrellevado las cosas, la osa estaba orgullosa realmente Dogday se había vuelto un gran líder, no solo para ellos los Smalling Critters si no ahora con los demás juguetes que estaban perdidos. Sus palabras habían hecho que ella llorara porque no iba a negar que no podía mirar a Hoppy después de enterarse de la noticia, y ella se sintió aliviada por aquellas palabras de aliento, estaba a punto de decir algo, pero callo cuando sintió como alguien tomaba su mano. La osa miro quien la sujetaba solo para mirar a la coneja de pelaje verde, quien también tenía sus ojos cristalinos y con una sonrisa esperanzadora. —Ya lo escuchaste Bobby.... Lo que tenemos... no es un error, tú y yo... no debemos sentirnos así...—Pronuncio Hoppy un poco tímida al confesar sus emociones a Bobby, estaba tan aliviada de todo que dejo caer sus lágrimas recorriendo sus mejillas sonrojadas. Bobby no dudó en estrechar las manos de Hoppy con firmeza, sintiendo cómo su corazón latía con fuerza, no por miedo, sino por la emoción pura que la embargaba. Su pecho se llenó de alivio al ver la sinceridad en los ojos de la conejita, esa calidez inconfundible que siempre le hacía sentir segura. —¡Nunca lo fue! —exclamó, con la voz temblorosa pero llena de convicción—. Quiero decir... aunque lo fuera... no me importa, mientras pueda seguir contigo Hoppy ♡. Sus palabras eran un reflejo honesto de lo que sentía. Bobby se separó un poco, solo lo suficiente para mirarla directamente sin soltar sus manos. Sus ojitos brillaban, no solo por la emoción del momento, sino porque finalmente se sentía validada, comprendida. No había dudas, no había temor, solo amor puro y sincero. —Realmente te amo, Hoppy... No quiero que nada nos aleje. La conejita sintió cómo el calor subía por su pecho hasta su rostro. Su corazón latía desbocado, y en lugar de responder con palabras, una risa de júbilo brotó de sus labios, una risa clara y brillante que resonó como una melodía de pura felicidad. Sin pensarlo, Hoppy se lanzó sobre Bobby, sujetándola por la cintura con un arrebato de emoción. La alzó con facilidad, girando sobre sí misma en un torbellino de risas y lágrimas de alegría. La osita soltó una exclamación sorprendida antes de unirse a la risa de su amada, sintiendo cómo el mundo a su alrededor desaparecía en ese momento de felicidad compartida. Cuando finalmente Hoppy se detuvo, con su pecho subiendo y bajando por la emoción, Bobby la miró con ternura infinita. Sin dudarlo, se inclinó y depositó un beso suave, tierno y lleno de cariño justo en la comisura de sus labios, dejando que su aliento se mezclara con el de Hoppy. Sus frentes se unieron, sus manos aún entrelazadas, como si con ese simple gesto sellaran todo lo que sentían la una por la otra. Un amor sincero, inquebrantable, que prevalecía a pesar de las circunstancias. —Te amo Bobby ♡. —Pronuncio la conejita con tanta emoción de su corazón. —Y yo a ti, Hoppy~♡. —Dijo la osita. Crafty observaba la escena con la mirada vidriosa, apretándose el pecho como si así pudiera contener el dolor que amenazaba con romperla en mil pedazos. Los gritos de alegría de los demás juguetes resonaban a su alrededor, celebrando con júbilo la esperanza que Dogday les había devuelto, la posibilidad de que Poppy estuviera viva, de que todo tuviera un sentido nuevamente. Pero para ella, no había alegría. Solo vacío. Solo desesperación. Su cuerpo temblaba, no de emoción, sino de puro sufrimiento. Sus dedos se clavaron en su pecho con una presión casi desesperada, como si intentara sostener su corazón antes de que se hiciera trizas. A pesar de todo, a pesar de saber que no fue su culpa involucrarse con Kickin, nada podía aliviar el agujero desgarrador que sentía dentro. Había perdido a su bebé. Su precioso hijo, su pequeño rayo de sol, arrancado de su ser antes de que pudiera siquiera sentir su calor. Nunca pudo acunarlo en sus brazos, nunca pudo ver sus ojitos, nunca pudo susurrarle palabras de amor. Nunca tuvo la oportunidad de ser madre. Porque Harley le había arrebatado esa posibilidad. El recuerdo la golpeó como un cuchillo al rojo vivo. La forma en la que él lo dijo, sin piedad, sin el más mínimo rastro de humanidad. Su voz aún resonaba en su mente, burlona y cruel, como un eco que jamás podría apagar. "Bueno, al menos no tendrás que aguantar un tumor así." El mundo pareció detenerse. Crafty sintió que el aire abandonaba sus pulmones. Un sollozo ahogado se atoró en su garganta, ardiendo como fuego puro. Lágrimas calientes se deslizaron por su rostro sin que pudiera detenerlas. Tumor. Así lo llamó. Como si su bebé, su pequeño ángel, no hubiera sido más que un error, un estorbo, algo sin valor. Como si su existencia no hubiera significado nada. Pero para ella, lo era todo. Por eso ella deseaba que la hora de la alegría llegara, porque quería venganza y que Harley sufriera lo que le hizo, no podía alegrarla de ninguna forma, en especial cuando había lastimado a su pareja, probablemente no se lo perdonaría y ese pensamiento hizo que Crafty sintiera más miedo, como desprecio a sí misma. Mientras los demás reían y celebraban, ella solo podía llorar en silencio. Porque, a diferencia de ellos, su esperanza se había extinguido hace mucho tiempo. Kickin observó a Crafty con el corazón destrozado. La vio temblar, encogida sobre sí misma, ahogada en su propio sufrimiento mientras las lágrimas rodaban por su rostro. Sabía que lo odiaba, que le había gritado cosas crueles, que lo había maldecido como si fuera el culpable de todo su dolor. Pero no la culpó. ¿Cómo podría hacerlo? Él también sentía el mismo dolor punzante en el pecho, la misma angustia que lo carcomía día y noche. Sabía que la rabia de Crafty contra el destino cruel que le había arrebatado a su hijo antes de que pudieran amarlo como merecía. Contra el mundo que les negó la oportunidad de ser una familia. Por eso, cuando la vio temblar, con el rostro desencajado por el sufrimiento, sin importarle la multitud que celebraba a su alrededor, no dudó ni un segundo en acercarse. —Crafty... —su voz se quebró en un susurro, pero ella no reaccionó. Solo cuando sus brazos la rodearon con ternura, el unicornio sintió un calor familiar y se derrumbó. Su cuerpo entero tembló al reconocer el abrazo de Kickin, la única persona que podía entender su dolor. Un dolor que compartían. —No tienes que decir nada... —susurró él contra su cabello, con la voz ahogada en lágrimas—. No me importa lo que hayas dicho, no me importa cuánto me odies en este momento... Solo quiero estar aquí para ti. Crafty sollozó, aferrándose con fuerza su pareja, apretándolo contra su pecho como si temiera que desapareciera. Todo su dolor se desmoronó cuando sintió el calor del ave rodeándola, dándole la única cosa que podía sostenerla en ese momento: su presencia y su amor. —Lo siento... —murmuró entre jadeos, con la voz temblorosa—. Perdí el control... No quería... Yo... Kickin negó con la cabeza, sus lágrimas ya deslizándose por su hocico mientras la estrechaba con más fuerza. —No tienes que disculparte, mi amor... Lo sé... Lo entiendo... —su voz se rompió en un sollozo ahogado—. Pero no voy a permitir que nos alejemos otra vez... No voy a dejar que esto nos separe... ¡No después de todo lo que hemos pasado! Las palabras de Kickin hicieron que Crafty sollozara con más fuerza. Hundió su rostro en su pecho, mojando su pecho con sus lágrimas, aferrándose a él como si fuera su única salvación. —Yo también te amo... —confesó con el alma rota—. Te amo tanto... Y duele, Kickin... Duele demasiado... Kickin asintió, abrazándola con fuerza queriendo consolarla, pero él también estaba destrozado. —Lo sé, mi amor... Lo sé... Pero estoy aquí... Estoy aquí contigo... —su voz era una súplica, una promesa—. No vamos a separarnos otra vez... Nunca más... Se quedaron así, abrazados, compartiendo su llanto, su dolor, su amor. Piggy se quedó en su sitio, sin moverse, sin decir una sola palabra. Miraba a su alrededor, viendo a todos sumidos en su propio torbellino de emociones. Kickin y Crafty abrazándose, llorando juntos. Bobby y Hoppy perdiéndose en su propia felicidad. Dogday siendo vitoreado como un líder. Todos tenían a alguien. Todos estaban compartiendo sus sentimientos con alguien. ¿Y ella? Solo estaba ahí. Silenciosa. No podía olvidar las palabras de Crafty. Cada una se le había clavado como una espina en la piel, dejándole un ardor insoportable. No porque sintiera lástima, no porque comprendiera su dolor, sino porque le dolía la forma en la que todo parecía moverse a su alrededor mientras ella seguía atrapada en el mismo sitio. Solo unas sensaciones amargas gobernaron su mente y eso la molesto. Envidia. Celos. Ira. Todos tenían a alguien, alguien que los abrazara, que los sostuviera, que les asegurara que todo iba a estar bien. Pero Bubba no estaba allí para ella. Bubba no estaba para sostenerla. Bubba no estaba para darle esas palabras que tanto necesitaba, porque Bubba no la amaba, como ella a él. Apretó los puños, sintiendo su mandíbula tensarse. Se suponía que tenía que sentirse feliz por ellos, ¿no? Se suponía que debía alegrarse de que Dogday los hubiera motivado, de que todos tuvieran esperanza otra vez. Pero no podía. No cuando sentía que su propio mundo seguía desmoronándose en silencio. Así que simplemente se quedó ahí, observando, dejando que el ruido de la multitud llenara el espacio que su propia voz no podía ocupar, solo se abrazó a sí mismo y permitió que todo se diera sin interrumpir. Claro todos estaban tan ocupados en sus propias burbujas de festejo, que ni siquiera se dieron cuenta cuando un juguete rosado había llegado, con pasos pesados y un gesto que se veía la rabia, como al mismo tiempo que había llorado tanto que sus mejillas parecían hinchadas, y ni hablar de sus ojos inyectados en sangre. —¡DOGDAY! —La voz de Kissy resonó como un trueno, cargada de rabia. Cada palabra parecía cortante, como si estuviera atravesando el aire con la misma furia que sentía en su interior. El ruido de la celebración se apagó en un instante, como si un hechizo hubiera caído sobre todos. Dogday sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal, incapaz de moverse o comprender lo que ocurría. Con el corazón acelerado, se giró rápidamente, sus ojos buscando a la fuente de ese grito tan lleno de dolor y furia. Y ahí estaba ella, Kissy, con su figura tambaleante y su rostro demacrado, cubierta de lágrimas que seguían cayendo sin cesar, dejando surcos en su piel de muñeca. Su cabello desordenado, su cuerpo agotado, pero lo más impactante era la mirada en sus ojos. Furia. No era la furia de alguien que estaba molesta por algo trivial, sino la rabia desgarradora de alguien que había sido testigo de un error irreversible, de una oportunidad perdida. Dogday sintió pánico porque conocía el miedo de Kissy al hablar, pero cuando llegaba utilizar su voz significaba que la pobre había llegado a su límite. La mirada que Kissy le dirigió lo perforó, y no entendía qué había hecho para merecer tal odio de su amiga. —¿Kissy? ¿Qué ocurre? ¿Está todo bien? —La preocupación le rasgó la garganta. Se acercó a ella, su corazón palpitando fuerte, tratando de entender, temiendo lo peor. Pero antes de que pudiera llegar, Kissy explotó con un grito que casi lo dejó sordo. —¡¿QUÉ PASA?! ¡SE SUPONÍA QUE ESTABAS DE GUARDIA! ¡¿POR QUÉ ESTÁS AQUÍ?! —Las palabras le atravesaron como cuchillos. La muñeca gritaba con una rabia palpable, con los ojos encendidos y las manos apretadas en puños. Fue entonces que Dogday abrió sus ojos al reconocer que había descuidado su puesto. —Espera, Kissy, ¡es mi culpa! —Kickin, como siempre, trató de mediar entre los dos, defendiendo a su amigo, pero la ira de Kissy solo aumentó. Él sabía que Dogday no merecía ser atacado así, pero también sabía que estaba viendo un desastre en tiempo real. —¡Yo pedí que vinieran!, ¡El Prototipo estaba diciendo cosas sobre Poppy! —¡¿Pero no podían dejar a alguien vigilando mientras tanto?! —Kissy replicó, sus palabras como una condena, y cada una de ellas le dolió a Dogday como si lo hubiera golpeado. Su rostro se apagó. Lo entendió al instante. Habían fallado. Habían abandonado su puesto. Mientras ellos se sumergían en la emoción del momento, el resto de la situación se les había escapado de las manos. La culpa. De repente, se apoderó de él. La sensación de no haber hecho lo que se suponía debía hacer, de no haber estado allí para esperar una noticia de Poppy en el momento más crucial, lo ahogó. —Yo... yo-yo lo siento... —La voz de Dogday tembló, y lo dijo en un susurro, como si cada palabra fuera un pedazo de su alma que caía a pedazos. Justo cuando el silencio sepulcral llenó la habitación, el llanto de Kissy estalló. —¡SON UNOS TONTOS! ¡MIENTRAS USTEDES CELEBRABAN, NO SE DIERON CUENTA DE QUE TRASLADARON A POPPY A LA ENFERMERÍA! —Su grito desgarró el aire. La rabia que había estado contenida se desbordó, y Kissy se derrumbó. Con las rodillas temblorosas, las lágrimas se derramaban incontrolables, una mezcla de dolor y frustración. El mundo pareció detenerse para Dogday.
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