Bar muggle
30 de noviembre de 2025, 2:15
La guerra había terminado en el mundo mágico, aunque algo muy profundo se había roto dentro de Regulus Black después de convertirse en traidor. No sabía que rumbo seguir ahora, solo siguió caminando, huyendo de las represalias de haber sido mortífago.
Lejos de todo lo que creyó alguna vez, se escondió en el mundo muggle. No sabía por qué, solo pensó que sería el último lugar donde lo buscaran, podría estar allí hasta que se calmaran las cosas.
A pesar de haber elegido lo correcto al final de su vida como Mortífago, eso no quitaba que había hecho muchas cosas atroces. Merecía un castigo, lo sabía, pero no estaba dispuesto a recibirlo, no aún.
Una de tantas noches en las que no pudo conciliar el sueño decidió que dar vueltas en la cama era una pérdida de tiempo. Así fue como en medio de la noche se preparó para salir. ¿A dónde iría? Ni él lo sabía.
Solo necesitaba aire fresco, pero acabó en un bar donde el aire se mezclaba con humo de cigarros y olor a alcohol.
Se sentó en un taburete frente a la barra. Pidió una cerveza para comenzar y se dedicó a observar el interior del bar.
Paredes con posters de bandas de rock muggles que no lograba reconocer, gente bailando, hablando a gritos que con la música se amortiguaban, luz tenue que se asemejaba a sus ganas de existir.
Y entonces una chica rio a carcajadas haciendo competencia con la música. La vio, en el centro del bar moviéndose al ritmo de la música. Había algo en la soledad que la envolvía y que no impedía que se divirtiera, que le hacía pensar en que esa chica era todo lo contrario a él.
Sus miradas se cruzaron y la chica le sonrió de manera cómplice.
Regulus le dio un gran trago a su cerveza y con el impulso imprudente corriendo sus venas fue hacia esa chica.
— Coraline. — Sonrió presentándose la chica cuando Regulus estaba frente a ella, ofreció su mano a modo de saludo.
— Regulus. — Dijo él tomando la mano ofrecida y besando el dorso. — ¿Me concedes un baile? — Le preguntó con un leve acento inglés mezclado con francés, algo que resultaba encantador.
Coraline sonrió y dio un leve asentimiento.
Regulus la llevó hacia un rincón donde más gente bailaba. Allí, en ese bar muggle, Regulus dejó de sentirse un Black, un mortífago, un traidor. Comenzó a sentirse diferente, más libre, aunque fuera solo por esa noche.
Coraline bailaba ajena a todo, disfrutando de la compañía de Regulus entre risas cómplices y bromas casuales.
“Podría acostumbrarme a esto”Pensó Regulus ante la sensación de cómo sus músculos se desprendían de esa tensión permanente y su mirada se concentraba solo en seguir los movimientos de Coraline.
Por una noche podía soñar con ser libre.
Coraline vivía en su propio mundo y por un instante lo dejó entrar sin dudar. Así que, en ese bar, eran solo ellos: sin pasado.