ID de la obra: 1441

Oneshots | Regulus Black

Het
NC-21
Finalizada
1
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
28 páginas, 9.223 palabras, 7 capítulos
Descripción:
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Omega

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El reino del Sur se encontraba en una situación de tensión política. Algunas casas nobles estaban descontentas con la subida al trono de Sirius Black, había muchos partidarios de Regulus, el segundo en la línea de sucesión, pero la ley era clara: si el heredero primogénito estaba vivo y cabal para asumir su responsabilidad, nadie podía ir contra ello. Las casas Malfoy y Lestrange eran las más problemáticas, pero a Regulus Black no le interesaba subir al poder ni derrocar a su hermano mayor. Él era un alfa que bastante tenía con vivir en una sociedad que odiaba, aunque al menos estaba en la cima de las castas. Al menos no era un sucio omega. Porque sí, Regulus era elitista, arrogante y no dudaba en poner a los demás en su lugar, sobre todo en el castillo que era prácticamente su ambiente natural. Después de todo, mantenía el título de príncipe, un alfa puro que no toleraba a los débiles. El castillo se elevaba imponente en la ciudad costera que hacía de capital. Un edificio de piedra más antigua que los que la habitaban. En el interior las luces de velas y antorchas evocaban sombras danzantes de cada objeto y persona. El lugar estaba decorado de forma ostentosa y elegante, con retratos de la familia real en las paredes. Los sirvientes eran en su mayoría betas menos los guardias entre los que se encontraban tanto betas como alfas bien entrenados. El castillo solo aceptaba a betas en el servicio rutinario para evitar problemas y porque Regulus odiaba las feromonas de omegas. Irritaban su nariz y le resultaban nauseabundas, tal vez por su rechazo total a la casta más débil. Sin embargo, existía una excepción, una que el príncipe no tenía más remedio que tolerar: la espía del reino. Una omega elegida por su persuasión, su capacidad estratégica y el control en sus feromonas para manipular. Regulus la odiaba. La omega era tan… irritante. Coraline era su nombre, la omega que parecía adecuado por sus ojos dorados que resaltaban con su cabello castaño oscuro y su piel morena. Pero todo en ella, por más bella que fuera, era contraproducente por el mismo hecho de que era una omega originaria del reino enemigo, el reino del Norte. ¿Por qué Sirius confiaba en ella? Regulus no podía entenderlo, en su cabeza solo cabían prejuicios hacia la chica. Regulus entrenaba en una sala apartada del castillo. Su espada golpeando con certeza al maniquí de entrenamiento, descargando toda su rabia en ese momento. Cargaba tanta frustración por la situación del reino, por los idiotas que lo usaban como una razón para ir contra su hermano, la manera en que Sirius confiaba más en James Potter que en él, la confianza que todos ponían en Coraline. Había muchos motivos para que su mandíbula se tensara y su mente se agitara queriendo descargar su dolor en todos, porque lo cierto es que se sentía apartado, dejado a un lado sin posibilidad de queja, tratado peor que a un perro. Mientras continuaba con su entrenamiento su nariz captó el tenue aroma de alguien, a la vez que escuchaba pasos acercarse. Suspiró con frustración, reconocía ese aroma: vainilla y jazmín. Era Coraline. Y su alfa interno se agitaba como siempre, reaccionando a la omega de una manera que aún no entendía o que no quería entender, porque no tenía tiempo para analizar sus instintos primitivos. — Hola, príncipe Black. — Apareció la omega abriendo la puerta y haciendo una reverencia. Todo eso era actuado, Regulus sabía que ella tampoco lo respetaba y eso solo lo enfurecía más. — Déjate de formalidades, ¿Qué quieres? — La voz de Regulus salió fría, cortante. Coraline lo miró fijamente con esos ojos dorados que inquietaban a Regulus. Había algo en ella que impedía a Regulus confiar, no entendía qué, solo sabía que su alfa se agitaba queriendo someterla y hacerle entender su lugar. — Sirius me manda a recordarte que hay una reunión importante a la que debes asistir. Regulus enarcó una ceja, no se creía en lo absoluto que ese fuera el motivo real de que Sirius la mandará precisamente a ella. Avanzó unos pasos hacia Coraline pretendiendo intimidarla. — ¿Y te envía a ti? ¿A su perra leal? — Dijo Regulus sin ocultar su molestia y dejando escapar sutilmente su aroma a cuero y cítricos. Coraline no se inmutó ante el insulto, en cambio sonrió. — Solo soy la más rápida en encontrarte. Regulus bufó. — Claro. Pero no estás diciendo la verdad. — Avanzó dos pasos más invadiendo el espacio personal de Coraline. Coraline arrugó la nariz notando el aroma de Regulus filtrarse de él y comenzar a marcarla. — Para. — Pidió firme sabiendo que no podía permitirse exponerse a las feromonas de un alfa puro. Y porque su omega interior comenzaba a despertar y hacía mucho que la había anulado para ser más eficiente. Regulus sonrió con superioridad, ajeno a la situación de Coraline con su parte omega. — Entonces deja de mentir, omega. — Dijo Regulus con una nota de desprecio en la palabra “omega”. Los ojos de Coraline emitieron un breve destello de manera involuntaria, una muestra de su parte omega despertando. Parpadeó para recuperar el control, no era momento de dejarse llevar por sus instintos, no ante Regulus. Suspiró decidiendo decir la verdad. — Sirius quería saber si estabas con James, porque él tampoco apareció en la reunión. La mandíbula de Regulus se tensó y su aroma se liberó aún más sin intentar contener sus emociones. Regulus sabía que Sirius estaba preocupado por la rivalidad entre James y él y por la tensión que esto provocaba. Aunque también era consciente de que Sirius sabía que entre James y él no había solo rivalidad y tensión, existían encuentros carnales entre ambos alfas, errores que cometían en noches desenfrenadas. Regulus frunció el ceño. La sola idea de Sirius intentando controlar sus asuntos le molestaba. Le dedicó una mirada fría a la omega. — Dile a tu dueño que no me vigile o te haré desaparecer. Coraline hizo una mueca ante el modo de llamar a Sirius. — No es mi dueño. Y no puedes hacerme desaparecer. — Dijo sin intimidarse aunque seguía luchando contra sus emociones omega. — Tu dueño, tu jefe, es lo mismo. No eres más que una omega reemplazable, no lo olvides. Yo soy el príncipe y puedo acabar contigo si quiero, mírate, estás temblando solo por mi cercanía. — Dijo Regulus con una sonrisa maliciosa en sus labios. Coraline frunció los labios en una mueca de molestia. No podía negar que estaba afectada por la cercanía y el aroma de alfa. Regulus lo notó soltando una risa cruel y se acercó aún más, ahora su cuerpo prácticamente pegado al de Coraline. Coraline podía sentir el calor corporal de Regulus. Su instinto le pedía rendirse ante él y el pánico le invadió porque nunca se había sentido así con un alfa. Puede que suprimiera a su omega interior y sus instintos, pero mucho antes de eso nunca se sintió afectada por alfas. Intentó apartarse de Regulus, pero estaba prácticamente acorralada contra la pared. Regulus se rio ante el inútil intento de escapar de la omega. — ¿Tienes prisa? Vienes a mi territorio a buscarme y ahora quieres huir, qué tierna. — Regulus agarró a la omega con fuerza, no para causarle dolor, sino para reafirmar su control. La voz de Regulus sonaba lejana para Coraline en ese momento, sintiéndose presa de sus emociones traidoras. Tenía que alejarse de él, tenía que huir antes de que… oh, mierda, no quería ni pensar en que su celo llegara frente a un alfa, mucho menos Regulus. Se zafó del agarre sin saber de dónde sacó las fuerzas y salió corriendo dejando perplejo a Regulus que por la sorpresa la dejó marchar. Regulus arrugó la nariz captando el aroma que quedó en el aire: vainilla y jazmín, pero con un toque más dulzón del habitual. Frunció el ceño al darse cuenta de lo que podía significar y su cara se contrajo en una mueca mientras miraba la puerta por la que había salido la omega. No le importaba. Solo una omega débil que sucumbía ante un alfa, nada más. Pero su alfa interior rugía con rabia hacia sí mismo, haciendo que sintiera emociones contradictorias, como si supiera que estaba mal haber expuesto a Coraline a sus feromonas de esa manera. Dejó el entrenamiento, no podría concentrarse ahora. En cambio, decidió ir a la reunión para saber qué quería su hermano.

***

Sirius Black estaba reunido con sus consejeros en la sala del trono. Se sentía irritado por la ausencia de Regulus, se suponía que debería ser el primero en apoyarlo, pero su hermano menor hacía lo que le venía en gana. Al menos tenía a James y a Remus a su lado. Sin embargo, no se confiaba tanto de James porque pensaba que este estaba jugando con fuego al hacer cosas indebidas con Regulus, cosas en las que Sirius ni siquiera quería pensar. Era una extraña forma de calmar su rivalidad la que tenían esos dos alfas. — Debemos reforzar la vigilancia en las fronteras con el norte. — Dijo James, que era el encargado de la defensa del reino. — Es inútil. — Dijo Regulus entrando en la sala y ganándose todas las miradas. — El problema no son las fronteras o los otros reinos, el enemigo está en casa. — Dijo refiriéndose a los nobles que lo apoyaban como acto de traición. Sirius lo miró con severidad. — ¿A qué te refieres? — Aunque sabía lo que quería decir su hermano menor. — Lestrange y Malfoy son las casas nobles más influyentes después de la corona y no están de tu lado Sirius. Son un problema porque no quiero que me usen como excusa para una traición a la corona, así que hay que encontrar un modo de negociación. — ¿Estás seguro de que no te beneficia que te apoyen? ¿Cómo sabemos que realmente eres leal? — Cuestionó uno de los consejeros. Regulus miró al hombre con frialdad calculada. — No me interesa el trono. — Dijo como obviedad. Todos lo sabían, a Regulus no le interesaba ser rey, prefería que lo fuera Sirius ya que para eso era el primer heredero. Su educación nunca se basó para reinar, aunque sí para ser un repuesto. — ¿Y cómo sugieres que actúe? — Habló esta vez Sirius. — Negocia. Hazles creer que obtienen parte de lo que quieren, hazles creer que ganan, ofréceles algo que asegure el bienestar de sus bienes y casta. Tal vez no soluciones el problema en su totalidad, pero se calmarían las aguas. — Dijo Regulus. Sirius frunció el ceñó. Siempre se había negado a negociar creyendo que eso solo marcaría su debilidad como nuevo soberano. Pero necesitaba calma y no una rebelión en auge. — Lo harás tú, junto a Remus. — Sentenció Sirius. Regulus se tensó ligeramente, no quería estar metido más en este asunto de lo que ya estaba. La palabra del rey era autoridad, así que no podía negarse. La reunión siguió con otros asuntos de Estado, cuando la puerta de madera se abrió dejando pasar a una sirvienta agitada. La beta hizo una reverencia antes de anunciar lo que tenía que decir. — La señorita Coraline está en celo. Sirius se tensó de inmediato, también Remus y James lo hicieron como una respuesta a una anomalía. Regulus no entendía qué tenía de urgente esto. Sirius miró fijamente a Regulus sospechando que esto tenía que ver con él. Lo había captado desde que entró en la reunión, el leve aroma de Coraline impregnado sutilmente en Regulus. — Todos fuera, menos tú, Regulus. — Ordenó Sirius. Los consejeros no tardaron en obedecer, la sirvienta se fue también y Remus junto a James siguieron a los demás, sabiendo que la conversación que tocaba sería delicada. — ¿Cómo es que mi espía que suprime a su parte omega para no tener celo está en este estado? — Habló Sirius una vez a solas con su hermano. Regulus se tensó entendiendo la gravedad de lo que había hecho. — ¿Ella suprime a su parte omega? — Preguntó en un susurro como si no pudiera creerlo. — Sí, por orden mía. Y ahora está en celo. Dime cómo pasó esto, Regulus. El alfa de Regulus se agitó con violencia en su interior sintiendo la ira crecer contra Sirius. Pedirle a una omega que suprimiera su parte más primitiva era peligroso y con consecuencias graves como llegar a la cordura o perder a tu lobo interno para siempre, además del desequilibrio en el celo. — La expuse a mis feromonas, solo quería hacerle entender su lugar. No sabía que le pediste tal estupidez y que ella aceptó arriesgarse de ese modo. — Dijo Regulus sin molestarse en ocultar su ira. — Eres un idiota, Regulus. No puedes exponer así a un omega solo porque lo crees inferiores. — Gritó Sirius. Sirius respiró hondo tratando de calmarse, Regulus hizo lo mismo sin entender por qué su alfa interno rugía por ir a cuidar de Coraline. — Pasarás este celo con ella, luego te quiero alejado. — Ordenó Sirius. Regulus chasqueó la lengua a punto de negarse, pero la mirada de Sirius no daba pie a objeción.

***

Coraline se retorcía en la cama de su habitación. Se había encerrado para su propio bien, pero el celo era demasiado intenso y doloroso por haberlo estado suprimiendo desde hace años. Sentir el calor oprimir sus músculos no era agradable, tampoco la sensación de humedad ni la debilidad o esas súplicas que hacia su omega llamando a un alfa, uno que sabía perfectamente quién era y a quien se negaba a ver. Pero no importaba lo que ella quisiera. Alguien llamó a su puerta dándole un mal presentimiento. No respondió, no tenía fuerzas para levantarse y abrir, su voz tampoco salía, era como si no tuviera control sobre su cuerpo. Los toques en la puerta se volvieron más insistentes hasta que la persona abrió la puerta y entró sin permiso. Coraline se encogió en la cama en un intento inútil de protegerse. El aroma de Regulus en la habitación hizo que el cuerpo de Coraline se contrajera y el celo la golpeara con más violencia. No entendía qué hacía él ahí, no quería pensarlo, no quería entenderlo y sobre todo no quería que fuera el motivo que tenía en mente. — Vete. — Murmuró Coraline con la voz más firme que podía en ese momento. Regulus permaneció en silencio, observándola y sin intenciones de retroceder. El aroma de Coraline era embriagador y tenía que luchar por no abalanzarse sobre ella. Solo tenía en mente que tenía que cuidarla, así que luchó por su autocontrol. — Vete… — Repitió Coraline. Regulus respiró profundo inhalando el aroma de la omega. — No puedo irme. — Dijo. Coraline se tensó. No lo quería allí, se sentía demasiado vulnerable y expuesta, no quería a un alfa que ni siquiera la respetaba cerca, además de que lo culpaba por esta situación. — Pero tienes que irte. No te quiero aquí. — La voz de Coraline tembló. Regulus siguió liberando su aroma a cuero y cítricos buscando doblegar la voluntad de Coraline, sabía que estaba mal, pero si la dejaba pasar este celo sola tendría consecuencias devastadoras para Coraline, no creía que su parte omega lo soportara, después de todo era un celo inducido. — Para. — Dijo Coraline en un hilo de voz sintiendo que su cuerpo respondía a las feromonas de Regulus. — No puedo. — Dijo Regulus con tensión. — Si te dejo sola morirás o perderás la conexión con tu parte omega para siempre, no puedo permitir que ninguna de las dos cosas ocurra. — Habló con seriedad. — No. No quiero que me cuides. No de esta manera. No. — Murmuró Coraline. Pero el celo era cada vez más insoportable y sabía que las palabras de Regulus eran ciertas, aún así, se sentía humillada con esta situación. Regulus se acercó a la cama notando el conflicto de Coraline. Se sentó en el borde, manteniendo una distancia de ella aún. — Déjame cuidarte esta vez y no volveré a acercarme a ti después. Coraline siguió con su conflicto interno. La idea de dejarse cuidar por Regulus la asustaba, pero si luego no tenía que volver a verlo podría soportarlo o eso esperaba. Comenzó a ceder al celo y a la presencia del alfa. Asintió aceptando la realidad de la situación, aunque no sabía qué haría después de esto. Regulus se acercó más a Coraline, ahora prácticamente encima de ella apoyando los brazos a ambos lados de su cabeza. El aroma de Regulus se hizo más fuerte, casi intoxicante para Coraline, quien comenzaba a dejarse arrastrar por el celo y las emociones contradictorias que sentía. Regulus comenzó a desnudarla, revelando la piel ajena poco a poco. Tragó saliva concentrándose en su misión que era cuidar de Coraline, no importaba lo que su propia parte alfa deseara, solo la ayudaría. Contempló el cuerpo desnudo de Coraline un momento antes de comenzar a desnudarse él mismo. La mente de Coraline estaba completamente nublada por el celo ahora, su mirada dilatada le proporcionaba una visión borrosa, pero podía percibir el calor de Regulus y su aroma llenando todos sus sentidos. Gimió involuntariamente cuando sintió los dedos de Regulus en su entrada preparándola. Regulus tuvo que respirar profundo para mantener el autocontrol y no devorarla ahí mismo. Él sabía que solo hacía esto por deber, porque era su culpa el estado de Coraline, pero una parte de él, la más primitiva, lo disfrutaba, se sentía triunfante de ver tan vulnerable a la omega y de sentir su necesidad. Su miembro estaba duro y palpitante, preparado para entrar en Coraline. Regulus se alineó contra la entrada empujando lentamente. Sus ojos fijos en los de Coraline, que parecía no verlo realmente con esos ojos dorados dilatados y húmedos. Empujó su miembro totalmente dentro de Coraline, llenándola por completo y estirándola. Le dio unos segundos para acostumbrarse a la sensación, pero pronto comenzó a moverse en un ritmo lento y tortuoso, sus embestidas eran precisas lanzando oleadas de placer a través de ambos. Coraline se aferró con ambas manos al cuerpo de Regulus, necesitando un ancla a la realidad, algo que le permitiera sentirse segura. El alfa siguió follándola con precisión, permitiendo que ella se aferrara a su cuerpo, sintiendo cierta ternura por la vulnerabilidad de Coraline. Regulus sabía que sería una semana larga, pues eso es lo que tarda un celo omega en pasar. Pero se quedaría allí con ella, no solo porque fuera su deber sino porque su alfa interior se lo exigía.

***

Coraline no sabía cómo sentirse. Una parte de sí misma odiaba a Regulus, lo odiaba por estar ahí, por marcarla con su aroma que ahora llenaba su sistema hasta la médula, por anudarla tantas veces que perdió la cuenta durante esa semana. Pero otra parte de ella, la más primitiva, lo amaba. Era como si lo necesitara para respirar, como si el mundo ya no fuera el mismo. Y por eso cuando lo vio vestirse y salir por la puerta sin siquiera mirarla una vez acabó el celo, se sintió traicionada. Sabía que a partir de ahora lo tendría lejos de ella y aunque una parte sentía alivio, muy en lo profundo lo odiaba por no quedarse. Pero Coraline no tuvo tiempo de pensar demasiado en eso. Pronto sus obligaciones como espía regresaron y lo agradeció porque así su mente no se volvía loca. Loca de ver cómo Regulus la evitaba a toda costa y comenzaba a esparcirse el rumor por el castillo de lo que había pasado entre ellos. Por eso cuando Sirius le asignó una misión en las fronteras, alejada de todos, aceptó. James Potter iría con ella, pero eso solo era un mal menor.

***

Durante la misión Coraline se sentía diferente. Era como si pudiera notar un cambio sutil en sí misma y no quería pensar en lo que podría ser. — Hoy iremos a comprobar las rutas de la frontera con el reino Este. — Dijo James mirando el itinerario. Coraline asintió. — Estás rara. — Volvió a hablar James sentándose en el sofá de la posada junto a ella. — Estoy bien. — Coraline entrecerró sus ojos dorados como si estuviera a punto de ponerse a la defensiva. James soltó una carcajada. — Y no digo lo contrario, pero estás rara. — Insistió. Coraline bufó molesta. No es que le molestara James, pero una parte de ella sentía celos porque él sí podía acercarse a Regulus. Y odiaba esto en lo que se estaba convirtiendo. Sin decir nada más se prepararon para seguir indagando en las fronteras. Sin embargo, James no era tonto. Su instinto alfa y su olfato notaban un cambio en la omega. Y si era lo que él creía que significaba, ella no debía estar en esa misión. Pero guardó silencio porque ni la propia Coraline se había dado cuenta aún de su estado. Llegaron horas más tarde al lugar acordado con sus aliados. Fue mucha burocracia y cortesía, algo a lo que Coraline estaba acostumbrada, pero está vez se sentía extraña. Le molestaba el aroma de los alfas y sentía una incomodidad en su bajo vientre. Pero decidió ignorar todas las señales porque tal vez solo era un mal día. — Descansa un poco. — Dijo James al final del día. — No necesito descansar. — Coraline sabía que aún no habían terminado y ella no se iría a dormir aún. — No es una sugerencia. James estaba preocupado por el estado de Coraline. Si estaba en lo cierto y estaba seguro de que lo estaba, la omega estaba en cinta y el estrés y estar alejada de Regulus eran letales para ella. Coraline se quedó en la posada mientras James terminaba el trabajo. Estaba molesta por verse relegada a la habitación, a no hacer nada. Pero debía admitir que la molestia en su vientre no paraba y que no se sentía al cien por cien de sus habilidades. Más días pasaron mientras terminaban la misión de asegurar las fronteras del reino cuando Coraline sintió que estaba al límite y ni siquiera entendía por qué. Mientras se reunían con los Malfoy, Coraline comenzó a sentir náuseas ante el aroma del alfa Lucius. No sabía por qué se sentía así, quizá era la manera en que intentaba dominar el ambiente. El dolor en su bajo vientre comenzó a agudizarse. Coraline hizo una mueca de dolor, pero permaneció ahí mientras James conseguía el acuerdo. Cuando James se giró, su mirada se llenó de horror al notar la sangre que se escurría entre las piernas de Coraline. — Coraline… — Murmuró. La omega se dio cuenta en ese momento de lo que pasaba y entró en trance, desmayándose. — Mierda. James se aproximó a evitar el impacto con el suelo tomando a Coraline en brazos y saliendo a toda prisa del despacho de Lucius. Salió ignorando las preguntas del otro alfa y con la mente decidida en regresar al castillo.

***

Regulus estaba que se subía por las paredes. Quería acercarse a Coraline, quien no despertaba desde hacía tres días cuando regresó de la misión ya inconsciente. Su alfa interno rugía queriendo cuidar y proteger a la omega. Él mismo sentía el dolor de la pérdida. James le había comunicado la situación. Regulus sentía su sangre hervir, Sirius no le permitía acercarse a Coraline y él sentía que ella lo necesitaba. La cuarta noche no lo soportó más. A paso seguro y determinado avanzó hacia la habitación de Coraline. Los guardias que custodiaban la puerta lo dejaron pasar ante la mirada de urgencia que traía el príncipe. Entró y lo primero que captaron sus ojos fue la figura inconsciente de Coraline, tan vulnerable y frágil. Sintió el nudo en su garganta. Se acercó a la cama dejando salir sus feromonas envolviendo a Coraline en ellas. La vio removerse en la cama y supo que estaba en lo cierto al pensar que ella lo necesitaba. Después de una pérdida así era normal que Coraline no quisiera despertar, pero debía hacerlo, porque si no lo hacía, Regulus no sabía qué sería de él. Dejó que su aroma la marcara y se sentó en el borde de la cama entrelazando una de sus manos con la contraria. Pasaron varios minutos hasta que Coraline abrió los ojos. Regulus notó la culpa y el dolor en esos hermosos ojos dorados y sintió que él mismo se rompía. Pensó que Coraline se apartaría de él, pero en cambio la omega se acercó más como si buscara alivio en su calor, un refugio. Regulus la abrazó con fuerza y entonces la escuchó susurrar “lo siento”y eso fue suficiente para que el corazón de Regulus se rompiera. —No tienes la culpa. No debí dejarte sola. Coraline tembló entre sus brazos, sintiendo que el mundo caía sobre sus hombros y que solo existía la presencia de Regulus. — Igualmente, lo siento. — volvió a susurrar está vez su voz se rompió. El sonido del llanto inundó la habitación. Regulus no pudo hacer más que ser su ancla, permanecer allí hasta que la tormenta pasara.

***

Coraline no sabía cómo sentirse. Una parte de ella estaba rota y tenía la certeza de que no volvería a recuperarse. Su omega interior lloraba y no era capaz de encerrar esa parte de sí misma otra vez. Así que dejaba que la tristeza la golpeara. Solo podía aferrarse a Regulus como si fuera lo único que la ataba a la realidad. Sabía que no debía depender de él, pero no podía evitarlo. Regulus permanecía a su lado siempre, vigilante y dispuesto a protegerla de cualquiera. Era como si el alfa se sintiera culpable, tal vez era así. Sea cual fuese el motivo, Regulus se quedaba a su lado velando sus sueños, descuidando sus deberes como príncipe. Para Regulus lo más importante era Coraline y desearía que lo hubiera sido siempre. Los meses pasaron y el celo de Coraline estaba condenado a repetirse, pero esta vez no sería un acto de deber y obligación. Regulus quería pasarlo con ella si Coraline lo permitía, quería hacerla sentir amada. El calor del celo golpeó a Coraline en la madrugada después de tres meses desde el último. Regulus yacía dormido junto a ella. Coraline temblaba, una mezcla de necesidad y miedo. Quería despertar a Regulus, pero una parte de ella decía que no merecía el amor de Regulus. Una parte de ella se culpaba por no haber podido proteger al bebé que cargaba hace meses. La necesidad se mezcló con la angustia mostrándolo en su aroma. Regulus despertó de golpe. — Coraline. Estás en celo. — Dijo más para confirmárselo a sí mismo que para ella. Coraline solo temblaba en la cama alejándose de Regulus como podía, sintiendo que no era merecedora del alfa. — Mírame. — Pidió Regulus. Coraline dedicó su mirada dorada a Regulus, llena de miedo. — ¿Quieres que me vaya? Coraline negó con la cabeza. La idea de que Regulus se fuera la aterrorizaba. Pero a la vez no era capaz de acercarse. Regulus dejó que su aroma se asentara en la habitación. El aroma a cuero y cítricos filtrándose de forma calmante. Regulus respetó el espacio de Coraline, dejando que esta vez ella fuera quien marcara el ritmo. Poco a poco Coraline sintió que la ansiedad y el miedo se desvanecían dando paso a la necesidad. Se acercó a Regulus abrazándose a él, dejando que las manos contrarias acariciaran su espalda y cadera. Los ojos dorados chocaron con los grises de Regulus. El brillo de deseo en la mirada de Coraline era lo único que necesitaba Regulus. Las manos de Regulus sujetaron con firmeza a Coraline mientras se fundían en un beso cargado de pasión y deseo contenido. Coraline sintió el calor de su cuerpo aumentar, comenzó a aferrarse con desesperación a Regulus mientras este la besaba. Regulus sonrió contra sus labios. — Eres tan hermosa así. — Susurró. Se tomó su tiempo para desnudar a Coraline y apreciar todo su cuerpo. Esta vez no lo hacía por responsabilidad, está vez se sentía terriblemente atraído a esta omega, la amaba. Coraline sentía cada caricia como fuego contra su piel, avivando cada sensación placentera. — Regulus… más. La voz suplicante de Coraline hizo que Regulus sintiera que iba a perder el control. Respiró profundo el aroma de ambos combinado sintiéndolo embraguiador. Entrar en ella sintiendo las paredes húmedas adaptarse a su polla hizo a Regulus sentir un placer abrumador. Está vez no había tensión ni miedo. Había puro deseo. Comenzó a embestirla con fervor sintiendo que su control se desvanecía completamente. Los gemidos llenaban la habitación, la mejor melodía para Regulus. Regulus sintió sus colmillos picar con la necesidad de marcar a la omega. Coraline lo notó, su calor aumentando en respuesta. — Márcame. — Pidió Coraline entre gemidos. — ¿Estás segura? Coraline asintió. Regulus la observó buscando rastro de duda en su rostro, pero no encontró más que deseo y amor. Regulus cambió a Coraline de posición dejando su cuello al descubierto. Sin cuestionarselo más hundió sus caninos en la glándula omega, sintiendo cómo el lazo entre ambos se formaba. Su nudo creció en el interior de Coraline mientras ella alcanzaba el clímax haciendo que a ambos les sacudiera una sensación electrificante y abrumadora. Una vez que terminó de marcarla, Regulus lamió la sangre para ayudar a cicatrizar la herida. Coraline se quedó aferrada a las sábanas mientras Regulus se apoyaba contra su espalda aún unido a ella por el nudo. — Te amo. — Susurró Coraline. Regulus sintió cómo su alfa interior se regodeaba y ronroneaba ante esas palabras. — Te amo, mi dulce omega. — Murmuró Regulus contra la marca recién hecha. Ambos sabían que esto solo era el inicio. Aún quedaban días de celo para compartir y otros momentos importantes que vendrían después. Por fin Coraline se sintió en paz con su parte omega. Se acurrucó bajo el calor de Regulus sintiendo que ahora junto a él nada podría dañarla. Regulus podía sentir todas las emociones de Coraline a través del vínculo y no pudo evitar sonreír. Su omega se sentía ella misma otra vez, aunque Regulus sabía que esto solo era el comienzo de una recuperación. Porque Coraline seguiría arrastrando tristeza por un tiempo. Pero ahora no estaría sola. La marcó ahora con su aroma dejando claro a cualquiera que ella era suya. Y Regulus se permitió cerrar los ojos disfrutando del momento íntimo, sintiendo que su alfa aullaba de alegría por tener a su omega.
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