Travesura
30 de noviembre de 2025, 2:15
La isla de Slytherin servía como hogar para los piratas. Un lugar neutral, sin patria ni bandera, donde la única ley era la del más fuerte y los códigos de cada tripulación.
Coraline era una pirata recientemente añadida a la tripulación de James Potter, un poderoso pirata conocido por admitir mujeres en su barco, cosa que muchos prohibían.
Coraline sentía curiosidad, una curiosidad infinita que la llevaba a querer explorar más allá de donde sus sentidos la puedan llevar.
Ella quería saber más del mundo y más de los piratas, porque estaba segura de que no todo era lo que James le mostraba. Y sentía una irremediable atracción hacia los peligros.
Había rumores de que Coraline era intocable, la protegida de James y Lily.
Y tal vez eso era cierto, trayendo consigo más contras que pros. Al menos si lo mirabas desde el punto de vista de la propia Coraline.
No le molestaba ser su protegida y tener los privilegios que venían con ellos, sin embargo, odiaba la sobre protección a la que estaba sometida.
Ella soñaba con aventuras y la única aventura que viviría en el barco de James era observar el horizonte en cubierta mientras muchos ojos estaban pendientes de sus movimientos.
Por eso en cuánto pisaron tierra, Coraline se escabulló por las calles de la isla Slytherin.
No fue difícil, aunque todos la reconocían, muchos la dejaron huir porque les resultaba divertido ver el desastre en que resultaría esto.
— Bien, ahora giro por ahí hacia la libertad. — Murmuró para sí misma.
Dobló la esquina y se chocó con alguien, un cuerpo fuerte que olía a mar y perfume varonil.
Corazones se atrevió a mirar hacia arriba. Los ojos grises del contrario el devolvían la mirada totalmente molesto.
— ¿Tú eres la mascota de James? — Preguntó con un deje de burla el hombre.
Coraline arrugó la nariz como si le hubieran insultado el ego allí mismo. — Parte de su tripulación, no su mascota. — Dijo.
— Es lo mismo.
— ¿Y tú quién te crees que eres?— Coraline comenzaba a molestarse con la actitud del hombre.
— Regulus Arcturus Black. — Contestó con sonrisa arrogante Regulus.
Los ojos de Coraline se abrieron de par en par en sorpresa. Vale, ahora estaba frente al pirata más buscado y ella pensando que solo es un idiota.
Bueno, es que es solo un idiota. Al menos para Coraline era eso. Un arrogante, bobo, petulante.
— Encantada, supongo. Si me disculpas, me voy.
— No tan rápido. — Dijo Regulus agarrándola con firmeza del brazo.
— ¿Qué quieres? — Coraline lo miró con desconfianza.
La sonrisa de Regulus solo se ensanchó más. Su mirada gris analizó a Coraline como si fuera una presa.
— Conocerte.
Oh, sí, claro, como si Coraline fuera a creerse eso. No necesitaba otro pirata detrás de ella, suficiente tenía con James y Lily siendo sus mentores y sobre protectores amigos.
— No, gracias. — Dijo intentando zafarse del agarre.
Ignorando las palabras de Coraline, Regulus la cargó como si fuera un saco de patatas sobre su hombro y la llevó a donde sea que él quisiera. Coraline pataleaba y gritaba, pero él solo se reía de la situación, incluso palmeando las nalgas de Coraline para callarla.
Cuando Coraline volvió a tener los pies en el suelo, fue consciente de que estaba en una taberna y que allí estaban James y Lily.
Oh mierda.
La mirada de James la inquietó.
Regulus la empujó para que caminara hacia ellos, con una sonrisa en su rostro que delataba que estaba disfrutando de la situación.
— Así que… escapando. — dijo James con voz cortante.
Regulus empujó a Coraline hasta que quedó encima del regazo de James.
Antes de que Coraline pudiera reaccionar, James comenzó a azotarla con su mano en un ritmo constante y con fuerza.
Coraline supo que debería sentirse incómoda, sobre todo porque Lily y Regulus miraban la escena, pero en cambio solo sintió excitación.
Luego de minutos eternos James paró de azotarla. Dejó una caricia lenta donde había golpeado y la tiró al suelo.
Coraline soltó un quejido.
James y Regulus compartieron una mirada y acto seguido Regulus volvió a tomar a Coraline entre sus brazos sin dejar que la chica asimilara todo.
Regulus la llevó hacia una habitación privada y la tiró sobre la cama del centro.
— ¿Qué haces? — Cuestionó Coraline.
— Te enseño disciplina.
Regulus se acercó a pasos firmes hacia la cama. Se puso de cuclillas frente a Coraline que la miraba con confusión. Acercó su mano hacia la boca de ella y acarició sus labios con el pulgar.
Instintivamente Coraline entreabrió los labios. Regulus sonrió sabiendo que la tenía en la palma de su mano.
— La próxima vez que quieras espacio, no te escapes, pídelo “por favor” — Volvió a hablar Regulus.
Coraline asintió aunque su mente no estaba allí, estaba más concentrada en cómo se humedecía su entrepierna ante toda la situación.
Regulus sonrió aún más arrogante como si leyera los pensamientos de Coraline.
Con sus manos separó las piernas de Coraline y acarició a través de la ropa robándole un gemido a la chica.
— Ah, ese sonido, quiero más de eso. — Dijo Regulus.
Con habilidad y rapidez le sacó la ropa y acarició está vez directamente en la piel húmeda.
Coraline se sonrojó, un atisbo de vergüenza pasando en su mente, rápidamente reemplazado por deseo cuando Regulus comenzó a acariciar su clítoris e introducir dos dedos.
Coraline arqueó la espalda sintiendo cómo su cuerpo se tensaba ante el placer. Debería sentirse humillada después de todo lo acontecido, pero mentiría si dijera que no lo disfrutaba.
Si este era el precio por portarse mal, lo haría más veces.
Se corrió entre los dedos de Regulus, quién siguió estimulándola unos minutos más hasta que decidió parar.
Regulus llevó sus dedos a la boca de Coraline, que lamió hasta dejar “limpio” su desastre.
Regulus y Coraline compartieron una mirada. A Regulus le encantaba lo dócil y sucia que era Coraline, avivaba algo salvaje dentro de él.
Y el escape solo era una excusa para tomar lo que consideraba suyo. No es algo a lo que James fuera ajeno.
Coraline era de Regulus por derecho propio.
Se unieron en un beso apasionado y hambriento. Regulus no pararía hasta reclamarla totalmente, hasta hacerla suya hasta la médula. Qué cada parte de Coraline lo necesitara a él.
Ambos sabían que solo había sido una travesura de Coraline. Una travesura sin pensar en las consecuencias y ahora, ella era totalmente suya.
Regulus lo dejó claro en cada embestida, en cada beso, en cada mordisco, en cada marca dejada en la piel ajena.
Suya. En cuerpo y alma.