Capítulo I
2 de diciembre de 2025, 16:04
Se acarició el cuello sobre la venda que lo cubría tratando de relajar el estrés del día.
Se sentía agotado y frustrado, era el décimo tercer experimento que su equipo realizaba sin tener éxito alguno, al menos no uno significativo. Estaba perdiendo la paciencia empeorando el dolor de cabeza que comenzó a tener apenas se despertó.
El sonido campaneando de la llegada de un correo electrónico lo hizo alejarse de la mesa de utensilios de ciencia que se repartían sobre la superficie blanca y que aún tenían algún elemento líquido experimental en ellos.
Observó sin ánimos el título del correo que acababa de llegar “Fiesta de reencuentro”, refregandose los ojos dio click en abrir y una gran imagen llena de colores con letras amarillas y adornos de fiestas lo hizo entrecerrar los ojos. Se celebraría una junta de su antigua generación de la escuela básica, una donde todos sus compañeros se reencontrarían para una noche válida de tomar alcohol sin restricciones.
No la aceptaría, estuvo a punto de declinar la invitación cuando el ingreso de unos de los pasantes del área de química lo tomó desprevenido moviendo un poco la flecha del mouse para aceptar la invitación.
Apretó los labios.
—¡Oh, profesor Gojo! —se lamentó el muchacho tan rojo como le era posible—. No sabía que estaba aquí.
—Usualmente almuerzo aquí, Ijichi.
Se inclinó unas cinco veces antes de despedirse con la cabeza apuntando al suelo y desaparecer como si hubiera cometido la mayor traición de la historia.
Resopló mirando la pantalla que ahora brillaba con serpentinas al haber aceptado la invitación. La dirección apareció junto a la hora estimada a la que debería llegar al lugar en el centro de la ciudad.
Abrió el link del correo para informar que por un error su invitación fue aceptada y debía ser arreglado indicando su ausencia, pero la llegada de otras tres estudiantes interrumpiendo su plácido almuerzo en medio de su trabajo, le infló una vena en la frente. Con una sonrisa bastante ensallada, las miró.
—Está prohibido el ingreso al área de química en horarios de comida, chicas.
Odiaba recitar las reglas con regularidad, ellas las conocen muy bien y aún así seguían cometiendo los mismos errores.
—Escuchamos de Ijichi que se encontraba aquí por su cuenta, profesor —Oh, odiaba aún más que lo llamaran profesor—. Queríamos hacerle compañía.
¿Hablaba en otro idioma?
Se puso de pie provocando en ellas un salto de alegría ante la cercanía que provocaba con sus largos pasos. No tuvo necesidad de tocarlas, al llegar a su lado ellas dieron un paso atrás intimidades y avergonzadas de verlo tan de cerca y con aquella sonrisa, que al parecer a todos les gustaba, tomó el pomo de la puerta y la cerró con cuidado con ellas afuera agregando el pestillo.
¿Quién querría estar rodeado de ese tipo de omegas?
Sacudió la nariz esperando que aquel incómodo aroma desapareciera, abrió las ventanas y olvidó por completo el mandar el correo para declinar la invitación.
No fue hasta que un segundo correo llegó al día siguiente comentando que estaban encantados de recibir al flamante científico químico y biólogo que fue capaz de desarrollar más de ocho fármacos para la ayuda de control de feromonas para omegas y alfas según sus necesidades.
Releyó tres veces el correo buscando la manera de poder explicar su ausencia, de que había sido un error, o que un grave problema se había presentado y tendría que viajar justo aquel fin de semana.
—No lo hagas.
Levantó la mirada hacia Choso, su más confiable amigo y el más competente entre los científicos del edificio que ni siquiera se molestó en mirarlo para saber lo que estaba pensando.
—No quiero ir.
—Te hará bien —debatió traspasando un líquido transparente a otro tubo de ensayo—. Será buena publicidad para financiar el último jarabe.
Suspiró.
Tenía un punto.
El jarabe por el cual había estado luchando por años para ser aprobado por la junta, ser desarrollado en masa y crear un estudio donde los principales objetivos serían los dominantes. Un líquido que prometía reducir las feromonas en un sesenta y cinco por ciento, perfecto para convivir con omegas recesivos.
—Ellos no están interesados en reducir la intensidad de los alfas dominantes, mucho menos de los omegas dominantes —estiró los dedos al sentir la tensión del enojo—. Lo que quieren es aumentarla.
—Tienes razón —Choso dejó su experimento para darse la vuelta con una pequeña sonrisa que lo hizo entrecerrar los ojos—, pero nadie tiene que saberlo.
—¿Quieres que estafe a mis inversores? —levantó una ceja.
Choso se encogió de hombros como si jamás hubiera propuesto tal barbaridad.
—Se cumplirán diez años del estudio del jarabe, Satoru. Vi como te mataste para desarrollarlo y sirve según las cifras, lo que necesitas en financiamiento.
—Lo han rechazado en dos ocasiones.
—Entonces presenta una propuesta que les sea imposible rechazar —sonrió—. Eres el más inteligente del lugar y eres increíblemente manipulador. Usa tus feromonas y encantalos.
—Puedo decirles que creo tener la fórmula para convertir betas en alfas recesivos.
Choso junto sus cejas.
—¿Puedes hacer eso?
Fue su turno de sonreír.
—Las feromonas dominantes pueden hacer muchas cosas, Choso.
Su amigo suspiró, golpeando la mesa.
—Solo esperabas mi aprobación, ¿cierto?
No respondió.
—Debes dejar muy feliz a los fotógrafos para que los inversionistas estén dispuestos, Satoru. Debes dar un espectáculo.
Su buen humor se desvaneció.
—Creo que sé lo que tengo que hacer.
—Ah y no olvides cubrir bien tu marca —instintivamente su mano fue a parar a su cuello vendado—. Una de las estudiantes logró verlo y comenzó hacer preguntas.
Lo último que necesitaba era una nueva reunión de los inversores para indagar en su pasado y exigir unos ideales de lo que no podría importarle menos. Según ellos el mantenerse como alfa libre aumentaba las inversiones a la empresa de investigación para la que trabaja, al principio no entendió la lógica hasta que ellos le habían demostrado con gráficas y encuestas como afectaba el ser o no ser un dominante marcado.
Una jodida estupidez.
En la actualidad existen estudios variados que demuestran que la eficacia de un alfa natural ya fuera recesivo o dominante disminuye al ser marcado por una omega, no importaba si era consensuado o por accidente, lo importante era que la parte valiosa de los alfas era afectada por los omegas que se comprometían con alfas.
Esa noche, en su departamento se preparó con lo necesario para dar una excelente presentación en la fiesta, tiempo libre invertido en buscar la vida de sus antiguos compañeros de clase y cómo podría beneficiarlo con la prensa que siempre poseía de tiempo para seguirlo a cualquier lado.
Con un esmoquin hecho a la medida y el cabello peinado como se supone debía ser llevado cada día, aunque su pereza ganaba las batallas cada mañana antes de ir al trabajo dejándolo en su estado natural, largo y descontrolado. Se veía extraño e incómodo y las ganas de llevar a cabo el plan se veían cada vez más bajas.
Mantener conversaciones con desconocidos agotaba su pequeña batería social, odiaba ser adulador y mentiroso, centró su vida dentro de un laboratorio acompañado de personas que le fueran útiles y a viceversa. Todo por el bien común de recibir los fondos para la fabricación del nuevo jarabe.
Descendió del auto en la entrada del edificio donde se celebraría la fiesta de reencuentro para que una cantidad considerable de fotógrafos iniciaran sus disparos de flashes cegando sus ojos delicados a la luz clara. Se cubrió con la mano hasta llegar al inicio de las escaleras, un hombre le abrió las puertas con una leve inclinación dándole las gracias por su contribución a la sociedad de los omegas y alfas con problemas de feromonas descontroladas.
El lugar estaba lo suficientemente iluminado con varias luces en tonos fríos y cálidos, las mesas con enormes floreros en el centro y sus asientos decorados como si se estuviera celebrando una maldita boda. No logró dar ni tres pasos cuando alguien se le acercó estrechándole la mano con absoluta confianza, el miedo ante sus triunfos o la intimidación que daba sin percatarse no lo afectó en lo absoluto cuando al aceptar el saludo. Él le dio un ligero tirón para que tuviera la oportunidad de rodearlo de los hombros demostrando una confianza que ni siquiera tenía con Choso.
¿Por qué lo tocaba?
—¡Ha llegado nuestro alfa dominante! —levantó la voz llamando la atención de todos los presentes—. ¡Nuestro querido Gojo Satoru!
Tantas horas invertidas en estudiar los rostros de sus compañeros y ahora mismo no lograba recordar quién era aquel descarado que lo tocaba sin permiso.
Lo observó de reojo el tiempo suficiente para poder estudiar sus gestos y buscar en lo más profundo de su cerebro, pero no tuvo caso.
—Deja de hostigarlo, harás que se vaya —una mujer rubia de gestos delicados y aura suave intervino. Una omega—. Jamás ha tenido remedio, ¿cierto? Cree que por ser alfa puede darse el lujo de hacer lo que quiera.
Claro, el idiota atrevido era el único alfa de su clase quien por creer estar un nivel más alto que los omegas, se atribuye mayor importancia hacia su persona, aquel era Ruin. Y la mujer era una de las tres omegas que constaban en su clase, detrás de ella llegaba Utahime quien cada vez que tenía oportunidad le lanzaba un insulto sin razón. Estaba sorprendido de que se le acercara a voluntad propia.
—¡Somos alfas y podemos hacer lo que queramos!
Resopló.
Que asco de hombre.
Se quitó el brazo para caminar hacia las mesas, la chica rubia, que recordaba se llamaba Linha lo acompañó hasta la mesa que, por sorpresa, eran ellos tres más otros dos que la compartían.
Aún había tiempo de sobra antes de que todos llegaran al recinto, las conversaciones vagaron entre trabajo, familia y problemas generales de la vida de adulto. Todo iba perfecto sonriendo con absoluta naturalidad fingida cuando un fotógrafo se acercó para tomarle una foto acompañado con los demás, Utahime fue la primera en formular la pregunta que todos querían hacer, pero que no se atrevían.
—Han habido muchos rumores sobre tu vida personal, Gojo —bebió de una copa el vino tinto que se le sirvió a penas tomó asiento—. Todos tenemos curiosidad, ¿es verdad que te dejaste marcar?
Siempre era lo mismo con los curiosos, querer saber todo sobre su vida personal o entregar consejos que no necesitaba.
—¿Sería algún problema? —preguntó a su vez, dándole poca importancia a la malicia en sus ojos—. Quiero decir, tú siempre me detectaste por alguna razón. ¿Te molesta que haya querido seguir con mi vida?
La tensión en el ambiente fue pesada y los cambios de mirada casi lo hicieron reír.
Linha soltó una carcajada buscando una manera de calmarlos.
—Tenemos curiosidad, solo es eso. El gran y único alfa dominante de la escuela Kaisen fue lo que hizo del lugar popular —tocó su antebrazo con cariño—. No nos ataques por querer saber qué fue de tu vida personal.
—No soy el único dominante.
—¿Qué dices? —Ruin asombrazo casi desparrama vino sobre el mantel de color marfil—. Éramos cuatro alfas en la escuela y tú eres el único dominante.
—El director Okkotsu es dominante —explicó bebiendo de su vaso. El contenido amargo calentó su garganta y casi lo hizo escupir.
—Es increíble que aún recuerdes al director —sonrió Utahime dejando de lado la copa—. Sobre todo después de lo que sucedió aquel día.
Sus músculos se tensaron contrayendo cada nervio de su cuerpo.
—¿De lo que hizo?
—Ya sabes —levantó las manos demostrando que todos entendían sus palabras—, cuando se llevaron a Itadori y luego desapareció, se corrió el rumor de que lo expulsaron por querer manipular a los alfas con sus feromonas omegas.
La copa entre sus dedos crujió y un pequeño pedazo de vidrió voló cerca del florero que los separaba. Sus compañeros atónitos, bajaron la mirada hacía sus bebidas sin querer entrometerse, el semblante de Utahime era igual que cuando eran estudiantes; avergonzada después de soltar un insulto, incapaz de entender la estupidez de sus palabras.
—Utahime, de casualidad… ¿Yo te gusto?
No era momento de perder la cabeza, había asistido a la reunión con un propósito y era el demostrar una buena imagen para recibir halagos y dinero de sus inversores.
El rostro sonrojado y las manos temblorosas de la mujer en frente le respondieron.
¿Por qué no lo había notado antes?
—No te creas demasiado, Gojo. Lo que sentía en aquel entonces y ahora era temor de que algún día fueras a atacarme —su voz salió dura, llena de furia—. Todos los alfas son iguales.
Dejó ir una suave y ronca risa, una que sabía alteraba a todos los omegas a su alrededor. Pudo sentir como algunos de otras mesas se giraban para ver de quien provenía.
—No te confundas, Utahime —alejó la copa que yacía trizada que dejaba salir el poco contenido de vino que aún le quedaba—. Nunca me has interesado y jamás lo harás. Soy dominante, ¿recuerdas? Los omegas no me nublan la mente como crees.
—Nunca se puede estar seguro —su voz perdió seguridad.
—Conmigo puedes estarlo.
El ambiente empeoró aunque no lo suficiente para no perder la oportunidad de hablar sobre negocios, conexiones o algo que de verdad importara. Los fotógrafos continuaron su trabajo agregando más fotografías donde su vida social resaltaba de la forma en que a sus inversores les gustaría. El semblante de Utahime se mantuvo callado a medida que su amiga, Linha trataba de apaciguarla con algunos cócteles.
La madrugada llegó entre conversaciones sobre dinero y su industria, la manera de como invertir al ser una empresa que iba en constante crecimiento. Se estaba despidiendo cuando una tambaleante Utahime llegó al grupo, agarrada del brazo de Linha sonrió de una forma que le llamó la atención.
—Olvide decirte algo, Gojo —hipó a mitad de la frase, otra sonrisa vislumbra con arrogancia y victoria—. No creo que te importe, pero hace un mes tuve la oportunidad de encontrarme con Itadori Yuuji, ¿sabes?
Los músculos volvieron a tensarse. Cada nervio, cada fibra de su cuerpo se contrajo de solo haber escuchado su nombre completo.
Yuuji.
Su Yuuji.
La reacción no fue sutil para Utahime y los demás, por lo que le pareció aceptable despotricar sobre él.
—Fue en una despedida de solteros —rió—, y no era como invitado del bar.
Hizo desaparecer todo rastro de amabilidad que usaba con todo el mundo para evitar los problemas que tuvo con recurrencia en sus años de universidad o incluso en ciertos casos en su adolescencia.
—Termina —le ordenó cuando ella al fin pudo sentir unas espesas feromonas, manejable para la mayoría, pero no para alguien que su mente estaba nublada por el alcohol. Cayó de rodillas respirando con dificultad, dejando ir sus apestosas feromonas—. Si alguna vez tuviste miedo de que te atacará, ahora mismo… —se acuclilló mirando directo a sus desorbitados ojos, deseosos de tocarlo—...lo único que me provocas, Utahime, es náuseas. Tú y tu asquerosa esencia. Me das asco.
Linha a su lado aún de pie, temblaba tratando de no perder el control de su esencia. Ruin por otro lado estuvo a punto de estrellarse con una puerta al escapar de su olor tan espeso y venenoso para otro alfa.
Se dio la vuelta dejando que Utahime se perdiera en su celo desesperada por algo de sus feromonas. Sus gritos y súplicas no tranquilizaron sus pensamientos, tal vez su lado narcisista sí, pero sus palabras fueron mayor al poder disfrutar el hundimiento de alguien que trataba de hundirlo.
Tomó el teléfono en cuanto salió al aire libre y marcó aquel número que había guardado con tanto desespero. Él no tardó en contestar.
—¿Ya es hora?
—Quiero su dirección —no iba a perder el tiempo en explicarle el porqué de querer saber sobre Yuuji.
—¿Estás seguro?
—Dijiste que… —dudó. Tal vez las palabras de Utahime solo fueron su manera de molestarlo y todo lo que dijo había sido mentira, y como un niño desesperado por reencontrarse con el hombre que amaba cayó redondo.
—Él está bien, Satoru.
—Eso no fue lo que me dijeron.
Él suspiró.
—¿Quieres romper la regla de no dar información?
Al llegar a su auto se apoyó totalmente derrotado.
—Mencionaron que… —su voz temblaba como nunca—. ¿Es cierto que Yuuji trabaja en un club?
—Lo hace, Satoru —apretó los labios esperando que no todo por lo que trabajó durante años fuera en vano—. Pero no es como crees.