Capítulo II
2 de diciembre de 2025, 16:05
—Debías cuidarlo, Ryomen —su voz salió gutural—. Te ordené protegerlo cada día del año.
—Respira —Sukuna no se disculpó, ni siquiera trató de explicarse—. Mi trabajo se llevó a cabo tal como ordenaste.
—¡Está trabajando en un puto bar!
El sonido de un nuevo mensaje lo hizo ver su pantalla; era la dirección del club donde Yuuji trabajaba.
—Hoy está de turno —Sukuna parecía exhalar el humo del cigarrillo que de seguro fumaba—. Si quieres saber cómo está, ve a verlo por ti mismo.
No tuvo tiempo de debatir porque el otro lado de la línea ya se había cortado. Lanzó el teléfono al asiento del copiloto cansado de la actitud de Sukuna. Se supone que trabajaba para él y no al revés, y aún así era Sukuna quien actuaba como jefe.
Encendió el auto y se dirigió al reconocido club que muy bien conocía para su desgracia. Un establecimiento exclusivo de trabajadores omegas, centrado en clientes alfas de élite.
Apretó los labios, no conocía muy bien su funcionamiento y los tratos que entregaba el lugar, pero de algo estaba seguro; si lograba presenciar alguna escena que colocara a Yuuji incómodo, haría desaparecer el establecimiento y a todos sus trabajadores. Tenía el poder y el dinero para hacerlo, sin mencionar que el estado actual de sus feromonas eran capaces de asesinar a quien las oliera en su estado más puro.
Tardó más de lo esperado, pero seguía con sus puertas abiertas hasta el tope con una pared de espejos impidiendo la vista hacia adentro. El guardia ni siquiera se molestó en preguntar su nombre, tomó la cuerda de terciopelo que impedía la entrada seguido de una leve inclinación de cabeza dándole la bienvenida.
Apenas puso un pie dentro, el golpe de varios aromas embriagaron su cerebro inmune a tales feromonas débiles y de poco gusto personal. Miró a su alrededor y la cantidad de gente era bastante considerable a pesar de la hora que marcaba el reloj.
Avanzó hasta ganarse un par de miradas deseosas de su dinero y suponía que algo más, pero se detuvo de repente al encontrar lo que tanto buscaba.
Ahí estaba, hipnotizado igual que él al notar su presencia.
Aquellos bellos ojos claros lo observaron con detenimiento como si se estuviera preguntando si tal vez se trataba de un espejismo o era real.
Una mujer, claramente omega, se le acercó para preguntarle lo que deseaba esa noche en el club. No contestó porque seguía nadando en esa mirada que tanto había extrañado con el tiempo.
—Yuuji, tú cliente llegó.
Ambos despertaron del sueño, él giró su rostro para asentir a la chica que traía consigo a un hombre alto con capucha, su rostro no lograba verse con claridad.
Un cliente.
—¿Señor?
Miro a la omega a su lado, su sonrisa y el evidente estado de celo casi lo hacen vomitar.
—Quiero ver a Itadori Yuuji —exigió asustando a la mujer.
—Él… él está con… con un cliente —dio un paso atrás, apunto de desmayarse por lo pesado de las feromonas que rocío en ella.
—Es una pregunta simple —rugió al ver su debilidad—. Estoy dispuesto a pagar una gran suma de dinero si me entregan a Yuuji ahora mismo.
—Vaya, vaya, pero qué tenemos aquí —la palidez del hombre alfa que tomó a la chica para alejarla y entregarsela a otros, lo interrumpió—. Un alfa dominante, no se ven muy seguidos por acá. En realidad, jamás se ven.
Volvió a ver a Yuuji y sintió un alivió tremendo al notar que también lo observaba, a pesar de que su cliente le hablaba sobre algo.
—Me temo que el señor Itadori está ocupado ahora mismo…
—Pues interrumpe su cita.
—Por desgracia, señor —trató de calmar el hombre cada segundo más nervioso y más sudoroso—, el cliente es uno de los más importantes y exclusivos de Itadori. Me temo que no será posible interrumpir su cita.
Cinco mujeres más un hombre de la misma complexión que la de Yuuji se acercaron con un solo movimiento de mano del alfa, que a estas altura se cubría la nariz con un pañuelo blanco.
—Si le gusta podríamos hacerlo cambiar de opinión y buscar a otro candidato mejor evaluado— sugirió con una leve sonrisa—. No tenemos omegas dominantes, ya que aún son escasos, pero los que poseemos son de muy buena calidad, señor.
—¿Esto es un prostíbulo?
No quería saber la respuesta, si se llegaba a enterar que en el transcurso de los años Yuuji tuvo que acudir a ciertos lugares para ganar dinero no sabría qué hacer, cómo actuar o cómo hacerle frente.
Mataría a Sukuna en cuanto lo visitara por esconder tal detalle.
—Algunos clientes vienen aquí a disfrutar y a beber alcohol con lindas omegas, señor. No, no somos un prostíbulo, pero si mis trabajadores deciden irse con sus clientes va por su cuenta.
Su mirada nuevamente paró en Yuuji, pero esta vez él estaba atento al hombre frente suyo que lo observaba de una forma idéntica a como lo hacía en el pasado.
No sabía si había amor, o si Yuuji se iba con él apenas terminara su hora de trabajo, pero lo que sí pudo entender era que el hombre desconocido sentía algo muy fuerte por él.
Aquella mirada no se veía en cualquier parte.
Entonces, ¿cuál sería su siguiente paso? ¿Ir e interrumpir su cita, o esperar como el hombre maduro que era para tener una charla tranquila con Yuuji?
No fue consciente de cuánto tiempo estuvo pensado, ya que la voz molesta del hombre a su lado llegó a sus oídos.
—¿Cuál es su decisión, señor?
Esperaría.
Era lo que debía hacer.
—Tomaré la mesa de al lado.
No esperó una confirmación, caminó en su dirección y la tensión repentina de Yuuji al verlo tan cerca casi lo hizo dudar si hacía o no lo correcto. Se detuvo a cinco pasos de él observando su perfil tenso, pero sonriente, una sonrisa que iba dirigida al hombre de gafas que parecía llevar.
Tomó asiento y ordenó un trago simple bajo en alcohol, el cóctel más dulce de la carta que pudo encontrar y que conocía. La risa al lado no pasó desapercibida cuando la mujer, aunque sorprendida por su elección, asintió para traer su pedido.
Ellos hablaban bajo, susurrando y haciendo añicos su estado mental.
Luchaba por lo que debía hacer, no existía razón válida para interrumpir y pedir explicaciones, o presentarse como si nada hubiera pasado. Había tomado una decisión a sus diez años y la mantuvo por largos años tratando de mejorar y buscar una solución permanente para no lastimar a los omegas de su alrededor.
Levantó la mano y acarició el vendaje bajo su camisa. El ardor acompañado de una comezón lo incomodaron tras el agarre de la camisa cerrada hasta el último botón.
—En este lugar está permitido andar con la ropa suelta si gustas —un hombre jovén no más de veintitrés se sentó a su lado, sostenía una vaso bajo con un licor que parecía ser whiskey.
—No busco acompañantes.
—Es una lastima —se encogió de hombros bebiendo todo el contenido del vaso—. Solo venía a anunciarte que soy mejor que Yuuji, ¿sabes? Estoy seguro que podemos divertirnos sin su presencia.
Estaba agotado y molesto. Pensó que había sido claro con sus exigencias, pero al parecer ellos harían lo que fueran por buscar su dinero.
Estuvo a punto de despotricar su malestar, cuando el ruido de una silla arrastrándose con fuerza los hizo callar a todos en el club. Yuuji, ahora de pie, se disculpó de inmediato con su cita que parecía igual de sorprendido que todos a su alrededor. Segundos después él desapareció detrás de una puerta negra que daba a la parte trasera del lugar.
—¿A dónde va?
El muchacho que seguía sentado a su lado, suspiró.
—Su tiempo terminó. Ahora se irá a su casita —soltó con cierto disgusto—. Espera, ¡oye…!
Corrió hasta la salida hasta la parte trasera, la oscuridad lo inundó a excepción de un foco que iluminaba la calle de un estacionamiento pequeño, destinado para los trabajadores. Esperó cerca de diez minutos cuando una motocicleta casi lo arrolla, él no se disculpó y tampoco habló, no hizo nada.
Por su complexión comprendió que se trataba de Yuuji.
El continuo rugido de su motocicleta indicando su impaciencia por no continuar, no lo incomodó, solo lo molesto. No con él, sino consigo mismo.
¿Tanto daño le había hecho para no tener una oportunidad de hablar?
La ropa protectora de color negro y su casco del mismo color, lo hacían una persona distinta a la que recordaba.
¿Y si el tiempo se hubiera acabado hace ya mucho? ¿Y si por lo que llevaba luchando por años fue tiempo perdido?
—Yuuji… —susurró preguntando si había sido escuchado ante el fuerte ruido de la motocicleta—. ¿Podemos hablar?
Su respuesta fue un rugido tras otro, advirtiendo que se alejara lo antes posible.
—Por favor.
Él avanzó casi subiendo sobre sus pies. Se apartó tan decaído como desesperado. Lo vio avanzar hasta dar con la calle, pero antes de doblar él se quedó ahí más del tiempo de lo necesario, sacudió su cabeza con furia antes de girarse y levantar la visera.
—Apresurate y sígueme.
Le tomó cerca de tres segundos poder procesar las palabras frías y distantes de Yuuji, que con una sola mirada asesina le dio el pase para volver a su auto y seguir aquella peligrosa y hermosa motocicleta.
El trayecto fue tal como lo había previsto, al llegar al condominio omega, el portero habló unas palabras con Yuuji que se detuvo a su lado apuntado en dirección a su auto. El hombre corpulento y de mediana edad se acercó y sin hacer más preguntas le entregó lo que parecía ser una máscara para alfas. No se alejó hasta que se la pusiera y lo hiciera firmar una hoja con sus datos personales.
—No hagas tonterías —advirtió alejándose de su ventana—. Si atacas a uno de ellos, los guardias no dudarán en matarte para mantener el control, señor… Gojo Satoru.
La sorpresa en sus ojos al reconocer el nombre de las empresas Gojo fue casi divertida, tampoco dio explicaciones por su visita porque el rugir de la moto de Yuuji lo hizo seguir avanzando hasta una zona marcada con la letra S. Pasaron unas cuantas casas con sus luces apagadas hasta llegar a una esquina donde se detuvo.
Apagó el motor del auto y descendió siguiendo su paso lento y pesado.
—¿De qué es lo que quieres hablar?
Su voz era distinta y similar a la vez, un recuerdo que venía con alegría y tristeza.
Miró sus dedos tomar la llave para abrir la puerta principal, crujió, pero fue abierta sin problemas.
—No dices nada —continuó, encendiendo las luces—. Fuiste tú el que decidió hablar y no lo haces.
No sabía qué decir. Había ido en su búsqueda desesperado por saber que iba a encontrar; peligro, o tal vez una vida resuelta que casi destruyó su corazón de solo pensarlo.
—Quería saber cómo estabas.
Él se giró extrañado por la respuesta.
—Veintiún años separados y ahora quieres saber cómo estoy —dijo con gracia—. ¿Qué es diferente ahora? ¿Por qué no hace dos años, o tres?
El ataque no lo sorprendió y le dio cierta alegría escuchar su enojo, significaba que aún sentía algo por la amistad perdida.
—Me comentaron algo.
—Dejame adivinar… ¿Utahime? —Yuuji tomó asiento en un sofá de dos caras color gris—. Claro que fue ella.
—Mencionó que trabajabas en ese club.
—¿Solo eso? —¿Había algo más que decir?—. En cuanto me reconoció esa noche lo primero que mencionó fue tu nombre. Parecía disfrutar hablar sobre ti, soltando su aroma mientras sonreía, disfrutando mi reacción.
—¿Cuál reacción?
—El escuchar tu nombre después de tantos años fue una sorpresa que no pude contener.
—¿Te sentiste feliz?
Juntó sus cejas, pensativo.
—Rencor. Eso sentí —respondió con tranquilidad—. Lo que no pude dejar de pensar fue que te relacionaras de esa forma con ella, una omega. Ya sabes… débiles, dependientes y manipulables.
Desvió la mirada.
Aún no lo olvidaba.
—Ya no querrá volverme a ver. Te lo aseguro.
—¿Por qué?
—Porque odio a los débiles. Y ella es uno de ellos —caminó hacia la silla un poco alejada de Yuuji, sin querer abrumarlo—. No es difícil darle lecciones a los omegas que sobrepasan mi límite.
—¿Qué quieres decir?
—Que no deberías creer nada de lo que te haya dicho —se inclinó apoyándose sobre sus rodillas. Observó en silencio como sus facciones cambiaban—. Utahime siempre me ha odiado por ser dominante, y el que no le tomara atención aumentó más su desprecio por mi.
—¿Ella dijo algo sobre mí?
—Nada de lo que te debas preocupar.
—Y aún así estás aquí por ella —sonrió despectivo—. Debió ser algo grande para hacerte volver después de tantos tiempo.
Se apretó el puente de la nariz, frustrado.
Mantener una conversación con vacíos que no quiere mencionar por miedo a lastimarlo, lo alejaba más de él.
—Sugirió que tú eras un trabajador sexual, Yuuji.
—¿Eso te hizo volver? —elevó una de sus cejas—. Mierda, ¿por qué no pensé en eso antes?
—Oye, nada de esto es necesario.
—Te busqué por años —sus ojos se oscurecieron—. Y solo bastó un maldito rumor para que volvieras como un perro.
Dijo rumor, y en cuanto pudo escucharlo de sus propios labios los hombros se le relajaron.
Cerró los ojos decepcionado de haber dudado por las palabras de una mujer que sabía muy bien lo odiaba. Hace años que no se sentía a la deriva por alguien, ni siquiera su familia lo hacía sentir aquella ansiedad que involucraba siempre a Yuuji.
—No puede ser —levantó la mirada para ver el daño que le provocó sin notarlo—. Le creíste.
Se mantuvo en silencio porque era verdad, le había creído. Cayó en su trampa y de paso hizo que lo lastimara.
—Perdón.
Las palabras de Sukuna retumbaban en su mente, burlándose de su debilidad.
—No pongas esa cara, no eres el primero y no serás el último en creerlo —sus piernas se acomodaron a su lado, desparramandose sobre el sofá mirando al techo—. Trabajo en un club nocturno, es natural pensarlo. Varios de mis vecinos me repudian por creer que duermo con alfas a cambio de dinero.
—Yo no soy uno de tus vecinos. No debí creerle y… si aún fuera cierto, ¿por qué molestarse? Es tu decisión.
Él giró el rostro, sorprendido.
—¿Me apoyarías en un trabajo deshonroso?
Abrió y cerró la boca buscando en su mirada lo que esperaba de su respuesta.
—Tienes que ser sincero —ordenó tajante—. No digas lo que quiero escuchar.
Suspiró.
Era increíble como Yuuji tenía aquella capacidad para crear una tormenta de sentimientos en su cabeza.
—No, Yuuji. No te apoyaría para nada.
—¿Y qué harías si decido hacerlo de todos modos?
—Te encerraría en mi hogar y te mantendría. Te rodearía de lujos hasta hacerte olvidar esa estupida idea.
El corazón casi se le salió del pecho al escuchar la carcajada de Yuuji por sus sinceras palabras.
—Sonó como algo que tú harías —dijo limpiándose las lágrimas.
El silencio los rodeó, no uno incómodo ni tensó. Los dos relajados sentados a una distancia no más de tres metros, él mirando el techo blanco mientras que se perdía en su perfil; las pequeñas marcas bajo sus ojos que ahora no mostraban desprecio.
—¿Y lo harías ahora?
—¿Qué?
Yuuji giró el rostro serio.
—¿Me llevarías ahora contigo a tu lujosa casa?
Su garganta se cerró dificultando soltar la respuesta que odiaba con todo su ser.
—No puedo.
—¿Por qué?
Él no parecía dolido, más bien curioso.
—Mi estado actual no me lo permite, podría….
—Lo entiendo —interrumpió. Volviendo la mirada al techo.
Sus manos se entrelazaron sobre su estómago, a lo lejos pudo percibir un leve temblor en ellas.
—Yuuji —su nombre salió como un suplicio—, por favor, no sigas pensando en nada.
—No lo estoy haciendo.
—Lo haces y te estás lastimando —no era capaz de seguir mirándolo—. Confía en mí, te lo pido. Dame un poco más de tiempo y después podremos hacer lo que queramos.
—¿Tiempo? —realmente se veía confundido—. ¿Por qué debería hacerlo? Nosotros dejamos de ser amigos hace mucho tiempo.
Lo sabía muy bien, pero viniendo de él dolía todavía peor.
El repudio en sus palabras le hizo recordar su adolescencia, cuando el abuelo Wasuke se puso en contacto con su familia para un reencuentro, uno que Yuuji había suplicado por muchos años.
Mantenerse alejado había sido una odisea, sobre todo cuando tuvo que escapar de su propio hogar al sentir las feromonas de Yuuji esparcidas por toda la casa. Una visita sorpresa le dijo su madre, lo que ella no sabía era que su núcleo se volvía más sensible a las feromonas de Yuuji complicando su control, mostrando una faceta de él que no era agradable de ver. Su familia por fin entendió la razón de querer mantenerse alejado y pudieron hablarlo con el abuelo, acabando con las visitas sorpresas de Yuuji.
Aquello lo alejó aún más.
—Yo jamás dejaré de ser tu amigo.
—Tus acciones demuestran lo contrario. Y de todos modos, ya no importa. Eso fue hace mucho tiempo.
—Para mi es importante.
—¿Por qué?
—¿Yuuji, puedes confiar en mí?
—No.
Le tomó menos de un segundo responder, molestándolo por la rapidez.
—Te comportas como un niño.
—Y tú te comportas como si realmente merecieras más que eso.
Respiró hondo.
—Te contaré todo, desde el inicio —prometió con una mirada firme—. Entonces, ¿puedes confiar en mí un poco más?
Él pareció pensarlo, sus gestos mostraban lo difícil que le resultaba aceptarlo.
—¿Qué quieres que haga? —preguntó al fin, enojado—. ¿Qué siga esperando?
—No. Quiero que mañana vengas conmigo al laboratorio.
—¿La empresa Gojo? ¿La empresa a la que se necesita códigos oculares para entrar?
¿Qué?
De pronto, Yuuji se vió avergonzado por el entusiasmo que mostró.
—No se necesitan códigos oculares para entrar, ¿verdad?
Negó guardándose la diversión.
—Solo códigos normales —lamentó terminar la ilusión—. Aunque para entrar a una parte específica del laboratorio se necesitan huellas dactilares.
No fue difícil volver aquella emoción en sus ojos claros.
—¿Y qué tiene de diferente?
—Es un área donde hay cosas personales —se relajó, notando como Yuuji alejaba todo el odio que segundos antes mostró—. Hay estudios que no se han terminado y son confidenciales, nuevas ideas deben ser aprobadas por el consejo, pero —respiró profundo, después de todo tenía pensado contarle todo—, mayormente secreciones de mis feromonas.
—¿Qué? ¿Secreciones?
No había caso de ocultarlo más.
—He tratado de crear un medicamento que pueda disminuir la intensidad, el veneno de las feromonas dominante en los alfas —explicó de forma superficial—. Nadie sabe sobre el proyecto aún y me gustaría que continuara de esa forma.
La arruga entre sus cejas a cada segundo se marcaba todavía más.
—¿Por qué harías algo como eso? —sintió cierto ataque en su pregunta—. Los dominantes son los mejores de la sociedad, por qué alguien querría disminuir su estatus. No tiene sentido.
—Porque hace unos veintiún años, mi mejor amigo casi termina asesinando por querer pasar más tiempo conmigo, un dominante que eventualmente lo terminaría envenenando.
Aclaración
No creo que ser trabajador sexual sea algo deshonroso.