Capítulo III
2 de diciembre de 2025, 16:06
—¿No estás sorprendido?
Su silencio le intrigaba, pero le dolía aún más verlo tan tranquilo y relajado ante la revelación.
—No puede sorprenderme algo que ya sabía, Satoru.
Sonrió.
Yuuji no era tonto, sus acciones fueron obvias en el pasado. La repentina lejanía que puso después del accidente, la manera de escapar cada vez que lo visitaba en su hogar junto al abuelo, que debió haberle explicado la situación. Asumió que con el tiempo había logrado entenderlo.
—No tienes que seguir haciéndolo —levantó la mirada de sus labios hacia sus ojos cuando habló—. No espero nada de ti. Supongo que los dos superamos el pasado y logramos mucho en el presente, al menos tú.
—¿Por qué dices eso?
—Han pasado más de veinte años, no hay necesidad de volver al pasado por algo que ya he superado.
—¿No quieres estar cerca de mi?
Él se acomodo en el sofá con una mirada fría que hirió todo su interior.
¿Qué tanto daño le había hecho? ¿Sus acciones eran irremediables?
Yuuji seguía sin responder. En cambió, dejó salir un suspiro, desviando la mirada.
—Creí que hacía lo correcto —se lamentó con un nudo en la garganta. Detestando el sentimiento que se le alojó en el pecho.
De pronto, Yuuji se puso de pie golpeando sus muslos. Aquella mirada congelo cada fibra de su cuerpo, prohibiendole hablar en su defensa.
—Deseé por años ser beta. Soñé para que tú lo fueras —gimoteó con los ojos llenos de lágrimas que se negaba a dejar ir—. Eras mi persona más importante, Satoru. Y no dudaste en dejarme ir.
—Te iba a lastimar.
—¡Lo sé! —levantó los brazos, parecía más agotado que antes—. ¡Mierda! ¿En serio crees que no lo sé? ¿Tienes idea de lo difícil que es para mí no darte las gracias por salvarme en el pasado? ¿Crees que disfruto esto? ¡Porque no lo hago!
—Entiendo —bajó la voz colocándose de pie—. Nada de esto fue fácil para ti y sé que es mucho pedir esto, pero… por favor dame una oportunidad de arreglar el pasado.
—Son muchos años, Satoru.
—Puedo hacerlo. Cree en mí, te lo pido.
—¿Y qué pasará si lo que tienes planeado no funciona?
Mantuvieron la mirada notando la tormenta que vivieron cada uno a su manera. Decepción, temores, rabia, odio y desesperación.
—Funcionara.
—¿Por qué estás tan seguro? Las cosas a veces no funcionan, Satoru —se dio la vuelta con las manos en la cadera—. Deja de ser tan presumido, este es el mundo real. Tus palabras son solo eso, no hay…
—Use el fármaco en mí, Yuuji. Hace cinco años que lo he estado perfeccionando —continuó ante su silencio—. Quiero que vengas conmigo a mi laboratorio para que veas los cambios.
—¿Por qué ahora y no hace cuatro años?
—Los efectos secundarios eran demasiados y un poco peligrosos.
—¿Y ahora?
Carraspeo omitiendo la respuesta en concreto.
—Ven conmigo mañana y lo sabrás —se acercó a la puerta, deseando que no fuera el fin de su reencuentro.
—¿Dónde?
Dejó salir el aire contenido.
—Mañana será lunes —dijo con inquietud, temiendo cada palabra que soltaba y que pudiera herirlo—. El primer lunes de cada mes voy a presentar respetos al abuelo.
—Lo sé. Las flores que llevas son hermosas —respondió distraído sin mirarlo—. ¿Por qué no te presentaste al funeral?
—Lo hice.
—Cuando yo no estaba seguro.
—Yuuji, sabes la razón —trató de explicar, de mostrar el dolor que sintió por años el no poder estar a su lado, abrazándolo—. Si te hubiera visto, habría dejado mis investigaciones atrás y todo sería un desastre.
—¿Cómo lo supiste? —respiró hondo, controlando el dolor en sus palabras—. ¿Cómo te enteraste de la muerte de mi abuelo?
—Siempre supe de él.
Aquello pareció tomarlo desprevenido.
—¿Qué quieres decir?
—Cuando tuve la edad suficiente, después de la ci… —cerró la boca asombrado de la facilidad que poseía Yuuji de hacerlo soltar todo—. Lo que trato de decir, es que cuando tuve el dinero suficiente contrate a un investigador privado de forma indefinida.
Se mantuvo en silencio con los brazos a cada lado de su cuerpo, esperando el panorama completo de lo que revelaba.
—Le dije que te vigilara todo el tiempo, Yuuji. Su secuaz y él, me han mantenido informado lo mínimo sobre ti.
—¿Lo mínimo?
—Al final de cada día debían mandar un mensaje con la palabra “todo en orden” si tú y tu alrededor estaban bien. Y “problema” si debía intervenir de alguna manera.
—¿Me vigilabas, pero no querías saber sobre mi?
Bajó la mirada.
—Siempre quería saber de ti.
—¿Y por qué nunca viniste?
—Porque ellos solo mencionaron “problema” cuando el abuelo murió —no tenía el valor suficiente para volver a mirarlo, sobre todo cuando le mentía—. Sabía que si te veía llorando, dejaría todo para volver a tu lado.
—Pero no lo hiciste.
—No. Preferí dejarte para asegurarnos un futuro juntos y que nada pudiera separarnos… al menos no mi veneno.
Volvió a voltearse con el cuerpo tensado y las manos cerradas en puños.
—¿Y mi trabajo no fue un problema?
—No lo sabía hasta hoy.
—¿Tus amigos no te lo dijeron?
—No son mis amigos —aclaró molesto por no haberlo mencionado—. Ellos dijeron que no era lo que yo creía.
—Pensabas que era un prostituto.
—Yo no… —selló sus labios.
¿Qué tan descarado podía ser al negarlo?Si, lo había pensado y Yuuji lo sabía.
—Lamento que lo pensara.
Negó con la cabeza, perdido en sus pensamientos.
—Podrías responder una pregunta —volteó un poco su rostro, esperando a que la hiciera—. ¿Cuál es tu función exactamente en el club?
—¿Aún no confías?
—No, no, nada de eso —levantó las manos—. No puedo encontrar la razón del dueño del club para mantener a un trabajador que realmente no duerme con sus clientes.
—No es un prostíbulo, pensé que lo sabías.
—Yuuji, puedo ser de la alta ciudad, pero no soy estupido. Ese club se ha mencionado en mis círculos una infinidad de veces porque sus trabajadores se venden a un buen precio —dejó ir con cierto recelo—. El dueño se lleva extensas comisiones por traer a los mejores omegas, Yuuji.
Él suspiró.
—¿Por qué no se lo preguntas a tus investigadores? Para eso les pagas, ¿no?
—Quiero que me lo digas tú.
—¿Y si no te gusta la respuesta?
—No tengo derecho a molestarme, Yuuji. Son tus decisiones y debo respetarlas.
Yuuji parecía contrario a sus argumentos, parecía desconfiado y molesto.
—No llegué a ese club porque si —inició volviendo al sofá—. Trabajé como camarero en un restaurante por un tiempo, hasta que conocí a alguien.
—¿Quién?
Yuuji elevó una ceja, curioso por su repentina actitud.
—Nanami Kento —soltó con satisfacción—. Debes conocerlo, ¿no? Es el dueño de la empresa de seguridad que tu empresa contrato.
Si, lo conocía.
Nanami era un hombre justo y sabio. Al pasar los años pudo conocerlo a profundidad y le entregó la confianza que muy pocos lograban ganarse. No había una pizca de maldad en él, al menos no una que conociera. Existía cierta inquietud que las personas de su alrededor tomaban sin una explicación, pero siempre creyó que era por su actitud taciturna y distante, como si no le gustara relacionarse con las personas.
Hasta el día de hoy no le molesto lo que escondiera, no era de su interés, al menos hasta que Yuuji lo mencionó.
—Un gran hombre —no sacaba nada con negarlo. Si Yuuji le interesaba de forma amorosa no había posibilidad para luchar—. Aunque un poco mayor.
Era una batalla perdida.
Por desgracia, todo lo que concierne a Nanami era perfecto; su trabajo, sus hombres y su manera de hacer justicia para los débiles. Todo.
—Congeniamos de inmediato —sonrió con esa tranquilidad que no conocía—. Me pidió que fuera al club porque ganaría más dinero. Por supuesto, me negué sin pensarlo, pero él dijo que sería mi único cliente.
—¿Dejaste el trabajo solo por una promesa de alguien que apenas conocías?
—Tiene muy buenas vibras.
No tenía derechos de nada para pedir explicaciones y aquello lo mataba.
Lo había abandonado hace años, lucho para volver a ser los amigos que eran, pero… su lejanía destruyó lo que creyó indestructible.
¿Eran años perdidos?
¿Realmente había perdido el tiempo?
Hasta el día de hoy seguía siendo el único dominante que buscaba la cura para el control de feromonas. No existían precedentes para seguir con un fármaco que nadie ocuparía. Sus inversionistas tenían razón en algo, incluso Yuuji lo dijo.
¿Por qué un alfa dominante renunciara a lo que lo llevó a la cima? Para él la respuesta era simple: Yuuji. Sin embargo, si él ya no estaba en su ecuación cuál sería el siguiente paso.
—Satoru.
Su meta siempre fue Yuuji, desde que se alejó.
¿Qué haría ahora?
Llevó la mano hacia la venda y se rascó tan fuerte que pudo sentir cómo su piel se abría.
—¡Satoru!
—¿Ah?
Levantó la mirada, un poco perdido.
Yuuji estaba de pie observándolo con preocupación en sus ojos.
—Tus dedos… —le dijo levantando una mano.
Había sangre en ellos, no era necesario verlos. Se dirigió a la puerta, molesto de haber mostrado un semblante tan lamentable cuando el miedo lo embargaba.
—Es alergia.
Abrió la puerta al tiempo que lo miraba de reojo.
Al menos debía intentarlo.Una última vez.
—Te estaré esperando en el cementerio a primera hora. Si quieres ver lo que he creado, puedes presentarte, pero si no… simplemente no vengas.
No quiso esperar una respuesta porque tenía demasiado miedo para enfrentarlo.
Se alejó tan rápido quitándose la molesta máscara, el portero esta vez no lo detuvo ni le dio algún sermón, lo dejó ir con la tormenta de pensamientos sobre Yuuji, su futuro y lo borroso que se veía su vida sin él.
Faltaba poco para amanecer por lo que no le daría tiempo suficiente para ir a su hogar y cambiarse, fue directo a la florería que visitaba cada mes para pedir un nuevo ramo de flores personalizado para la tumba de Wasuke.
El dolor quemante y la comezón aumentaron de nivel. De la guantera sacó un nuevo vendaje acompañado de un desinfectante, empapo una parte de un apósito cuadrado para cubrirse la nuca que al parecer no dejaba de sangrar.
—Maldita sea… todo salió peor.
Apretó los labios ante el ligero ardor que la herida le produce con regularidad.
Aparcó a un lado de la florería aún cerrada, y como pudo cortó el vendaje para cubrirse el cuello. Se levantó el cuello de la camisa para esconder lo que nadie debería ver, y evitar especulaciones.
Pensándolo mejor, a pesar del futuro incierto que veía, no se arrepentía de nada.
No lo sentía como años perdidos, lo intentó y eso era lo que contaba.
Si Yuuji prefería quedarse con Nanami Kento lo felicitaría y lo dejaría en paz. Era la felicidad que él buscaba y no podría negarse por un sueño que no dejó ir por la obsesión de mantenerlo a su lado.
Sonrió dolido.
Sería duro y tendría que pedir ayuda, de lo contrario volvería a caer en la desesperación y podría cometer la misma estupidez que hizo años atrás. Y que hasta el día de hoy le causaba problemas.
—Va a ser difícil.