ID de la obra: 1445

EVOLUCIÓN CONVERGENTE - JJK

Slash
PG-13
Finalizada
3
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
41 páginas, 19.635 palabras, 7 capítulos
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Prohibido en cualquier forma
Compartir:
3 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Capítulo IV

Ajustes de texto
Dejó el ramo de Charmelia y Tulipanes blancos envueltos en una tela de lino color crema y una cinta rosa pastel. Se alejó de la tumba sin epitafio con un dibujo de una simple paloma blanca que volaba bajo el nombre de Itadori Wasuke junto al año de nacimiento y el de su muerte. Respiro hondo el aire fresco y puro, centrando la vista en la inmensidad del parque donde pocas personas visitaban con regularidad a sus familiares fallecidos. Algunas lápidas ya habían perdido los nombres marcados dejándolas como tumbas de extraños. Marcarían ya veinte minutos de su llegada al cementerio, poco tiempo que lo hizo de un futuro incierto. Debería acudir donde Choso para replantear el tiempo libre que tendría desde ahora. Uno donde no estuviera Yuuji, uno con un futuro alejado de él y buscar la manera de poder sobrevivir sin su presencia. —Luces derrotado. Giró el rostro para cerciorarse de que de verdad estaba ahí, llegando a su lado. No lo miraba directamente, la tumba era su interés primordial. —Jamás decepcionas con los ramos. —Solo soy el del dinero, ellos hacen los arreglos. —Es curioso —dijo, al fin cruzando las miradas—, todos los ramos que has traído son de los colores favoritos del abuelo. ¿Eso también lo adivina la florería? —Trato que sean flores idénticas a las que tenía en su jardín. —Gracias, Satoru —murmurando mientras le dejaba una botella del licor que más bebía en sus tiempos de buena salud—. Por no dejarlo. —No, es lo menos que podía hacer —las manos le temblaban de emoción por tenerlo ahí a su lado—. Gracias por venir, Yuuji. —Tienes tus razones, yo las mías. Sería muy injusto no dejarte hablar, ¿no crees? —Te abandoné, ¿no es suficiente para dejarme? —preguntó por curiosidad. Yuuji pareció desconcertado por su pregunta. —¿Estás de mi lado o del tuyo? —Del mío. —¿Entonces por qué me contradices? —Quiero saber que te hizo cambiar de opinión. —¡Por qué tienes que ser tan…! —cerró la boca antes de poder continuar. Refunfuñando unas palabras inentendibles, lo miró un poco enojado y con cierto rosa en sus mejillas —. Entiendo que te alejaste por mi bien, odie la forma en cómo lo hiciste, pero tal vez no había otra forma. Cuando era joven podía ser un poco pegajoso y eso no te habría facilitado las cosas. —No lo eras. —No digo esto para que me hagas sentir bien, Satoru. Quiero que entiendas que hago esto porque te lo mereces —se dio la vuelta—. Aunque no significa que te haya perdonado. Era suficiente. Podría vivir con eso. Lo siguió hasta su motocicleta, lo vio montar colocándose el casco. —Te seguiré hasta tu trabajo —dijo con una voz encerrada a través del casco. Asintió, aún notando un poco de sonrojo a través de la visera, a pesar de que evitaba su mirada. Yuuji encendió su moto para salir del cementerio, mientras que él iba al auto. El trayecto fue distinto, pero la incertidumbre en su primer viaje después del reencuentro era la misma, aunque el dolor en el pecho fue algo nuevo, incomodando un poco la tranquilidad que aparentaba. Instintivamente la mano fue hacia su cuello, pero solo acaricio la zona, no rasco y tampoco apretó por temor a manchar aquel vendaje. Por el retrovisor pudo notar a Yuuji siguiéndolo a una distancia considerable, con su chaqueta de cuero y pantalones negros. Lo hizo reír, después de todo el Yuuji que conoció era un fantasma inocente y alegre, mientras que el de ahora se trataba de un Yuuji más dominante y claro con sus metas. Un hombre que tarda en perdonar. El teléfono en el asiento del copiloto, vibro encendiendo el nombre de Sukuna en la pantalla. —¿Cómo van las cosas? —Esa voz molesta y burlesca aumentó el dolor de cabeza que comenzaba a desarrollar. Al no contestar de inmediato él rió—. Vamos, vamos, lo cuide tanto como pude. —Un cuarto de mi presupuesto va directo a tu bolsillo, Ryomen. Por supuesto que lo cuidaste porque no te quedaba elección. —Necesito un aumento. —Te pago por hora, bastardo. —Hay que hablar sobre eso. —No te daré un aumento. —Luces aterrador cuando muestras los dientes, Gojo. Mejor controlate porque asustaras a nuestro pequeño Yuuji. Olvidaba que el cuidado era de veinticuatro horas, por supuesto que él estaría vigilandolos. —No es tu Yuuji. —Llevó vigilando por años, Gojo. No puedes evitar que me encariñe por él. Cerró los ojos controlando las palabrotas que quería dejar ir. Se quejó cuando el dolor en su pecho creció. —¿Estás bien? Asintió sabiendo que él lo vería desde donde sea que los estuviera viendo; un auto, tal vez una camioneta, o un furgón. —Oye, sobre Nanami Kento… —quiso iniciar, pero lo interrumpió. —¿Le preguntaste? —se avergonzaba decir que no, así que dejó que el silencio lo hiciera—. No es lo que crees, Gojo. Tienes que confiar en él. —Confío en él —respondió casi indignado que lo sugiriera. —Entonces, ¿por qué no le preguntas? —¿Y si no me gusta la respuesta? —Tendrás que correr el riesgo. —Tomate el día—dijo cortando la llamada. Tiró el teléfono al lado del conductor. Al llegar a los estacionamientos subterráneos indicándole al guardia de turno que esta vez venía acompañado. Yuuji estacionó a su lado, se quitó el casco y pasó el brazo por la visera esperando al siguiente paso. A pesar de su evidente malestar tras darle una oportunidad, no podía evitar esconder a la perfección su entusiasmo al estar dentro de una gran empresa custodiada por diversos guardias que evitan robos de muestras peligrosas para las personas y el medio ambiente. Ingresó una clave de cuatro dígitos para permitir que el ascensor abriera las puertas. Sus ojos brillaron, pero aún así no dijo nada. Marcó el número del piso en la pantalla digital y subieron en silencio. Yuuji siguió cada paso sin interrumpir sus conversaciones al azar con otros trabajadores que pedían su consejo en algún tipo de experimento o sabiduría. —La fiesta fue todo un éxito, los fotógrafos y los editores te halagaron como si fueras el mismobuda —desde su espalda apareció Choso, golpeándolo—. Los inversionistas están contentos. Si pides una reunión ahora, puede que te den el visto bueno para ese experimento que ya tienes desarrollado. —No puedo ahora —explicó camino a su laboratorio. Choso no dijo más, pero si pudo notar que intercambió miradas con Yuuji. —¿Quién era él? Era buena señal que comenzara a hablar por voluntad propia. —Amigo y compañero —respondió con naturalidad, esperando que continuará conversando. —¿Estudiaron juntos? —Si. —¿Iniciaste esta empresa con él? —Necesitabamos mucho más dinero que el que teníamos ahorrados así que tuvimos que acudir a más personas. Si, la inicié con él, pero otras personas también nos ayudaron. —¿Es tan dueño como tú? —He creado el sesenta por ciento de los medicamentos de esta empresa, él los otros cuarenta. Se sentía satisfecho cuando hacía tantas preguntas, el que le interesara su trabajo y su amigo lo hacía feliz. —¿Durmieron juntos? Llegó justo a la puerta casi blindada que daba a su laboratorio, pero la pregunta lo detuvo de escanear su dedo índice. —¿Cómo? —Es una pregunta sencilla. —¿Crees que tuve sexo con Choso? —Sería raro que no lo hicieras —se encogió de hombros—. Pasaron mucho tiempo juntos. —¿Te molestaría que fuera así? No sabía exactamente de dónde venía todo aquello. Tal vez buscaba alguna forma, o argumento para separarse sin lastimarlo, después de todo Yuuji seguía siendo un blandito. ¿Y si estaba enamorado de Nanami Kento? Tal vez solo quería una forma de rechazar lo que había creado por largos años y no lastimarlo en el proceso. —Puedes hacer lo que quieras con tu vida, Satoru. No me concierne. —Pues sí dormí con él —sus ojos se agrandaron con absoluto pánico en ellos—, pero fue una ocasión en que incendie mi cama en los dormitorios de la universidad y no quería dormir en el suelo. No fue nada sexual, Yuuji. Quería descansar en un lugar cómodo después de estudiar tanto. Colocó el dedo en el sensor y la puerta se abrió dejando salir un fuerte ruido metálico, donde la seguridad fue desconectada momentáneamente. Estaba por entrar cuando un fuerte golpe entre sus omoplatos lo hizo trastabillar hasta dentro del laboratorio. Lo miró con cierto rencor y asombro cuando Yuuji pasaba por su lado sin reacción alguna. —Te lo merecías. ¿Y por qué rayos se lo merecía? Yuuji había crecido físicamente y su inmadurez había quedado intacta. Le gustaba que cierto sentimiento que anhelaba siguiera con él, pero hasta el momento nada salía como quería y se frustraba con facilidad. Lo cargaba con toda la culpa y lo entendía y aceptaba, pero era más difícil hacerlo de lo que había pensado. —¿Quién más ha estado aquí? —Solo mi compañero. —Ah, el afortunado —soltó despectivo. Suspiró. —Choso es alguien en el que puedes confiar, Yuuji. —Quiero hacerte una pregunta —interrumpió, aunque seguía con aquella actitud de aparente indiferencia. —¿Qué? —¿Quién fue? —pregunta Yuuji, sin perder tiempo. —¿Quién fue qué? —La marca en tu cuello. —¿Marca? ¿Cuál marca? —La de tu cuello —ladeó la cabeza mientras lo observaba. parecía confundido—. ¿No estás marcado? —Ah, esto —se acarició el vendaje, ahora avergonzado—. No es una marca, es una cicatriz. —¿Una cicatriz? ¿Qué cicatriz? Yuuji caminó entre los mesones, observando con fascinación los objetos de investigación que se ocupaban para experimentar volviendo a tener la compostura con la que llegó. Sin embargo, pudo notar que la muralla que creó poco a poco comenzaba a caerse, sobre todo ahora que estaba por revelar algo que lo avergonzaba. Dio una leve caricia a su vendaje antes de poder enfrentarlo y decir la verdad que pocos sabían. —Era joven y con la edad legal de someterse a cirugías experimentales sin el permiso de mis padres —Yuuji se detuvo justo en el mesón que los separaba, viéndolo con preocupación genuina—. Trate de quitarme mis glándulas. Sonrió esperando que lo que acababa de contar no sonara tan tenebroso como sonaba. —¿Qué es lo que hiciste? —su voz salió como un susurro. —Me abrieron desde cuello hasta la nuca, pero aún así no lograron cortar lo que querían—rió avergonzado—. Lograron extraer un poco de mi secreción y luego cerraron dando por finalizado el experimento. La cicatriz no es agradable de ver, por eso la venda, y también para evitar confusión. —¿Cuál fue la razón? Junto las cejas, confundido. —¿Por qué te sometiste a esa operación, Satoru? —insistió. —Era joven. —No es una razón. —Estaba desesperado, Yuuji. El abuelo había muerto y tú estabas solo —dijo más calmado—. No sabía qué hacer. Y entre en pánico. La carcajada de Yuuji lo desconcertó. Se cubrió el rostro con ambas manos sin dejar de soltar aquella risa que lo incomodaba. —Me dejaste por años por mi manera tan estúpida de actuar y tú, —lo apuntó—que tenías una edad bastante razonable, hiciste algo aún peor para tratar de estar a mi lado. —No era muy maduro en ese entonces. —¡Pudiste haber muerto! —Trataba de hacer lo correcto, Yuuji. —Hiciste algo muy estupido, Satoru. Trataste de mutilarte… ¿cómo esperabas que iba a reaccionar si la operación resultaba? Negó sin tener la respuesta exacta. —Lo único que me importaba en ese entonces, eras tú. Cuando supo lo del abuelo olvide todo y corrí al hospital, tú estaba ahí, afuera de la habitación llorando y sin que nadie pudiera consolarte —apoyó las manos en el mesón para acercarse un poco a él, soltando toda la verdad—. ¿Qué se supone que debía haber hecho? No soy de piedra, Yuuji. —¿Por qué no te acercaste? ¿Por qué no te quedaste a mi lado al menos unos minutos? ¡Habría sido suficiente para mi! —Mis feromonas seguían descontrolandose con un poco de tu olor. Apenas había salido de la pubertad y pude haberte lastimado más de lo que ya estabas. —¡Entonces por qué no…! —se detuvo de pronto, tragándose las últimas palabras que lo dejaron confundido. ¿Qué es lo que iba a decir? Tenía una pequeña noción por su mirada, pero sería algo estúpido y sin sentido. Nadie que supiera suficiente sobre la marca y sus consecuencias insinuaría hacerlo. Ni siquiera Yuuji. —Mira —trató de calmar levantando las manos—, entiendo que lo que hice en el pasado fue tonto, mi familia lo dejó muy claro. Hablarlo ahora no traería nada sensato y útil a lo que te quiero mostrar. —¿Qué dijo tu familia? —Mi padre me golpeó y mi madre lloró por días mientras me ignoraba. —¡Porque eres un idiota! —¡Está bien, está bien! Soy un idiota, un imebcil y un bastardo por hacerle esto a mi familia. ¿Podemos continuar ahora? Yuuji parecía reacio a seguir con la conversación, pero algo en su mirada y mente lo obligaba a quedarse a esperar y ver si todo aquello era necesario. —¿Te duele? Buscaba en uno de los gabinete con llave el jarabe que hasta ahora había ocupado en pocas ocasiones para enseñarselo cuando preguntó con una voz baja y preocupada. —Da picazón y en algunos casos quema. —La noche anterior, la sangre en tus dedos… —A veces rasco muy fuerte. —¿Por qué pasa eso? —La cirugía fue experimental, el cierre no cicatrizó como se esperaba y dejó secuelas con el tiempo que tardó en darle forma a la piel. —¿No se puede rehacer para que deje de pasar? —No hay muchos doctores que le emocione la idea de jugar con la nuca de las personas. Las glándulas están demasiado cerca del tronco encefálico. —¿Incluso alguien con tu poder? Tienes dinero y fama, ellos tal vez… —Sobre todo yo, Yuuji. Mis inversores odiarían la idea de que muriera en el quirófano. —¿Morir? ¿Existe la posibilidad de que puedas morir si te realizas otra cirugía? Tomó el jarabe y lo enfrentó. Lucía pálido, había rodeado el mesón quedando a una corta distancia. —Toda cirugía tiene sus peligros, Yuuji. Incluso una pequeña. —Tendrás que… ¿vivir de esta forma? Dio un paso para ver cada detalle de su rostro preocupado por él. —No es tan malo como piensas —aclaró, restándole importancia—. La picazón o el ardor rara vez aparece, solo cuando me estreso más de lo normal. Yuuji bajó la mirada, observando sus dedos que se retorcían. —No sabía que… lo habías intentado todo. —Logré llegar a una fórmula que nos puede ayudar al menos un poco, es un jarabe. —¿Un jarabe? —Disminuirá mis feromonas a la mitad. De esa forma podré estar a tu lado, Yuuji. —¿Cuánto tiempo podemos estar juntos antes de que ambos salgamos afectados? —Había mucha duda en su pregunta, preocupación de que algo más pudiera pasar. —Máximo dos horas. —Para mi es suficiente —dejó salir aún con aquella mirada. Le sonrió débilmente. —No para lo que tengo pensado. Las mejillas de Yuuji se tornaron rojas ante la evidente sugerencia que le dio. Era la primera vez que le daba a entender que sus intenciones iban más allá que una simple amistad recordada por ambos. Siempre sintió algo único por Yuuji, y hasta tarde logró entender que lo que sentía por él era algo más fuerte que una simple amistad. Deseaba una vida a su lado, una donde no tuviera que alejarse por temor a lastimarlo. —¿Hay efectos secundarios? —preguntó al recomponerse. El que se tomara tiempo en responder le hizo entender que no todo era color de rosas. —Algunos muy pequeños. —¿Cuáles? No respondió de inmediato, pero lo hizo por su mirada dura e insistente. —Decaimiento, somnolencia… en algunos casos pérdida de memoria a corto plazo. —No. Yuuji negó con la cabeza. —Son muy leves. Un precio que estoy dispuesto a pagar con tal de estar a tu lado. —Hace diez años me dejaste porque estaba haciendo lo mismo que tú ahora, Satoru. —Es distinto. —No quiero verte en ese estado —lamentó dejando de lado la pared que los separaba—. Por favor no lo hagas. Una cosa es que no te haya perdonado por lo que hiciste, pero una muy distinta es que te quiera drogado, Satoru. —Entonces, cómo esperas que esté a tu lado sin envenenarte con mis feromonas. —Hazme dominante. —¿Qué? —He leído casos y he visto en la televisión que hay omegas que se convierten en dominante por medio de una cirugía —dijo dudoso, casi desesperado. —Olvídate de eso. —¿Por qué? —su molestía fue evidente. —Ese experimento fue un fracaso enorme, Yuuji. De los veinte pacientes, doce perdieron la vida por la intervención, no dejaré que algo como eso vuelva a pasar. —¿Y tú si puedes experimentar, cierto? ¡Tú puedes dejar que te corten el cuello buscando una respuesta para los dos, pero yo no puedo hacerlo porque tienes miedo! —¡Si, Yuuji! ¡Tengo miedo! ¡Estoy aterrado de perderte! —rara vez gritaba, pocos lograban sacar su verdadero carácter; gruñón, antipático e insoportable. Sin embargo, el que hubiera una posibilidad de que saliera lastimado, terminaba con toda su actuación—. Prefiero vivir una vida alejado de ti y saber que puedes ser feliz con otro, que una donde tú no estés, Yuuji. Yuuji se quedó en silencio con los labios apretados. —Lo dices como si fuera capaz de encontrar a alguien más. —¿Qué hay de Nanami Kento? Él rió aún con tristeza en sus ojos. —Nanami perdió a su enlace en un accidente de auto —reveló —. Dijo que comparto personalidad con él, cuando viene al club bebemos y hablamos de cosas triviales o trabajo, nada más. Le recuerdo a él. Al fin levantó la mirada, unos ojos rojos conteniendo las lágrimas. —Si crees que puedo desarrollar sentimientos por él, estás equivocado. Siempre fuiste tú y siempre lo serás, Satoru —dio un paso adelante—. Si te rindes ahora, no solo será tu vida la que termine, sino también la mía. —Yuuji… —Por favor, déjame intentarlo. —No lo haré. Él suspiró, enrabiado. —Entonces, solo queda una cosa por hacer —respiró hondo, limpiándose el rostro—. Marcame. —No —cortó. Sabía que en algún momento lo diría desde que se contuvo hace un momento, pero era demasiado el riesgo que Yuuji corría. —Hazlo. —Morirías. —No, porque a pesar de lo mucho que te estoy detestando ahora, de verdad quiero una vida contigo, Satoru. Dio un paso atrás, con pavor de tan solo pensar en Yuuji siendo embargado por la cantidad de feromonas que recorrerían su cuerpo. El dos por ciento de la población omega recesiva era capaz de soportar un enlace dominante, no más. Además de que los enlaces estaban prohibidos legalmente, ese era un segundo factor menos importante, pero que podría ocupar como argumento para desviarlo de aceptar. —Detengamos esto, ¿quieres? Podemos buscar otra solución. —Haremos esto, te guste o no. Lo haremos en un lugar estratégico; un hospital para controlar todo lo que… —No quiero. Lo rodeó en un fuerte abrazo esperando que entendiera el miedo que ahora mismo no lograba controlar. —Sé que tienes miedo, yo también lo tengo —le acarició la espalda. Sus dedos también tocaron sobre su vendaje y la electricidad que viajó por cada nervio fue placentero—. Pero una vida sin poder estar juntos es lo mismo que estar muerto, Satoru. Por favor, por favor corre el riesgo. —No me hagas esto. Te lo suplico. Sus ojos ardieron cuando habló, la desesperación era tanta que estaba por colapsar. —Lo haré, Satoru —Yuuj agarró su rostro empapado de lágrimas y lo besó, un beso real y ligero que entumeció su cuerpo—. Por nosotros.
3 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)