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Hanzo era cruel. “Visitaba” a Ame en su habitación de cautiverio solo para regodearse de la vulnerabilidad de la chica. Hanzo disfrutaba de tener el control. — Cariño, pronto cederás a mí. — Dijo con un toque de burla y superioridad Hanzo con su mano tomando del rostro de la chica sin delicadeza. Y, sin embargo, Ame no se doblegaba. No le importaba lo que dijera Hanzo. Las palabras de este hombre no tenían efecto en ella mientras Umemiya ocupara el hilo de sus ideas. Y Hanzo no soportaba el hecho de no poder romper a Ame. — Como quieras. — Dijo con desprecio Hanzo, soltando a Ame con brusquedad. — Así solo empeoras las cosas para ti, no digas que no te lo advertí. — Esas palabras quedaron flotando en el aire, cargadas de peso y de una amenaza latente. El silencio que siguió después de que Hanzo la dejara sola fue abrumador. Ame se obligó a respirar hondo. No podía ceder. Tenía que ser fuerte, porque había tomado una decisión y ya no había vuelta atrás. Por mucho que quisiera regresar al pasado y cambiar sus acciones: ya no servía de nada pensar en ello. Los hombres de Hanzo seguían custodiando la puerta, y realmente todo el lugar estaba controlado. No podía escapar. Y tampoco era una opción, si huía solo sería un problema más para Choji y para Umemiya. Y, por supuesto, Ame no quería ser un problema ni un daño colateral. Pero su mente viajaba a mil por hora hacia recuerdos del huerto de Umemiya, hacia las bromas de sus amigos de Shishitoren, hacia los entrenamientos. A los momentos en que se sintió feliz. Los necesitaba.16
8 de diciembre de 2025, 10:51
Un infierno. No había otro modo para definir la vida de Ame en este momento. Sentía su corazón latir, pero era como si no estuviera realmente allí.
Seguía pasando el tiempo. Seguía doliendo cada segundo. Seguía fingiendo fortaleza, aunque tal vez era mucho más fuerte de lo que ella misma imaginaba.
Hanzo era un loco. Un desquiciado. Un psicópata. Ame no tenía ninguna duda de ello y aún no podía entender cómo alguna vez confió en él. Cómo una vez fue tan ingenua de creer que él era un ángel y no un demonio como estaba demostrando hace ya mucho.
Y ahora estaba a su merced. Sentía el mundo caer sobre ella. Y aún así no podía huir, no podía porque significaría poner en peligro todo aquello que desea proteger.
Así que el silencio se siente doloroso, pesado y angustiante. Y solo podía pensar en Umemiya Hajime. En ese chico que le dio momentos de felicidad que ahora la mantienen cuerda. Que ahora son lo único que no la hacen gritar y llorar ni perderse del todo.
Así que, quizá, su único ángel guardián era Umemiya.
Porque sin importar nada ni nadie más Umemiya la protegía incluso sin estar presente.
No se rendía, aún no. No era una muñeca rota, no todavía. Quedaba un atisbo de esperanza en su alma. Quedaba la idea lejana de que podría recuperar su libertad.