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Capítulo 2: Sillita Los primeros días Turbo Abuela estuvo un poco reacia a compartir espacio con la exorcista y su nieta, así que se mantenía oculta por ahí, en lo que la adolescente se iba a la escuela. Una vez que Seiko se ponía a lavar los platos, ya sabía que su porción de comida estaba esperándola en la mesa, junto con los pequeños cubiertos rosas. La youkai no lo admitiría por ahora, pero aquella mujer cocinaba muy bien. Sin decir nada, se aproximó a la mesa, brincó en ella, y se puso a degustar los alimentos. —No debes subirte a la mesa— dijo Seiko, sin voltear a mirarla. Turbo Abuela la ignoró y siguió comiendo. —Siéntate en el tatami como todos los demás— repitió la mujer mayor. —¡Déjame en paz, idiota! — gruñó la gata. —¡¿Qué no ves el cuerpo en el que estoy atrapada por tu culpa?! — La médium volteó a mirarla, sin entender bien a lo que se refería. Entonces, la youkai dejó de comer y bajó de la mesa, quedándose junto a ella y estirando el brazo hacia uno de los bordes, para mostrarle a Seiko la diferencia de alturas. Si bien, era un típico mueble bajo japonés, le quedaba un poco alto al muñeco Maneki, pues los brazos pequeños apenas alcanzaban la superficie y las patas cortas no ayudaban. —¡Mira bien, ¿Cómo rayos quieres que me siente en el tatami?, menos podré alcanzar el plato! — La mujer soltó un largo suspiro, dándole la razón a Turbo Abuela, pues el muñeco de gato era pequeño. Decidió que debía solucionar eso, ya que no le gustaba la idea de que la youkai se subiera a la mesa con las patas sucias luego de andar paseando por el patio. —Bien, deja de berrear, por hoy puedes comer encima de la mesa— regresó al lavabo. La gata enseñó la lengua de forma grosera y luego saltó de nuevo al mueble para terminar de desayunar. … Más tarde, en el centro de la ciudad. Seiko había terminado de comprar algunas cosas para la despensa y ya iba de regreso a casa. De pronto, al pasar frente al aparador de una tienda de juguetes, vio justo lo que necesitaba. Entró al local y solicitó ver el producto en exhibición, para luego adquirirlo. Una vez en casa, procedió a ensamblar la estructura como lo indicaba el manual. Era de color blanco, con acabados sencillos, pero funcional. Tanto como podía ser una silla de juguete para muñecas. Y es que Seiko no podía comprar un asiento para bebés, pues estos eran grandes y algo estorbosos. Además, no le haría nada de gracia a Turbo Abuela. … Rato después, el olor de la comida recién hecha despertó a la youkai, quien dormía debajo de las escaleras, en un compartimiento donde se guardaban las mantas extra. Se asomó como si nada de entre las telas, estirándose cual gato común. —¿Ya está lista la comida?, tengo hambre — quiso saber. —Sí, lávate las manos— respondió la médium desde la cocina. Turbo Abuela rodó los ojos, pues le molestaba que la vieja quisiera controlarla en todo. Pero cuando salió de su escondite y caminó a donde estaba la mesa, se sorprendió al ver la pequeña sillita. —¿Qué es esto? — con curiosidad la examinó por un lado y por otro. —Esa será tu silla de ahora en adelante, así que ya no tienes excusas para subirte a la mesa— la exorcista de acercó, llevando la olla del estofado. —Ahora lávate las manos. No es que me interese tu salud, pero en esta casa hay reglas de limpieza. — —Bla, bla, reglas de limpieza, bla, bla— remedó la gata. No obstante, obedeció, yendo al lavabo para asearse las patitas superiores. … Aquella sillita resultó bastante cómoda y útil para Turbo Abuela. Podía estar sentada y comer del plato sin problema. Y si quería servirse más, sólo debía subirse sobre el mueble de juguete para alcanzar la olla. Por un momento, incluso a Seiko le pareció tierno ver a la gata Maneki reposada cómodamente. Una discusión menos con la youkai.***
Continuará… Gracias por leer. 4/Diciembre/2025