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4 de diciembre de 2025, 22:54
Astrid aterrizó en el campo de entrenamiento, permitiendo que Eret bajara primero. Después de él, bajo ella.
Hipo llegó detrás de ellos, con un semblante molesto, muy notorio. Astrid se acercó a él al notarlo.
—¿Hipo?—
El castaño la miró y asintió, dándole a entender que estaba a su disposición.
—¿Qué sucede? Desde que salimos de aquel lugar estas...—Hizo una pausa.—...raro.—
Hipo suspiró.
—Ven, necesito hablar contigo.—La tomó suavemente del brazo y la llevó a una esquina, apartada de los demás.
Eret los miró desde donde permanecía, unicamente soltó una pequeña risa. Algo vió en aquella mirada de Hipo, algo más que preocupación.
—¿Qué pasa, Hipo?—Preguntó una vez más Astrid, en aquella esquina.
—Espero y lo comprendas, incluso después de que me comporté como un idiota.—Se llevó una mano a su nuca, nervioso.
Astrid asintió. El castaño continuó.
—Mira, no confío en este tipo.—Astrid iba a protestar, sin embargo Hipo la detuvo.—Se bien lo que dirás, y le daré el beneficio de la duda, no tengo problema.—Miró hacia abajo.—Pero no puedo evitar dudar de él. Es igual a cuando Dagur llegó amable después de todo lo que hizo...—Empezó a mover sus manos tratando de explicar su punto.
Astrid lo detuvo, sosteniendo sus brazos en el aire. Hipo levantó su mirada y se miraron mutuamente. La rubia le sonrió con ternura.
—Hipo, te entiendo, es decir, con lo de Dagur, estuve en donde estas tú ahora.—
Los dos rieron tras su comentario. Astrid continuó.
—Y no tengo problema con ponerlo a prueba unos días, solo para asegurarnos.—Soltó sus manos y tomó sus hombros.
—Claro, claro, tiene sentido.—Concordó con ella y asintió varias veces.
Astrid soltó el agarre de sus hombros y le dedicó una dulce sonrisa, se dió la vuelta y comenzó a avanzar.
Hipo la detuvo, tomando su brazo, la rubia se sobresaltó, pero volteó a mirarlo.
—Astrid, yo quisiera hablar contigo más tarde, a solas.—La observó, con una mirada de cachorrito implorando por su premio de cada día.
Astrid no pudo evitar sonrojarse, y al ver la suave mirada del castaño, sonrió con ternura.
—Claro Hipo, nos vemos más tarde.—
Hipo soltó su mano y le sonrió, de oreja a oreja, Astrid volvió a voltear y continúo con su camino recto, hacia los demás.
Hipo dió un suspiro largo, que mantenía una mezcla de ilusión y al mismo tiempo, decepción.
Se encontraba decepcionado de si mismo por no ser lo suficientemente valiente para decirle a aquella chica, lo que sentía. Y por haber sido tan cobarde como para salir con otra, tratando de cubrir ese dolor de no poder estar con ella.
Astrid Hofferson era la chica ideal con la que alguien podría contraer matrimonio, el asunto es que ella nunca estuvo dispuesta a hacerlo.
Y eso a Hipo, lo desalentó.
—Hola Hipo.—Heather se sentó a su lado.
—Hola.—La miró y le sonrió dulcemente, sin embargo, en la mirada de aquel chico se observaba claramente un semblante triste.
—¿Que sucede?—Preguntó la pelinegra, preocupada por su mejor amigo.
—No sucede nada, simplemente estoy admirando el horizonte.—Alzó su mano y señaló en línea horizontal la vista que tenía enfrente.
Esto provocó una risa tierna en Heather, lo cual a su vez provocó una risa en Hipo.
—Me alegra hacerte reír.—Le dijo Heather.
—A mí me alegra que me hagas reír, justo en momentos como este.—
—¿Que ocurre, Hipo?—Se acercó a su rostro, como si quisiera poder mirar a través de él.
Hipo inhaló con fuerza y empezó a hablar.
—Estoy desconcertado. ¿Sabes? Astrid y yo siempre tuvimos una química increíble, digo al menos yo la sentí siempre.—
—De hecho es muy notoria.—Heather soltó una pequeña risa.
—Lo sé, el dilema aquí es que creo yo ser el único imbécil que se hizo ideas de amor.—Hipo se abrazo a si mismo, y continúo mirando hacia enfrente.
—¿Por qué lo dices?—
—Escuche como hablaba con mi papá.—Dirigió ahora su mirada a ella.
—¿Y que escuchaste?—
—Dijo que no quería casarse conmigo ni ahora, ni en un futuro.—
—¿Así lo dijo?—Preguntó con cierto asombro Heather, pues era bien sabido que si se trataba de Hipo, Astrid era, a su medida, blanda.
—Bueno, no así. Pero lo dió a entender.—
—¿Dijo porque?—
—Si, lo hizo. Dijo que es porque ella es una guerrera que siempre está en solitario, y se siente bien así.—
—Pero, ¿Cómo puede decir eso? Si nos tiene a todos nosotros.—Heather se llevó una mano a su pecho.
—No se refería a estar sola, sin amigos, se refiere a que no necesita ni quiere una pareja.—
—Tal vez solo tengas que esperar...—La pelinegra le tomó un hombro.
—No lo creo, hace años la escuché decir lo mismo, no me di por vencido y la espere. Pero no recibo ni una señal de ella más que esos besos "amistosos" cuando hago algo bueno.—Hizo comillas con sus dedos y bajo la mirada.
—Eso a mi me resulta una buena señal.—Se sincero Heather y volvió a reír.
—No lo es. Heather yo quisiera una señal más clara, algo que me confirme que ella me quiere y así esperarla más tiempo.—
—¿Se lo has pedido?—
—Sí. Una vez, trate de besarla y ella simplemente me golpeó.—
—Eso pudo haber sido por nervios.—La pelinegra volvió a reír.
—No, porque no me habló en dos días.—
—Astrid es así.—
—¿No lo entiendes?—Hipo se levantó de su lugar y la miró desde su altura.—Si ella ya hubiera querido, me lo hubiera demostrado, no con simples besos, que incluso ya dejó de darmelos. Ella me confunde y yo ya no lo puedo soportar más.—
Heather solo guardo silencio, Hipo la miró y cerró los ojos.
—Además hoy fue muy clara, no quiere una relación, yo sí.—
Heather lo imitó y se levantó, quedando frente a él.
—Lo entiendo, tu quieres a alguien que si quiera algo contigo, sin dudas.—
—Exacto.—El castaño solo bajo la mirada.
—Bueno, supongo que ya tomaste la decisión, solo tienes que esperar a que alguien estable llegue a ti.—
Heather tomo su brazo, se inclinó y le dejo un suave beso en la mejilla. Esto lo desconcertó pues Heather solo le daba abrazos. La pelinegra le sonrió, soltó su agarre y se fue del lugar.
Hipo se quedó estático. En su mente penso que tal vez Heather podría ser esa solución a su corazón roto.
Que error.
——————— ✧*。———————
Astrid se encontraba de camino a su cabaña, caminando tranquilamente por el suelo, Eret la alcanzó y se puso a su lado.
—Hola Astrid.—
—Hola. ¿Cómo te está sentando la orilla del dragón?—Le sonrió.
—Bien, siento algunas miradas pesadas de Patán, pero todo lo demás es increíble.—
—Así es Patán, será mejor que te acostumbres.—
Eret soltó una pequeña risa.
—Eso lo puedo ver. Es increíble lo que hacen por los dragones—
—Me alegra que estés ahora de nuestro bando.—Le sonrió sin mostrar sus dientes, Eret le correspondió.
—Lo sé, lamento lo de antes.—Se detuvo, Astrid lo imitó, extrañada.
Eret le dió su mano derecha.
—No volverá a ocurrir nada igual.—
—De eso estoy segura.—Astrid soltó una pequeña risa, lo cual hizo sonreír a Eret.
La rubia estrechó su mano con la de aquel ex cazador, ambos sonrieron y después de unos breves segundos se soltaron.
Volvieron a caminar, y empezaron a subir las escaleras que llevaban a la cabaña de Astrid.
—¿Te puedo preguntar algo?—
-Claro.-Respondió la rubia.
—Hipo y tu...—Hizo una pausa donde la miró.—...¿Tienen algo, cierto?—
Astrid casi se cae de las escaleras por la repentina pregunta.
—¡Dios! ¡No!—Respondió nerviosa.—No sucede nada entre nosotros, ¿Por qué lo dices?—Se llevo una mano a su nuca, y su rostro estaba totalmente rojo.
—Por que ví como te miraba, y como me miraba a mí.—Levantó una ceja, y sonrió, burlón.
—¿Eso que tiene que ver? Hipo siempre analiza a las personas.—
—Pero no era una mirada de análisis, era más bien, una mirada celosa.—Eret se detuvo, Astrid lo imitó y volteó a mirarlo, según ella, molesta.
—¿Sabes Eret? Entiendo que quieras integrarte pero esos son temas más personales.—Lo amenazó con su dedo índice, Eret solo soltó una risa.
—Esta bien, lo entiendo, jefa.—Llevó su mano a su frente.
—Además, tiene novia.—Dijo para continuar subiendo las escaleras.
Ambos llegaron a las afueras de la cabaña de Astrid.
—Oh...—Eret quedó impresionado por la revelación.
—Si, oh.—Lo imitó y soltó una pequeña risa, en el fondo, triste para ella.
—Claro, entonces supongo que tengo una oportunidad.—Soltó al aire, cosa que tomo desapercibida a Astrid.
Eret se dió la media vuelta y bajó por las escaleras, dejando a Astrid atónita.
Tal vez, si se diera el tiempo de superar a Hipo, podría intentarlo con aquel chico fornido.
——————— ✧*。———————
Hipo se encontraba acomodando las colas de Chimuelo, mientras lo hacía, escuchó la puerta tocar.
Abrió su puerta y se encontró con Eret, nervioso ante su presencia.
—¿Si?—Habló con un tono grosero.
—Hola, Hipo.—Saludó mientras se rascaba su frente.
—Hola.—Aligeró su ceño, y también su tono de voz, Eret no tenía la culpa de sus problemas.
—Bien, yo venía a disculparme por lo que sucedió antes.—
Hubo un pequeño silencio incómodo, Eret continúo.
—Yo me comporté como un idiota.—
—Escucha, Eret.—Cerró la puerta que tenía detrás de él y se acerco a este.—No tienes por que disculparte, todos cometemos errores, lo bueno es que tu observaste la realidad y decidiste hacer lo correcto.—
Hipo tomo uno de los hombros de aquel chico fornido, después alzó una ceja, esperando la respuesta de Eret.
—Gracias, Hipo.—Sontió amable.—O debo decir, jefe.—Soltó una pequeña risa, este comentario hizo reír al castaño, el cual soltó el agarre de su hombro.
—Aquí nadie es jefe de nadie.—
—Eso es muy inspirador.—
Hipo le sonrió, después de todo, no era un mal chico.
—Bueno, cambiando de tema, ¿Te parece correcto si te quedas un tiempo en mi cabaña?—Preguntó Hipo, dispuesto a ofrecer un espacio.
—C-Claro, Hipo.—Eret tartamudeó un poco, debido a los nervios.—Si no te incomoda.—
—¡Claro que no! Además, es mientras construimos tu cabaña.—
—¿Mi cabaña?—Eret preguntó, impactado.
—¡Sí! Ahora eres uno de nosotros.—
—Gracias, Hipo, en serio, gracias.—Sonrió para después darle un pequeño abrazo al castaño, el cual fue correspondido.
——————— ✧*。———————
Ya en la noche, después de un largo día, Hipo al fin pudo ir hacia la cabaña de Astrid. Quería poder tenerla cerca, sin nadie más a su alrededor. Quería poder disculparse por lo idiota que había sido ese día, y por lo idiota que había sido toda su vida.
Finalmente, tocó la puerta. Después de unos segundos, se abrió, revelando a la rubia. Astrid sonrió al notar que era su mejor amigo.
—Hola Astrid.—Se llevó una mano a su nuca, reflejando su estado nervioso al tenerla frente a él.
—¿Todo bien?—Preguntó curiosa, al ver el notable estado del castaño.
—¿Recuerdas que quería hablar contigo?—
—Ah, si, lo recuerdo.—Hizo una pausa.—¿Quieres pasar?—Se hizo a un lado, ofreciendo el paso a Hipo.
—En realidad, tenía un plan diferente.—Sonrió
Astrid alzó una ceja, curiosa.
—¿De que se trata?—Se cruzó de brazos.
—Despierta a Tormenta, haremos un pequeño viaje.—Tras esto, subió a Chimuelo.
Unicamente recibió una pequeña risa de parte de Astrid, la cual, después, llamó a su dragona.
—¿A donde me llevarás, Hipo abadejo?—Comentó, juguetona, mientras subia al lomo de Tormenta.
—Ya verás.—Fue lo ultimó que dijo, para después, emprender vuelo, Astrid sonrió y comenzó a seguirlo.
Después de un corto viaje, llegaron a la cima de una pequeña montaña rocosa, en medio del mar.
Hipo aterrizó, después de unos segundos, Astrid hizo lo mismo.
—¿Como descubriste ese lugar?—Astrid parecía asombrada por la dulce vista que se lograba observar desde aquel lugar.
—Ya sabes, me encanta explorar.—
Ambos bajaron de sus dragones. Astrid se dirigió a la orilla de la montaña, logrando admirar de una mejor manera, esa vista que la tenía embrujada.
Hipo la observaba, asombrado por la impresión que este lugar había causado en ella. Soltó una pequeña e inaudible risa, nunca había observado a Astrid ser tan sentimental.
Hipo continuó apreciando la vista que tenía frente a él. No era nungún mar, o algún cielo estrellado, era aquella rubia que lo volvía completamente loco. Verla ahí, sonriendo ante la maravilla de la tierra, hacia que su corazón latiera con una fuerza indescriptible.
Claramente podía obervar su sonrisa, su hermosa sonrisa, que le transimitía una sensación de paz, podía observar sus ojos azules, que brillaban con intensidad bajo la luz de la luna, los cuales, al observarlos, podía navegar en ellos, quedando perdidamente enamorado por el amor que le transimitian.
Podía observar su rostro, el cual era increiblemente bello, ese rostro que, estando feliz o furioso, hacía que cada día que pasara, quedara aún más enamorado de él.
Estaba observando a aquella joven, que no solo por su belleza, si no por su personalidad, fuerte e inparable, y, solamente estando con él, una personalidad tierna y comprensiva, hacia que, estuviera perdidamente enamorado de ella.
¿Que estaba impidiendo que dijera lo que sentía?
—Astrid.—Por fin habló, esta volteo, sonriente.
—¿Que sucede?—
Hipo se acercó a ella, la tomó suave del brazo. Él se sentó en la orilla, con esto, indicandole a ella a hacer lo mismo.
Una vez sentados, comenzó a hablar.
—Yo quería disculparme.—Hizo una pausa en la que suspiró y miró hacia el mar.—He sido un imbécil, por dejarlos solos últimamente.—
—No tienes por que disculparte.—
—No, Astrid, si tengo por que.—La miró a los ojos.—Y deja de ser así conmigo.
Astrid lo miró, extrañada.
—¿A que te refieres?—Preguntó ella.
—A que dejes de ser amable y comprensiva, no lo merezco.—Bajó su mirada a sus pies, que colgaban en el aire.
—Hipo, no digas eso, simplemente estas confundido.—
—No lo estoy.—Volvió a mirarla.—Se perfectamente lo que me sucede. Ella me manipula, y no puedo alejarme de ella.—
Astrid le tomo un hombro, cuidadosamente.
—Lo sé Hipo, pero podremos solucionarlo.—Le dedicó una sonrisa, sin mostrar los dientes.
—¿Cómo? ¿Cómo se supone que lo hagamos?—La miró nuevamente a los ojos, con un semblante triste.
—Lo vamos a averiguar, juntos.—Llevó su otra mano, a la mano del castaño, con la cual se encontraba recargado.
Se miraron mutuamente, en un silencio cómodo, y, bastante reparador. Hipo llevó su mirada a los labios de Astrid, esta al notarlo, comenzó a sonrojarse. Sin embargo, no hizo ningún movimiento, en el fondo, quería que sucediera lo que ella tanto había deseado.
—Astrid.—La llamó, sin mover su vista de sus labios.
—¿Si?—
—¿Te molestaría si, intento besarte?—