¡No sean cochinos!
17 de mayo de 2025, 21:00
Luego de una semana de visitas diarias a Tweek, Craig se levantó, procurando no despertar a Siel a su lado, preparó desayuno y se sentó en el sofá, lamentándose.
—¡Quiero ver televisión! —dijo lloriqueando, llevando un pan a su boca.
En ese momento, recibió una llamada del hospital. El doctor le indicó que Tweek sería dado de alta por la tarde. Emocionado, llamó de inmediato a Tolkien.
A la hora acordada, Tolkien llegó a recoger a Craig, quien subió a la patrulla con Siel en brazos.
—Ya te dije que no soy un taxi —dijo en cuanto Craig subió.
—Apúrate —ordenó Siel.
Tolkien se volteó a verla, ofendido.
—¡No puedes hablarle así a la policía! —dijo entre risas.
Siel rio y encendió su patrulla de juguete.
—Ya la escuchaste, apúrate, Tolkien.
—¡Eso no es una sirena, Siel! —Tolkien la encendió y se puso sus gafas oscuras—. ¡Esto es una sirena!
Craig dejó a Siel en la patrulla con Tolkien y se fue a buscar a Tweek.
Al llegar, Tweek veía la patrulla por la ventana.
—¿Nos vamos? —preguntó Craig, llegando junto a él.
—Tengo miedo, Craig. ¿Y si no le agrado?
—Claro que sí, le he hablado mucho de ti —dijo abrazándolo, apoyando su mentón sobre la cabeza de Tweek—. Jaja. No creciste tanto.
Tweek levantó su mirada, viéndolo a los ojos.
—¿Es muy difícil cuidarla, Craig?
—Más de lo que te podrías imaginar.
—Estoy aterrado. Primero necesito calmarme.
Craig se inclinó a besarlo, pero fueron interrumpidos por la sirena de la patrulla de Tolkien, que pronto apagó.
—¡Hay una niña viéndolos, cochinos! —dijo por el altoparlante.
—¡Cochinos! —repitió Siel por el altoparlante, seguido de una carcajada de ambos.
Tweek rio y miró a Siel sobre el regazo de Tolkien, mientras reían.
Salieron del hospital y antes de subir, Tweek respiró profundo, tratando de calmarse.
—Es más adorable de lo que crees, pero no la pierdas de vista —advirtió Craig, abriéndole la puerta.
Al subir, Siel se asomó tímidamente sobre el hombro de Tolkien, mientras Tweek la miraba, en silencio.
—Siel, él es tu papá —dijo Craig, sentándose adelante, junto a Tolkien.
—¿Qué crees que haces, Craig? —preguntó Tolkien—. Adelante solo puede ir la ley.
—Hola —dijo Tweek a Siel.
Siel lo saludó con su mano, mientras Craig se cambiaba al asiento trasero.
Tolkien sentó a Siel a su lado y encendió la sirena.
—¿Es necesaria toda la parafernalia? —preguntó Craig.
—Sí, así nadie se interpone en mi camino.
—Eres muy mal policía, Siel no puede ir adelante.
—Claro que sí, ahora ella es la ley —dijo poniéndole sus gafas oscuras, arrancando la patrulla.
Siel se asomaba a ratos a ver a Tweek tras ella. Craig notó lo nervioso que iba Tweek, le ofreció su mano y este la tomó de inmediato.
—Guardaba esto para que lo hagas tú. —Craig le entregó discretamente una barra de chocolate a Tweek—. Dijo que nunca ha comido.
Tweek asintió y la guardó en su mochila.
Llegaron al departamento de Tweek, al entrar, Tolkien se quedó afuera.
—¿Tú no vas a entrar? —preguntó Tweek.
—No, ahora sí tienen tiempo para el coqueteo.
—Jaja. Gracias por todo.
—Por nada. —Tolkien llevó su mano firme hasta su frente—. ¡Nos vemos, Oficial Siel!
Siel se volteó hacia él, repitiendo la acción de Tolkien, con una expresión seria.
—¡Adiós, señor Ley! —dijo cerrando la puerta.
—¿Quieres comer algo, Tweek? ¿Tienes hambre? —preguntó Craig.
—¡Sí! Estoy harto de la comida de hospital —dijo recostándose en el sofá.
Craig se fue a la cocina, seguido de Siel.
—Siel, llévale esto a tu papá. —Craig le entregó un vaso con jugo.
Siel se lo llevó a paso lento, procurando no derramarlo, bebía pequeños sorbos en el camino, se lo entregó y se quedó observándolo en silencio.
—Gracias —dijo incorporándose para beberlo.
—¿Te duele? —preguntó en voz baja, tocando el yeso con la punta de su dedo.
—No.
—Mira. —Siel señaló su lunar en el antebrazo izquierdo.
—¿Te gusta? Yo también lo tengo. —Tweek le mostró su antebrazo izquierdo.
—¿Quieres jugar?
—Sí. ¿A qué quieres jugar?
Siel corrió a esconderse bajo la cama, Tweek cubrió sus ojos, contando en voz alta hasta el diez. Simuló no encontrarla, escuchando la risa que Siel trataba de callar cubriendo su boca.
—¡Aquí está Siel! —dijo asomándose bajo la cama—. Tu turno.
Siel, bajo la cama, cubrió sus ojos, contó en voz alta hasta el diez, omitiendo algunos números y salió a buscar a Tweek, quien había corrido a esconderse dentro de la bañera. Luego de buscarlo por varios lugares, Tweek tosió para que lo escuchara y Siel corrió a abrir la cortina de la bañera.
—¡Aquí está papá! —gritó emocionada.
Los ojos de Tweek se llenaron de lágrimas y Siel corrió a la cocina.
—¡Está llorando! —dijo jalando la ropa de Craig, señalando el baño.
Craig se asomó por la puerta, viendo a Tweek llorando, desconsolado.
—¿Qué tienes?
—Le duele —dijo tocando el yeso.
—¿Te duele? ¿Quieres ir al hospital?
—No —dijo poniéndose de pie, secando sus lágrimas.
Tweek se agachó a abrazarla, disculpándose, aun llorando y Siel lo abrazó, acariciando su cabeza.
Tweek alzó su mirada a Craig.
—Me llamó papá.
—Jaja. Claro, eso eres —dijo uniéndose al abrazo, besando la frente de Tweek.
—¡Cochino! —gritó Siel, soltándose para ir a esconderse y continuar el juego.
—Jaja. Estúpido Tolkien. —Craig le extendió su mano a Tweek para ayudarlo a levantarse—. Tu turno de buscarla.
—Me siento terrible, Craig.
—Pues no hay tiempo, es tu turno de buscarla.
Craig lo besó y secó sus lágrimas.
—¡¿Yo puedo jugar, Siel?! —gritó Craig.
—¡No! —gritó desde su escondite.
Craig, fastidiado, se fue a la cocina y Tweek continuó jugando con Siel.
Luego de preparar la comida, llamó a ambos y se sentaron en el suelo, a comer en la pequeña mesa de centro frente al sofá.
—Vas a tener que comprar un comedor, Tweek.
—¡Ay, ya sé! ¡Tengo que comprar muchas cosas! ¡Y no tengo dinero!
Siel corrió bajo la cama y regresó rápido a sentarse, entregándole una moneda que había encontrado a Tweek.
—Gracias —dijo entre risas, guardando la moneda.
—¿Lo ves, Tweek? Tus problemas se solucionan poco a poco.
—Sí, ya solo me falta un par de miles de dólares más.
Al terminar de comer, Tweek recordó el chocolate y se lo dio a Siel, esta lo comió fascinada sentada en el sofá mientras movía sus pies y Craig se levantó del suelo.
—Bien, creo que ya es hora de que me vaya.
—Sí, ya es tiempo de que descanses. Gracias por todo, de verdad.
—Ya tendrás tiempo de agradecerme —dijo con una sonrisa traviesa—. Nos vemos, Siel. Ahora te quedas con tu papá.
Siel se aferró a la pierna de Craig, llorando.
—No quiere que te vayas. Deberías quedarte, podría agradecerte más tarde —dijo mirando sus uñas, simulando indiferencia.
—Sí, creo que lo merezco.