La espera ha llegado a su fin
17 de mayo de 2025, 21:12
Cada noche, Tweek seguía una meticulosa rutina. Luego de terminar su jornada en la cafetería de sus ya fallecidos padres, se iba a casa, junto a la cafetería. Cerraba todo con especial cuidado, asegurándose dos veces de haber puesto seguros con candados en cada ventana y puertas de toda la casa. Desde su habitación, apagaba la luz y vigilaba la casa de su vecino de enfrente a través de las cortinas. Aunque sus vecinos no eran su real interés, si no ese maldito gato, que, aunque ya habían pasado doce años, como cada noche, lo observaba fijamente con sus penetrantes ojos amarillos desde la ventana, mientras movía su cola de un lado a otro.
Nadie le creía a Tweek que el gato en una ocasión le sonrió, dejando ver sus colmillos para luego relamer sus labios. Parecía esperar a que se descuidara, con una calma que lo perturbaba.
Una noche, Tweek regresaba de la cafetería y se detuvo de golpe al ver al gato sentado frente a su puerta mientras movía su cola y lamía su pata delantera. Asustado y sin quitarle la mirada al gato, cruzó la calle a la casa de sus vecinos y golpeó su puerta.
En cuanto su vecino le abrió, suspiró fastidiado al ver a Tweek.
—¡Mierda, hombre! No puedes seguir teniéndole miedo a mi gato.
—Solo llámelo, señor Tucker, no me gusta que esté en mi casa.
—Es un gato, no va a hacerte nada.
—No lo quiero en mi casa.
—Llevas años con lo mismo, ya no eres un niño, no puedes seguir creyendo que es un vampiro, ¿verdad?
—¡Solo llámelo! —reclamó volteándose a ver al gato.
—¡Craig! —gritó ganándose la atención del gato, que solo lo miró por un momento y continuó lamiendo su pata.
Fastidiado, cruzó a tomar al gato entre sus brazos y regresó a casa, mientras Tweek se alejaba, temeroso de la penetrante mirada del gato.
Tweek cerró la puerta y repitió su rutina, asegurando todo, apagó la luz y vio una última vez a través de su cortina la casa de enfrente, donde el gato lo vigilaba a través de la ventana. Cerró la cortina, asustado y tomó sus medicamentos para dormir.
Llevaba años medicándose para poder conciliar el sueño, tener a ese gato tan cerca lo mantenía en estado de alerta, a pesar de que trataba de convencerse de que todo eso era una tontería de niños, el recuerdo se mantenía vívido en su memoria.
Este maldito recuerdo no lo dejaba en paz, estaba convencido de que esa sonrisa era una advertencia de que él sería el siguiente.
En otra ocasión, Tweek regresaba de la cafetería y antes de entrar a casa, se volteó a ver la de sus vecinos, donde el gato lo observaba desde la ventana y entró rápido, poniendo el seguro de inmediato, seguido de los candados y en tanto trataba de calmarse, se aseguraba de que todo estuviese cerrado, corriendo de ventana a ventana hasta la puerta trasera. Corrió al segundo piso y antes de poner el seguro de la ventana de su habitación, se sobresaltó al ver al gato apoyado en el vidrio de su ventana mientras le gruñía. Cerró la cortina, corrió a poner el seguro de las otras ventanas y se sentó en su cama, tratando de mantener la calma.
Reunió valor para mirar nuevamente y se acercó sigiloso, corrió la cortina con cautela y comprobó que el gato estaba en la casa de su vecino, mirándolo a través de la ventana. Se convenció de que había sido su imaginación, tomó sus medicamentos y se acostó de inmediato, cubriéndose por completo y sacando una cruz de plata de su mesita de noche, la que abrazó mientras hacía ejercicios de respiración, hasta lograr conciliar el sueño por el efecto del medicamento.
Lamentablemente, por el susto, olvidó poner el seguro de la ventana de su habitación.
Craig notó su descuido y no dudo en escalar hasta la ventana de Tweek, se sentó en el borde y con la ayuda de las garras de sus patas delanteras, jaló con fuerza, logrando abrirla, con su cabeza empujó lo suficiente para asomarse lentamente a través de las cortinas, viendo a Tweek, que dormía con la cruz en su mano.
Saltó dentro de la habitación y subió a la cama, se quedó por un rato viéndolo dormir, mientras movía su cola con impaciencia.
A pesar de que solía alimentarse de la sangre de ratas, el aroma de la sangre de Tweek era diferente al resto, además fue la primera que olió luego de su transformación, realmente nunca ha sabido la razón de por qué su aroma lo atraía de tal forma, pero tampoco le importaba, solo deseaba beberla, aunque hacerlo mientras dormía, sin gritos y súplicas, se perdía toda la diversión con la que fantaseaba cada noche.
Craig bajó de la cama y aprovechando que Tweek no cerraba la puerta de su habitación por completo, bajó a inspeccionar el primer piso y resto de habitaciones, finalmente regresó a la habitación y se quedó a esperar, paciente, sentado a los pies de la cama.
Ya por la mañana, la alarma de Tweek comenzó a sonar y este la apagó entredormido. Se quedó dormitando en la cama, hasta que una brisa desde la ventana le llamó la atención y se volteó a ver, comprobando con horror que las cortinas se movían con el viento. Antes de incorporarse, sintió un bulto a sus pies y asustado, miró lentamente, percatándose de la presencia del gato sobre su cama, quien lo observaba con su penetrante mirada, moviendo su cola de un lado a otro.
Tweek se lanzó al suelo de golpe, levantándose de inmediato. Con la mirada desesperada buscaba la cruz sobre su cama y antes de tomarla, Craig saltó sobre esta, sentándose encima.
—Son puros mitos —dijo Craig, antes de sonreírle, dejando ver sus colmillos.
—¿P-p-puedes hablar? —preguntó retrocediendo, chocando con su escritorio.
—Creo que sí —dijo saltando al suelo, frente a Tweek.
Tweek se alejó al otro lado de su habitación, apegándose a la pared.
—No te va a doler —aseguró Craig, avanzando hacia él.
—¡Aléjate! —gritó saliendo de su habitación.
Corrió hasta el primer piso, buscando con desesperación las llaves para quitar los candados.
—Encerrado en tu propia trampa —se burló Craig, bajando las escaleras en completa calma.
—¡¿Dónde están las malditas llaves?! —alegó mientras buscaba entre los cajones, donde solía dejarlas.
—Quizá las escondí.
Tweek detuvo su búsqueda y corrió a la cocina, sacó un cuchillo de entre los cajones, volteándose a ver el umbral, donde Craig lo veía mientras entraba.
—¡Aléjate! —amenazó con el cuchillo.
Craig saltó sobre Tweek sin dudarlo, directo al cuchillo y Tweek apartó la mirada, cerrando sus ojos con fuerza y soltó el cuchillo. Abrió sus ojos buscando en el suelo, donde yacía Craig con el cuchillo enterrado en su pecho y Tweek corrió de regreso a su habitación, cerrando la puerta tras él para luego intentar calmarse haciendo ejercicios de respiración mientras temblaba.
Reunió valor para abrir y sacar el cadáver del gato fuera de su casa. Bajó temeroso hasta la cocina, donde estaba solo el cuchillo en el suelo sobre un pequeño charco de sangre. Se percató de que había algunas gotas de sangre, las que siguió con la mirada, hasta el fregadero, donde Craig lo veía sentado sobre este. Tweek frunció el ceño, confundido y antes de que hablara, Craig lo interrumpió.
—Los vampiros son inmortales —aseguró mostrándole con su pata delantera la herida que se cerraba poco a poco.
Tweek huyó hasta el baño, encerrándose con seguro y se fue hasta una pequeña ventana junto a la ducha, pero esta tenía garrotes que dejaban muy poco espacio entre sí, los que había instalado hace años. Intentó por varios minutos tratar de sacarlos, pero todos sus intentos fueron inútiles, solo se detuvo al escuchar a Craig que reía mientras se acercaba a la puerta del baño.
—Esperé doce largos años, Tweek, puedo esperar un par de horas —amenazó sentándose frente a la puerta.