¡No te mueras, gatito!
17 de mayo de 2025, 21:13
Ya por la noche, Tweek, sentado en el suelo del baño, sostenía su vientre que gruñía de hambre.
—¿Qué carajos hago? —se lamentó apoyando su cabeza en la pared.
—Ya sal, Tweek —dijo entre bostezos, echado en el sofá.
—¡No vas a comerme! —advirtió sosteniendo su pecho.
—Claro que sí.
—¡Puedes comerte a cualquiera! ¡¿Por qué me quieres a mí?!
—No quiero comerte entero, solo quiero tu sangre.
Tras un largo silencio, Tweek se asomó lentamente y al darse cuenta de que Craig estaba dormido, procuró levantarse sin hacer ruido y salió con cautela, yendo a la cocina, donde buscó en silencio el cuchillo, lo tomó y respiró profundo antes de voltearse.
—Ya te dije que no puedo morir —dijo Craig en tono burlesco, provocando un sobresalto en Tweek, por lo que soltó el cuchillo y se volteó de inmediato.
Craig saltó sobre él, tirándolo al suelo y mientras Tweek lo sostenía con una mano, alejándolo de su cuello, intentaba alcanzar el cuchillo. Antes de que lo tomara, Craig logró clavar sus colmillos y bebió un poco de sangre, la que para él, su sabor era delicioso.
Tweek cerró sus ojos con fuerza y forcejeó logrando quitárselo de encima. Lo lanzó a un lado y se levantó sosteniendo su cuello, asustado.
—¡Sabía que sería un verdadero manjar! —exclamó Craig, poniéndose de pie mientras se relamía los labios.
—¡¿Qué me hiciste?! —gritó Tweek, quitándose la mano del cuello, comprobando que tenía un poco de sangre.
—Solo quería un poco, tendría que estar loco para querer matarte, no volvería a probar tu sa... —Craig se detuvo, comenzando a salivar en exceso.
Tweek lo veía un poco confundido, mientras Craig comenzaba a encorvarse con contracciones intensas, haciendo arcadas que intentaba detener con todas sus fuerzas.
—¡¿Qué... qué... hiciste?! —reclamó Craig entre arcadas.
—Nada —balbuceó confuso, observándolo sin saber qué más decir o hacer.
Finalmente, Craig cayó inconsciente y Tweek se quedó observándolo por un momento. Se acercó a moverlo con el pie y al ver que este no reaccionaba, aprovechó para escapar a su habitación, donde se encerró por un largo rato, buscó su celular con desesperación y al no encontrarlo, se asomó por la ventana, donde lo vio botado en el antejardín.
—Maldita sea —se lamentó regresando a sentarse en su cama, dejando la ventana abierta.
Se tocó la mordida en el cuello y se levantó rápido a mirarse en un espejo en la puerta de su armario, notando dos pequeñas marcas.
—Mierda, ¿y si me transformo? —se preguntó regresando a sentarse en la cama—. ¡No quiero ser un vampiro! —Revolvió su cabello de forma enérgica.
En ese momento, recordó a Craig y se incorporó en silencio, esperando escucharlo afuera de su habitación, pero todo estaba en completa calma.
—¿Y si se murió? —se preguntó con preocupación, frotando sus manos—. Cálmate, Tweek, lo peor ya pasó, ya me mordió, ya pasó... Ya pasó.
Miraba sus manos temblorosas e intentaba calmarse con ejercicios de respiración. Se recostó en la cama y ya más calmado, su estómago comenzó a gruñir.
—Tengo hambre —se quejó dirigiendo su mirada a la puerta—, pero creo que quiero comida, no sangre. —Se levantó de golpe, apretando sus puños—. Sí, quiero comida, no soy un vampiro. No lo soy... No lo soy.
Temeroso, pero decidido, abrió la puerta, asomándose poco a poco, comprobando que Craig no estaba y bajó a paso lento y sigiloso, buscándolo con la mirada.
Se quedó de pie en el umbral de la cocina, donde Craig aún yacía en el suelo y Tweek lo miró con detenimiento, asegurándose de que aún respiraba.
—Craig —dijo en tono bajo, temeroso.
Se acercó a recoger el cuchillo y se alejó al umbral nuevamente.
—Craig —insistió alzando un poco más la voz.
Tragó saliva y tomó el cuchillo con ambas manos, acercándose unos pasos a él.
—¡Craig! —gritó sosteniendo el cuchillo con fuerza.
Al no obtener respuesta, retrocedió a continuar buscando las llaves, pero luego de casi dos horas de frenética e inútil búsqueda, suspiró desalentado.
Regresó a la cocina a buscar algo de comer, pasando con precaución junto a Craig, tomó una manzana y regresó al umbral.
—¿Qué hago? —se lamentó antes de darle una mordida, mirando a Craig—. Todavía respira.
Terminó de comer la manzana y se acercó una vez más a moverlo con su pie, momento en que entró volando Clyde, por lo que Tweek corrió a su habitación, encerrándose.
—Gatito, ¿qué te pasó? —preguntó aterrizando sobre Craig.
Clyde lo inspeccionó con detenimiento, recostándose sobre él.
—¡No te mueras! —sollozó abrazándolo—. ¡Espérame aquí!
Alzó su vuelo hasta la habitación de Tweek y se estrelló contra la puerta varias veces, pero Tweek no la abrió.
Bajó a buscar algún espacio por donde salir, logrando hacerlo a través de la ventana del baño y salió en búsqueda de una pequeña rata, la que tomó con sus patas y la entró hasta la cocina, donde le enterró sus colmillos y dejó caer un poco de sangre sobre la boca de Craig.
—¡Come, Craig! —suplicaba entre sollozos.
Pronto, Craig comenzó a moverse y abrió sus ojos lentamente, sintiéndose muy débil.
—¿Po... lilla? —preguntó con tono quejumbroso.
—¡Estás vivo! —anunció soltando la rata y lanzándose a abrazarlo—. ¡Estás vivo, gatito estúpido!
—¿Dónde estoy? —preguntó mirando con dificultad a su alrededor.
—En la casa del chico.
Craig dejó caer su cabeza, aún débil.
—No me siento bien, polilla.
—¿Bebiste su sangre?
—Sí —dijo con una ligera sonrisa—. Estaba deliciosa.
—¿Y por qué te hizo mal?
—Qué sé yo.
—¿Quieres que te lleve a casa?
—¿Y cómo?
Clyde miró a su alrededor.
—No sé —dijo con decepción—. Ya va a amanecer, me tengo que ir. ¿O quieres que me quede contigo?
—No, vete, saldré por la ventana.
—Pero cerró la puerta.
—Ya va a salir. Vete, antes de que te quemes con el sol.
—Sabía que sí me querías, gatito —dijo abrazándolo—. ¿Vas a estar bien?
—Sí, ya vete, polilla —reclamó tratando de ponerse de pie, pero no lo logró.
—En cuanto anochezca te vendré a ver —dijo alzando su vuelo—. ¡No te mueras!
Salió por la ventana del baño, mientras Craig permanecía en el suelo.
—Ah, mierda, me siento muy mal —regañó mientras intentaba ponerse de pie nuevamente.
Con dificultad, se levantó y caminó entre tambaleos hasta el sofá, donde escaló con la ayuda de sus garras y se recostó con la respiración agitada.