ID de la obra: 228

Solo un juego

Gen
G
Finalizada
6
Tamaño:
246 páginas, 111.248 palabras, 67 capítulos
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Jamás será tuya

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Capítulo 24 Jamás será tuya

                    Harry corrió por los pasillos desiertos del castillo, el silencio que reinaba era sofocante, usando los pasadizos secretos que ahora conocía a la perfección llegó a las puertas de roble de la entrada que estaban abiertas y destrozadas. Varios alumnos aterrados se apiñaban pegados a las paredes; un par de ellos todavía se tapaba la cara con los brazos. Harry cruzó el vestíbulo a toda velocidad, salió a los oscuros jardines y distinguió a Malfoy y Snape ambos siendo acorralados por miembros de la orden. Harry se aferró aún más su varita levantándola con la intención de hacer algo que jamás imagino. Ayudarlos.       Pero antes de poder realizar cualquier hechizo al menos una docena de mortífagos apareció respaldando a Malfoy y Snape dando paso a un sinfín de hechizos por ambos lados.       Harry intento avanzar decidiendo a quien atacar cuando reconoció una llameante cabellera roja agitándose unos metros más allá: era Ginny, que peleaba con un mortífago chepudo. Amycus le lanzaba un maleficio tras otro y la muchacha los esquivaba como podía. El mortífago no paraba de reír, como si estuviera disfrutando enormemente con la pelea:       —¡Crucio! ¡Crucio! ¡No podrás bailar eternamente, monada!       —¡Impedimenta! —bramó Harry.       Su embrujo golpeó a Amycus en el pecho y el hombre soltó un chillido similar al de un cerdo, se elevó del suelo y fue a dar contra la pared opuesta, donde resbaló y cayó detrás de Ron, la profesora McGonagall y Lupin, que peleaban cada uno con un mortífago. Un poco más allá, Tonks combatía con un corpulento mago rubio que lanzaba maldiciones a diestro y siniestro, haciendo que los rayos de luz rebotaran en las paredes, resquebrajaran la piedra y destrozaran las ventanas…       Harry miro a su alrededor y en medio de toda la lucha Malfoy y Snape se escabullían en dirección al bosque. mientras Ginny se acercaba a él.       —¡Harry! —gritó Ginny.       El muchacho solo acercó sus manos al rostro de la muchacha revisando brevemente que no estuviera lastimada, luego le dijo que se cuidara y sin más empezó a correr esquivando los hechizos.       —¡Harry!       Escucho a lo lejos el grito de su amiga, pero él tenía la vista fija en su único objetivo. Snape.       Cuando estuvo lo suficiente cerca no dudo en lanzar el primer hechizo.       —¡Desmaius!       Pero no acertó: el rayo de luz roja pasó rozando la cabeza de Snape, que gritó «¡Corre, Draco!» y se dio la vuelta. Harry y el profesor, separados por unos veinte metros, se miraron y levantaron las varitas a un tiempo.       —¡Cruc…!       Pero Snape rechazó la maldición y lanzó a Harry de espaldas antes de que éste hubiera pronunciado el conjuro. El muchacho volvió a levantarse rápidamente pero antes de que Harry pudiera terminar el embrujo sintió un dolor atroz que lo hizo caer de rodillas en la hierba. Oyó gritos y creyó que aquel dolor lo mataría.       —¡Expulso!       Hermione se encontraba al lado de Harry mientras el Mortífago que atacó al muchacho salía disparado lejos.       En ese instante Draco dejo de avanzar y volteó su cuerpo para mirar a la castaña con la respiración acelerada producto seguramente del haber llegado corriendo y esquivando los hechizos, tenía el rostro cubierto de polvo y una leve pero notable mancha de sangre en su mejilla. Draco respiraba pesadamente mientras la sangre empezaba a hervir en su interior y con siempre sucedía con ella, su cuerpo dejo de obedecer y empezó a acercarse a la castaña sin apartar su mirada de ella.       —¡Desmaius! —grito Snape apuntando a Hermione.       Un rayo de luz roja cruzaba el campo en dirección a la castaña, pero sin llevar a su destino pues Draco corrió a una velocidad que ni él sabía que era capaz de hacerlo, arrojándola a un lado y ambos cayendo al frío césped.       —Dime quien te toco —escupió Draco con los dientes apretados y la respiración acelerada tratando de controlar la furia en su interior.       —Que… —Hermione lo miro confundida, pero antes de poder seguir hablando el cuerpo del rubio se elevó aliviando el peso sobre su cuerpo.       Cuando alzo la mirada Harry estaba frente al rubio tomándolo de la camisa completamente enfurecido.       —Debería matarte… —sentenció Harry mientras apuntaba al rubio.       —¡Sectum…!       Snape agitó la varita para repeler la maldición, alejando a Harry de Draco a escasos metros de él. Harry intentó concentrarse al máximo y pensó: «¡Levi…!»       —¡No, Potter! —gritó Snape.       Se oyó un fuerte estruendo y Harry salió despedido de nuevo hacia atrás; volvió a desplomarse y esta vez se le cayó la varita de la mano. Veía cómo Snape se le acercaba y lo contemplaba tumbado en el suelo, sin varita, indefenso, igual que unos momentos antes había estado Dumbledore.       —¿Cómo te atreves a utilizar mis propios hechizos, Potter? ¡Yo los inventé! ¡Yo soy el Príncipe Mestizo! Y tú pretendes atacar con mis inventos, como tu asqueroso padre, ¿eh? ¡No lo permitiré! ¡No!       Harry se lanzó para recuperar la varita, pero Draco se apresuró a patearla lejos haciendo que la varita salga volando y se perdiera en la oscuridad.       —Maldito Mortífago… —escupió con odio hacia Draco —jamás será tuya.       Draco levantó su varita, listo para atacar, lanzarle una maldición que le causará tanto dolor y sufrimiento, pero oyó un aleteo por encima de él y un cuerpo enorme tapó las estrellas: Buckbeak volaba hacia él, quien retrocedió intentando alejarse, pero cuando el hipogrifo estaba por golpearlo Hermione se interpuso entre Draco y el animal recibiendo el golpe con sus afiladísimas garras.       Un chillido de dolor salió de los labios de la castaña mientras tomaba su brazo ensangrentado. La mirada de Draco volvió a cambiar, había dolor, culpa y desesperación mientras miraba a Hermione controlar las lágrimas que amenazaban con salir.       —¡Suficiente!       Snape se había acercado a ambos chicos y tomando a Draco por el hombro obligándolo a levantarse del suelo, mientras Harry ya había llegado para ponerse al lado de su amiga revisando su brazo.       —Draco —susurro Hermione con la voz quebrada mientas lo miraba alejarse.       El cuerpo del rubio se puso tenso bajo las pesadas manos de Snape quien tuvo que reafirmar el agarre para evitar que el chico volviera al escuchar la voz de la joven.       —Basta Draco… debes dejar de perder la razón cada vez que estás cerca de ella…       —La única razón por la que estoy aquí es por ella! Así que si quiere que sea su estúpido espía no me jodas más… y cómo supo dónde estaba de todos modos.       —Granger me lo dijo… me pidió que te salvará.       Draco freno de golpe logrando que el peso del profesor lo hiciera tropezar para que no se detenga.       —Usted los trajo —continuo el rubio mirando a los mortífagos que lograron escapar.       —¿Creí que lo habías hecho tu?       En cuanto llegaron a los límites del colegio ambos se desaparecieron dejando el castillo atrás.       —Debo llevarte a la enfermería       Harry sostenía a su castaña amiga tapando su brazo lastimado mientras intentaba levantarla.       —No… Draco… él.       —¡Mato a Dumbledore! —sentenció con dureza.       El rostro de la castaña se llenó de lágrimas mientras negaba incapaz de creerlo.       —No… él no… ¿Por qué lo hizo?       Por ti.       Esa era la verdad, lo había hecho por ella y debía decírselo, pero si lo hacía iba a perder a su amiga, la conocía y si sabía la verdad era capaz de buscarlo y Draco no se lo merecía, Dumbledore le había dado otra salida y el prefirió está, no iba a permitir que su amiga entrara en ese juego, así que si dependía de Harry ellos nunca iban a estar juntos.       —Es un Mortífago Hermione… eso es lo que hacen.       —Es mi culpa… debí saberlo… impedirlo.       —Destruiste el armario… Draco lo dijo, con él pensaba introducir mortífagos y escapar, aunque no sé cómo lograron entrar igualmente…       Harry bajo la cabeza avergonzada, Porque ella lo sabía y era su culpa. Después de destruir el armario y hablar con Snape como último movimiento despertado esa estúpida diosa apareció y le suplico que salvará a Draco, ella debió introducir a los mortífagos, todas y cada una de las caídas de hoy eran su culpa.       De vuelta en el castillo un gran tumulto de gente rodeaba el pie de la torre más alta. Se abrieron paso como sonámbulos entre los murmullos de la muchedumbre hasta la primera fila, donde los estupefactos estudiantes y profesores habían dejado un hueco.       Avanzaron despacio hasta el sitio donde yacía Dumbledore y Harry se agachó a su lado.       Dumbledore tenía los ojos cerrados, y por la curiosa posición en que le habían quedado los brazos y las piernas podía parecer que estaba dormido. Harry alargó un brazo, le enderezó las gafas de media luna sobre la torcida nariz y le limpió con la manga de su propia túnica un hilo de sangre que se le escapaba por la boca. Entonces contempló aquel anciano y sabio rostro e intentó asimilar la monstruosa e incomprensible verdad: Dumbledore jamás volvería a hablarle, jamás podría ayudarlo…              Minutos más tarde Harry y Hermione llegaron a la enfermería, Ron corrió en dirección de la castaña preocupado por el brazo ensangrentado y Ginny corrió a los brazos de Harry aliviada de verlo vivo.       —¿Están bien? —pregunto la pelirroja apartándose de su novio y llegando hacia su amiga.       —Solo fue un rasguño —contesto la castaña llegando a una de las camas libres para ser revisada por Madame Pomfrey.       —¡Quién te lo hizo! —grito Ron ofuscado y preocupado.       Hermione y Harry se miraron unos segundos y fue el castaño quien respondió.       —Buckbeack atacó a Malfoy y… como yo estaba cerca Hermione intento llegar a mi lado y una de sus garras la golpeó.       —¿Malfoy? Y porque lo seguías —preguntó Ron.       —El… asesino a Dumbledore.       Los rostros de todos los presentes se llenaron de angustia y dolor soltando chillidos incrédulos, mientras Hermione incapaz de contener más las lágrimas tapo su rostro con las manos.       —Malfoy… es un niño —intervino Tonks incrédula.       —Además Snape estaba con él…       —¡Snape nos traicionó! —grito Harry impotente, él sabía la verdad, sabía que todo fue planeado o al menos entre Dumbledore y Malfoy, pero como termino todo le seguía pareciendo inaudito, seguía debatiéndose entre entender que ocultaba su ex director y el odio que sentía por como el rubio lo mató—. Lo supo todo el tiempo, ayudo a Malfoy en todo.       —¿Y los mortífagos cómo entraron? —pregunto la profesora McGonagall.       —No, lo sé… Malfoy nunca lo menciono —contesto mintiendo una vez más, no podía decir la verdad sin exponer a Hermione y con el armario destruido, solo existía una explicación. Snape debió introducir a los mortífagos, después de todo tenía un juramento que cumplir.       Hermione sollozaba en silencio controlando las ganas de gritar, de salir corriendo en busca de Draco y exigirle una explicación, no lo podía creer, no quería hacerlo. Unos brazos rodearon su cuerpo cálidamente.       —Tranquila todo estará bien —susurro Ron delicadamente haciéndola sentir aún más culpable.       —No puedo creer que esto esté pasando…       —Lo sé, pero estoy aquí y no dejaré que ninguna otra sucia serpiente se te acerque.       —¿Qué?       —No lo ves, Malfoy era su líder todos son la misma mierda… ¡Debes alejarte de ellos! —soltó Ron conteniendo las ganas de gritas visiblemente molesto y antes de que Hermione pudiera responder mándame Pomfrey apareció para atender el brazo de la castaña.
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