ID de la obra: 228

Solo un juego

Gen
G
Finalizada
6
Tamaño:
246 páginas, 111.248 palabras, 67 capítulos
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Sin emociones

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Capítulo 28 Sin emociones

      

      

      —¡Atiza! —Parpadeó Ron al ver a Hermione, que corría hacia ellos—. ¡Estás espectacular!       —Siempre ese tonito de sorpresa —se quejó Hermione, pero sonrió, sintiendo sus mejillas ruborizarse, agachó la mirada observando su vestido de color lila con zapatos de tacón a juego—. Pues tu tía abuela Muriel no opina como tú. Me la he encontrado en la casa cuando fue a darle la diadema a Fleur, y ha dicho: «¡Cielos! ¿Ésta es la hija de muggles?», y añadió que tengo «mala postura y los tobillos flacuchos».       —No te lo tomes como algo personal. Es grosera con todo el mundo —dijo Ron mientras acariciaba su mejilla tímidamente al igual que su sonrisa.       Hermione apartó su vista del muchacho avergonzada y con una tímida sonrisa cuando el sonido del viento la hizo mirar un pequeño árbol robusto y viejo en el horizonte al que las hojas se le caían una tras otra como si fueran coreografiadas y nuevamente se transportó a ese día.       La adrenalina correr por su cuerpo, el corazón latiendo tan fuerte y acelerado, concentrando toda su atención en recordar hechizos de defensa y ataque repitiéndolos en su cabeza una y otra vez mientras el Thestral se eleva lentamente.       A penas lograron alzarse unos cuantos metros cuando fueron rodeados por al menos unas 30 figuras encapuchadas.       Los destellos verdes atravesaban el oscuro cielo, un par de Hechizos fueron lanzados por Kingsley mientras que Hermione esquivaba los que intentaban llegar hacia ellos, hasta que una luz verde atravesó muy cerca de la castaña, logrando que Kingsley cambiará el rumbo del Thestral precipitadamente y haciendo que la castaña pierda el equilibrio resbalando del animal y a punto de caer, si no fuera por un campo de fuerza que la sostuvo. Hermione miro a todos lados mientras volvía a acomodarse segura junto a Kingsley tratando de encontrar a quien la salvó cuando Voldemort apareció frente a ellos con la varita en alto cuando un torbellino de hojas secas eliminó por completo la visión del camino. Kingsley tuvo que hacer una maniobra arriesgada haciendo que la castaña se aferrara a él para no volver a caer y cuando parecía que Voldemort tenía la situación controlada y las hojas empezaron a desvanecerse la expresión de este cambio y desapareció dejando al resto de mortífagos lanzando Hechizos contra ellos.       Sin perder tiempo Hermione apretó el agarre de su varita para lanzar ataques a su alrededor mientras el Thestral los alejaba a gran velocidad. Hermione miró por encima de su hombro a una figura siguiendo la dirección contraria que el resto de mortífagos.       —¿Están hablando de Muriel? —preguntó George, que en ese momento salía con Fred de la carpa.       Hermione volvió a la realidad alejándose de Ron y concentrándose en la conversación que mantenía los gemelos.       A los pocos minutos y tras un encuentro con Viktor Krum la boda empezó, resultando perfecta y muy emotiva.       Ahora Hermione se encontraba sentada al lado de Harry cansada de tanto bailar junto a Ron. Miro a lo lejos donde el pelirrojo se encontraba caminando en dirección a las bebidas mientras una sonrisa en su rostro se formaba, pues esa había resultado una velada completamente perfecta junto a él, pues la hacía sentir especial, amada y con el todo era sencillo y perfecto. La castaña apretó los puños encima de la mesa al recordar con quién no todo era fácil y perfecto, pero que se sentía mil veces mejor.       No pudo seguir en su pelea interna por sus sentimientos pues en ese momento una figura enorme y plateada descendió desde el toldo hasta la pista de baile. Grácil y brillante, el lince se posó con suavidad en medio de un corro de asombrados bailarines. Todos los invitados se giraron para mirarlo y los que se hallaban más cerca se quedaron petrificados en posturas absurdas. Entonces el patronus abrió sus fauces y habló con la fuerte, grave y pausada voz de Kingsley Shacklebolt:       —El ministerio ha caído. Scrimgeour ha muerto. Vienen hacia aquí.       El frío golpeando su cuerpo y el ruido de la gente transitando por Tottenham Court Road inundaron los sentidos de Hermione, la voz de Ron fue lo primero que escucho claramente preguntando dónde estaban. Tras explicarles y cambiarse al igual que ellos, entraron a una cafetería que parecía mantenían abierta por las noches.       Discutieron sobre los lugares a donde ir cuando un par de fornidos obreros entraron en la cafetería y se sentaron a la mesa de al lado. Hermione bajó la voz y dijo:       —Propongo que busquemos un sitio tranquilo donde desaparecernos y nos vayamos al campo. Entonces podremos enviarle un mensaje a la Orden.       —¿Por qué no nos vamos? No quiero beberme esta porquería —dijo Ron—. ¿Tienes dinero muggle para pagar, Hermione?       —Sí, cogí todos mis ahorros antes de ir a La Madriguera. Supongo que las monedas estarán en el fondo. —Y metió una mano en su bolsito de cuentas.       Entonces, los dos obreros hicieron el mismo movimiento a la vez, y Harry los imitó sin darse cuenta. Un instante después, los tres enarbolaban sus varitas mágicas. Ron, que tardó unos segundos en comprender qué estaba ocurriendo, se lanzó por encima de la mesa y, de un empujón, tumbó a Hermione en el banco donde se sentaba. La potencia de los hechizos de los mortífagos destrozó la pared alicatada en el mismo punto en que un momento antes se hallaba la cabeza de Ron, y Harry, todavía invisible, chilló:       —¡Desmaius!       Un gran chorro de luz roja golpeó en la cara al mortífago rubio, que se desplomó inconsciente. Su compañero, sin saber quién lanzaba el hechizo, disparó contra Ron: unas relucientes cuerdas negras salieron de la punta de su varita y maniataron al chico de pies a cabeza. La camarera gritó y echó a correr hacia la puerta. Entonces Harry le lanzó el mismo hechizo aturdidor a aquel mortífago de cara deforme, pero no apuntó bien y el hechizo rebotó en la ventana, dándole a la camarera, que cayó al suelo delante de la puerta.       —¡Expulso! —bramó el mortífago, y la mesa que había detrás de Harry saltó por los aires. La onda expansiva lanzó al chico contra la pared, y notó cómo la varita se le iba de la mano al mismo tiempo que se le resbalaba la capa.       Hermione se levantó aturdida por el golpe y el mortífago llegó hasta ella tumbándola nuevamente contra el piso apretando su cuello.       —¡Petrificus totalus! —gritó Hermione, con el poco aire que le quedaba y el mortífago cayó sobre su cuerpo como una estatua derribada.       —¡Expulso! —grito Harry alejando al mortífago de la castaña. Ella se levantó recuperando el aire y sintiendo ardor en su cuello.       —¡Di… diffindo! —balbuceó apuntando con la varita a Ron, que aulló de dolor cuando ella le provocó un corte en la rodilla—. ¡Ay! ¡Perdona, Ron! Es que me tiembla la mano. ¡Diffindo!       Las cuerdas, una vez cortadas, se desprendieron. Ron se levantó y agitó los brazos para recobrar la sensibilidad. Harry se abrió paso entre aquel estropicio hasta donde yacía el mortífago rubio y corpulento, tendido sobre el banco, y acto seguido le dio la vuelta al otro con el pie; tras aplicar un obliviate a ambos y reparar los daños del local el trio de oro salió de ahí antes de tener otro encuentro desagradable.              —No quiero estar sola. ¿Podemos coger los sacos de dormir que he traído y pasar la noche aquí? —pregunto Hermione cuando llegaron a Grimmauld Place.       Ron acepto y la ayudo a desempacar las cosas, pero Harry ya no aguantaba el dolor en la cicatriz así que salió del salón tan deprisa como pudo, aunque sin correr.       Casi no llegó a tiempo. Una vez dentro, echó el pestillo con manos temblorosas, se sujetó la palpitante cabeza y cayó al suelo. Entonces, en un estallido de agonía, sintió cómo aquella cólera que no era suya se apoderaba de su alma, y vio una habitación alargada, iluminada sólo por el fuego de una chimenea, al mortífago rubio y corpulento chillando y retorciéndose en el suelo, y a un individuo más delgado, de pie ante él y apuntándolo con la varita, y se oyó a sí mismo decir con voz aguda, fría y despiadada:       —Más, Rowle, ¿o prefieres que lo dejemos y que te entregue a Nagini para que te devore? Lord Voldemort no está seguro de poder perdonarte esta vez. ¿Me has llamado sólo para esto, para decirme que Harry Potter ha vuelto a escapar? Draco, demuéstrale a Rowle lo contrariados que estamos.       Un tronco rodó en la chimenea; las llamas se reavivaron y su luz iluminó un rostro aterrorizado, pálido y anguloso. Draco se hallaba al lado de Voldemort avanzando lentamente hacia Rowle        —¡Hazlo, o descargaré mi ira sobre ti! —grito Voldemort perdiendo la paciencia y logrando que Draco se arrodillara frente al mortífago. Su mano temblaba tanto cómo aquella noche en la torre de Astronomía, pero al segundo ese nerviosismo se esfumó cuando el rubio acercó su otra mano al bolsillo de Rowle dónde sobresalía un collar con un anillo colgado. Cuando Draco lo tomo apretándolo con fuerza la expresión del rubio volvió a cambiar al igual que aquella noche. Ahora era decidida y sin emociones mientras se levantaba y apuntaba a Rowle—. ¡Crucio!       El grito desgarrador del mortífago fue lo último que Harry escucho antes de abrir los ojos y boquear agitadamente, como si hubiera buceado desde gran profundidad para alcanzar la superficie.       Estaba tumbado en el frío suelo de mármol negro, con los brazos y las piernas extendidos, la nariz a sólo unos centímetros de una de las serpientes de plata que sostenían la enorme bañera. Se incorporó. El cambio en la expresión de Malfoy le había quedado grabado en la retina.       Dio un respingo al oír unos golpes en la puerta y la voz de Hermione:       —¿Buscas tu cepillo de dientes, Harry? ¡Lo tengo yo!       —Sí, gracias —contestó procurando aparentar normalidad, y se levantó para abrir la puerta.       Hermione se encontraba con una leve sonrisa en el marco y Harry pudo notar su cansada y agitada expresión al igual que unas pequeñas marcas rojas en su cuello. Recordó a Rowle sobre ella, pero esas marcas no eran de las manos del mortífago apretando su cuello, eran marcas más pequeñas y siguiendo un patrón como una cadena.       —Tu cuello —soltó Harry al darse cuenta de lo sucedido con Draco.       Hermione llevo su mano delimitando las parcas en su piel hasta llegar al centro de su pecho cerrando su puño como si quisiera apretar alguna cosa, algo de lo que estaba ya muy acostumbrada a llevar.       Harry la miro por unos segundos antes de hablar, pero no era bueno en esas circunstancias y tratándose de Malfoy mucho menos, abrió la boca para tratar de decir algo, pero la castaña simplemente se alejó rápidamente.
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