Capítulo 33 Tú provocaste esto
—¡Que parte de no pongas en riesgo a Hermione no comprende tu pequeño y patético cerebro! Harry alzo la vista para encontrarse con un muy furioso Draco que no tenía la intención de soltar su agarre. —Fue un… accidente… —contesto débilmente el castaño por la falta de aire, pues Draco empezó a apretar su cuello. —Accidente ¡¡Casi la matan!! —grito mientras movía levemente el cuerpo de Harry para estamparlo nuevamente contra el árbol, luego lo soltó para que cayera al piso. Harry se levantó tratando de recobrar el aire mientras Draco respiraba pesadamente producto de la furia. —Llévame donde esta ella y te juro que si tiene un solo rasguño te mato. —Lo hare… solo necesito ver algo primero Harry caminó hacia la charca con cuidado y atisbo el interior. El hielo reflejó su distorsionada silueta y la luz de la varita; en el fondo, bajo la gruesa y empañada capa de hielo gris, brillaba otra cosa: una gran cruz de plata… Le dio un vuelco el corazón. Se dejó caer de rodillas en la orilla e inclinó la varita para que su luz llegara hasta el fondo. Vio un destello rojo intenso, una… espada con relumbrantes rubíes en la empuñadura. La espada de Gryffindor yacía en el fondo del agua. Casi sin respirar, el muchacho se quedó mirándola fijamente. La apuntó con la varita y murmuró: «¡Accio espada!» Pero la espada no se movió, aunque Harry tampoco confiaba en que lo hiciera. Si hubieran querido que fuera así de fácil, no la habría encontrado bajo el agua, sino en el suelo, y la habría cogido sin más. Se puso a andar alrededor del círculo de hielo, tratando de recordar cada detalle de la última vez que la espada se le había entregado. Entonces él estaba amenazado por un gran peligro, y había pedido ayuda. —Ayúdame —murmuró, pero el arma siguió donde estaba, indiferente e inmóvil. Con dedos temblorosos, fue quitándose las diversas capas de ropa que llevaba puestas. —Que haces… —hablo Draco alarmado —Debo sacarla… la necesito para destruir esto —contesto Harry mientras le mostraba el guardapelo colgado en su cuello. Temblaba de frío y los dientes le castañeteaban de una forma espantosa, pero siguió desvistiéndose hasta quedar en calzoncillos, descalzo sobre la nieve. Dejo todo en el piso, la ropa, el monedero que contenía su varita, la carta de su madre, el fragmento del espejo de Sirius y la vieja snitch, y luego apuntó hacia el agua con la varita de Hermione. —¡Diffindo! El hielo se rajó con un sonido semejante a un balazo y resonó en el silencio; la superficie de la charca se rompió y algunos pedazos de hielo negruzco se mecieron en las ondulantes aguas. Harry se lanzó al fondo. El frío le propinó un latigazo de dolor lacerante como fuego, y al sumergirse tuvo la impresión de que el cerebro se le congelaba. Buscó a tientas la espada y, por fin, la asió por la empuñadura y tiró de ella. En ese momento algo le rodeó el cuello y se lo apretó con fuerza. Creyendo que serían algas, aunque no había notado que lo rozaran al sumergirse, intentó deshacerse de ellas con la mano libre. Pero no eran algas, sino la cadena del Horrocrux, que se había tensado y, poco a poco, le obstruía la tráquea. Harry pataleó con todas sus fuerzas tratando de alcanzar la superficie, pero sólo consiguió impulsarse hacia el lado rocoso de la charca. Debatiéndose y asfixiándose, asió la cadena que lo estrangulaba, aunque tenía los dedos tan helados que no lograba quitársela, y empezó a ver lucecitas. Estaba a punto de ahogarse, no había escapatoria, y los brazos que le rodeaban el pecho sólo podían ser los de la muerte. Cuando recobró el conocimiento se hallaba boca abajo sobre la nieve, tosiendo y con arcadas, empapado y helado como nunca; cerca de él había alguien que también jadeaba, tosía y se tambaleaba. —¡En que mierda pensabas! Harry no tenía fuerzas para incorporarse y ver a Draco a su lado. Lo único que logró hacer fue acercarse una temblorosa mano al cuello y palparse la herida producida por el guardapelo. Al tocarse, comprobó que ya no llevaba la cadena; alguien la había cortado. Sacudido por intensos temblores, se puso en pie y vio a Draco, calado hasta los huesos, con el pelo pegado a la cara, que sostenía la espada de Gryffindor con una mano y el Horrocrux colgando de la cadena rota con la otra. —¿Qué demonios es esta cosa? —Draco, jadeante, mantenía el brazo en alto y el Horrocrux oscilaba en el extremo de la cadena, como si parodiara un espectáculo de hipnosis. —Me salvaste —contesto tiritando sin parar. —Ya me estoy arrepintiendo de hacerlo —hablo el rubio mientras sacaba su varita para secar su ropa—. Me dirás que mierda es esto. —El alma de Vol… —No digas su nombre! Es un tabú, te podrían encontrar por eso. —Dámelo… tengo que destruirlo. —¿Cómo lo harás? —preguntó mientras le entregaba ambas cosas a Hary. —Necesitare a Hermione… —¡¡Qué!! Olvídalo no la arriesgare a que se acerque a esa cosa. —Necesito ayuda… no puedo hacerlo solo… —Casi mueres allá abajo… Hermione no se acercará a esto —Draco paso las manos por su cabello frustrado —te ayudare yo… solo dime que hacer. —Ven —le indicó a Draco, y echó a andar—. Voy a tener que hablarle para que se abra. Cuando lo haga intentará defenderse —dijo Harry. —Bien —hablo con voz ronca—. Indícame cuándo. —Voy a contar hasta tres —anunció Harry, y miró de nuevo el guardapelo. Entornó los ojos y se concentró en la letra «S» imaginando una serpiente, mientras el contenido de aquel objeto se movía como una cucaracha atrapada. Habría sido fácil compadecerse de aquella… cosa, de no ser porque a Harry todavía le escocía el corte que le había hecho en el cuello—. Uno… dos… tres… ¡Ábrete! La última palabra, en lengua pársel, fue una mezcla de silbido y gruñido, y las portezuelas doradas del guardapelo se abrieron con un débil chasquido. —¡Clávala! —exigió Harry sujetando el guardapelo sobre la roca. Draco levantó la espada y su punta. Entonces una voz silbó desde fuera del Horrocrux. —Conozco tus sueños y tus miedos, Draco Malfoy. Todo lo que deseas vas a perderlo. —¡No le hagas caso, clávasela! —gritó Harry, y su voz resonó entre los árboles. La punta de la espada osciló mientras Draco miraba hacia aquella voz que empezó a tomar la forma de Eris. —No importa cuantos luches, ni cuanto la ames, ella me pertenece y me encargare de que sufra de la forma más dolorosa. —¡Clávasela ya, Draco! —bramó Harry. Notaba el temblor del guardapelo en la mano y temía lo que pudiera pasar. —Tú provocaste esto, tú la condenaste para siempre. En ese momento, de los ojos que reposaban en ambas ventanitas del guardapelo brotaron, como dos grotescas burbujas, las cabezas de él mismo y Hermione, extrañamente distorsionadas. Cuando ambas figuras se completaron el falso Draco estaba arrodillado con el cuerpo de la falsa Hermione sin vida entre sus brazos. —Esto es lo que sucederá… este es tu futuro Draco y solo tu muerte podrá cambiarlo —¡Hazlo, Draco! —rugió Harry, y le pareció atisbar un destello rojo en los ojos de su amigo, que lo miró—. No la escuches Draco… La espada centelleó y cayó de golpe. Harry dio un salto para apartarse y se oyó un fuerte sonido metálico y un largo e interminable grito. A pesar de haber resbalado en la nieve, giró en redondo con la varita en alto, preparado para defenderse, pero no había nada contra lo que pelear. Draco y Harry caminaron de regreso a la carpa, en un silencio incomodo y cuando estuvieron dentro de las protecciones y la carpa se hizo visible Harry freno en seco encarando a Draco —Lo que dijo esa mujer… es cierto Draco miro a Harry quien lo miraba desafiante. —Si —fue lo único que pudo decir antes de sentir el puño del castaño estampado contra su rostro. Segundos después ya tenía a Harry encima suyo propinándole golpes sin piedad. Draco logro con esfuerzo sacarse de encima a Harry. —¡Todo esto es tu puta culpa! Yo no quería ser mortífago, no quería matar a Dumbledore, tu enviaste a mi padre a Azkaban. —Por mí, él ya estuviera tres metros bajo tierra, y eso que vimos no era parte de tu misión y lo sabes… ¡Que mierda hiciste! —Estaba desesperado… yo… me arrepiento cada día de esa decisión… y luego de esta guerra lo voy a arreglar… —¡No! Tú no te vas a acercar a Hermione nunca más… no voy a permitir que esa visión se haga real —¿Y crees que yo sí? ¿Crees que le tengo miedo a la muerte? Moriría sin pensarlo por ella… lo habría hecho hace ya mucho… no es tan fácil —¡¡Tú provocaste esto!! —¡¡Intento arreglarlo!! —¡¿Qué sucede?! Hermione salió de la carpa al escuchar los gritos, iba a volver a hablar cuando vio a Draco —Draco… Intentó ir hacia él, pero fue detenida por Harry. —¡No! —dijo mientras sujetaba a Hermione y apuntó a Draco —Tú lárgate. —No… que pasa —Hermione se soltó del agarre de Harry confusa intentando ir con Draco, pero nuevamente su amigo se interpuso. —Es peligroso… aléjate de él. —¿Qué? —Sabe lo de Eris —soltó Draco y Harry se alejó de su amiga incrédulo. —¿Lo sabias? Lo sabias y, aun así, estas con él. —Es… complicado. —¡Estas, loca! —Potter… —¡Tu cállate! —Draco vete —hablo Hermione tratando de mantener la calma. —¿Qué? —Esto lo arreglo yo, solo vete por favor Draco apretó los puños, frustrado uno segundos antes de soltar la espada de Gryffindor que aun mantenía en su mano y luego simplemente desapareció ante la mirada de la castaña quien soltó un suspiro al verlo irse, luego regreso la vista a su amigo quien aún la miraba molesto. —Te contaré toda la verdadTú provocaste esto
16 de noviembre de 2025, 23:08