Capítulo 3
10 de julio de 2025, 21:08
Skipper estaba en modo huida, pero seguía lo suficientemente alerta como para recordar que no debía ir directo a su cuartel hasta que los lémures lo perdieran de vista. Lamentablemente no pensó bien qué camino debía tomar y regresó a la base por uno de los túneles de acceso secretos lleno de trampas explosivas.
Sobraba decir que seguía sin adaptarse a su nuevo cuerpo, por lo que casi pierde la vida en su intento por llegar al cuartel.
Se tiró sobre su cama con la cola chamuscada y lo suficientemente adolorido como para que no le importara despertar a los otros tres soldados con sus quejidos.
Si quería ver el lado positivo, esquivar lanzallamas, flechas venenosas y sierras eléctricas, fue un buen ejercicio y lo dejó muy cansado, por lo que se durmió sin pensar en demasía los motivos detrás del acoso de Ring-tail.
En cambio aceptó la primera explicación que se le vino a la mente: los lémures debían entablar relaciones mediante el contacto físico, así que ese acercamiento era algo natural. Además, ahora era un lémur, las reglas de cortesía inter especie no aplicaban. Eso, sin contar que Julien era dado a invadir el espacio personal de todos.
Recibió la mañana tumbado en su cama, con la almohada sobre el rostro.
–Skipper ¿estás bien? –Private le tocó el hombro y él respondió con un gruñido antes de quitarse la almohada de la cabeza.
Private lanzó un quejido de sorpresa al ver su pelo sucio y chamuscado.
–Wow Skipper ¿qué te pasó? –Kowalski se acercó para ver su estado y Rico, detrás de él, silbó.
–Entrenamiento nocturno –Skipper decidió que era momento de levantarse de la cama y apartó a sus amigos con un gesto de mano.
–¿En la chimenea de Alice? –Kowalski enarcó una ceja.
Skipper decidió ignorar la pregunta y bostezó –¿qué hora es?, ¿por qué siguen aquí?
–Estábamos por ir a recibir a los visitantes, pero no despertabas.
–Y ¡trajimos el desayuno! – Private le señaló con entusiasmo un plato de fruta sobre la mesa.
–Gracias chicos.
–También aproveché para traer esto –Kowalski sacó de detrás de su espalda un DVD, era un documental sobre lémures. –A pesar de que los lémures viven en el hábitat de enfrente, en realidad no sabemos mucho de ellos o sus costumbres. Así que pensé que esto podría ayudarte.
Skipper miró el DVD con desdén y gruñó.
–Ayudarnos –se corrigió el científico. –Skipper, esto no es tan malo como parece. –El capitán siguió mirándolo mal y Kowalski se aclaró la garganta, incómodo. –Lo que quiero decir es… no sé qué intentaste hacer por la noche, pero tal vez debas probar con algo más acorde a tu nueva forma.
Skipper tomó el DVD con reticencia.
–Puedes mirarlo y nosotros nos encargaremos de distraer a Alice. Jamás se dará cuenta de que no estás ahí, así que... –se encogió de hombros para darle a entender que podía hacer lo que quisiera.
De pronto escucharon unos golpes a la puerta del cuartel y los cuatro saltaron. –¡Emergencia!, chicos, tenemos una emergencia– escucharon a Marlene gritar desde afuera. –En el parque, alguien robó del nido de la señora Urraca y van a linchar a Archie.
Los tres pingüinos miraron a Skipper expectantes y el capitán terminó por lanzar un suspiro.
–Kowalski, ahora estás a cargo –le dijo resignado.
–Aye aye capitán –por respeto a Skipper el científico intentó no lucir tan feliz como se sentía, pero sus saltitos mientras subía las escaleras lo delataron.
Skipper trató de mantenerse sereno y darle una oportunidad al DVD de Kowalski, así que se sentó frente al televisor mientras masticaba un mango, pero antes de iniciar el vídeo, salió del cuartel por detrás del premio de Private.
Aunque siempre le perturbaba saber que sus soldados estaban en misión sin él, en otras circunstancias habría soportado unos minutos más antes de ir a espiarlos.
Aparentemente, ahora no solo le gustaban las cosas dulces, le llamaba la atención la música y sentía unas insanas ganas de salir por la noche; sino que también era un imprudente. Probablemente no tener sentido común venía con el paquete de ser lémur.
Cuando llegó a la zona del parque donde estaba el lago se escondió detrás de un árbol. Desde su ubicación podía ver a sus soldados y Marlen intentando calmar a la muchedumbre de animales mientras protegían a Archie.
Kowalski le estaba recitando al mapache los pros de confesar su crimen lo más rápido posible, mientras que Rico sostenía una granada a la altura de su rostro para incentivarlo y Private le rogaba a todos que mantuvieran la calma. Pronto encontrarían la joya perdida de la señora urraca.
–¡Regresaste! -la voz de Julien se escuchó a su espalda.
Skipper dio un salto y un grito nada digno.
–¿Siempre eres tan asustadizo, eh? – Julien sonrió.
–No ¿Siempre tienes que aparecerte de repente? –el soldado gruñó.
Julien se encogió de hombros y apartó a Skipper de su escondite para poder ver qué era lo que espiaba.
Skipper le dedicó una mirada ofendida y, al hacerlo, pudo ver que el rey llevaba en su brazo derecho una especie de brazalete con tres piedras color azul. Sólo fue cuestión de sumar dos más dos.
¿Cuándo un problema no tenía que ver con Julien?
–¿Qué es eso? –preguntó señalándole el brazalete.
–Pingüinos –respondió el rey con una sonrisa al ver como Kowalski se intentaba jalar los inexistentes cabellos porque no lograba sacarle una confesión a Archie.
–¿Pingüinos? –preguntó Skipper confundido antes de caer en cuenta de que Julien no le estaba prestando atención –¡No!
–Sí. Molestos y aburridos Pingüinos. No les gustan las fiestas, solo juegan a ser militares. Si me preguntas, no son buenos.
Skipper frunció el entrecejo. –No creo que alguien como tú esté calificado para saber si son buenos o no. –Le dedicó una mirada a la labor de sus soldados, en realidad no estaban haciendo un gran trabajo sin él, pero por ahora mantenían todo bajo control.
–¡Míralos! Luciéndose solo para recibir las ovaciones que le corresponden al Rey. –Julien por fin miró a Skipper y frunció el entrecejo al darse cuenta de que ya no le prestaba atención. –Y ¡ahora también están quitándome tu atención! Ya basta de hablar de esos pájaros apestosos.–Jaló a Skipper de la mano para que lo encarara. –Si no lo haces dejarás de gustarme.
–¿Qué? …no. –No estaba seguro de que hubiera escuchado correctamente y no quería saberlo. –Ese brazalete, se lo robaste a la Urraca.
Julien escondió su brazo y el brazalete detrás de su espalda. –No sé de qué hablas. Esto es mío.
Skipper entrecerró los ojos. –Ayer no lo traías puesto.
–Ayer no me apetecía. Hoy. Hoy es otro día –Julien elevó la barbilla.
Skipper exhaló exasperado –¿Por qué no vas y devuelves eso? Puedes decir que lo encontraste, a nadie le importará. –Intentó hacer un gesto de mano para indicar a Julien que debía ir con sus soldados, pero no pudo porque Julien aún lo sujetaba. Se jaloneó. –Suelta y ve antes de que este problema sea mayor.
–No, la pulsera brillante es mía –Julien arrugó la nariz y lo dejó ir con reticencia.
–No lo es, la robaste.
–Robar, no. El rey no puede robar. No puedo robar lo que es mío.
–Pero eso no te pertenece.
–Todo me pertenece. Soy el Rey.
–No, dámela yo la devolveré. –Skipper jaló la joya, sacándola del brazo del otro lémur, pero no pudo arrebatarsela pues Julien la atrapó en el último segundo entre sus dedos.
–¡No! suéltala.
Empezaron a pelear por la pulsera y, a causa de la fuerza que ejercían en el forcejeo, la joya salió volando. Ambos vieron, casi como si se tratara de cámara lenta, como la pulsera voló por los aires hasta que golpeó a una paloma que pasaba por ahí.
–¡¿Qué? Waa! –la paloma se asustó tanto que sin pensar bateó las alas para arrojar la joya lo más lejos que pudo.
La pulsera alcanzó una altura aún mayor y, cuando por fin comenzó a caer, todo indicó que iría a parar fuera del parque, probablemente a la alcantarilla abierta a mitad de la calle.
–No, no, no… – Skipper rogó. Si la pulsera caía al drenaje, podían darla por perdida.
–¡Mira lo que hiciste! – Julien puso sus puños sobre su cadera y tomó la forma de un jarro. También intuyendo que pronto le dirían adiós a la pulsera.
Sin embargo, la pulsera no cayó al drenaje, sino que rebotó por el pavimento y dejó de moverse a medio metro de la alcantarilla.
Ambos suspiraron, se miraron y después corrieron para ser el primero en recuperar la joya.
A pesar de que Skipper reaccionó primero que el Rey y comenzó la carrera mucho antes, Julien lo adelantó sin problemas y le dedicó una sonrisa de burla al hacerlo.
El capitán gruñó y corrió a cuatro patas para dejar de preocuparse por el balance, sin embargo Julien hizo lo mismo y no pudo rebasarlo.
–¡La tengo! – Julien se detuvo frente a la pulsera y la acomodó en su brazo, antes de que Skipper chocara contra él. Una vez más, el ex-pingüino no pudo controlar su cuerpo para detenerse a tiempo.
–¡Augh! – Skipper rodó junto con el Rey por la calle y, como si se tratase de bolas de golf, ambos cayeron por la alcantarilla abierta.
–¡Waaaaaahh! –se abrazaron por instinto mientras caían.
Julien terminó sobre Skipper, pero en realidad fue el rey quien recibió el primer y mayor impacto.
–Ah…– Julien se quejó.
–Ring-tail, ¿estás bien? –Skipper intentó apartar al lémur, pero Julien aún lo tenía afianzado.
Cuando Skipper lo miró a los ojos se topó con que Julien lo veía con una mezcla de asombro y suspicacia más que de dolor. Aunque aquellos sentimientos fueron fugaces porque un segundo después se volvió a quejar.
–Creo que no siento mí… nada –cerró los ojos y dejó caer todo su peso sobre Skipper.
–Levántate –le ordenó Skipper, pero Julien descansó su cabeza entre el hueco que hacían el cuello y hombro de Skipper. El capitán frunció el entrecejo y gruñó. Julien ahora lo estaba aplastando y aunque dudaba que el lémur en verdad se hubiera roto algo, no quería lastimarlo así que decidió esperar a que se levantara por sí solo.
Cerró los ojos. Él también estaba muy adolorido. Permanecieron un largo minuto así hasta que Skipper inhaló hondo y entonces por fin reparó en el aroma que lo envolvía y que hacía que el olor a drenaje se anulara por completo.
Ahora podía identificar perfectamente a Julien por su olor y su cerebro le hizo recordar la noche anterior y lo muy atraído que se sentía por el dueño de aquella esencia.
Notó su posición y por fin fue consciente de que podía sentir cada uno de los cabellos del lémur chocando contra los suyos, su calor y su peso sobre él. Sus pieles se rozaban y aquello le daba escalofríos y hormigueos por igual.
Se asustó al darse cuenta de que algunas partes de su cuerpo se estaban calentando de más. Incluido su rostro, el cual también se coloreó por la vergüenza.
–Aléjate – desistió de su idea sobre no lastimar a Julien y usó sus patas y brazos para apartarlo.
Julien cayó a su lado, pero en lugar de quejarse o inmutarse por la latente vergüenza de Skipper se llevó las manos a la cabeza en búsqueda de su corona y lanzó un grito ahogado al notar que no estaba ahí.
–¡Quieres callarte! –Skipper lo amonestó sin mirarlo. Aún estaba avergonzado pero seguía siendo un soldado, así que se obligó a obviar sus sentimientos. Ese era el reino de las ratas y ninguno de los dos saldría vivo si llamaban la atención del Rey de esos animales de alcantarilla.
–¡Mi corona no está! –contestó Julien como si aquello fuera justificación razonable para hacer un escándalo.
Skipper gruñó y señaló unos metros a su derecha –ahí está–. Lo mejor que podía hacer era salir de ahí de inmediato.
Mientras Julien se quejaba porque una de las hojas en su preciada corona se había doblado, haciéndola inservible, Skipper miró hacia al agujero por el que había caído, y frunció el entrecejo. No había escalera que los llevara a la superficie. No tenían manera de salir de ahí más que trepando el muro.
Como pingüino, trepar nunca fue su fuerte, pero podía hacerlo. Ahora, siendo un lémur, ya sabía que era una tarea imposible. Si había tenido problemas subiendo por un árbol rugoso, no tenía oportunidad contra una pared cuyos tabiques, cubiertos de lama y lodo, tenían muy pocas grietas.
–¿Y bien? – Julien llegó a su lado preguntándose por qué Skipper seguía ahí.
–Tenemos que trepar.
–Iugh, no – el Rey se alejó de la pared –eso está pegajoso y lleno de… de cosas que no quiero nombrar–. Dicho eso, se sentó en el lugar menos sucio y comenzó a examinar los brillantes en la pulsera que aún llevaba en el brazo.
Skipper inhaló hondo y buscó otra forma de salir de ahí. Desafortunadamente habían caído en un túnel cuyas únicas salidas eran por donde habían llegado o un camino oscuro que, de acuerdo a la información que poseía, desembocaba directo en el nido de las ratas.
Miró el muro de nueva cuenta y se dijo que podía hacerlo. Podía trepar. Solo era cuestión de encontrar los espacios entre los tabiques donde sus patas cupieran y escalar. Sería sencillo. Por eso era el líder de su equipo, por eso era el mejor.
Saltó y escaló medio metro, pero, como antes le ocurriera con el árbol, se resbaló y cayó al suelo.
–¿Qué haces? –Julien lo miró perplejo.
–Tengo que salir de aquí –contestó enfadado. Ese muro no le iba a ganar. Volvió a intentar trepar, pero obtuvo los mismos resultados.
–Eso es asqueroso –Julien comentó porque Skipper tenía el pelo lleno de la lama verde.
–Cállate –gruñó.
–Eh, yo te recomendaría esperar un poco. –Julien miró con disgusto el muro, la idea de estar tan sucio como ahora estaba Skipper no le parecía atractiva en absoluto. –Maurice y Mort pronto vendrán a buscar a su rey y si prometes no tocarme voy a permitir que vengas con nosotros.
–No lo entiendes, no se trata de esperar – Skipper cayó de nueva cuenta. Ahora había llegado un poco más arriba. –Sé que puedo hacer esto…
–¿Qué? ¿Caer? – se burló.
–¡No! –el rey estaba afectando su concentración, pues cuando lo intentó de nuevo no logró alcanzar ni el medio metro.
–Me das un poco de pena –declaró Julien –creo que puedo ayudarte. –El rey fue hacia donde estaba Skipper y le hizo un gesto para que no volviera a intentar subir. –A cambio de mi ayuda, cuando estés arriba, deberás ir por una escalera para que yo, tú rey, no suba por ese muro todo sucio que solo deben tocar los plebeyos.
Skipper miró su pelo y se dio cuenta de que estaba lleno de barro. Quería decirle a Julien que no necesitaba su lástima, ni ayuda y que con mucho gusto lo dejaría ahí en cuanto llegara a la superficie, pero su orgullo no solía afectar su inteligencia y si el lémur podía decirle qué estaba haciendo mal, no perdía nada escuchándolo.
–Bien. Dime cómo subir.
Julien se puso a analizar el muro. –Primero debes ir ahí –le señaló un pequeño agujero, luego ahí y cuando estés aquí –alzó los brazos y se paró sobre un pie antes de dar un pequeño salto –debes hacer así, hasta llegar ahí. Después impúlsate así –se agachó y usó sus patas traseras junto con su cola para dar una media vuelta –y cuando llegues, solo vas a tener que estirarte a la orilla y salir.
Skipper miró a Julien y trató de concentrarse en lo que le decía, pero parte de sí, aún recordaba su calor sobre él, así que le estaba costando un poco de trabajo. En especial porque cuando el rey saltaba y meneaba la cola, lo embobaba. –Emmm, bien.
Skipper se paró frente al muro. Consideró lo que Julien le mostró, pero hizo sus propios cálculos, creía que algunos de los movimientos que Julien hizo con la cola y brazos eran solo sus gestos para lucirse, no acciones necesarias.
Gracias a las instrucciones trepó el primer metro sin problemas, pero cuando estaba por alcanzar el segundo se resbaló. Quedó colgando de una mano y entró en pánico.
Otra caída sería dolorosa, pero estaba a un metro de la salida y no se quería rendir. Lo iba a lograr. Balanceó la cola justo como vio a Julien hacerlo y volvió a una posición donde podía apoyar ambas patas.
Sonrió. Claro que él podía hacerlo.
Trepó con más calma los últimos centímetros y cuando estaba a nada de llegar a la salida se dio cuenta que la saliente donde debía apoyarse para tomar el último impulso estaba más llena de limo que el resto. De hecho la superficie tenía una consistencia aceitosa.
Se volvió a resbalar, y esta vez le costó sostenerse. Sus dedos apenas lograron aferrarse a una grieta. No duraría mucho tiempo agarrado antes de caer. Apretó los ojos. Iba a doler.
Sin embargo no cayó más que unos centímetros pues, antes de darse cuenta, Julien estaba a su lado sosteniéndolo. Cuando enfocó al rey, se dio cuenta de que éste estaba afianzado a una de las salientes del muro y lo miraba con una expresión preocupada –¿estás bien?
–Em, sí –Skipper se sonrojó, y para evitar que el otro se diera cuenta de aquello volvió a agarrarse del muro. Sin decir palabra continuaron subiendo hasta salir a la calle.
Una vez en el parque, Julien comenzó a quejarse de que sus uñas y pelaje se habían ensuciado por su culpa, pero Skipper seguía sin tener valor para mirarlo.
El corazón le palpitaba con fuerza y no recordaba la última vez que se sintió así. Julien lo ayudó y él más que sentirse afectado por haber estado en esa posición, estaba deslumbrado.
Jamás había considerado que Julien fuera algo más que un bufón, pero si lo pensaba, el rey podía ser competente cuando quería. Ya se había enfrentado a él cuando pelearon por las baterías, a Kowalski en aquel incidente con el stop-watch y a Hans. Incluso engañó a Blowhole. Si no fuera por su actitud poco cooperativa y comentarios fuera de lugar, podría... podría…
¿Qué? ¿Respetarlo?
Se tensó justo cuando sintió que Julien se paró a un lado de él y por un fugaz momento pensó que “respetarlo” no era la palabra que antes estaba buscando.
Conocía lo suficiente al rey como para intuir que lo estaba mirando como si esperara que le dijera algo, así que usó toda su fuerza de voluntad para hablar. –Gracias –dijo entre dientes. A pesar de todo, una parte de él aún se sentía inconforme por haber sido ayudado por nada más y nada menos que por Julien.
–Eres un poco torpe –declaró el rey. No con burla sino como una verdad que debían atender.
–No… –se ofendió e iba a comenzar a alegar pero terminó por darle la razón. –Solo no estoy acostumbrado a esto.
–Puedo ayudarte. –Skipper entrecerró los ojos. Julien nunca le ofrecía ayuda a nadie y si lo hacía era porque buscaba un beneficio. –Mañana Maurice te enseñará a saltar apropiadamente. Como mi súbdito, tú debes salvarme la vida a mí, no a la inversa.
Skipper entornó los ojos. –No soy tu súbdito, y no iba a morir.
–Ah-ah – Julien cortó sus palabras con un gesto de dedo y le tocó los labios para callarlo. Skipper sintió un choque eléctrico y dio un pequeño salto hacia atrás, no sabía que esa parte de su cuerpo fuera tan sensible. –No tienes que agradecerme tanto –Julien sonrió ante su reacción pero no comentó nada al respecto. –Así es como soy, amable y bondadoso con todos mis súbditos.
–No me digas –comentó Skipper con ironía y ocultó su rostro para que no notara su azoro.
–Ahora toma – el rey lo obligó a tomar la pulsera entre sus manos –espero que no vuelvas a tomar cosas que no son tuyas.
–¿Qué? –Skipper boqueó – ¡todo esto pasó por tu cul...
Pero Julien lo ignoró, en cambio le volvió a tocar los labios para que no protestara y esta vez, se tomó el tiempo para acariciarlo.
–Nos vemos mañana –dicho esto movió su cola en un gesto de invitación y con movimientos gráciles se alejó.
Julien siempre se movía así, pero apenas ahora lo notaba. Skipper siguió con la mirada y un gesto bobo el vaivén de su andar y asintió lentamente. –Hasta mañana –dijo y tan pronto las palabras brotaron de su boca se volvió a sonrojar y negó con la cabeza.
Después, él también se giró y fue hacia el nido de la urraca. Debía devolver la pulsera discretamente.