ID de la obra: 240

Sólo dos semanas

Slash
NC-17
En progreso
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autor
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 35 páginas, 5 capítulos
Descripción:
Notas:
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Capítulo 4

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Skipper estaba en el parque, parado a un lado del árbol que intentó trepar en su primera noche como lémur. Ahora también era de noche, pero esta vez no se encontraba solo. Los lémures del zoológico lo acompañaban. Maurice estaba frente a él, explicándole cómo el ángulo de su cadera influía en qué tanto debía doblar las rodillas para impulsarse. Mientras que Mort y Julien, estaban a un par de metros de distancia. Mort, acurrucado a un costado de Julien, jugaba con sus pulgares. Mientras que el lémur de cola anillada no despegaba la vista de Skipper. Demasiado pendiente del ex-pingüino como para que éste pudiera concentrarse. –Sí, entendí –Skipper respondió la pregunta de Maurice mientras intentaba ignorar la mirada de Julien. Algo que en la última hora había sido bastante difícil. Maurice cruzó los brazos y enarcó una ceja. Sabía perfectamente que Skipper lanzaba miradas furtivas a Julien de vez en cuando y que su rey tenía más del 50% de la atención de Skipper. Afortunadamente Skipper era rápido aprendiendo por lo que, a pesar de la distracción, pudo trepar el árbol hasta la rama más cercana sin resbalarse o lastimarse la yema de los dedos, tal y como Maurice se lo indicó. Después saltó a una rama superior y, usando el impulso que su velocidad y la inercia le otorgaron, dio una pirueta para terminar sobre una rama de un árbol contiguo. Voló medio metro por el aire para lograr la hazaña y cuando se paró victorioso sobre la rama del otro árbol, el aye-aye y Mort le aplaudieron; mientras que Julien le sonrió. A Skipper jamás le había pasado por la cabeza que en algún momento de su vida desearía la aprobación de los lémures, pero, ahora que la tenía, podía decir que quería tenerla para toda la vida. En especial deseaba la aprobación de Julien. Mientras agradecía los elogios haciendo una reverencia, se preguntó mentalmente si así era como se sentían todos los lémures. Siempre deseando el apoyo de la manada y, por supuesto, el visto bueno del rey.   Se sonrojó y experimentó unas ganas intensas de bajar del árbol para tocar a Julien, pero se contuvo. Dos días atrás había aceptado que quería estar cerca del rey, pero, afortunadamente, podía resistirse a sus impulsos. Sí, aquel ya era su segundo día tomando clases con Maurice, su cuarto día como lémur y por fin veía progreso en sus saltos.   Recordaba que antes de animarse a tomar su primera clase con Maurice dio vueltas por el cuartel, intentando convencerse de que la invitación de Julien significaba nada y que no quería aceptarla. No deseaba pensar en los choques eléctricos y el calor en el vientre que sentía cada que recordaba la piel del rey y la suya tocandose; o el pulgar de Julien sobre sus labios. Negaba sus pensamientos e impedía que su cerebro llegara a cualquier conclusión lanzando un gruñido. Simplemente no quería entender qué le ocurría. Se quejaba tanto que eventualmente llamó la atención de sus soldados. Quienes, ni en cien años serían capaces de adivinar que Skipper estaba luchando contra la pequeña voz en su cerebro que le decía que aquello que sentía por Julien era atracción. Una sensación muy intensa y que aparentemente había salido de la nada. Porque así tenía que ser. Porque si no había salido de la nada significaba que siempre había estado ahí y eso era imposible. Todo era culpa de Kowalski, un efecto secundario de su experimento.   –Skipper –le llamó Private con cuidado. –¿Estás bien? –¡No! No estoy bien. –El capitán practicamente gritó. –¿Hay algo en lo que… podamos ayudar? Creo que te haría bien salir un poco. –sugirió el soldado más pequeño. –Podriamos salir esta noche, si damos una vuelta por el parque nadie nos verá, –intervino Kowalski. –¡No! –Skipper fue tan tajante que ninguno se atrevió a volver a tocar el tema. Tenían miedo a que  les impusiera algún castigo. Skipper tampoco se disculpó por ser grosero con ellos.   Cuando llegó la noche Skipper dio vueltas en su cama, incapaz de controlar las ganas que tenía de ver a Julien. No podía dejar de pensar en el rey meneando las caderas, rozando su cola con su nariz y mirándolo de una manera intensa. Al final, Skipper lanzó un gruñido de frustración y salió de su cuartel en dirección al hábitat de los lémures. Caminó decidido a jamás cuestionarse por qué las puntas de sus dedos se enfriaban y le cosquilleaban. Simplemente se iba a encontrar con los lémures, iba a aprender a usar su cuerpo nuevo y cuando esas dos semanas terminaran todo iba a quedar olvidado.   Skipper arrancó un trozo de corteza del árbol donde estaba parado, y se resbaló por el tronco hasta llegar al piso como si bajara de una montaña de nieve en su snowboard. Los tres lémures le celebraron el movimiento y Maurice declaró que eso era todo por hoy. Mañana continuarían con el entrenamiento. En otras circunstancias Skipper hubiera alegado que ya no necesitaba aprender más, él tenía un talento natural, pero no quería dejar de reunirse con los lémures. Aún si tenía que escabullirse del cuartel y mentir a los miembros de su equipo. Así que se despidió de los lémures prometiendo que los vería a la noche siguiente, en el mismo lugar, a la misma hora.   Los lémures comenzaron a caminar hacia el zoológico y Skipper fingió ir hacia el complejo de departamentos donde se suponía que estaba su casa. Pero cuando creyó que ya no podían verlo, se desvió al lago donde estaba uno de los túneles secretos de su cuartel. No dió ni tres pasos cuando su camino fue interrumpido por Julien. –¡¿Qué haces aquí?!– Skipper dio un salto. Se sentía bastante molesto porque Julien tenía una horrible manía por sorprenderlo con la guardia baja.   El rey sonrió como un cachorro que disfruta de una travesura bien ejecutada. –Aún es muy temprano para ir a dormir. La noche es joven mon amour –. Le extendió la mano y lo invitó a seguirlo, pero Skipper dio un paso hacia atrás. –Aja… voy a tener que decir no a lo que sea que quieras. Julien entornó los ojos por un breve segundo antes de ignorar la negativa de Skipper y agarrarlo de la mano para obligarlo a ir con él. Una parte del cerebro de Skipper quería negarse, de verdad quería negarse, pero otra le decía que sería un estúpido si se privaba del placer de entrelazar sus dedos con los del rey, así que se dejó guiar sin protestar.   Julien lo llevó hasta el puente Gapstow y lo hizo sentarse junto a él en el pretil, con las piernas colgando hacia el agua. Después, con mucho cuidado y tratando de evitar el rechazo de Skipper, recargó su cabeza en su hombro. El ex-pingüino se tensó, pero no lo apartó, así que Julien tomó esto como una buena señal y pasó su cola por la espalda de Skipper hasta descansarla en su otro hombro. Lo estaba envolviendo por completo. Un “¿por qué me abrazas?” quería escapar de los labios de Skipper, pero en su lugar solo salió un suspiro. Así como no quería saber qué era lo que sentía, tampoco quería saber qué era lo que sentía Julien. Se conformaba con saber que fuera lo que fuera, era agradable... y que nadie se iba a enterar de que lo disfrutaba.   Ahora Julien no olía a coco únicamente, sino a una mezcla de frutas que le abrían el apetito y le hacían cosquillear el vientre. Aunque, francamente, no tenía idea sobre la anatomía de los lémures, o cualquier mamífero dicho sea de paso; así que no estaba cien por ciento seguro de si aquello que sentía era un cosquilleo. –¿No crees que este lugar es perfecto? El lago, la luna, yo aquí –dijo Julien interrumpiendo el silencio. Skipper resopló, pero su sonido terminó por convertirse en risa. –El lago y la luna están bien. –¿Qué hay de mí? –Julien se acomodó para verlo directamente a los ojos. El capitán se había enfrentado a situaciones tan absurdas y peligrosas que Julien y sus preguntas no debían hacerlo sudar, pero lo estaban haciendo. No podía con eso. –E-estas bi-bien… también. –No, no, no –Julien lo tomó de la cabeza con ambas manos e hizo que sus narices casi se tocaran. –Yo no solo estoy bien, soy perfecto. –No lo creo. –Claro que sí, y lo sabes. Siempre me estás mirando. –Claro que no –Skipper recuperó el control de su cuerpo y se paró para alejarse del rey. –No sé de qué estás hablando. Como respuesta Julien cruzó las piernas y comenzó a verse las uñas. –¿Va a ser así entonces? Tú, complicando cosas que no deberían ser complicadas. –No tengo idea de qué hablas, –repitió Skipper. –Y sinceramente, no quiero saber qué pasa por esa cabeza loca tuya. Julien hizo un micro gesto de hastío antes de encogerse de hombros. –Está bien, no sería divertido si fuera de otra manera. –Después de decir eso se le acercó y mientras lo hacía volvió a insinuársele con sus movimientos. Acarició el rostro a Skipper con su cola y Skipper se volvió a sentir intoxicado por ese aroma frutal. –Ven aquí –le dijo y el ex-pingüino obedeció sin chistar. Podría haberse puesto de rodillas y repetir una y otra vez que Julien era su rey, perfecto, si se lo hubiera pedido.   Pero Julien no le pidió nada similar a eso, en su lugar le dijo que tenía antojo de papas fritas y que debían asaltar la tienda que estaba cruzando la calle. Skipper asintió. ¡Claro que le iba a ayudar a robar la tienda! Su cerebro ya había decidido que haría todo lo que le pidiera Julien, por más ridículo que fuera. Su yo consiente se alegró que solo se tratara de papas.   Así fue como Skipper casi cometió un delito. Pues si bien desactivó las alarmas y ayudó a Ring-tail a entrar en la tienda para que comiera todo lo que quisiera, hizo una nota mental de todo lo que el rey decidió tomar y contó cuanto dinero debía dejar en la caja registradora más tarde.   A la mañana siguiente Skipper estaba de muy buen humor y sus compañeros lo notaron. Sin embargo, ninguno comentó al respecto. Los tres imaginaban que Skipper ya se había acostumbrado a su nuevo cuerpo, y estaban bastante agradecidos por tener un minuto de paz. Se relajaron mucho más cuando Skipper decidió mostrarles el fruto de su entrenamiento. –Yo me encargo –dijo Skipper cuando Private señaló una telaraña en el techo y Rico intentó ir por una escalera y un sacudidor para retirarla. Su techo no era tan alto y Skipper sabía que podía escalar hasta ahí sin problemas. Solo le tomó 10 segundos dar un salto, trepar por la pared y quitar la telaraña sin sudar ni una gota. Antes de regresar al piso y golpear una mano con la otra. –Misión cumplida. –Wow, Skipper. Ya estás acostumbrándote a esto –dijo Kowalski. –Un poco, pero no demasiado. Quiero regresar a mi cuerpo cuanto antes, ¿aún tengo que esperar a que arregles esto? –Eh, sí. La fórmula, aún está en proceso. Skipper gruñó, pero en realidad no estaba irritado. Solo debía dar a conocer su descontento a Kowalski. Private sonrió. –Me alegra tanto que esas salidas nocturnas estén ayudando. Tan pronto las palabras abandonaron el pico de Private, Kowalski se golpeó la cabeza con una aleta y Rico gruñó. –¿Qué? –Skipper miró a sus compañeros con los ojos bien abiertos. –¿Mis salidas nocturnas? –Err – Kowalski sobó una de sus aletas contra la otra. –Sabemos que has estado saliendo los últimos días. ¡No te hemos seguido! –se apresuró a decir cuando vio a su capitán entrecerrar los ojos. –Imaginamos que si no nos dijiste era porque querías estar solo. ¿Practicando? Skipper les dedicó una sonrisa nerviosa. No solo le preocupaba que alguien supiera que aceptó la ayuda de los lémures, sino que alguien que lo conociera supiera que no protestaba cuando Julien lo abrazaba. –Sí… quería hacer… aprender solo. Me… me tomó algo de tiempo saber cómo utilizar esto, –movió la cola. –No quería que me vieran fallar. –Oh, está bien Skipper, –Private se acercó a él y le palmeó la espalda. –Todo esto es nuevo, es normal. –Claro, Skipper, es una cola. Ni siquiera puedo imaginarme qué se siente tener algo como eso o siquiera para qué usarla –dijo Kowalski.  –¿Para mantener el equilibrio? –respondió Skipper encogiéndose de hombros. –¡Y para tener pareja! –dijo Private más emocionado de lo que debería. –¿Pareja? –Kowalski enarcó una ceja. –Sí, lo vi en el DVD que trajiste. Es tan romántico. –¿De verdad? ¿Cómo? –la curiosidad científica de Kowalski salió a flote y Private de inmediato tomó el control remoto de la televisión para prenderla y  mostrarle a los otros a qué se refería.   Private y Kowalski se sentaron frente a la televisión y Skipper, parado detrás de ellos tuvo un mal presentimiento. Uno que se acrecentó cuando Rico se paró a su lado y con una sonrisita maliciosa le preguntó si quería palomitas. Las acababa de cocinar. El documental sobre lémures era bastante estúpido, como todas las cosas que hacían los humanos cuando pretendían entender el comportamiento del resto de los animales. Pero incluía información que sin duda Skipper desconocía. Ahora sabía que existía una cantidad increíble de especies de lémures y que cada uno tenía costumbres diferentes. Por ejemplo, no todos los lémures eran nocturnos.   Media hora después, cuando Skipper estaba a punto de dormirse por  aburrimiento, el presentador del documental decidió comenzar a hablar de reproducción.  Skipper no era un recién nacido, tenía perfectamente claro qué era el sexo y el objetivo de la reproducción. Ese tipo de cosas no le avergonzaban, mucho menos si se trataba de otra especie, pero eso no evitó que se removiera inquieto mientras escuchaba terminología que nunca en su vida había aplicado. El presentador del documental estaba utilizando un lenguaje científico y serio, pero aún así Skipper se sintió extraño cuando escuchó que para algunos lémures la monogamia estaba sobrevalorada y que las orgías era lo que estaba de moda. Sin embargo, lo que lo hizo decir basta y huir de ahí fue una sección en la que se detallaba el comportamiento reproductivo del lémur de cola anillada. Aparentemente los lémures de cola anillada empapaban sus colas con sus feromonas y después las agitaban cerca del lémur al que querían atraer. Las hormonas tenían un aroma frutal que excitaba a la otra parte. Skipper sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. Acababa de notar que todo ese tiempo Julien le había estado diciendo que le gustaba y que quería tener sexo con él. Ahora entendía por qué sentía que todo el cuerpo le temblaba cuando Ring-tail se le acercaba. Ser un mamífero era mucho más abrumador que ser un pingüino.  Hasta ese momento no había entendido qué le pasaba o por qué sentía que no podía controlarse. Pero ahora tenía claro que Julien había hecho una especie de danza de apareamiento que Skipper no podía reconocer con su cerebro, pero sí con su instinto.   Skipper caminó de espaldas hasta el premio de Private y abrió la puerta para salir del cuartel. Necesitaba estar solo, así que ignoró las preguntas de sus compañeros respecto a dónde pretendía ir mientras emprendía la huida. No podía aceptar que sentía algún tipo de amor por Julien porque no lo sentía, o creía que no lo sentía. Pero tampoco podía aceptar que sentía atracción sexual por Julien porque no tenía idea de qué significaba eso. Para los pingüinos el apareamiento se trataba de encontrar una sola pareja a la que pudieras confiar tu vida, porque literalmente tu vida dependía de ella. Para Skipper era aterrador siquiera contemplar involucrarse con alguien a un nivel tan personal por un periodo tan corto de tiempo. En especial involucrarse con Julien. El rey no era confiable. Se repitió eso mientras intentaba ignorar que su entrepierna comenzó a palpitar después de aceptar que Julien lo veía como pareja potencial. ¿Esa idea le encantaba? Sí, le fascinaba. Corrió, tan rápido como sus piernas se lo permitieron y antes de darse cuenta estaba en el parque saltando en el lago. Frío. Necesitaba algo frío.
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