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—¿Eh? De verdad... ¿Te vas..? Rei dejó de caminar a su lado en tanto ella le contaba su idea de partir a lugares lejanos. Ya había barrido toda la región de Hisui y no había encontrado ni rastros de él, solo pequeñas pistas que le indicaban que había viajado a otra región. —Si, honestamente creo que ya he hecho suficiente en este lugar, pero todavía siento que queda mucho más para mí. Eso era una vil mentira. No había nada más para ella en este tiempo, no después de cumplir con la misión que Arceus le encargó. —Ya veo... Supongo que las cosas estarán un poco más aburridas sin ti por aquí. —No lo creo, seguro que encontrarás una nueva forma de meterte en problemas cada que salgas de la villa. —Oh vamos, al menos yo no termino en una pelea contra el mismo dios. Ambos rieron ante eso. Era bueno que al menos entre ellos pudieran actuar como lo que eran, un par de niños. Ambos siguieron caminando, ahora en silencio, disfrutando de lo que probablemente sería su última caminata juntos. Akari iba enfrascada en sus pensamientos, la mayoría de ellos reprochándose a sí misma lo irracional que estaba siendo. Abandonado su casa, sus amigos ¿y todo para qué? Por una búsqueda que probablemente no la llevaría a nada. Rei notó como Akari lentamente iba disminuyendo su velocidad hasta que el terminó rebasándola. Algo claramente no estaba bien, así que se paró frente a ella y la llamó, sacándola de sus pensamientos. —Mira, no sé a dónde piensas ir, o si siquiera piensas regresar... Pero ten por seguro que, de mi parte, siempre serás recibida con los brazos abiertos... La sonrisa que Rei le dio en ese momento fue tan brillante y honesta, que incluso atravesó la falsa seguridad de Akari y la hizo romper en llanto. —¡¿Eh?! Oh cielos, perdón, perdón, no era mi intención faltarte al respeto o algo, yo solo quería... Las palabras murieron en su boca una vez que Akari saltó a sus brazos y comenzó a llorar en su hombro. Rei no estaba seguro de que estaba pasando, pero estaba claro que Akari necesitaba un apoyo en este momento, así que él también la abrazó con fuerza mientras acariciaba su cabeza. —Está bien, estoy aquí, yo estoy para ti... Todo en el interior de Akari le gritaba que se quedará, que abandonará ese estúpido plan de huir y se quedará aquí, que se quedará con Rei. Pero ella todavía quería irse, sabía que si se quedaba, aun si era con un chico tan bueno y que realmente la apreciaba como su amigo, que ahora la sostenía como si su vida dependiera de eso, ella simplemente no sería feliz. No mientras todavía quisiera correr tras Volo. Ella maldecía con fuerza su propia estupidez y necedad ¿Por qué no podía dejar ir a Volo de una vez y buscar la felicidad con alguien en quien realmente pudiera confiar? ¿Por qué no pudo enamorarse de alguien más, por qué no pudo enamorarse de Rei o Ingo? ¿Por qué tenía que ser tan estúpida que se dejó engañar por la falsa amabilidad de Volo, aún después de todo el daño que le hizo? Ella quería odiarlo, quería despreciarlo, gritar que era un horrible hombre que no merecía el afecto de nadie. Pero solo pudo odiarse a sí misma por no poder dejar de anhelarlo, de amarlo. Y por eso ahora lloraba desconsoladamente sobre el hombro de su amigo, sintiéndose patética una vez más por mostrarse débil frente a alguien a quien quería.***
Los días después de su partida se sintieron como si pasarán en un santiamén. Al irse de Hisui liberó a Dialga y Palkia, pues sabía que una vez que dejará la región ya no tendría interés alguno en regresar y no tenía caso mantenerlos en una poké ball cuando ellos tenían un deber más importante. Y así fue, que en el momento llegó a la región de Kanto ella saltó del barco en que viajaba y corrió al poblado más cercano. Preguntó a todos si habían visto a un hombre alto de cabello rubio. Debió de verse demasiado desesperada pues todos solo se limitaron a negar nerviosamente y acelerar su paso. Pero aun así ella siguió preguntando los siguientes días, semanas, meses y años. Viajó de un lugar a otro, guiándose con las pocas pistas que lograba conseguir, algunas la llevaban a un rastro más reciente del paso de Volo y otras simplemente eran falsas. Pero aun así ella siguió buscando. Ya no era la joven niña de 15 años, ahora se había convertido en una mujer de 23 años. Así que Volo ahora debería de estar en sus 33 años, haciendo aún más difícil seguir su rastro, pues en ese tiempo él pudo haber cambiado de apariencia. Pero aun así no se detuvo. Hasta que en la región de Kalos se encontró con un extraño hombre, uno que era incluso más alto que Volo, de cabello blanco increíblemente largo y que en tanto supo de su búsqueda no dudó ni un momento en señalar las islas de Alola en el mapa desgastado que siempre cargaba consigo. —El hombre que buscas corrió a esta región, buscando a las temibles criaturas de otro mundo, capaces de llevarse la vida de cualquiera que se encuentren en su camino. Un escalofrío recorrió la espalda de Akari en tanto lo escuchó ¿De verdad se trataba de Volo? ¿Por qué buscaría encontrarse con algo que sería capaz de matarlo? Ella sacudió esos pensamientos de su mente, ya tendría tiempo de hacerle esas preguntas a Volo en persona. Agradeció repetidamente al hombre y se apresuró para llegar al puerto, para subirse al siguiente barco con destino a Alola.***
Por más extrañas que fueran las indicaciones de aquel hombre al llegar se dio cuenta de lo ciertas que eran. Cuando bajó del barco y comenzó a preguntarle a las personas del lugar contestaban que lo habían visto hace poco. La emoción creció en su pecho y siguió estas indicaciones hasta dar con una playa solitaria. Y ahí, dándole la espalda mientras veía fijamente al sol que se ponía en el horizonte, estaba el, Volo. Su corazón parecía que se detendría o que rompería sus costillas por sus fuertes latidos. Y aún así no supo qué decir, después de tantos años corriendo tras él sin apenas detenerse a descansar y fantaseando con todo lo que le diría en ese momento... No pudo pronunciar una sola palabra... —Realmente eres testaruda, ¿en serio me seguiste todo el camino hasta aquí? El hombre frente a ella se dio la vuelta para por fin verla a los ojos, y Akari sintió como se le helaba la sangre. Volo se veía exactamente igual a la última vez que lo vio, en aquel combate donde él traicionó toda la confianza que había depositado en él, aun cuando habían pasado ocho años él no había envejecido ni un poco. —Tú... No has cambiado nada... —Tan observadora como siempre —él le sonrió con toda naturalidad, como hacía cada que se encontraba con él en su viaje—. Bueno, digamos que aunque ÉL no tuvo la decencia de presentarse ante mí, todavía no estaba feliz con mis acciones y ahora aquí estoy, sin poder envejecer ni mucho menos morir. Sus palabras trajeron de regreso las indicaciones del hombre que conoció en Kalos. —¿Y por eso viniste aquí? ¿Para ver si alguna de las criaturas de otro mundo podría matarte? ¿Eso pretendías hacer? —¡Oh! Así que tu también te encontraste con el viejo, debí suponerlo, no había forma en que tu me encontrarás de otra... —¡¡¡Eres un maldito imbécil!!! —el gritó que ella soltó fue tan fuerte que hizo doler su garganta, pero eso no disminuyó su furia—. ¡Eres de lo peor! He estado viajando todo este tiempo para dar contigo ¿Y tú lo único que has estado haciendo es buscar la forma de morir? Ella avanzó hacia Volo, todos sus sentimientos ahora habían sido remplazados por todo el enojo y frustración que había reprimido durante tanto tiempo. —¡Tú no eres ningún elegido o alguien digno de la bendición de los dioses! ¡No eres más que un cobarde! —Y si no valgo nada ¿por qué me buscaste? —la respuesta de Volo fue calmada e indiferente, como si ella no hubiera estado insultándolo hace apenas unos momentos—. Tenías a Dialga y Palkia de tú lado ¿Por qué insististe en buscarme en vez de volver a tu hogar? Su pregunta cayó sobre ella como agua fría, en un momento ella perdió todo el enojó que sentía hace apenas unos momentos, repitiendo esa pregunta en su cabeza. ¿Por qué lo buscaba? ¿Por qué abandonó todo por seguirlo? ¿Por qué ella siempre mantuvo la esperanza de encontrarse con él otra vez? ¿Por qué su corazón seguía latiendo de manera acelerada al sentir su mirada sobre ella? ¿Por qué ella seguía deseándolo? —... Por qué yo también soy tan estúpida como tú... —ella recargó su cabeza contra su pecho, agotada, y Volo no hizo nada por alejarla. —¿De verdad piensas quedarte aquí? —Si tu te quedas también entonces muy seguramente lo haga. —Estás obsesionada conmigo —él levantó su mano y comenzó a acariciar la cabeza de Akari, sintiendo como ella se relajaba bajo su toque—. Pero no puedo decir que yo tampoco lo esté contigo, con la molesta chica que se robó la bendición de Dios justo en frente de mí, arruinando mis planes de toda una vida. Akari finalmente sonrió, una sonrisa honesta como nunca se la pudo dar a ninguno de sus amigos al momento de despedirse. Esto estaba mal, acabaría mal y ella lo sabía. Pero aun así la hacía sentir tan bien, la hacía sentir viva, como no se había sentido en tanto tiempo. —Eres un maldito envidioso... Ambos se quedaron así hasta que finalmente la noche cayó y la marea subió, mojando sus pies. Pero ninguno de los dos se movió ni un sentimiento, en ese momento, solo estaban ellos dos y nadie más.