Narcissa Black
28 de junio de 2025, 19:04
Narcissa Black
Los siguientes días fueron una sucesión de rostros, nombres y restaurantes de los que Barty perdió la cuenta.
Su primera cita a ciegas fue con Sybill Trelawney. Estudiante de medicina alternativa oriental en La Academia de Ciencias Médicas de Ilvermorny. Sybill era peculiar, desde la forma en que vestía, con largos vestidos con patrones míticos y flores naturales adornando su cabello, hasta la manera en que hablaba, con el acento galés deslizándose por cada una de sus palabras.
Cuando Pandora le recomendó intentar algo distinto no se imaginó… lo que sea que eso fuera; pero allí estaba ahora, escuchándolo todo sobre su carta astral.
Barty sabía que no iban a llegar a ser nada serio -estuvo a punto de pararse e irse al verla entrar por la puerta- y, por la manera en que Sybill había ignorado cada uno de sus intentos de coqueteo, tampoco iban a llegar a ser nada casual.
—¿Puedo preguntarte algo? —le preguntó Sybill cuando acabaron con el plato fuerte—. Ya que esta cita no va a llegar a ningún lado…
Barty se atragantó con uno de los tomates de su platillo ante la franqueza desvergonzada de Sybill. Se llevó la mano al pecho e intentó disculparse de inmediato, más por diplomacia que porque en verdad lo sintiera, pero ella lo detuvo antes de que pudiera decir nada.
—¡Oh! No me malinterpretes, estoy segura de que eres una persona maravillosa, pero tu aura está totalmente desincronizada con la mía y los Sagitarios no son compatibles con los Piscis. De todas formas, volviendo al tema. Ya que lo nuestro no tiene futuro, ¿te importa si te leo el tuyo con las cartas? Tengo esta… —movió sus brazos en el aire, buscando la palabra—, llamada del universo. Hay algo en tí. Una energía que se mueve a tu alrededor. Creo que quiere decirte algo.
Sybill parecía emocionada.
Barty soltó una risa ligera, anonadado y al mismo tiempo divertido por la situación. Si tenía que ser honesto consigo mismo, estaba algo decepcionado por haber fallado de nuevo en el intento de ganar la apuesta, pero esa vez, la amarga angustia que lo abrumó después de su cita con McDonald, no tomó el control sobre él.
Pandora le había asegurado que habrían más oportunidades y Sybill tenía razón, simplemente no eran compatibles. Era un alivio que ambos se hubieran dado cuenta tan pronto porque así no perderían tiempo tratando de hacer funcionar algo que no tenía potencial.
Se encogió de hombros.
¿Qué tenía que perder?
Quince minutos después, dos platos de postres a medias y tres cartas desplegadas entre ellos en la mesa, a Barty se le pusieron los pelos de punta.
No le había explicado a Sybill sobre la apuesta, sobre sus problemas para conectar con otras personas o sobre lo confundido y alienígena que se sentía últimamente en su propia mente, pero ella lo vio todo.
—Esta tirada que hicimos fue para ver tu pasado, presente y futuro; por lo tanto las levantarás en este orden —y señaló las cartas de izquierda a derecha, dejándolo a él mismo levantar la primera. Barty la volteó de arriba hacia abajo—. Este es tu pasado —le recordó—. La reina de copas invertida.
—¿Qué significa? —preguntó con anticipación.
—La reina de copas es hermosa, es la gobernanta del mundo de las emociones. Sin embargo, ¿sabes cuál es su defecto más grande? —no tenía idea de qué estaba hablando—, puede perderse y olvidar realmente quién es. Parece que tienes o tenías mucha dificultad para mostrar tu mundo interior a los demás.
Barty tragó grueso.
—¿Y qué significa que esté boca abajo?
Sybill lo miró curiosa y con una sonrisa cálida le preguntó:
—¿Qué crees que significa?
Barty observó la carta por unos segundos antes de que Sybill comenzara a señalar, uno por uno, los elementos dentro de ella.
—Primero tenemos a la reina como tal —señaló a la hermosa mujer en el medio de la carta— que está admirando su copa. ¿Sabías que la copa de la reina es la única que está cerrada en todo el tarot?
—Eh…
—Simboliza el misterio de nuestro inconsciente —lo interrumpió, siguiendo con su explicación—, cerrado para nosotros en nuestra mente pero gobernando nuestro entorno, su túnica y el agua que la rodea también lo simbolizan —señaló ambos elementos en la carta—. Luego tenemos el trono en el que está sentada. ¿Qué piensas de él?
—Es un trono —respondió Barty despistado.
—Es un trono gris, no es blanco ni negro, representa la imparcialidad de la reina —lo miró fijamente a los ojos— Los sentimientos no son buenos o malos, solo son. ¿El enojo o la tristeza? La gente suele pensar que son testigos de que hay algo mal en tu vida, pero en realidad la vida solo empieza cuando te atreves a sentirla.
Barty sentía que había algo flotando entre ellos que no entendía por completo. Era un poco frustrante considerar que su propia mente pudiera estar escondiendo algo, ¿o era él quien estaba escondiendo algo de su propia mente?
—Entonces… ¿Qué significa todo eso?
—Tú tienes que darle tu propio significado —Sybill miró a un punto fijo sobre su hombro izquierdo, como si viera algo tras de él, y luego dijo:—Si bien es noble dedicar gran parte de tu tiempo a cuidar de otras personas, realmente no puedes ayudarlas hasta que te ayudes a ti mismo primero; y parece que eso es lo que has estado haciendo todo este tiempo.
Barty, impaciente, volteó la segunda.
Su presente.
—Cinco de espadas —lo miró incrédula— pareces estar en el ojo del huracán, ¿no es así?
—¿Lo estoy? —inspeccionó la carta atentamente y esperó la interpretación.
—El cinco es un número de cambios y desafíos. Es un número impar, indica un conflicto —lo miró con amabilidad y colocó una mano sobre su brazo tenso—. No te preocupes, Barty, los conflictos siempre tienen una resolución. Es el momento de un cambio, para bien o para mal, está ahí y no puedes evitarlo.
—Odio los cambios —Barty no quería cambiar nada, estaba contento con su vida, con sus amigos, con lo que tenía. Si había aceptado esa estúpida apuesta con Regulus había sido por esa misma razón, porque si había algo que deseara, es que nada tuviera que cambiar— ¿Me vas a decir qué significan los elementos de la carta?
—¿Te interesa saberlo?
—Parecía interesante —admitió avergonzado pero tratando de sonar casual.
—Tenemos tres hombres y cinco espadas, ¿quién crees que es el ganador?
—El primero, por supuesto —era el que cargaba las espadas en sus manos, mientras los otros dos se alejaban dándole la espalda como si hubieran aceptado su derrota.
—Tal vez —Sybill se encogió de hombros—, pero no se sabe realmente, ¿no es así? No hay un detalle específico que te indique quién es el ganador. El más grande de ellos podría estar recogiendo los pedazos restantes de su derrota. Y ese es el sentido de la carta, que te cuestiones si estás ganando realmente la batalla cuando los medios para lograr esa victoria implican herir a otras personas o, tal vez, herirte a tí mismo en el proceso. En otras palabras: ¿los fines realmente justifican los medios?
De todas las personas en las que pudo haber pensado, su mente lo obligó a recordar a James Potter, e indirectamente, a Regulus. En cómo estaba poniendo en riesgo la indiscutible felicidad de su mejor amigo.
Era algo que no podía ignorar. La manera en que esos dos se miraban como si no hubiera nada que no pudieran hacer si estaban juntos. Era parte de la razón por la que estaba tan enojado con Regulus. Porque -dios, quería vomitar solo de pensar en ello-, pero en un rincón muy alejado e inhóspito de su mente, deseaba algún día encontrar algo parecido; y lo más cercano a ese tipo de amor para él en ese momento era el de sus mejores amigos, al cual se estaba aferrando con uñas y dientes para no perder.
Entonces… ¿Los fines realmente justificaban los medios? Tal vez no, pero si tuviera que elegir entre la felicidad de los demás y la suya, se escogería siempre a sí mismo.
Barty destapó la última carta.
Su futuro.
—Oh Barty…
—¿Qué? —preguntó preocupado.
—El loco invertido es una de las cartas más poderosas del tarot.
—¿Qué mierda significa eso?
—Bueno… si tu carta anterior hablaba de un cambio, el loco invertido habla de la toma de decisiones equivocadas. No es necesariamente señal de que las cosas no salgan bien pero…
Comenzaba a perder la paciencia, estaba cansado de ese juego y de que, como todas las otras personas en su vida, Sybill solo estuviera prediciendo lo mal que le iría. ¿No había algún tipo de recompensa para él después de toda la mierda que había pasado en su vida?
—¿Pero?
—Tal vez te estás engañando a tí mismo, pensando que estás llevando la situación de la manera correcta cuando estás haciendo lo contrario.
Y entonces Barty explotó.
—¿Sabes qué? Creo que he tenido suficiente por esta noche —levantó la mano para llamar al mesero y pidió la cuenta con el movimiento de su mano.
—Barty…
—No quiero hablar más de ello —la cortó de inmediato.
Sybill se quedó callada hasta que llegó la cuenta. Cuando Barty fue a colocar las cincuenta libras que había costado la cena encima de la bandeja, la chica puso una mano encima de la suya y le pasó la mitad del dinero.
—Lo siento —le dijo honestamente—, a veces las cosas más difíciles de escuchar son las más importantes.
Barty alejó la mano de debajo de la suya con desdén. Diez minutos después salieron del restaurante dispuestos a ir por caminos separados para siempre. Barty seguía molesto, pero Sybill no perdió la calma en ningún momento.
—Fue una noche adorable —le dijo amablemente. Barty resopló por lo bajo—, mi departamento está por allá —señaló al camino hacia su izquierda—. No está muy lejos, ¿te importaría acompañarme hasta la puerta de mi edificio?
No podía creer la desvergüenza que había en aquella chica.
Respiró profundo, aferrándose al último hilo de paciencia que le quedaba, y, sin decir nada más, comenzó a caminar. Durante su corta caminata, Sybill miraba continuamente a las estrellas y sonreía hacia ellas como si estuviera hablándoles. Él no se atrevió a decir nada más, por miedo a que lo que saliera de su boca fuera solamente veneno, con el único propósito de causar destrucción, pero estaba rogando que ella iniciara la conversación solo para tener una excusa para hacerlo. Prefería el ruido del restaurante y el caos de una discusión al silencio de la noche.
—Gracias por acompañarme —dijo Sybill al llegar frente a la puerta de su edificio. Antes de que Barty se fuera, tomó su brazo de nuevo como lo había hecho en el restaurante y lo detuvo— Quería decirte algo más, algo que vi en tu lectura. Era una imagen que seguía llegando a mi mente. Tal vez signifique algo para tí —No quería escucharlo—. Sigo viendo a una persona que está interconectada a tí a través de cientos de vidas. ¿Conoces la leyenda oriental del hilo rojo?
—Mira Trelawney…
—«Un hilo rojo invisible conecta a aquellos que están destinados a encontrarse, sin importar tiempo, lugar o circunstancias. El hilo se puede estirar o contraer, pero nunca romper».
Barty se alejó de Sybill, soltándose de su agarre.
Ya había sido suficiente.
—Gracias, pero no estoy interesado en toda esa basura. No creo en ella. No me llames de nuevo, ¿de acuerdo? —y a pesar de que sabía que estaba siendo un completo idiota, a pesar de que había intentado no serlo, esa fue la última vez que habló con Trelawney.
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Dos días después salió con Apolline Delacour, probablemente la chica más atractiva con la que había salido hasta ese momento, pero tampoco encontraron terreno en común. Delacour buscaba un romance de cuento de hadas y Barty estaba terriblemente lejos de ser el príncipe carismático.
Sus caminos se dividieron tan rápido como se encontraron.
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Su tercera cita a ciegas fue con Mérula Snyde, totalmente lo opuesto a Delacour.
—La verdad es que esto no es tan malo como pensé —le dijo con una sonrisa pícara del otro lado de la mesa.
Mérula era dos años menor que él, pero parecía saberselas todas. Pandora había dicho que era una chica interesante, con una personalidad fuerte y bastante opinionada. A Barty le parecía que solo quería coger en el baño del pub al que habían ido a beber. Bien por él, no era el tipo de personas que dejaba pasar una oportunidad como esa.
Además, Merula lo había hecho reír, legitimamente le parecía que ambos estaban en busca de lo mismo: una noche en la que ninguno tuviera que pensar en la vida que los esperaba fuera de las paredes del bar.
—Ugh —tiró su celular a un lado con desprecio—, es el imbécil de mi padre.
Barty se rió.
—Hmm, sí, tengo experiencia con esos —le dió un sorbo a su bebida.
Merula le regaló una sonrisa sagaz desde el otro lado de la mesa.
—Brindemos por ellos —sugirió alzando su tarro de cerveza en el aire con energía—, para que salgan pronto de nuestras vidas...
—¡Salud! —celebró Barty levantando su tarro en el aire.
—... y por una magnífica noche —añadió con picardía, guiñandole el ojo solo segundos antes de chocar los tarros.
Barty sonrió con suspicacia.
Sí, definitivamente quería enrollarse con él.
Ambos terminaron el contenido de sus bebidas de un solo trago.
Efectivamente, antes de acabara la noche, después de haber perdido la cuenta de sus cervezas, terminaron teniendo sexo en uno de los cubiculos del baño del bar. Barty consideró aquello como una victoria a medias. No se veía llamando de nuevo a Mérula para otra cita, no por falta de interés, sino porque le era claro que la chica solo buscaba un poco de diversión desmedida. ¿Y quién mejor que Barty para ofrecerle aquello? Era casi un servicio a la comunidad.
Sus manos subían por sus piernas mientras embestía una y otra vez al compás de su respiración intranquila. No sabía cuánto había necesitado aquello, necesitaba la perdición de la fricción, recurrir a sus instintos más primarios, porque en ese momento no era Barty Crouch, era hedonismo desproporcionado, era el pequeño y único momento de felicidad que se podía permitir, el único que se merecía realmente.
—Me gusta cuando me miran mientras… —Mérula susurró en su oído una sarta de palabras que estaban a punto de llevarlo al borde. Su voz rasposa estaba mezclada con uno de sus gemidos de placer. Barty no se detuvo, levantó la mirada y la vio directo a los ojos mientras perseguía el sentimiento.
Antes de alcanzar el clímax y sentir el éxtasis y liberación que solo una aventura como aquella podía darle, sucedió algo que no pudo haber visto venir, algo que cambió las cosas para siempre, porque después de algo así, estaba cien por ciento seguro de que no había vuelta atrás.
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Barty llegó al dormitorio pasadas las dos de la mañana. Tenía miedo de estar tan borracho como para hacer una tontería, así que realizó la prueba de los skittles -como le llamaba Pandora-, antes de entrar al cuarto que compartía con Evan.
La prueba de los skittles consistía en tres básicos pasos para saber si estabas lo suficientemente sobrio para ser responsable de tus acciones:
Primero: ¿Estaba lo suficientemente consciente para recordar su nombre?
Sí, sí lo estaba. Su nombre era Bartemius Felicis Crouch .
Segundo: ¿Podía aguantar el peso de su cuerpo en una pierna sin caer al suelo?
Tal vez no estuvieran a punto de llamarlo del circo para contratarlo como balancista, pero sí, podía hacerlo.
Tercero: ¿Podía comprar efectivamente unos skittles de la máquina de aperitivos de la sala común?
Le tomó quince minutos y la ayuda de uno de sus compañeros de casa, pero los skittles estuvieron en su mano antes de pasar el marco de la puerta. Eso era otra victoria a medias, lo que quería decir que ya tenía una completa.
Lo primero que notó al entrar a la habitación fue la mirada preocupada de Evan y se sintió culpable por ser la razón de su angustia.
—¿Cómo te fue? —preguntó intentando sonar casual.
—¡Fantástico! —respondió Barty arrastrando las palabras y tiró los skittles encima del libro que Evan había estado leyendo hasta ese momento.
Se tiró a la cama y puso un brazo sobre su frente, esperando quedarse dormido antes de que Evan pudiera hacerle más preguntas. Desafortunadamente, eso no ocurrió. Evan se sentó en el borde de su cama y le apartó el brazo de encima del rostro.
—Estás borracho.
—Pasé la prueba de los skittles —se excusó.
—De acuerdo —se levantó de la cama y abrió el pequeño refrigerador de su habitación para sacar un Gatorade y lanzarlo encima de su pecho—, no tienes que hablar de ello, pero tienes que hidratarte antes de irte a dormir.
Barty rezongó por lo bajo pero se sentó, abrió la tapa de la botella, e ingirió la mitad de sus contenidos de un solo jalón, limpiándose la boca con la parte trasera de su brazo una vez que terminó. Evan se sentó a su lado y Barty sintió una horrible ola de vergüenza arrastrarlo por la habitación.
—Has estado bebiendo más de lo normal —dijo suavemente Evan.
Allí estaban de nuevo. Sus ojos preocupados y llenos de afecto. Los malditos ojos que había visto justo antes de alcanzar uno de los mejores orgasmos de su vida solo minutos antes. Estaba seguro de que era un juego de su mente. Mérula tenía los ojos verdes, eran parecidos a los de Evan, de ahí su confusión ¿o no lo eran? Ahora que los veía mejor…
—¿De qué color son tus ojos? —le preguntó curioso, dejando que el alcohol excusara lo extraña que era esa pregunta e inclinándose hacia él para inspeccionarlos— ¿Son azules o verdes? —La gente normal no veía los ojos de su mejor amigo en su mente antes de alcanzar el clímax, estaba muy seguro de ello.
Evan no se alejó, pero Barty notó el suave rubor que subió por su cuello hasta sus mejillas y lo encontró adorable. Tal vez en verdad si estaba muy borracho después de todo.
—Ambos —respondió nervioso— cambian de color dependiendo de la luz.
Se quedaron en silencio. Barty observando atentamente cada una de las formas en los ojos de Evan, los picos y los valles de color bajo la tenue luz de la lámpara de mesa que los hacían parecer grises y por un segundo se cuestionó si…
—¿Por qué lo preguntas?
Entonces encontró algo más fascinante en lo que enfocarse. Su mirada bajó instintivamente a sus labios. Nunca se había percatado de lo voluminosos y suaves que parecían ser los labios de Evan. Se preguntaba si las chicas que lo habían besado pensaban lo mismo. Si las había besado lento y dulce, era el tipo de persona que se tomaría su tiempo, que las trataría con cuidado, esperando tocar algo más que sus labios, tal vez ser capaz de tocar también su alma con ellos. Se preguntaba sí había colocado una mano en la parte de atrás de su cuello para intensificar la fuerza del beso, si había mordido y explorado con su lengua, si aquello lo había excitado.
—Barty… me preocupas.
Un calor familiar y desesperado comenzó a bajar por su pecho y se instaló en sus pantalones.
—Yo…
Se acercó un poco más a él, esperando descubrirlo… quería descubrirlo, no tenía solo que imaginarlo, podía hacerlo si solo se movía un poco más. Evan estaba terriblemente cerca. Tal vez él también se preguntaba lo mismo.
El teléfono de Barty vibró en su bolsillo. El sonido de la marcha imperial regresandolo a la realidad .
— Mierda —suspiró por lo bajo.
No tenía que verlo para saber de quién se trataba, era su padre. Entonces, pensando dos veces en lo que estaba haciendo y concluyendo que era lo mejor para los dos, Barty se alejó.
Dios, qué estaba haciendo.
Se levantó de la cama culpando al alcohol de jugar con su mente, a Regulus de crear inseguridades falsas en él y a sí mismo por sus asquerosos pensamientos y la manera en que su cuerpo lo había traicionado.
“Compartiendo genes con la loca de tu madre nunca serás una persona normal”.
Apagó su teléfono y lo tiró bajo la cama.
Las personas normales no alcanzaban el clímax con la imagen de los ojos de su mejor amigo en mente, ni tenían erecciones pensando en sus labios. Había algo seriamente mal en Barty y no pensaba llevarse de por medio a la persona que más le importaba, la única que se preocupaba por él, la persona que lo había cuidado en las buenas y en las malas. No podía hacerle eso.
—Tienes razón, estoy completamente destruido Evs —se llevó una mano a la cabeza y dio unos pasos hacia el baño que compartían—, voy a darme una ducha y luego a dormir. Hablaremos de esto mañana, ¿de acuerdo? No me esperes despierto.
Ni siquiera volteó a ver a Evan.
Toda esa situación era totalmente ridícula y vergonzosa.
Solo salió del baño una vez que se aseguró de que ya estaba dormido y entonces, después de eso, pasó el resto de la noche pensando en que se encontraba solo a unos pasos de distancia. No pudo conciliar el sueño hasta la mañana siguiente.
Estaba perdiendo la cabeza, y nunca había estado tan aterrorizado como en ese momento.
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Estuvo varios días evitando a Evan. Como resultado, pasó la mayor parte de su escaso tiempo libre -porque con tantas citas y fiestas no había tenido tiempo para ocuparse de estudiar y ahora tenía que compensar su falta de responsabilidad con horas de estudio- con James Potter; hablando sobre cómo mejorar su estrategia de conquista, cómo identificar posibles puntos en común y buscando futuros prospectos por el campus.
La mayor parte del tiempo Barty se lo tomaba como un juego. Solo escuchaba la mitad de las cosas de las que hablaba, pero su charla desmedida era de alguna forma reconfortante.
Cumpliendo su parte del pacto, también le ayudó a distraerse el que estuvieran planeando juntos cómo sorprender a Regulus para San Valentín.
—A Regulus no le gustan nada esas muestras de afecto exageradas y públicas que tienes en mente, olvídate de eso Potter. Tu mejor opción es encontrar un lugar callado y privado en el que pasar la tarde con él.
—¿Como cuál?
Visitaron el invernadero, los cines, los salones de artes, pero ningún lugar cautivó tanto a James como el Observatorio. Había sido amor a primera vista, si es que Barty era capaz de reconocerlo a ese punto.
—Es el lugar perfecto —declaró, y sentados con las piernas sobre los respaldos de las sillas, mirando hacia el falso cielo estrellado sobre sus cabezas, intercambiaron ideas de lo que podían hacer una vez que estuvieran allí.
—Podría poner un mantel en medio de la sala, como si estuviéramos fuera en un picnic, pero aquí adentro.
—Podrían tener sexo contra el telescopio —bromeó Barty. James le golpeó el hombro y lo miró con reprobación.
—¿Te puedo preguntar algo?
James lo miró con curiosidad.
—¡Claro! Dispara.
Barty se tomó unos segundos en juntar el suficiente valor para preguntar lo siguiente.
—¿Cómo es que pasó para ustedes?
Se quedaron en silencio por unos segundos hasta que Barty comenzó a impacientarse.
—Bueno… —comenzó James, pensándolo un poco más antes de continuar—, a veces no lo sabes a la primera. Toma un poco de tiempo entenderlo. El enamoramiento no lo es todo, el amor no siempre se ve como una montaña rusa de emociones intensas. La paz que viene con el amor es el verdadero tesoro. El sentimiento de que llevas tú hogar en el corazón de otra persona, de no necesitar, pero saber que si estuvieran juntos todo sería mejor.
—¿Y cómo supiste que…?
—¿Cómo supe que era Reggie? —preguntó, adelantándose a su pregunta.
—No… —suspiró profundamente, esperando que James, mantuviera solo entre ellos aquella conversación— ¿Cómo supiste que te gustaban las personas de tu mismo sexo? —No sabía por qué, de entre todas las personas con las que pudo hablar de ello, fue James Potter el primero al que le dejó ver bajo su máscara. Agradecía que James no pudiera ver su rostro, porque estaba seguro, por el calor que sentía, que estaba rojo como un tomate y avergonzado como si hubiera hecho algo totalmente inmoral, y tal vez así se sentía para él. Inmoral e incorrecto—. ¿No tenías miedo de que las cosas cambiaran? ¿De que todo se fuera a la mierda? ¿De que tus amigos y familia te vieran diferente?
James no dijo nada por un buen rato, pero Barty, por miedo o respeto, no volteó el rostro en ningún momento para evaluar su reacción.
—Al principio fue un poco intimidante y cualquiera que te diga que no siente al menos un poco de miedo estaría mintiendo, pero… no sé. Realmente nada tenía por qué cambiar, siempre había sido esa persona, solamente aún no lo había descubierto —Barty estaba aguantando la respiración sin darse cuenta—Lo más difícil fue ponerle un nombre. Hay tantas posibilidades… lo que es maravilloso —se apresuró a decir—, pero también puede ser bastante confuso.
—¿Y… al final qué nombre le pusiste?
James se encogió de hombros, aún miraba al cielo estrellado sobre sus cabezas.
—Nunca estuve enamorado del género de las personas, era solo una característica más de quienes eran, lo que importaba siempre iba mucho más allá de eso.
Barty suspiró de nuevo, preguntándose si importaba para él.
La verdad es que nunca lo había considerado una opción hasta que tuvo que pensar en ello, hasta que tuvo la libertad de elegir.
Pero sí lo hacía , le importaba muchísimo. Era importante porque para los demás era importante. Porque nunca había considerado las implicaciones de que tal vez todo ese tiempo había estado evitando salirse de lo convencional. Porque entonces su padre tendría la razón, nunca había sido normal , siempre diferente , y entonces ¿En dónde lo dejaba aquello? ¿Sería su destino igual al de su madre? ¿Se perdería lentamente a manos de la demencia hasta no recordar siquiera a sus amigos? ¿En qué mundo podía darse la oportunidad de que eso fuera cierto? Y si no lo hacía, ¿significaba que estaría toda su vida pasando de chica en chica esperando sentir algo que se asimiliara remotamente a lo que en realidad buscaba?
Lo más importante de todo era: ¿Por qué ahora? Y ¿por qué Evan?
¿Por qué de repente todo había cambiado en su dinámica de un día para otro? ¿Era el hecho de que nunca se había considerado una persona merecedora de amor hasta el momento en que Regulus mencionó la posibilidad? ¿Era porque el resto de sus amigos le hicieron creer que sí lo era? ¿Y qué tanto lo creía? Porque si Barty era merecedor de amor, estaba seguro de que no era merecedor del de Evan. No. Él merecía el mismo tipo de amor que podía ofrecer. Oculto, dañado y maldito. Evan se merecía muchísimo más. Para empezar, Evan era completa e irrevocablemente heterosexual.
—Puede parecer que lo cambia todo —dijo James—, y puede que sea así, pero es el tipo de cambio que te hace una mejor persona, porque siempre que descubres un poco más de quién eres, te acercas a ser más honesto contigo y con los demás.
Barty lo pensó por unos minutos mientras las constelaciones se movían de lugar en el cielo y daban paso al otro hemisferio de la tierra.
—¿Crees que las personas que están en el closet se están traicionando a sí mismas? —le preguntó en un susurro.
James no supo qué responderle.
Tal vez estaba exagerando. Tal vez solo estaba confundido. Tal vez aún podía encontrar lo que buscaba en el cuerpo de una mujer.
¿Qué había de Regulus? ¿Por qué nunca se había sentido así por él? Era su mejor amigo, al igual que Evan, había compartido más de la mitad de su vida con él y era bastante atractivo, viéndolo desde un punto totalmente objetivo; pero imaginarse besando a Regulus le daba arcadas. Imaginarse besando a Evan, por el otro lado… era algo en lo que no se podía permitir pensar.
—Tal vez… de alguna forma —terminó diciendo James. Lo que lo hizo sentir como una mierda.
Solo para distraerse, decidió desviar la conversación a otro tema, uno que había empezado a revolotear en su mente mientras más tiempo pasaba con James.
—¿Lo amas? —le preguntó Barty curioso.
Escuchó a James suspirar a su lado y no pasó mucho tiempo antes de que dijera:
—¿Sabes? Nunca lo he dicho en voz alta, pero sí. Amo a Regulus como si lo hubiera hecho toda mi vida.
Barty sintió un torbellino de emociones en su estómago.
“Como si lo hubiera hecho toda mi vida” .
Las implicaciones de sus palabras despertaron algo nuevo en él.
Los celos que había sentido desde que Regulus le confesó que era novio de James Potter se esfumaron. Se encontró a sí mismo, incapaz de seguir odiando a James.
—Bien —le respondió suavemente—, asegurate de que lo sepa.
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Barty lo entendió todo para el fin de semana, después de hablar seriamente con James sobre la variedad de posibilidades y nombres que podían identificarlo. James se había convertido en la única persona que sabía de su confusión y al que había hecho jurar bajo amenaza que no hablaría con nadie al respecto.
—¿Has pensado que tal vez solo eres bisexual? ¿que te gustan ambos? ¿o que tal vez te gusta todo?
—Potter, ¡Eres un genio!
Barty solo estaba confundido. Era típico de él, siempre querer todo. Su fijación por Evan solo se trataba de su miedo a perderlo. Sí, tal vez sentía cosas que no entendía por él, pero eso no quería decir que fuera la única persona por la que podía sentir cosas, ¿cierto?
—Supongo que el amor es una decisión —dijo James, no tan seguro de sí mismo.
El primer paso que tomó fue dejar de esconderse entre las sombras de sus dos mejores amigos. Evan y Regulus no tenían la culpa de su tormenta mental y no tenían por qué sufrir las consecuencias de sus indecisiones.
El segundo fue salir con Narcissa Black.
Ella era la persona que Sybill había visto en las cartas aquella noche del lunes. Estaba seguro. Cabello claro y ojos grises, parecidos a los de Evan, por eso había sido la primera persona que se le vino a la mente.
Pandora les organizó de inmediato una cita y, ante la sorpresa de todos, Cissa aceptó.
—Te sentirás más en confianza si uno de tus amigos está contigo —sugirió James.
Solo había una cosa que ni siquiera James sabía: quién era la persona que había comenzado toda esa guerra de sentimientos en su interior. Pandora le pidió a Evan que lo acompañara a la cena, nadie hubiera imaginado que eso llegaría a ser un problema para él.
Una cita doble. Barty y Narcissa, Evan y alguna otra chica. Regulus se había marchado de la cafetería que solían visitar sin poder contener la risa. Barty quería golpearlo.
—Es un idiota —se quejó por lo bajo y Evan lo miró con ese dejo de preocupación que no había dejado su rostro desde que realizaron la apuesta.
La noche del sábado llegó rápido. Se bañó, vistió, perfumó e incluso compró un bouquet de flores para Cissa.
—Entonces… ¿A quién invitaste? —le preguntó Barty.
—Willow Greengrass. Lilo para sus amigos —se encogió de hombros—, me pareció que era agradable. Está en mi clase de historia del arte, la que llevo con Minerva.
—¿La acabas de conocer o…?
Evan se rió por lo bajo, pero parecía algo nervioso.
—Hemos estado en la misma clase todo el curso, pero nunca habíamos hablado antes.
—Bien. Suena bien —le regaló una sonrisa forzada y se metió al baño para arreglar las últimas hebras sueltas de su cabello.
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Willow, o Lilo como pedían que lo llamaran, era un chico.
Un chico.
Sexo masculino.
Barty no sabía cómo sentirse al respecto. Un poco traicionado, un poco ofendido, un poco triste y un poco celoso de una manera en que no había experimentado antes. ¿Desde cuándo Evan salía con otros chicos? ¿Qué mierda significaba eso? ¿Por qué nunca le había hablado de esa parte de su vida? Ni siquiera lo corrigió cuando usó el pronombre femenino para referirse a su cita ¿Estaba ocultandolo a propósito?
Su presentación fue incómoda.
—Barty Crouch —frunció el ceño.
Lilo era de buen ver, en esa forma discreta que llama tu atención sin mucho esfuerzo. Era alto, de cabello marrón claro, ojos color miel y una sonrisa contagiosa.
—Es un gusto. Me emociona conocer a los amigos de Evan —respondió animado, su mirada solo hablaba de lo alegre que se encontraba de estar allí. Barty quería vomitar sobre sus zapatos.
Lo peor de todo era que Evan tenía razón, Willow era bastante agradable, en especial si lo ponías en contraste con Narcissa, quien miraba a un lado y otro como si estuviera siendo perseguida por la policía y no le había dirigido la palabra a Barty desde que se sentaron en la mesa. Parecía no importarle en lo absoluto lo que pasaba a su alrededor.
Evan, por su parte, se veía jodidamente apuesto esa noche.
—¿Cómo se conocieron? —preguntó Lilo después de pedir las entradas y platos fuertes al mesero.
—Oh —Barty miró de reojo a Narcissa, quien tenía la mirada fija en su teléfono y escribía un mensaje de texto a la velocidad de la luz—, Cissa es la prima de Regulus, nuestro mejor amigo —respondió lo más cortés que pudo—. ¿Qué hay de tí? Evan no me ha contado mucho de… —Barty no sabía cómo explicar la situación.
Willow se rió ligeramente, un ligero rubor se pintó en sus mejillas y vió a Evan como si sostuviera todos los planetas del sistema solar. Barty sintió la insensata necesidad de borrar esa sonrisa de su cara con un golpe.
—Honestamente, pensé que nunca iba a preguntar —se rió de nuevo—, creo que hice el ridículo muchas veces tratando de que se enterara de que existo.
—Oh, sabía que existías —respondió Evan apenado y se rió por lo bajo.
—Vaya —Barty respiró profundo y se encogió de hombros—, que extraño. Nunca había escuchado tu nombre hasta hoy. Una gran impresión no has de haber dejado.
Sintió la patada de Evan bajo la mesa y soltó un gemido de dolor exagerado. El rubio lo miraba desde el otro lado de la mesa furioso.
—Tengo derecho a guardar mis secretos —dijo de mala gana.
Willow escondió su incomodidad tras una risa nerviosa y tomó la mano de Evan bajo la mesa.
—¿Desde cuándo sales con otros chicos, Evan? —le preguntó de repente Narcissa, quien solo levantó la mirada para examinar la interacción entre ellos.
—Esa es una buena pregunta —secundó Barty.
—Eh… —Evan parecía incómodo al ser el centro de atención.
—¿Por qué mejor no hablamos de otra cosa? —sugirió Willow—. Perdoname si estoy sobrepasando mis límites —le dijo a Evan—, pero creo que es algo que ambos estamos explorando recientemente. Estamos tomando nuestro tiempo para entenderlo, ¿Cierto?
Evan asintió, ensimismado con la gentilidad con la que Willow dijo aquello. Barty lo odió incluso más, el tipo de odio que nace de la envidia. Narcissa se encogió de hombros sin darle importancia.
—Siempre pensé que Evan terminaría saliendo con Pandora. Aún recuerdo como la perseguía por todas partes durante las fiestas de los Rosier.
Barty y Evan se miraron totalmente anonadados, con las bocas ligeramente abiertas por la sorpresa.
—Cissa… es su hermana —le recordó Barty—, Pandora es su hermana. ¿Cómo es que no sabías eso?
Evan explotó en risas, lo que hizo que Willow lo viera como si hubieran encendido la luz en la habitación, y Barty se llevó una mano a la frente sintiendo vergüenza ajena, la que Narcissa no sentía.
—¡Já! ¿Enserio? Ahora todo tiene sentido.
—Tiene razón. Siempre he perseguido a mi hermana mayor por todas partes. De pequeño estaba obsesionado con ser como ella —alegó Evan.
—No terminaron tomando caminos tan diferentes —añadió Narcissa.
—¿Qué quieres decir? —le preguntó Barty con curiosidad.
—¿No lo sabes? Pandora está en toda esa mierda de poliamor. Lo último que supe es que estaba saliendo con el fenómeno de Lovegood y la piojosa de Lili Evans. Hay una nueva palabra para ello, honestamente no tengo idea de cuál es.
—Pansexual —dijo Evan seguro—, mi hermana es pansexual.
Barty se quedó callado por unos segundos. Primero pensando en Pandora, y en cómo le parecía que ninguno de ellos hablaban de las cosas que realmente importaban, o que tal vez simplemente no las hablaban con él; y luego pensando en lo incompatibles que eran él y Narcissa, y el error que había cometido al organizar aquella cita.
La comida llegó, alivianando un poco el ambiente tenso que se había levantado en la mesa. Barty descubrió que Willow era un escultor, que era un estudiante becado con una larga suma de deuda estudiantil y que planeaba mudarse a New York una vez que terminara su carrera en Hogwarts. Una vez que terminaron con el plato fuerte, la conversación se tornó en dirección a Narcissa y Evan, quienes intercambiaron historias de su juventud. Barty no había formado parte de sus vidas hasta mucho después, durante su primer año de secundaria.
—Barty siempre ha sido un bruto —se burló Cissa con gracia.
—¡Hey! Este bruto te trajo a cenar —se quejó.
—Es más que eso, solamente le gusta que piensen que no tiene mucho que ofrecer —respondió Evan tranquilo.
—Mantén las expectativas de los demás bajas esperando que siempre puedas superarlas —Barty se encogió de hombros.
—Si alguien lo conoce, ese serías tú —le devolvió Narcissa a Evan sin darle mucha importancia.
—¿Desde hace cuánto son amigos? —preguntó Willow, repentinamente interesado.
—Nos conocimos en el primer año de secundaria —dijo Evan—, gracias a Regulus.
—Recuerdo eso, por un tiempo no se soportaban. Evan creía que Barty era un creído sabelotodo —Barty se rió por lo bajo recordando su enemistad durante esas primeras semanas. Evan resopló por lo bajo.
—Lo sigue siendo.
—¿Cuándo te diste cuenta de que te gustaba Evan? —le preguntó Willow con falsa animosidad a Barty. El silencio incómodo del doble sentido de esa pregunta los arropó a los cuatro. Barty sabía identificar un comentario venenoso cuando lo escuchaba, ese lo tomó desprevenido. Se quedó con los ojos fijos en Willow mientras sonreía—, digo, ¿Cuándo se hicieron amigos y eso?
Como odiaba a ese tipo.
No solo lo odiaba, esa era una pregunta que no quería responder.
Era un tema de dos, ni siquiera Regulus sabía exactamente los detalles de la historia. Evan y Barty le habían pedido una tregua a su enemistad el día en que Barty llegó a su casa temblando y tiritando del frío, bajo la lluvia de Agosto, pidiendo asilo porque su padre se había olvidado de dejarle las llaves de su propia casa.
—¿Suele hacer eso? —le había preguntado Evan.
—¿Qué? —preguntó Barty entre temblores.
—Olvidarse de tí.
El lazo entre Barty y Evan estuvo sellado con el dolor de sus traumas compartidos desde ese día. Nunca más habían hablado de ello. Ni entre ellos, ni con otras personas. Pero de alguna forma, con el tiempo, la repetición y la costumbre, se convirtieron en lo más importante de sus vidas.
—No te olvides de tí como tu padre lo hizo —le recordaba en los días que tenía que cuidar de él.
Pero Barty no quería hablar de eso, esa historia tenía su valor en el hecho de que solo ellos dos la conocían.
—Eventualmente me gané su corazón —respondió socarrón y Evan puso los ojos en blanco—, no hubo un momento exacto. Simplemente pasó.
—Muy bien, basta de hablar de mí —contestó Evan apenado y tratando de cortar la tensión que se había creado en la mesa.
—Me parece bien, le toca a Willow, casi no sabemos nada de él —sugirió Barty.
—¿Qué quieren saber? Soy un libro abierto —respondió desafiante.
—¿Qué tanto te gusta Evan?
—Bastante —respondió seguro con una sonrisa pícara y, solo para demostrar su punto, tomó a Evan de la mano y dejó un beso en ella—, quiero estar en su vida por un buen tiempo, si me lo permite.
Evan se movió incómodo en su asiento y miró a Barty de reojo, inspeccionando su reacción. Estaba seguro de que no se sentía cómodo mostrandole ese lado suyo a Barty, por alguna razón no le había contado al respecto. Tal vez el incidente del otro día lo había desubicado, tal vez se había dado cuenta de la manera en que su cuerpo había reaccionado la noche en que llegó borracho a su habitación, tal vez no quería complicar su amistad.
Todas aquellas eran razones válidas para no confiar en Barty, pero lo hacían morir un poco por dentro.
—Bueno, nunca vas a poder estar en su vida por más tiempo que nosotros —dijo a propósito, intentando borrar la sonrisa de su rostro.
—No es lo que busco. ¿Cómo dicen? ¿No es sobre el tamaño de la embarcación sino la moción del océano? Estoy seguro de que puedo dejar una impresión que no podrá olvidar por mucho tiempo.
Barty lo iba a matar con sus propias manos.
—¡De acuerdo! La noche se acaba cuando comienzan las insinuaciones descaradas —interrumpió Evan—. Tengo que ir al baño. ¿Alguien quiere pedir el postre o estamos listos para irnos?
Willow se encogió de hombros y Narcissa parecía lista para marcharse.
—Te acompaño —terminó diciéndole a Evan. Lo empujó por el hombro y se fueron caminando en silencio hacia los lavatorios.
Una vez que estuvieron dentro del baño, y Barty se aseguró de que no hubiera nadie más en la estancia, cerró la puerta con seguro y miró a Evan furioso.
—¿Por qué no me dijiste nada?
—¿Nada de qué? —Evan estaba igual de tenso que Barty, mirando de reojo la puerta como si quisiera asegurarse de que seguía teniendo una oportunidad de salir de allí, de escapar si así lo deseaba.
—Sabes muy bien de qué, Rosier.
—No es tu problema. No es el problema de nadie, de hecho, puedo hacer lo que quiera con mi vida —Barty se llevó una mano a la cabeza y desordenó su cabello con impaciencia. Había algo que quería decir. Algo que estaba escalando por su pecho, arañando y jalando porque no podía seguir más dentro de él—. ¿Estás tratando de arruinar mi cita? —le preguntó con desdén.
—¿Qué? ¡No! Por supuesto que no.
—¿Entonces? ¿Qué intentas hacer? —Evan estaba igual de enojado que él—. No soy Regulus, Barty. No me puedes decir con quién salir. No tienes ningún tipo de derecho sobre mi vida.
—¡Nadie dijo nada sobre eso! No me estoy quejando de tu estúpida cita, ¿de acuerdo? —Barty exhaló profundamente y se acercó solo unos pasos frente a Evan para verlo mejor. Inspeccionar su semblante, la manera en que sus manos temblaban y por eso tenía que cerrarlas en puños a sus costados, la forma en que se mordía los labios porque estaba nervioso—. Siento que no confías en mí, ¿por qué no me habías dicho que tu cita era un chico? —pero Evan no tenía una respuesta y eso era incluso peor—. ¿Es eso? ¿No confías en mí?
—No, no es eso —admitió nervioso—, no quería que pasara justo lo que está sucediendo ahora, lo mismo que pasó con James —soltó una risa irónica—. ¡Por dios! Vienes con Narcissa y ni siquiera han intercambiado más de dos o tres miradas en toda la noche cuando en la tarde pensabas que era la solución a todos tus problemas. ¿De qué se trata eso?
—¿Qué estás insinuando?
—Es bastante obvio, Narcissa no te va a hacer ganar la apuesta con Regulus, no estás siquiera un poco interesado en ella y ahora estás sacando tu furia con la única persona a tu alcance —lo desafió Evan con firmeza—. ¿Qué quieres de mí? Estoy harto de este juego.
Lo más extraño de todo, era que Barty no lo sabía, pero lo que quería decir estaba a punto de subir por sus cuerdas vocales y tomar posesión de su cuerpo. Lo que quería decir era más como lo que quería hacer y sus manos estaban temblando con anticipación porque no quería que se fuera con Willow y el no quería irse con Narcissa, quería regresar a su dormitorio y terminar lo que no había podido unas noches atrás, y se sentía tan mal con ello, pero lo deseaba tanto que no podía contenerlo.
¿Alguna vez has sentido tanta desesperación que lo único que puedes hacer es llorar? Eso era lo que quería hacer Barty, lanzarse a llorar a sus pies y pedirle que no lo dejara. Porque ¿Dónde quedaba él en todo eso?
—No te vayas con él —le pidió en un último intento de reconciliar su necesidad, pero Evan no dió paso atrás, siempre tocando el botón rojo, tocando las sensibles partes que nadie más se atrevía a tocar, aquellas que tenían una cita amarilla de “No pasar”.
—Voy a hacer lo que quiera —lo desafió.
—No me hagas esto, Evan —le volvió a suplicar.
—¿Por qué no?
Eso cortó la última cuerda que lo contenía.
No está orgulloso de lo que hizo después.
Lo que había estado queriendo salir de su boca encontró la manera de empujar a Evan hacia la pared del baño, juntar sus cuerpos de pies a hombros y terminar con lo que había empezado el miércoles por la noche.
Barty lo besó, y se sintió mejor de lo que había imaginado. Evan era como whiskey de miel; un veneno dulce y cálido que podía tomar sin parar hasta perder la conciencia. Podía saborear el alcohol en sus labios, podía sentir lo suaves que eran y la necesidad de morder, de explorar, de probar.
Su corazón se había elevado a una frecuencia totalmente inexplorada para él. No era solo algo físico, Barty había tenido suficiente de eso en su vida para saber que se sentía diferente, era una familiaridad extraña.
No lo detuvo el hecho de que Evan fuera un chico, el primero al que besaba y la única persona por la que había sentido algo más que atracción sexual, o de que fuera su mejor amigo, o de que estuviera allí con alguien más, o de que eso lo hiciera diferente y, por consecuencia, exactamente lo que su padre esperaba de él; solo quería que nunca lo dejara, porque no se imaginaba un mundo en el que tuviera que compartir ese sentimiento con nadie.
Evan tampoco lo detuvo y Barty aprovechó para intensificar su beso solo por unos segundos antes de que lo empujara hacia atrás y lo mirara como si hubiera perdido la cabeza.
Sintió el rechazo de sus manos como si hubiera tirado un balde de agua fría en la fogata de su interior, la que él mismo había encendido. “No puedes tenerme” , eso era lo que significaba, “no eres lo suficientemente bueno.”
Las palabras de su padre retumbaron en su cabeza. No era normal, estaba condenado, no había un mundo en el que no sufriera la inminente posibilidad de la soledad porque estaba escrita en su ADN, y mientras más rápido lo entendiera, más rápido podría superarlo. Por eso actuaba como si no existiera, ¿cierto? Era su forma de protegerlo y enseñarle lo que el mundo real era, ¿No era eso lo que había dicho antes de marcharse? ¿Que solo lo hacía pasar por todo aquello porque lo quería?
—¿Qué acabas de hacer, Barty? —le preguntó Evan con la respiración entrecortada y los ojos dilatados.
—Mierda —susurró, dándose cuenta de lo mucho que la había cagado—, perdón.
—Estoy aquí con otra persona.
—Lo sé —miró al suelo avergonzado.
Evan cruzó la estancia, abrió la puerta con fuerza y dejó a Barty solo con sus pensamientos.
Si lo hubieran encerrado en una jaula con un león hambriento hubiera estado más a salvo.
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La cita con Narcissa fue un fiasco.
Al final, descubrió que solo había aceptado salir con él para poner celoso a Lucius Malfoy, quien estaba esperando fuera del restaurante listo para golpear a Barty en la cara y llevarse a Cissa a casa.
Barty no desaprovechó la oportunidad de desahogar un poco de la rabia contenida en sí mismo.
Regresó al dormitorio con el labio roto y un dolor intenso en el antebrazo, entumecido y hormigueando, los síntomas de que se había roto algo. Pero tenía una botella de alcohol en cada mano y bebió hasta que olvidó su nombre, esperando a que Evan pasara por la puerta en cualquier momento para pedirle disculpas.
Perdió la conciencia antes de que eso pasara, sentado con la espalda contra la mesa de noche entre sus camas y los pies en dirección a la puerta. Barty amaneció en la misma posición y la cama de Evan seguía vacía.
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—¿Estás bien, Crouch? —le preguntó James la mañana del lunes cuando coincidieron en uno de los pasillos—. ¿Qué le pasó a su cara?
Como ya era de costumbre, Regulus estaba solo a unos pasos de él y se acercó alarmado cuando escuchó a James.
—Barty ¿qué demonios?
—No es su problema, ¿de acuerdo? —sacudió la mano de James de su hombro.
—Una mierda no es mi problema —replicó Regulus con firmeza—, me vas a decir qué pasó ahora mismo. Te ves como si te hubiera atropellado un camión.
Tal vez eso hubiera sido menos doloroso, pensó Barty.
Optó por decir la verdad a medias para que lo dejaran en paz. Le dolía la cabeza y se sentía más seco que un cactus.
—El novio de Cissa no estaba muy feliz de que sacara a su novia a cenar.
—¿El novio de Narcissa? —preguntó Regulus desubicado.
—El imbécil de Lucius, supongo que lo mínimo que puedo hacer después de que me metiera en problemas es esparcir su secreto por ahí —bufó por lo bajo y se tocó el labio con la mano para asegurarse de que no estuviera sangrando activamente.
—Lo siento —James le dió una palmada en la espalda—, de haberlo sabido te hubiéramos advertido.
Barty se encogió de hombros desanimado.
—Da igual, era una idea estúpida desde el principio.
James y Regulus lo acompañaron hacia su próxima clase en silencio. Regulus insistió en llevarlo a la enfermería, en donde le colocaron una férula en el brazo para reducir el dolor y sujetar el hueso fracturado en su lugar.
Los días pasaron, pero no volvió a ver a Evan.
Barty sabía ver muy bien las señales de cuando alguien intentaba ignorar su existencia.