Drabbles de ángeles y demonios

Sandalfón era un ángel que estaba acostumbrado a hablar con los ángeles más notorios del cielo. Como Metatrón, pues su deber era presentar ante el señor las oraciones de los fieles. Se movía con gracia entre el plano mortal y espiritual. Pero ahora mismo estaba paralizado. Estaba oculto detrás del tronco grueso de un árbol, asomándose un poco solo para verla. Haniel. La jefa de las virtudes estaba sentada frente al lago, mantenía los ojos cerrados mientras disfrutaba del sonido del agua fluyendo y el viento mecía sus cabellos dorados. Era una visión tan hermosa que Sandalfón sintió que algo dentro de él se agitaba. Miró la flor en sus manos, una dalia de color violeta vibrante, la había encontrado de camino aquí y le pareció tan linda que pensó en traerla como un obsequio para Haniel. Pero ahora sentía que era muy poca cosa para ella, una ángel como Haniel merecía más, algo que fuera más significativo que una flor. Cuando estaba por retirarse para buscar algo más apropiado escuchó una suave voz llamarle. —¿Te vas a ir sin siquiera haberme saludado? Sandalfón se sobresalto y miró a la ángel. —¿Sabias que estaba aquí todo el tiempo? —Por supuesto, era imposible no notarlo cuando respirabas tan fuerte de los nervios. El ángel sintió que sus mejillas se teñían de la vergüenza, seguido se la suave risa de Haniel que se acercaba a él. —Vamos, no tienes que sentirte apenado, sabes que me pareces encantador cuando te ves así de tímido. Es adorable. —Por favor Haniel, no juegues así conmigo, llevo todo el rato aquí sintiendo que el espíritu se me iba. Ella estaba por contestarle pero sus ojos azules se fijaron en la flor en sus manos. —¿Es para mi? —¿Eh? —por un momento había olvidado su regalo— ¡Ah! Bueno, si, la traje para ti, aunque lo siento por no esforzarme más, es solo que la vi de camino aquí y como se que te gusta el violeta me pareció un buen detalle. Pensándolo mejor, debí de traer más pero de verdad tenía prisa por verte y- Su palabrería fue cortada de golpe por la sensación de los labios de Haniel sobre los suyos. Las alas de Sandalfón incluso se abrieron de la sorpresa. —Eso es tan dulce, ¿como puedes dudar de tus gestos tan lindos? —Es que... me gustas mucho, y de verdad quiero darte lo mejor... La mirada dulce de Haniel se enterneció más al oírlo. —Ya lo haces, el simple hecho de que aún después de tanto tiempo aún tomes en cuenta cosas pequeñas como los colores que me gusta es suficiente para mi. —Pero... —Pero nada —lo interrumpió—, además, somos pareja, podrías venir con las manos vacías y tu presencia para mi ya sería el mejor regalo del mundo. Oh, el calor en las mejillas de Sandalfón volvió con fuerza. Esta ángel tan maravillosa era su pareja. Y aún después de milenios juntos seguía tan enamorado de ella como la primera vez.