ID de la obra: 266

Drabbles de ángeles y demonios

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planificada Mini, escritos 26 páginas, 12 capítulos
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Hermes y Rafael

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La vida sin duda daba muchas vueltas, incluso para los seres inmortales. Rafael sabía que solo podía enamorarse una vez en la vida y se había arruinando. Había llegado a incluso borrar es sentimiento del amor romántico de su espíritu. Y ahora estaba esperando un bebé. Vueltas qué da la vida con ayuda del Creador. —Hermes, si sigues viéndome así vas a marcarme el vientre con la imagen de tu rostro. Rafael hablaba perezosamente desde la cama mientras acariciaba su vientre qué ya se veía hinchado por el embarazo. —Es que no lo entiendo. ¿Cómo funciona esto? —¿Ahora vas a fingir que no sabes como se hacen los bebés? Tú, el señor, tengo varios hijos en el Olimpo y muchos otros que tuve en la antigua Grecia. —Primero, muy bajo el echarme en cara mis chamacos pasados, ya lo habíamos hablado. Segundo, no me refiero a eso, me refiero a como exactamente funciona el embarazo de los ángeles si se supone que ustedes no tienen una verdadera forma. Rafael se burlo levemente. —Bueno, como pudiste comprobar el "proceso" es igual al de ustedes los griegos. —Y estoy agradecido por eso —dijo Hermes guiñándole un ojo. —Hmph, como te decía. Esa es la forma más cómoda de hacerlo, aunque podemos tomar cualquier otra forma para consumar el acto, como de aves, humanos o simplemente luz viva. El caso es hacerlo con la intención de concebir, para que El Padre nos bendiga con una nueva vida que nacerá como un huevo. —... ¿O sea algo así como los raritos de Cástor y Pólux? —Más o menos, los huevos serían algo distintos a los de ellos pero es una buena comparación. Hermes se dejó caer a su lado en la cama, acercándose más para colocar su mano en la base de su vientre, subiendo y bajando. No pudo contener una sonrisa orgullosa al sentir ya la redondez de su pareja. —Es una pena que no sea un embarazo como los del Olimpo. Adoraría sentir sus pataditas, seguro serían rápidas y fugaces, tal como muevo mis piernas al correr. —Claro, a ti te aparece encantador porque no serías tú el que lidiaría con la incomodidad de sus golpes. —¿Siempre tienes que matar la ilusión? —cuestionó Hermes, pero sin frustración real—. ¿Y qué crees que sea? —Mmmh, siento que será una niña, una pequeña de lo más adorable, si sacara mi hermoso cabello castaño y tu cabello rizado también sería un plus a su encanto. —Uy, no vayas a pecar de humilde con esa alabanza a tu cabello —bromeo con sarcasmo—. Pero me refiero a eso, me refiero a si crees que será un ángel como ustedes o tendrá más del lado divino. Rafael se quedó pensativo. Él amaría a su pequeña sin importar que fuera. Pero ante todo él era realista con la forma en la que se regía el cielo. —Una ángel... ya sabes como son las cosas aquí, solo hay lugar para un dios. El dios mensajero resoplo resignado. —Lo se, por eso mi permiso para estar aquí es temporal, solo hasta que tú, o bueno, nuestro pequeño no necesite de que estemos juntos para criarle. Rafael —Al menos ya tienes experiencia con las paternidades en distintos mundos. ¿O me equivoco? —Y dale con lo de mis aventuras pasadas. Pero esta bien, ahí tienes un punto. Aunque aún si no tuviera la experiencia, yo haría lo mejor por estar ahí para los dos, de falta de amor no se me van a morir. Hermes tomó al arcángel entre sus brazos y comenzó a besar sus mejillas canela de su pareja. —¡Hermes! Su exclamación de sorpresa fue ignorada mientras su marido seguía besando su rostro hasta ponerlo colorado. —Te amo, Rafi. El arcángel lo miró, aún sorprendido por la repentina muestra de afecto. Tener esos ojos de un turquesa pálido mirándolo con tanto amor lo hizo desviar la mirada. —... Yo también. —¿Tú también qué? —Sabes a que me refiero... —No, no lo se~ El arcángel ocultó su rostro en su hombro mientra se quejaba. –Ughh, ¿de verdad me harás decirlo? —Rafael, ya hicimos un bebé, creo que es muy tarde para sentirte cohibido al decirlo. Las mejillas de Rafael volvieron a oscurecerse de la pena, pero no tenía de otra. —... Te amo, Hermes. El rostro del dios se encendió en alegría, con las alitas de su cabeza agitándose enérgicamente y volvió a estrujar al arcángel entre sus brazos. —¡Oh, como me encantas Rafi! —¡Deja de estrujarme así, es incómodo! Aunque el ángel y el dios fueran una pareja poco convencional, era indiscutible que su futura hija nacería en un hogar amoroso. Tal vez demasiado amoroso.
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