PROMESAS
30 de junio de 2025, 14:11
Capítulo 3Promesas
A la mañana siguiente Hermione quien despertó bastante temprano para no tener que toparse con ninguno de sus amigos, en especial con Ron, decidió salir del castillo sin detenerse a desayunar, poco o nada le serviría si iba a terminar vomitándolo todo y gracias a los pocos alumnos en los alrededores pudo gozar de una relajante caminata hasta llegar al pueblo de Hogmade. Una vez allí se dispuso a desaparecer para poder aparecer en un bosque cerca de un pueblo muy conocido de Londres, pero una mano sosteniendo su brazo frustraron sus planes.
—¿No pensarás qué te irás sin mí verdad? —preguntó Draco con burla, la castaña bufó molesta mirándolo y dándose cuenta de que ya no lucia sus típicos trajes negros de años anteriores, increíblemente Draco Malfoy estaba usando ropa muggle y no cualquiera, porque se notaba que era de las mejores marcas.
—¡Qué demonios haces aquí Malfoy!
—Decidí ser una persona decente y no permitir que mi loca acosadora muera en una calle muggle porque tuvo la fantástica idea de no comer nada y usar la aparición sabiendo perfectamente que eso resta energía, la cual, por cierto, no tienes ya que no comes nada. Y antes de que se te ocurra decir algo. No, no me preocupa tu vida y no, no me importa si te gusta o no, iré contigo, mientras más sepa más podre sacar provecho de la situación, así que fin de la discusión, recuerda que se tus secretos y puedo contarlos cuando yo quiera.
Draco estiró su mano con la intención de que la castaña la tomara, pero por la dignidad que aún conservaba Hermione, eso no pasó. La castaña puso su mano en el brazo del chico realizando una aparición en la lejanía de los muggles para no ser vistos.
En cuanto toparon tierra firme y como el idiota de Malfoy lo predijo, Hermione sintió desvanecerse, pero siendo acorralada por un par de fuertes brazos.
—¿Estas bien? —preguntó el rubio quien por increíble que parezca parecía en verdad preocupado, logrando que el corazón de la castaña latiera desenfrenado mientras se perdía en la intensidad de su mirada con aquellos ojos grises que siempre la inquietaron. Había tenido la oportunidad de observar el gris de su iris una infinidad de veces en sus múltiples peleas, pero jamás le parecieron tan hipnotizantes como en ese momento.
—¡Granger! —habló nuevamente Draco al no recibir respuesta de la castaña—. Ya sé que soy irresistible y de seguro estas teniendo una entretenida fantasía sexual conmigo ahora, pero vamos a perder esa cita.
—¿Qué? No, yo no… ¡Yo no te estaba viendo!
El rubio esbozó una sonrisa ladeada demostrando lo poco que creía en sus palabras, así que Hermione resignada empezó su caminar seguida de Draco.
Tras unos minutos caminando en un incómodo silencio llegaron a una clínica obstétrica a la que, por suerte, no tuvieron que esperar mucho para ser atendidos.
—Luna Lovegood —gritó la recepcionista llamando a la siguiente paciente, Hermione se levantó a pesar de la mirada de confusión del rubio.
—No iba a arriesgarme —susurró con obviedad excusándose de sus acciones.
—Necesito sus documentos para llenar la ficha —dijo la recepcionista con tono severo y desconfiado. Hermione sacó con cuidado su varita escondida en el interior de su bota caña alta.
—¡Imperio! —soltó apuntando hacia la mujer—. No necesitas nada de mí, solo déjame pasar.
—Claro —aseguró la mujer con una sonrisa avanzando hasta el consultorio, mientras Draco esbozaba una gran sonrisa maliciosa como si ver a Hermione hacer una imperdonable, era lo más entretenido del mundo.
—¡Cierra la boca! —amenazó la castaña antes de cruzar el pasillo sabiendo las frases de burla que usaría el rubio.
—¿Luna? —preguntó la doctora sentada en su escritorio.
—Si, soy yo —contestó Hermione.
—Soy la doctora Pirce, toma asiento en la camilla —dijo mientras la castaña obedecía sus órdenes —Bien, primero revisaré tus signos vitales —comentó para empezar con sus actividades—. ¿Cuántos años tienes? —preguntó mientras anotaba los resultados en una ficha.
—18 años.
—¿No crees que eres muy joven para quedar embarazada? —preguntó con reprimenda esperando que su pregunta no fuera contestada—. Tú debes ser el padre —continuó sin quitar aquel tono.
Hermione miró a la puerta y Draco se encontraba apoyado en el marco de esta, con los brazos cruzados en su pecho y un gesto bastante molesto mirando a la doctora.
—Al menos no te abandonó —concluyó la mujer con burla mientras se levantaba de su asiento.
La mirada de sorpresa por ver al rubio entrar a la consulta con ella se borró rápidamente al escuchar esas palabras, recordando a Ron y su discusión, formando una cristalina capa en sus ojos.
—¡¿Por qué en vez de juzgarnos tanto no nos dice como está nuestro hijo?! —recriminó Draco demostrando así que no permitiría otro comentario de ningún tipo por parte de aquella mujer. Por su parte la doctora Pirce mostro una mueca sintiéndose ofendida por el atrevimiento y agresividad del joven, pero absteniéndose de responder para no provocar más el evidente mal humor del muchacho.
—Recuéstate en la camilla y descubre tu vientre —dijo la doctora con tono mucho más amigable, aunque se notaba en su expresión que aún se encontraba ofendida.
Hermione siguió las instrucciones en completo silencio, aunque tampoco podría hablar, aunque quisiera, las palabras del rubio la dejaron en shock. ¿En qué bizarro mundo paralelo se encontraba en la que Draco Malfoy conocía sus secretos, la ayudaba y ahora mentía para evitarle una humillación? ¡Por Merlín era imposible! ¿Estará hechizado? ¿Alguien uso una poción multijugos fingiendo ser él? Es imposible que el hurón engreído que conoció por 7 años desaprovechara tantas oportunidades para acabar con su vida. Tuvo el pergamino con su nombre, el conocer sobre su embarazo que le aseguraba una expulsión provocando que por fin se librara de ella en lo que resta del año escolar y ahora, aquella doctora, tuvo la oportunidad de ver como la juzgaba por ser tan estúpida e irresponsable para quedar embarazada y que, para colmo, el padre decidiera comportarse como un completo imbécil.
—Sentirás frio —explicó la doctora Pirce regresando a Hermione a la realidad, un aparato toco su piel provocando justo lo que le dijeron y tras unos segundos, la pantalla del monitor empezó a reflejar algo, al tiempo que un leve sonido se escuchaba en la habitación—. ¿Escuchan eso? Es el latido del bebé—. Hermione abrió la boca sintiendo el aire abandonar su cuerpo mientras la doctora Pirce seguía con su relato—. Esto de aquí —comentó señalando una pequeña mancha en la pantalla —es su bebé, aún está muy pequeño, pero por los resultados tienes 9 semanas.
Las lágrimas comenzaron a caer febrilmente por el rostro de la castaña. Estaba embarazada, el sonido de los latidos de su bebé resonó en sus oídos golpeándola con la realidad. Estaba embarazada, una vida crecía en su interior y estaba completamente sola.
—Los dejaré un momento —dijo la doctora Pirce al notar las lágrimas de la chica —ya puedes cubrirte.
Hermione se levantó de la camilla mientras la mujer salía del consultorio con la intención de darles algo de privacidad.
Las manos de la castaña temblaban incontrolablemente sintiendo el sudor instalarse en su cuerpo y aquella sensación de desvanecimiento, que, si no fuera por unos fuertes brazos que la rodearon protectoramente, estaba segura de que caería al suelo.
Draco colocó la cabeza de Hermione contra su pecho mientras acariciaba delicadamente su cabello incapaz de hablar, actuando por simple impulso al notar como la castaña se derrumbaba en sus brazos.
—No puedo hacerlo —sollozó Hermione aferrándose a la camisa del rubio como si su vida dependiera de ello—. No puedo hacerlo. Estoy sola, no puedo.
—Granger… —intentó hablar Draco tomando el rostro de la castaña entre sus manos, pero su voz salió tan rota que no pudo continuar.
—Me abandonó —murmuró más para ella que para el chico que la contenía.
Su voz se escuchaba apagada y se podía sentir su dolor y resignación en aquellas dos simples palabras, que entristecían a cualquiera.
—No estás… —intentó volver a hablar Draco sin éxito, así que respiró profundo acercando su rostro al de Hermione para unir sus frentes y hacer que lo mire—. Te prometo que no estarás sola.
Hermione quiso sonreír, creer en sus palabras, pero la agonía en su interior la mantenían inexpresiva. ¿Y cómo no sentirse así? Su mejor amigo, aquella persona con la que convivió por 7 años, a quien creyó amar por un efímero momento, ahora le daba la espalda, no esperaba un compromiso o algo por el estilo, porque sabía que aquella noche de borrachera había sido un grave error y se arrepentía de ello, pero creía que al menos el pelirrojo tomaría la responsabilidad por su parte de culpa en la situación. Se sentía traicionada, en el momento más difícil de su vida estaba siendo consolada y apoyada por su enemigo, mientras sus amigos no estaban.
—Bien, traje esto para ti —dijo la doctora Pirce entrando nuevamente a la habitación con una carpeta donde se hallaba múltiples frascos y cajas de remedios, por lo que Hermione aprovechó para separarse del rubio y limpiar sus lágrimas.
Ambos se sentaron en las sillas frente al escritorio de la doctora Pirce que ya se encontraba acomodada en su lugar.
—Estas vitaminas te ayudarán —explicó la mujer entregándole a Hermione los frascos—. Mientras las náuseas sigan las necesitarás. También te mandaré ácido fólico, muy importante para el bebé y calcio.
Hermione tomo todas las medicinas agradeciendo a la doctora Pirce y luego las guardó en su bolsa, mientras Draco revisaba meticulosamente la receta donde la doctora indicaba las cantidades y horarios de cada una.
—¿Esto es todo? —preguntó el rubio que aún mantenía su expresión endurecida por el incidente anterior.
—Si, aunque me gustaría programar otra cita, es recomendable tener controles mensuales para asegurarnos que no exista ninguna complicación en el futuro para ninguno de los dos —contestó la doctora Pirce con una sonrisa sincera—. Y esto, también es para ustedes —dijo entregándole a la castaña tres folletos.
Embarazo joven y como sobrellevarlo.
Adopción, pensando en el futuro.
Aborto seguro y sin prejuicios.
—Es su decisión —comentó rápidamente la doctora ante la expresión de estupefacción de la castaña—. Solo para que sepan que tienen opciones.
Hermione se levantó guardando los folletos en su bolso y manteniendo la cabeza gacha, así que Draco la tomó de la cintura para salir del lugar avanzando hacia la recepción sin detenerse a pagar, pues Draco ya lo había hecho antes de entrar, abandonando la clínica.
La doctora salió de su consultorio mirando detenidamente a ambos jóvenes.
—Cristal —habló dirigiéndose a su recepcionista —dame la ficha con los datos de Luna.
La muchacha se apresuró a buscar entre sus papeles, pero en cuanto los encontró descubrió que este se encontraba vacío a excepción del nombre.
—Yo… no sé… no hay… —tartamudeó la chica incapaz de comprender como pudo cometer tremenda falta de responsabilidad de su parte.
—Lo que imaginaba —soltó la doctora Pirce con calma, más para ella, que para su asistente—. En mi agenda hay un contacto, necesito que lo llames y le digas que debemos vernos de urgencia.
—Si —contestó Cristal aún apenada y conmocionada —¿Cuál es su nombre?
—Lucius Malfoy.