ID de la obra: 276

SOLO UNA VEZ

Het
PG-13
Finalizada
2
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
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95 páginas, 16 capítulos
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MOMENTO DE RECORDAR

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Capítulo 13Momento de recordar    Mansión Malfoy, 1997 Draco respiraba pesadamente mientras observaba sus manos temblar, incapaz de soportar el miedo recorriendo su cuerpo, lentamente introdujo su mano dentro del cuello de su camisa, sacando una cadena de oro, con el dije de una pluma, la apretó con todas sus fuerzas mientras las lágrimas resbalaban por su rostro, tras unos segundos su respiración se reguló mientras contemplaba aquel collar que inexplicablemente siempre lo calmaba. —¿Hijo estas bien? La voz de Narcissa entrando en su habitación alertaron al rubio quien rápidamente limpió las lagrimas en su rostro mostrando una postura de frialdad. —No veo porque debería estar mal. —Bella dijo que Dumbledore… —Fue Snape quien lo mató, no yo —sentenció el rubio mientras el miedo aumentaba—. Aceptare cualquier castigo que el señor tenebroso me imponga por mi falta. Las lágrimas de Narcissa comenzaron a recorrer su rostro ante el miedo de lo que su hijo tendría que enfrentar, pero antes de que pudiera hablar Bellatrix apareció en la habitación. —¿Por qué esas lágrimas Sissy? Dumbledore está muerto. —Mi hijo… —Hizo un buen trabajo con el armario, pero te advierto, tu cobardía con Dumbledore te costara caro. Ahora baja, mi señor te está esperando. Draco respiró profundo tratando de ganar valentía para enfrentarse a su castigo mientras su madre se derrumbaba en los brazos de Bellatrix. —Mi señor —soltó el rubio en cuanto estuvo frente a Voldemort incapaz de mirarlo por el miedo que sentía. —Una simple misión y no pudiste cumplirla, ¿sabes lo que eso significa? Draco no respondió, el miedo lo tenía paralizado, cerrando los ojos para sentir el metal de aquella cadena rozar su piel. —Fallaste Draco, y tu castigo espera por ti —soltó Voldemort acercándose al muchacho lo suficiente para percibir como temblaba aumentando su regocijo—. Igual de fracasado que tu padre, al menos tú no te déjaste atrapar, y debo admitir que tu proeza con el armario fue, astuto. Y lo de Rosmerta… veo que la maldición imperio es tu especialidad. ¿cómo te va con las otras dos? ¡Crucio! —gritó Voldemort apuntando a Draco con su varita logrando que este cayera al piso gritando de dolor—. La próxima vez que falles, será la maldición asesina la que te lance —advirtió al cabo de una cantidad considerable de veces lanzando la maldición, dejando al rubio solo en la habitación llorando y temblando producto del dolor. En cuanto Voldemort abandonó el lugar, Draco tomó entre sus manos la cadena aferrándose a ella para poder resistir. —Hijo —escuchó el débil sonido de la voz de su madre mientras recuperaba la fuerza para abrir sus ojos—. ¿Estas bien? —Estoy bien —soltó con dificultad por el dolor. —¿Hay algo que pueda hacer por ti? Draco la miró analizando sus palabras, ¿qué podría ayudarlo? Estaba solo, no había nadie que estuviera dispuesto a ayudarlo. Fue ahí cuando la imagen que había estado atormentándolo por semanas apareció nuevamente en su mente. Esa maldita chica que no abandonaba sus pensamientos, ni siquiera ahora que ya no la veía. Maldita Granger. —Astoria, ¿puedes traerla? —respondió sabiendo que la única mujer dispuesta a estar en esos momentos a su lado sería ella. Al cabo de unas horas cuando el rubio logró recuperarse la castaña apareció en su habitación con esa hermosa sonrisa que siempre le encantó y antes de que pudiera decir algo, ella corrió a sus brazos aliviando todo el miedo y dolor que sentía. —Viniste. —Tú llamaste. Y cada vez que lo hagas, yo estaré aquí. Draco tomó el rostro de Astoria entre sus manos mirándola con adoración. —No merezco tu cariño. —Deja que el miedo desaparezca, yo estoy aquí, no me voy a ir Draco. El rubio sonrió mientras acortaba la distancia entre ambos para unir sus labios en un dulce y lento beso acercando a Astoria con su mano enredado en su cabello volviendo el beso mucho más intenso. Fue ahí cuando los recuerdos regresaron como un bombardeo a la mente de Astoria golpeándola con la realidad, alejándose de Draco. —Yo, lo siento no debí besarte —soltó el rubio apenado por siquiera pensar en tener una oportunidad de redención con Astoria apretando con su mano el collar que guardaba dentro de su camisa. Astoria lo reconoció ese era el colgante de Hermione y el dolor de un corazón roto volvió a ella. —Ese collar… —Me mantiene en pie —dijo el rubio destrozando aún mas a la castaña—, pero no sé de quien es. Astoria miró a los ojos a Draco esperando alguna señal de su mentira, pero descubrió que, en realidad, él aún no desbloqueaba sus recuerdos, él no la recordaba. —¿Tú sabes de quién es? —Es… —dijo vacilante ante la posibilidad de una segunda oportunidad—. Es mío —soltó mientras volvía a acercase para atrapar sus labios desesperada por esta vez sí ser feliz.   Gritos, miedo, desesperación. Cada día, cada hora, sentir la necesidad de escapar, de buscar un lugar donde esconderse, romper en llanto cuando la soledad te llena, porque es el único momento donde puedes ser débil, donde puedes aferrarte a una esperanza. Ese collar que Draco colgaba en su cuello eran su única esperanza, lo único que lo mantenían en pie, el recuerdo de la mujer que estaba a su lado a pesar de todo, y sin embargo se sentía incompleto, desesperado por las constantes burlas de su conciencia recordándole cada noche la imagen de esa única mujer que jamás podría tener. Hermione Granger se había convertido en un castigo para sus pecados, un constante recordatorio de que el Karma era una mierda y te atacaba donde más te dolía. Astoria lo calmaba, lo ayudaba a que tuviera fuerzas, pero solo la imagen de esa mujer, le permitía seguir adelante y se odiaba por ello, cada día. Es por eso, que verla rompió por completo las paredes que tanto le costó armar. Eso debió afectarlo, desconectar su razonamiento y sensatez, porque en cuanto tuvo a Potter frente a él, simplemente no pudo delatarlo, las palabras no salían de su boca estancadas en un nudo de desazón por tener a la castaña a tan solo unos metros de distancia. El primer grito, eso fue lo peor que pudo experimentar, mucho peor que cualquier crucio que su tía o Voldemort podrían lanzarle, y deseo correr, mandar todo al diablo y calmar su dolor. —¿Qué haces? —bramó su madre en voz baja tomándolo del brazo al notar su cuerpo tenso, sus manos en puños y su mirada fija en la chica—. Ni se te ocurra moverte —advirtió aferrándose a su agarre. Segundos, minutos, horas, no importaba, la desesperación era demasiada intensa para soportarla y no se dio cuenta de lo que hacía, hasta que estuvo lo suficiente cerca de Hermione cuando su tía salió del salón. La castaña sollozaba en silencio mientras la sangre de su brazo resbalaba manchando lentamente su piso y quiso abrazarla, gritarle una y mil veces perdón, entonces lo vio, colgando en su delicado cuello, reluciendo entre la oscuridad de su blusa, el anillo de los Malfoy, su anillo. Cayó de rodillas al piso sin comprender como ella podría tenerlo, ¿lo robo? Ella no podía tenerlo, ¿qué mierda estaba pasando? —¡Suficiente! —escupió su madre tomando a su hijo para levantarlo y arrastrarlo lo suficiente lejos cuando su hermana regresó al salón. Después de eso, Draco estaba en automático parado junto a su madre como un zombie, hasta que la lucha comenzó y se tuvo que enfrentar a Potter, sosteniendo con fuerza su varita. —Hazlo por ella —escupió el chico con desesperación logrando aflojar el agarre del rubio hasta arrebatarle la varita. En cuanto desaparecieron Draco regresó a su habitación destrozando todo a su paso, mientras la opresión en el pecho crecía tan fuerte que su respiración parecía desvanecerse. Culpa, dolor, miedo, sentía eso y más y no entendía el porqué. Eso lo enfurecía más, arremetiendo con todas las cosas en su habitación mientras las lágrimas caían por su rostro, como si permitir que lastimaran a Granger era el peor de los pecados. Debía volver, en cuanto supo que Potter estaba en Hogwarts supo que era ahí donde debía estar y sin importarle las lágrimas y desesperación de su madre apareció en el castillo No fue difícil encontrarlo, y en cuanto estuvo frente a él en la sala de menesteres, otra vez esa sensación de pánico recorrió su cuerpo. —¿Por qué no me delataste? En tu casa. El rubio no contestó, pues ni él mismo sabía la respuesta, porque su lealtad debía estar con su familia y sin embargo estaba ahí desesperado por verla a ella, y maquinando una forma de salvar a Potter. —Es ella, siempre ha sido ella —soltó Harry como adivinando la lucha interna de Draco. Entonces la vio, tan imponente y fiera como la recordaba, pero colgando de la mano del pobretón de Weasley destrozando cualquier ápice de piedad por cualquiera de ellos. —Vamos Draco, no seas cobarde, ¡Mátalos! —bramó Goyle a su lado apuntando al trío de oro, pero fue Blaise quien lanzó el primer hechizo molesto por la calma del rubio, y no cualquier hechizo, la maldición asesina salió de su varita directo al pecho de Hermione, el cual pudo ser esquivado por poco gracias a sus reflejos. —¡Expulsó! —gritó inmediatamente mandando unos metros lejos a Blaise y antes que Goyle lograra articular palabra alguna, Draco ya lo arrastraba lejos de ellos, maldiciendo por la impulsividad de sus colegas, por intentar lastimarla, dispuesto a matarlo él mismo, hasta que Ron apareció gestando que la castaña era su novia. Eso lo descolocó lo suficiente, como para permitirle a Goyle lanzar un fuego maldito, el cual por supuesto no pudo controlar. Intentando escapar, treparon a una montaña de objetos olvidados en la sala, pero Goyle no lo logró, las llamas lo consumieron, dejando en shock a Blaise y Draco quienes miraron horrorizados la escena. —Granger —soltó el moreno con culpa, como si acabara de despertar de vuelta a la realidad. Draco lo miró sin entender, pero antes de poder pedirle una explicación Harry y Ron aparecieron para rescatarlos. Una vez a salvo fuera de la sala de menesteres, Blaise intentó acercarse a la castaña, pero siendo detenido por Ron quien ya lo apuntaba con su varita. —Hermione perdón, yo… lo siento —soltó el moreno con evidente culpa por lo que había hecho. —Blaise ¿Qué haces? Debemos irnos —arremetió Draco apartando su amigo del trío de oro sin entender su actitud. —¡No! Luna, yo debo ir por Luna —soltó desesperado soltándose del agarre del rubio. Draco intentó seguirlo, pero el chico fue más rápido, perdiéndose entre la batalla. La frustración golpeó al rubio odiándose por estar ahí, por haberse metido en aquel dilema, tomando la decisión de irse de ese asqueroso colegio para siempre, pero unas voces llamaron su atención. Los gemelos Weasley luchaban con un grupo de mortífagos y su determinación flaqueo. Con un grito de frustración, avanzó en dirección a los gemelos, atacando a los mortífagos a su paso. —Malfoy, viniste a ayudarnos —dijo George al notar la presencia del rubio. —¡No! —gritó Draco frustrado por sus acciones—, no me interesa lo que les pase. —Draco cálmate —habló nuevamente el gemelo intentando acercarse al rubio, pero este salió corriendo, gritando el nombre de su hermano Fred, salvándolo de ser aplastado por una pared. —Me salvaste. —¡No! ¡Qué mierda hice! —Draco tranquilízate —intentó calmarlo Ron acercándose al rubio, pero este se alejó furioso. —No quiero tranquilizarme y no me toques Weasley —bramó dejándose llevar por la desesperación, luego miró a Hermione tan calmada, tan ajena a lo que él estaba sintiendo y eso lo enfureció aún más—. ¡Es tu culpa! —gritó acercándose a ella a pasos agigantados. —No te atrevas a tocarla —advirtió Harry de manera imponente obstaculizando su camino y frenando cualquier arrebato del rubio. —Debemos irnos —recordó Ron a sus amigos alejándolos del rubio, pero regresando él para enfrentarlo—. Se lo que estás sintiendo y si lo que quieres es eliminar ese sentimiento, manda todo al diablo y date cuenta que es ella, siempre ha sido ella. Ya la dejé ir una vez Draco, no lo haré una segunda vez —advirtió antes de alejarse. Draco no tuvo tiempo de procesar las palabras del pelirrojo, las explosiones y más mortífagos atacando el castillo lo obligaron a continuar su camino hasta encontrar a Blaise acompañado de Lovegood. —¡Blaise por Merlín! Debemos irnos. —Luna —suplicó el moreno mirando a Luna. —No me iré hasta que la guerra acabe. —No me iré sin ella —sentenció Blaise al escuchar la respuesta de la chica. —¿Por qué? —Cree que soy su novia —comentó Luna distraídamente mientras los tres avanzaban por el castillo buscando refugio—. Creo que los torposolos están confundiendo su cerebro. —No cielo, ya te dije que no lo recuerdas. —¿Chicos están bien? Theo apareció frente a ellos esquivando los hechizos. —¡Theo! —gritó emocionada la rubia. —¡Qué a él sí lo recuerdas! —bramó Blaise demostrando sus celos. —Me estuvo cuidando antes. —Lleve a Pansy a un lugar seguro, regresé para ayudarlos. —Creo que también piensa que soy su novia —susurró a Draco —¿Tú también lo crees? —¡No! —soltó Draco alejándose de ella—. ¿Me van a explicar que carajo está sucediendo? —¿Todavía no lo recuerda? —preguntó Theo. —Pobre, es muy lento —contestó Blaise con fingida pena. Draco estaba a punto de volver a explotar cuando la voz de Voldemort resonó en su cabeza exigiendo a Harry y frenando la guerra momentáneamente.   Muerte, dolor, sufrimiento, vidas inocentes derramadas por su culpa, su ideología. Tantos años alardeando por la pureza y el poder, y ahora todo eso era sólo sinónimo de destrucción y pena. Se sentía asqueado por lo que era, decepcionado por la basura que creyó y completamente seguro, que no merecía vivir después de todo lo que había hecho y presenciado. —No es nuestra culpa —dijo Theo adivinando los pensamientos de su amigo, pues eran los mismos que rondaban por su cabeza. —Estuvimos de acuerdo con todo esto por años, regodeándonos, ¡joder! Deseándolo. —Y nos retiramos a tiempo. —Yo llevo la marca Theo, soy igual que ellos y merezco todo el odio que me tienen. —Todos tenemos nuestra redención. —Yo no. —Créeme hermano, tú te redimiste hace mucho, y de manera épica. —¿Qué es lo que no recuerdo? —interrogó Draco encarando a su amigo. —No serviría de nada si te lo dijera, cada quién encuentra la forma de desbloquearlo, solo debes encontrar la tuya, y estoy seguro que será por ella —dijo mirando a Hermione sentada a lo lejos. Antes de que Draco pudiera hablar el algarabío de la gente se hizo presente llevándolos a las puertas del castillo donde los mortífagos se acercaban alegres. Voldemort había ganado y se regocijaba con el cuerpo de Harry inerte en los brazos del semigigante. —¡Draco! —gritó su padre en cuanto Voldemort llamó a sus aliados a unirse a él y tras ver a su madre junto a Astoria, no tuvo más remedio que acercarse y fue cuando la vio, mirándolo con genuina preocupación, resistiéndose tanto como él a sus impulsos y no resistió más, mandó todo al diablo, se acercó a ella y la besó. A penas tocó sus labios y los recuerdos llegaron a él como un bombardeo aumentando la intensidad del beso, hasta que tuvo que hacerse con toda su fuerza de voluntad para separarse de ella. —Hola amor —soltó en un susurro rogando por una señal de que ella lo recordaba y cuando la sonrisa de Hermione se iluminó, supo que así era. —Pagaras por esto Malfoy —amenazó Voldemort, pero antes de poder hacer nada, Harry bajo de los brazos de Hagrid iniciando nuevamente la guerra. Mientras escapaban de los ataques, Draco se aferraba al agarre de la castaña, temiendo que al soltarla volvería a perderla, o que lo odiara por todo lo que había hecho, y que Hermione se dedicara a lanzar hechizos sin hablarle o al menos mirarlo, solo lograba acrecentar sus inseguridades. Sin soportarlo más, la arrastró tras una montaña de escombros arrinconándola para mirarla fijamente. —¡Joder mujer dime algo! Se que soy un monstruo y que no merezco nada de ti, pero por favor, háblame, grítame, insúltame, lo que sea, porque tú silencio me está matando. Dime qué me recuerdas, que a pesar de la mierda que soy y de no protegerte como te lo prometí, aún me amas. —Bese a Ron —confesó la castaña apartando la mirada de la del rubio. —Y me lo dices, porque quieres estar con el. —¿Qué? ¡No! Por supuesto que no, Draco te amo a ti. Solo creí… —¿Qué me molestaría? —¿Lo hizo? Draco sonrió ante la dulzura de su novia acortando la distancia para fundirse en un necesitado beso. —Estamos juntos ahora Hermione, ya nada más me importa. —Debemos volver —sentenció la castaña cuando Draco pretendía volver a besarla.   Al fin la guerra había terminado, Hermione estaba a su lado y ambos recordaban todo, si la felicidad existía, era esa, incluso sus padres no pudieron arruinar aquel momento. En ese momento ellos eran el foco de atención de todos y lo que menos necesitaban era un escándalo que empeorara su ya deteriorada situación. Agradeció que su madre sea una mujer fría y controladora convenciendo a su padre que la acción de tener a Hermione como su novia sería de gran ayuda para no terminar en Azkaban. Se sentía surreal, estaba disfrutando de todo lo que quería, después de sus errores, podía volver a empezar.
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