EL ULTIMO SACRIFICIO
30 de junio de 2025, 14:11
Capítulo 15El último sacrificio
Una semana en la soledad, tristeza y desesperación, lo único que le quedaba era guardar la esperanza de verlo entrar por esa puerta, escuchar la verdad, recuperar su vida, sus recuerdos, pero eso no pasó, él no regresó.
Las lágrimas caían por su rostro como cada mañana mirando aquella puerta que jamás se abría. Los primeros días como un acto desesperado se escabulló a la habitación del rubio, esperando tomarlo por sorpresa, pero fue inútil, tampoco llegó, su único consuelo fueron las noches que durmió ahí, aspirando el aroma de Draco impregnado en su cama, pero eso tampoco duró, cuando esa mañana apareció el pulcro traje que asumió usaría para su casamiento y aunque sabía que él debía aparecer, fue ahora ella la que huyó.
Draco había dejado claras sus intenciones, sin importar que ella supiera la verdad o que su hija era de él. Las cosas no cambiarían, su ausencia fue suficiente prueba de que todo lo que habían vivido no fue lo suficiente importante. Hermione miró el paquete de cartas, si lo que había leído era cierto, él no podía dejar que todo su amor se desvaneciera y las lágrimas volvieron a descender.
“Se va a casar” se repitió con dureza, “se va a casar, te ha secuestrado y quiere robarte a tu hija.”
Si Draco no pensaba desbloquear sus recuerdos, esa era la verdad, la única que conocía, y en esa verdad, ella odia a Draco Malfoy, debía hacerlo.
—Debe comer.
La chillona voz de Minnie sacó a Hermione de sus pensamientos saltando del susto. Se contuvo de decirle que casi la mata, pues la primera vez que lo dijo se lo tomó tan literal que quiso plancharse las manos, la pobre estaba loca, pero se había convertido en su única compañía, y realmente parecía que la quería, aunque le hecho un gran rollo cuando descubrió que ella había estado dejando calcetines escondidos por la casa.
—¿Es hoy no? —preguntó Hermione mientras se llevaba un gran trozo de fruta a la boca. La elfina por supuesto no respondió, se miró las manos con nerviosismo, lo hacía cada vez que tenía que decirle algo que no le agradaría.
—Mi amo no quiere hacerlo —aseguró con tristeza.
—¿Sí? Porque no veo que haga mucho por evitarlo.
—¡No puede! —recriminó la criatura con los puños apretados, a veces odiaba que lo defendiera tanto.
—Ya lo sé, es solo… es frustrante que no pueda hacer nada.
—Podríamos hacer algo nosotras —sugirió Minnie mirando con una expresión que la castaña no pudo descifrar—, como no sé, cortarle la garganta a la señorita Greengrass —soltó tan despreocupadamente que la castaña casi se ahoga con su jugo.
—¡No vamos a cortarle la garganta! ¿estas loca? —gritó alarmada, definitivamente Minnie era la elfina de Draco—. ¿No se supone que debes hacer todo lo que tus amos te ordenen?
—Nadie le ordenó a Minnie a no cortarle la garganta a la señorita Greengrass —dijo alzando sus hombros despreocupadamente mientras Hermione ponía los ojos en blanco.
—¿Tú lo sabes? El juramento ¿El por qué lo hizo? —preguntó Hermione tras unos minutos de silencio donde estaba segura, Minnie debía estar pensando la manera de cortarle la garganta a la pobre Astoria.
La elfina clavó sus enormes y saltones ojos en ella, se podía apreciar claramente como se debatía entre hablar o no.
—Por amor —dijo simplemente antes de desaparecer y por supuesto no volver.
El sol del atardecer iluminaba la habitación cuando Hermione comenzó a escuchar las risas y cálida música proveniente del salón, intentó ignorarlo concentrándose en su lectura, pero al tener que releer la página supo que no estaba funcionando. La curiosidad estaba comenzando a acrecentar sus nervios, desesperada por ver lo que pasaba abajo, pura curiosidad de presenciar una boda mágica, vale, era masoquista y quería ver a Draco, aunque se estuviera por casar con otra.
¡No! Se regañó a sí misma, pero antes de darse cuenta ya estaba saliendo de la habitación caminando sigilosamente por el pasillo hasta llegar a lo alto de la escalera en un pequeño descanso donde se podía apreciar el salón en el primer piso con claridad a través de una columna de cristal.
El lugar estaba impresionante, la elegancia en la decoración demostraba el alto grado de estatus en la familia Malfoy, los invitados no se quedaban atrás, todos elegantes, reconoció a Parkinson y Nott tomados de la mano observando el lugar, ella con una sonrisa fingida, normal en la amargada de Pansy, pero esa sonrisa se volvió real en el momento que cierto rubio llegó hasta ella.
Hermione solo pudo ver su perfil, pero eso era suficiente para reconocer lo increíblemente sexy que se veía en el traje, aún con aquella fría y apagada expresión. Pansy se separó del rubio y su sonrisa desapareció, transformándola en una mueca de desprecio en cuanto Astoria llegó, demostrando que no le agradaba en lo más mínimo, bueno ahora le caía mejor Pansy.
Observó cómo la pelinegra soltaba un comentario seguramente hiriente, pues tenía la misma mueca de burla que solía utilizar con ella las veces que la molestaba en el colegio.
Tras poner los ojos en blanco por una posible reprimenda por parte de Draco, Pansy observó a lo alto de las escaleras, justo donde Hermione permanecía flexionada, sobresaltándose al ser descubierta y al ver los ojos grises de Draco, el susto logró que perdiera el equilibrio cayendo de culo contra el piso por el peso de su enorme panza.
La reacción fue inmediata, Draco abrió los ojos asustado en cuanto la vio caer mientras realizaba la aparición para estar a su lado levantándola y llevándola de vuelta a su habitación.
—¡Estás loca! —soltó el rubio en cuanto entraron—, pudiste caer por las escaleras, ¿En qué estabas pensando?
—Yo…
—¡Si algo les pasaba!
—No me iba a lanzar por las escaleras, relájate.
—¡Qué me relaje! —explotó Draco, callándose al instante pasando sus manos por el cabello intentando calmarse, quiso decir algo, pero la puerta de la habitación se abrió.
Pansy entró mirándolo furiosa.
—Vete —dijo ella y Draco la miró incrédulo.
—¿Qué?
—¡Qué te vallas!
—¡No me iré!
—¿No ves cómo está? —recriminó la pelinegra señalando a Hermione, quien se esforzaba por no llorar—. ¡Y tú gritándole! Vete.
Draco la ignoró por completo acercándose a Hermione.
—¿Ahora si quieres verme? Después de semanas esperándote —escupió Hermione alejándose del rubio—. ¿No tienes una estúpida boda a la que asistir? Parece que eso es más importante.
—¡Nada es más importante que tú y mi hija ya lo sabes!
—¡No es tu hija! —explotó Hermione mientras las lágrimas caían por su rostro.
—Suficiente —intervino Pansy tomando del brazo a Draco sacándolo fuera de la habitación—. ¿Crees que esto le hace bien a la bebé o a Hermione?
No esperó respuesta, cerró la puerta y colocó un hechizo para evitar que volviera a entrar, luego se giró hacia la castaña para envolverla en un abrazo, uno que le permitió sacar todo su dolor.
—¿Estás mejor? —preguntó Pansy alejándose un poco de ella. Hermione esbozó una sonrisa triste mientras asentía con la cabeza.
Pansy se separó por completo encaminándose al clóset.
—Bien, si vas a jugar a Harriet la espía, al menos debes verte mejor que la insípida de la novia —dijo sacando un hermoso vestido blanco con un prominente escote y dándole a la castaña.
Hermione miró su ropa, un vestido floreado y flojo que llegaba hasta sus rodillas y una sudadera ancha cualquiera, bueno no era cualquiera, era una del equipo de quidditch de Slytherin que se robó del cuarto de Draco.
—Estoy segura de que a Draco le encantó verte con su sudadera, pero créeme le encantará más ver esos enormes pechos tuyos que ocultas —soltó Pansy al notar duda en Hermione comenzando a buscar una chaqueta con qué acompañarla, en cuanto la encontró la lanzó hacia ella.
—¡Perfecto! —dijo mirando el vestido en una mano de la castaña y una chaqueta negra en la otra.
—¿Blanco y negro? No creo que sea apropiado estos colores.
—La que debería estar abajo casándose eres tú, no ella, es más que apropiado —soltó con dureza impacientándose de que la castaña no se cambiase.
—¿Tú lo sabes? Mi vida con Draco.
La expresión de Pansy cambió abruptamente comenzando a rebuscar entre la joyería nerviosamente.
—No creo ser la persona adecuada para contarte.
—No veo muchos más aquí y me la he pasado una semana esperando que él lo haga y no ha querido ¡no es justo!
Pansy resopló rendida viendo como a Hermione se le llenaba nuevamente los ojos de lágrimas.
—Él te ama, no tienes idea cuánto, aunque no pueda decírtelo —eso no apareció calmar lo suficiente así que con un suspiro se sentó en la cama junto a ella—, el día que se enteró de tu embarazo estaba destruido y cuando le dijiste que era de Ron, pobre casi lo mata.
—¿Qué? pero fue Harry quien lo golpeó.
—No —soltó con una sonrisa —aunque tampoco hizo mucho por ayudarlo, dijo que se lo merecía por hacerte creer que estuvieron juntos.
—¿Cómo? él y yo no…
—Cuando Draco hizo… bueno lo del hechizo, tenía que marcharse, lo que recuerdas esa noche, tus sueños, no estabas borracha era el efecto del encantamiento, los recuerdos intentando volver.
—Así que yo estuve de acuerdo con todo.
—Ambos hicieron sus sacrificios.
Hermione no preguntó nada más, se limitó a apretar la ropa entre sus manos conteniendo las ganas de volver a derrumbarse.
—Debo volver a esa ridícula boda —soltó Pansy realmente mal por no poder quedarse con ella—, pero Hermione no importa lo que veas, nada de eso refleja lo que Draco siente por ti.
En cuanto escuchó la puerta cerrarse Hermione se permitió derramar las lágrimas que había estado reteniendo.
Los minutos pasaron, pero para la castaña parecía una eternidad y la angustia en su pecho incrementaba con cada sonido proveniente del primer piso, sin soportarlo más, miró las prendas que Pansy había elegido para ella, tomando la decisión de terminar su tortura o más bien alargarla, se cambió rápidamente y al igual que la primera vez se escabulló sigilosamente hasta lo alto de la escalera, esta vez decidió permanecer de pie.
La ceremonia ya había empezado y Draco junto a Astoria se encontraban justo frente a su campo de visión con La castaña dándole la espalda y el rubio de frente. Solo pasaron unos segundos de que Hermione había llegado, cuando Draco alzó su mirada lo suficiente para verla. En cuanto lo hizo tuvo que guardar el aliento ante la intensa mirada del chico que no tuvo ningún disimulo en plantar sus ojos en su escote antes de volver a verla. El mago que afianzaba la boda tuvo que repetir dos veces las instrucciones para que el rubio presentara atención.
—Es tu turno —soltó con reprimenda hacia Draco, él balbuceo unas cuantas palabras aun impresionado, respiró para recomponerse mirando a su prometida.
—Tori —dijo mirándola, pero al segundo desvío ligeramente la mirada guiándola a la castaña, aunque nadie lo notó—. Eres lo más importante para mí, todos y cada uno de los momentos a tu lado me recordaron lo que es la felicidad y nada de lo que haga a partir de hoy será suficiente si no estás a mi lado. No te entrego mi corazón hoy porque te ha pertenecido desde el momento en que viste más allá de mis errores, sin importarte mis demonios. Prometo cuidarte, aunque no te tenga cerca, amarte sin medida, aunque vuelva a cometer los mismos errores y deba disculparme una y mil veces. Prometo que sin importar lo que el futuro nos separe nuestro amor será eterno.
Las lágrimas resbalaban sin recaudo por el rostro de la castaña mientras Draco desviaba su mirada para sentarla nuevamente en la mujer que se convertiría en su esposa
—Astoria Greengrass aceptas casarte y unir tu esencia mágica con Draco Malfoy.
—Acepto.
—Draco Malfoy aceptas casarte y unir tu esencia mágica con Astoria Greengrass.
—No… —susurró Hermione con la voz completamente rota y su corazón destrozado con la desolada esperanza de que él la mirara y viera como la estaba matando lentamente.
—Acepto —dijo él sin atreverse a mirarla.
No hubo el “crack” de un corazón roto, fue mucho peor. Lo estaban estrujando, reduciendo a nada, cortando hasta su respiración y la fuerza para mantener su cuerpo en pie.
—Te tengo —fue lo último que escuchó antes de perder el conocimiento.
Las cálidas caricias la despertaron, Hermione abrió los ojos para encontrarse a Draco sentado al lado de su cama, con la mirada perdida y deslizando suavemente su mano sobre la panza de la castaña.
—¿Qué pasó? —preguntó Hermione incorporándose un poco logrando que Draco la mirase.
—Despertaste —soltó con alivio el rubio liberando un gran peso en su pecho.
—Iré por el médico —comentó Theo Nott saliendo de la habitación.
Hermione se percató del lugar, era su habitación y las máquinas que siempre aparecían para sus consultas se encontraban situadas en sus respectivos puestos, al igual que unas extras, incluyendo un suero conectado a su brazo.
—¿Qué pasó? —preguntó nuevamente alarmada.
—Tranquila princesa, estás bien, ambas lo están.
Antes de que Hermione pudiera hablar la puerta de la habitación se abrió donde Theo regresó junto al médico.
—Me alegro de que ya esté despierta señorita Granger, su esposo estaba a punto de tener un paro cardíaco —Hermione no supo que responder, el dolor en su pecho calló sus palabras—. Felicidades, por cierto—soltó el médico en cuanto el hombre puso la mirada en el vestido blanco que Pansy le había dado. La decoración la sala principal, debió pensar que era su boda, que equivocado estaba.
—¿Cómo están? —preguntó Draco desviando la conversación.
—Igual que las últimas cinco veces que me obligó a revisarlas, están bien —dijo el médico con una sonrisa divertida mientras le sacaba el suero de Hermione y salió de la habitación seguido de Draco.
—Vaya susto me diste —habló Theo llamando la atención de la castaña.
—Eras tú.
—Tenía que cuidar de mi ahijada —dijo simplemente alzando sus hombros.
—¿Qué le pasó a Draco? —preguntó Hermione sin rodeos, en cuanto despertó había notado los moretones en su rostro.
—Le dije que debía curarse antes de que despertaras, pero el muy necio no quiso separarse de ti —dijo sentándose a su lado y al notar su dura mirada supo que no podía desviar la conversación—. Supongo que a Lucius no le hizo mucha gracia enterarse de la verdad.
—Y supongo que tú no me dirás cuál es.
—No. No lo hará.
Draco regresó a la habitación haciendo que Hermione ponga los ojos en blanco.
—¿No deberías estar con tu esposa? —soltó de mala manera la castaña.
—Y eso estoy haciendo.
—¿Ella está aquí? —no pudo evitar la desilusión en su voz.
—En esta habitación —intervino Theo con diversión ganándose una mirada fulminante por parte de Draco.
—No tienes nada mejor que hacer.
—Estoy cuidando de mi ahijada.
—¡De eso nada! —gritó Blaise entrando en la habitación—. Tú ya los casaste, la niña es mía
—¡Se pueden callar! —gritó exasperado Draco por sus ya conocidas peleas—. Ya la vieron, está bien ¿se pueden ir?
—¡No! Yo quiero una explicación —gritó Hermione molesta—, quiero la verdad.
—Eso no cambia nada —soltó Draco igual de molesto.
—Estamos casados y vamos a tener una hija, eso lo cambia todo Draco. ¡No puede seguir negándome mis recuerdos! —gritó con lágrimas en sus ojos, pero su expresión cambió rápidamente.
—¡Crees que yo quiero esto! —gritó Draco incapaz de controlarse.
—Draco —intervino Theo, pero el rubio no lo dejó hablar.
—¡No! Estoy harto de que ella siempre me culpe, fue decisión de ambos…
—¡Draco! —volvió a gritar Theo más desesperado, pero el rubio estaba tan sumido en su molestia que no le hacía caso.
—A mí también me duele esto…
—¡¡Draco!!
—¡Tú hija va a nacer! —gritó Blaise como un loco tomando de los hombros al rubio para llamar su atención.
¡Y vaya que lo hizo! En cuanto escuchó aquellas palabras apartó a su moreno amigo para observar a Hermione quien se encontraba de pie sobre un enorme charco de agua.
—Llama al medimago Blaise —ordenó Draco mientras se acercaba a la castaña—. Tranquila amor, todo estará bien.
Antes de que Hermione lograra responder, un dolor se apoderó de su cuerpo haciéndola gritar mientras Draco la acomodaba de vuelta a la cama.
Narcissa llegó segundos después con una bandeja de agua tibia y toallas.
—Tranquila Granger te ayudaré.
—¿Qué? No, el medimago ya debe venir.
—Nadie vendrá —soltó su madre con firmeza —tu padre bloqueo la mansión, nadie entra o sale de aquí.
—¡Qué! se volvieron locos.
—Yo me encargo.
Draco tomó el brazo de su madre perdiendo por completo la paciencia.
—No dejaré la vida de mí hija y mi mujer en nadie que no sea un profesional.
—No tienes opción, a menos que quieras desobedecer a tu padre y dejarlas solas con nosotros.
—Draco, estaré bien —dijo Hermione al notar como el rubio se tensaba aún más.
Su voz pareció calmarlo, soltando a su madre para que continúe con su labor, pero sin borrar su expresión amenazante, en cuanto los dolores regresaron y los gritos de Hermione continuaron, Draco por fin apartó la mirada de su madre para concentrarse en su esposa. Minnie apareció a los pocos minutos tomando el control de la situación logrando calmar los nervios del rubio.
Por un instante Draco se olvidó del mundo, solo eran él tomando la mano de la mujer que amaba, la cuál estaba dándole el mejor regalo del mundo, hasta que el llanto de su hija lo atrajo de vuelta a la realidad, paralizándolo por completo.
—No lo traigas —soltó Draco al notar como su madre se encaminaba a la puerta —No me hagas esto madre, por favor —suplicó.
—Lo siento —fue lo único que aquella mujer se atrevió a decir antes de salir de la habitación.
Draco respiró profundamente secando sus lágrimas para acercarse a su hija, quien permanecía en los brazos de Minnie, la elfina la cubrió con una manta y se la entregó.
—Hola mi amor —dijo el rubio tomando su pequeña mano—. Eres hermosa —la pequeña esbozó una sonrisa al tiempo que abría los ojos ante la voz de su padre. Grises, hermosos y perfectos ojos color gris que lo desmoronaron por completo—. Te prometo, que sin importar donde esté, siempre te voy a cuidar, te amo más que a nada en el mundo, perdóname por todo lo que les hice pasar a ti y a tu madre estos meses, pero necesitaba conocerte tenerte en mis brazos. aunque sea solo una vez.
—Draco —habló Hermione con un nudo en su garganta, pero el rubio estaba perdido en la mirada de su hija.
—¿Recuerdas nuestro trato Minnie? —habló finalmente aún sin apartar sus ojos de los de su pequeña.
Minnie comenzó a derramar lágrimas de manera automática ante las palabras de su amo.
—Si Minnie accedía a que la liberarán, Minnie podría dar su vida por la ama Hermione y su hija.
Antes de que Hermione logrará reaccionar Lucius entró en la habitación provocándole un indescriptible miedo.
—Dame a la niña Draco —ordenó el hombre desencadenando el llanto de la castaña.
El rubio no lo dudó, se acercó a su padre con la bebé en brazos listo para entregársela sin importarle las súplicas desgarradoras de Hermione y en cuanto el patriarca de los Malfoy la tuvo en sus brazos el dolor llegó a él.
Esa daga, esa que una vez obligaron a Draco a jurarle lealtad, ahora atravesaban su pecho.
—Te veré en el infierno padre —sentenció el rubio con odio antes de hundir por completo la empuñadura.
En cuanto Lucius tocó el suelo la magia comenzó a hacer efecto y el brazo de Draco comenzó a iluminarse quitándole la vida de a poco.
Miró a Hermione quien ya tenía a su hija entre sus brazos y pensó en aquellas palabras… esas dos simples e intensas palabras que lograrían que aquella mujer recordara cuanto la amaba, no quería ser egoísta y dejarla con aquel sufrimiento, no otra vez, la hizo vivir un verdadero infierno por no poder dejarla libre, por la maldita obsesión de sostener a su hija en brazos y ahora no podía dejarla con la agonía y sufrimiento de que ella lo recordara, que se quedara con el dolor de su perdida. Cerró los ojos mientras una lágrima caía por su rostro gritando en su mente aquel te amo que tan desesperado estaba por soltar y cuando acumuló la suficiente valentía los volvió a abrir para encontrarse con la mirada suplicante de Hermione y no lo resistió.
“Te amo”
¿Lo dijo lo suficiente alto para que ella lo escuchará y recordara? No lo supo, la oscuridad lo envolvió y fue a sus dos grandes amores a quien vio por última vez.
Hermione soltó un grito desgarrador intentando correr a su lado cuando el cuerpo de Draco callo sin vida frente a ella, olvidando por completo el dolor físico, pero Minnie ya había tomado su mano y la desapareció de la mansión, mientras Narcisa caía desconsolada sobre el cuerpo inerte de su hijo y no lo soportó más, el cansancio y debilidad de su cuerpo sobrepasó sus límites perdiendo el conocimiento.
Fin