Morderé mis deseos
30 de junio de 2025, 20:17
Hora de tomar la ducha y desnudas su cuerpo, Dolores se encuentra ya en la ducha, con el agua fresca acariciando sus curvas como suaves manos. Se siente entusiasmada y deseosa, pero no sabe de qué. Sus amantes anteriores eran expertos en saciar hasta la última gota de sus deseos de mujer, Snape el mejor de todos los amantes. Suave pero agresivo como solo ella podía soportar. En varias ocasiones habíase desmayado de placer al tener encuentros casuales con él, en su cama, en la de él, en la última fila de butacas de un cine, o en la parte trasera de aquel McDonald's que frecuentaban cada viernes. Pero en la ducha solo venía un nombre "Harry, Harry!" Qué sucedía? Mujer de pocas palabras pero muchos deseos, no comprendía ni podía darle nombre a lo que sentía, era confuso, era hasta obsceno imaginarse a ella misma con un alumno mediocre como Potter, pero el nombre persistía en su mente.
Tomó un poco de jabón y bajo la ducha de agua fría empezó a hacerse el amor a ella misma, abriendo lentamente esas cortinas de carne entre sus piernas que parecían un par de jamones gourmet, rosados de buena calidad. Pero su mente la distraía constantemente: Harry, Harry! - una y otra vez le decían sus pensamientos. Tal era la congoja, que perdió toda concentración y su momento de placer se tuvo que interrumpir para seguir con su ducha, y con ese pensamiento incómodo e intruso que persistía.
Salía de casa y cantaba las canciones del momento en su coche, manejando hasta Hogwarts para otro día más de dar clases a un montón de chiquillos sin futuro. A su llegara a la escuela saludaba casual a todos los profesores, con el mismo desdén de siempre, pero muy dentro, sabía que entre ella y Snape ese era un saludo secreto, un saludo de pasión y deseo que solo ellos podían comprender, un saludo tan mudando para evitar las sospechas de su pasión oculta de dos (a veces de tres, cuando Albus era partícipe de sus encuentros sexuales, con conjuros orgásmicos que llevaban al éxtasis de ambos en noches que parecían sin fin).
Entrando al salón de clases Dolores miraba con desprecio a todos esos alumnos, con el desprecio característico hacia cada uno. Pero al momento en que Potter entró al salón, algo en ella cambió, le revolvió las ideas. Una mirada de pies a cabeza le hicieron imaginar a ese fracaso de hombre, desnudo, sudado, deseoso del cuerpo de Dolores. Fue un pensamiento tan espontáneo y fugaz, que se estremeció e incluso mojó su ropa interior, pero más que causarle placer, le causaba una intriga enorme. Porqué él? Porqué un muchacho de apenas 19, cuando ella solo entregaba su cuerpo a veteranos, a hombres con experiencia en la cama. Porqué le empezaba a atraer la idea de estar con ese alumno. Ya no podía esconder de sí misma su sentir, sabía que ese hombrecillo algo provocaba en ella, pero porqué? Lo mejor sería solo dejarse llevar y sentir el deseo sin prejuicios de su nueva fantasía, pero era un alumno, y vaya alumno, despistado, mediocre, falto de carácter, irresponsable y sin siquiera la gracia o el atractivo de otros hombres. Y sin embargo, ahí estaba ese deseo latente en su pensamiento.
"Bien chicos, la clase de hoy tratará sobre cómo destruir aviones militares en defensa propia, pero para esto necesitamos ser sumamente cautelosos". Dolores escribía en su pizarra todos los ataques que estaban permitidos en caso de combate, y todo el tipo de armas que tenían los alumnos para utilizar en caso de llegar a sentirse amenazados por la milicia. Pero en su mente se intensificaba deseosa e impertinente la idea de que la vara de Harry Potter destruyera el caldero chorreante que entre sus piernas pulsaba.
La señora Granger -señora por convicción pues desde muy joven se emparentó con un perdedor de apellido Weasley con quién engendró un hijo horrible de cabellos rojos alborotados y poca inteligencia - intervino para, como era costumbre ya, dar su punto de vista y su opinión nunca solicitada.
A esta intervención Dolores solo pudo reír y castigar a Hermione por tal intromisión. Orejas de burro y mandarla al rincón volteada de espaldas. Sí, frente al fracasado de su esposo Ron, frente a toda la clase. Así ella pudo seguir dando la clase y pidió una participación voluntaria para alguien que quisiera pasar al pizarrón a explicar lo que habían aprendido sobre defensa contra aviones militares. Entonces, su corazón dió un vuelco, sus suaves genitales se remojaron en su jugo, al ver que quien se levantaba era Potter. Este se acercó al pizarrón y ella le tendió la tiza. Verlo junto a ella, ver ese cuerpo que nunca había visto con atención, ese trasero levemente pronunciado, esas espaldas huesudas, en ese chico torpe de gafas. Ya su idea empezaba a parecer menos absurda, ya empezaba a disfrutarla, ya empezaba a disfrutar de mirar a Potter cerca de ella. Ella que ni siquiera podía concentrarse en lo que Potter explicaba por estar perdida en esas curvas masculinas que en contra de su voluntad la empezaban a desquiciar.
Fue hasta que el joven Potter se sentó que Dolores pudo contener sus deseos, respiró profundo y la clase prosiguió, con algo de tensión.
Hermione siguió castigada por el resto del día, hasta la hora de salida, por lo que tuvo que perder todas las clases del día, y tenía prohibido quitarse las orejas de burro sino hasta pasadas 48 horas después de que el castigo comenzó.