ID de la obra: 313

19 fotografías mágicas

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G
En progreso
3
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
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planificada Mini, escritos 93 páginas, 11 capítulos
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Capítulo 7: Entre hospitales, duelo y café

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Ginny.

"Te gusta, ¿no? ¿Cómo se siente? La sangre fresca. Lo espesa y magnífica que es. ─ ¡Me has obligado! ─ ¿Lo he hecho realmente? ─ ¡Es tu culpa, maldito maniático! ¡Déjame ir, por favor! ─ ¿Mi culpa? ─ Rió ─ ¿Quién buscó al otro, pequeña Weasley? ¿Quién hizo todo esto? ─ ¡No es cierto! ¡Déjame, te lo suplico! ─ Siempre estarás sola, Ginevra Weasley" Desperté exaltada gracias al ruido del tren. Mi pecho subía y bajaba. Conocía exactamente esta sensación. Ya estaba acostumbrada a las pesadillas. Me incorporé en mi asiento. Por suerte, el compartimento estaba vacío y nadie escuchó mis sollozos. Caminé a pasos apresurados, sin ninguna dirección en realidad. Solo quería ir lejos. Había pasado casi una semana desde que me marché. Al principio, me quedé donde Astoria. Luego en un hotel muggle, ahora no sabía dónde sería mi próxima parada. 《Adrian's Cafeteria 》decía un cartel grande en uno de los locales. ─ Buenos días, bienvenida. ¿Qué se le ofrece pedir el día de hoy? ─ Me ofreció un chico de mi edad. Era alto, rubio robusto y de ojos claros. ─ ¿Se encuentra bien? ¿Está perdida? ─ Ehh... ¿me podría convidar un poco de agua? ─ A su orden, señorita. El chico se dirigió rápidamente hacía lo que parecía una cocina. Observé a mi alrededor. Todos estaban absorbidos por un cajón que proyectaba imágenes mientras dialogaban. Algunos veían un periódico, pero nadie parecía preocuparse. Más bien parecía un ambiente... ¿amigable? ─ ¡Eh, chico! ¿Qué es eso? ─ Si que no eres de por acá, eh. Ten. ─ ¡Gracias! ─ ¿Estarás involucrada en algún asesinato o eres espía por parte del estado? ¿Tengo que tomar medidas? ─ ¿Eh? El parecía divertido. ─ Parecería bastante desorientada. ¿No gustas sentarte? ─ Oh, si... Si, creo que me haría bien. Te prometo que no me veo así todos los días. ─ Yo te veo muy bien. Solo un tanto... despistada. Ignoré el halago y creo que lo notó. ─ Entonces... ¿De qué escuela vienes? ─ Eh... ─ Titubié tratando de pensar a toda velocidad ─ Ufff, de una muy, muy lejana. Seguro ni la conoces. ─ Dime el nombre. ─ Qué más da. No te conozco, ¿cómo sé que no eres un maniático que quiere saber mi información personal para usarla en mi contra? ─ ¿No será otra la que parece de tal manera? Dime, ¿escapas del FBI? ─ ¿Del qué? El chico rió de nuevo. Parecía estar pasándolo increíble. Acercó su cara hacia mí y me tensé. ─ Aurores. ─ Susurró. Abrí los ojos enormemente. ─ ¿Tú eres...? ─ Veo que tú igual. ¿Sabes? Deberías tener cuidado. Cualquier extraño de un local de comida puede robar tu información y suplantar tu identidad. Me sonrojé. ─ Además, cualquier persona en el mundo sabe que es un teléfono. Señaló con la mirada los aparatos que le había preguntado hace un momento. ─ Y donde tienes la varita no es muy invisible para el resto. Lo sabes, ¿No? ─ Siempre hay que tener cerca la varita. ─ Me defendí ─ Y antes los teléfonos no se veían así. ─ Porque los tiempos han cambiado, linda. Y hay que tenerla cerca, pero no tanto. Puedes levantar sospechas. Undí más la varita de mi bota para que no sea perceptible. ─ ¿Entonces? ─ No tengo por qué darte explicaciones. ─ No, no tienes. Pero no creo que quieras que llame al ministerio de magia a ver si ellos sí me responden. ─ No estoy escapando de nada, asi que no pueden revelarte nada. Y mi novio es auror. ¿Crees que estaría escapando de él? Ladeó la cabeza. ─ Probablemente. Punto para él. ─ No me interesa delatarte. Pero sí me intrigas tú. ─ Me acabas de conocer. Solo necesitaba beber. ─ Está bien, no digas nada. Solo intento ser amable y tú siquiera me dices tu nombre. ─ Me llamo Ginny. ─ ¿Ginny? Eso parece un nombre inventado. ─ Ginebra. ─ ¿Como el licor? ─ ¿Ves porque no me presento con mi nombre completo? ─ Solo te estoy bromeando. ¿No te ríes mucho o si? Como sea, un gusto. Me llamo Adrián, para servirle. ─ Bueno, Adrián. Gracias por el vaso de agua, ya me voy. ─ ¡No escapes del pobre patán de tu novio, quizás a él sí que le debes dar unas explicaciones! ─ Me gritó a mis espaldas ─ ¡Vuelve cuando quieras! A penas salí me metí a un callejón asegurándome de que esté vacío y allí me aparecí en un lugar muy distinto al que tenía planeado. Había pensado principalmente en volver a casa, pero luego mi cabeza me jugó una mala pasada y me trajo acá.

Cementerio de Saint Jerome.

Despedirse de alguien no es fácil. Y aún más cuando no lo puedes ni volverás a ver. Es aceptar que no forma parte de tu vida. Es dejarle ir. Es saber que los lindos recuerdos que tienes con esa persona, no podrás recrearlos ni crear unos nuevos, pues son sólo eso, recuerdos. Pisar aquel lugar era asimilar la realidad. Era saber que está ahí junto a más personas enterradas. Era escalofriante. Pero también era, de alguna forma, reconfortante. Pensar que todos los que estaban allí habían sido personas que decidieron abandonar su alma y cuerpo. Simplemente, quisieron averiguar que había más allá de la vida y no volver a la misma como un espíritu. Entonces Fred decidió abandonar su cuerpo y no volver, eso significa que no tuvo miedo.

❝Fred Fabian Weasley

Abril 1, 1978 - Mayo 2, 1998

Bromista de corazón y no de ocasión❞

Me puse de rodillas en el pasto y pasé las yemas de mis dedos por la rugosa lápida. ─ Freddie. Tan pronto como intenté sonreír, fue tan rápido como me largué a llorar. ─ Nunca se me ha dado bien las palabras. Si me preguntas qué hago aquí, no sabría responderte tampoco. Cada que quiero hablar de ti me siento indefensa, débil... expuesta. Pero necesito hacerlo. No sabes cuánto lamento tu partida. Y lamento no haberte abrazado una última vez. O haberle puesto atención a uno de tus chistes una última vez. Estar para ti una última vez. «A menudo despierto con un apretón en el pecho pensando en cómo será el resto del día sin ti. Y siento rabia porque no fue justo como tuviste que abandonar esta vida...» Mis palabras se ahogaron en un sollozo. Apreté los labios, tragando saliva. Dejé caer mi frente encima de la lápida y respiré hondo. ─ Pero ya lo asumí, Freddie. No te veré más. Así que lo acepto y te dejo descansar. Y de pronto, una paz invadió mi interior. Me desconcentró el sonido de un ave muy cerca de mí. Levanté la mirada y una urraca estaba apoyada justo encima, casi rozando mi mano. ─ ¡Ni se te ocurra ensuciar aquí! ¡Chu, chu! Intenté apartarla, pero esta no se inmutó. No había ningún otro pájaro cerca. Era el lugar más desolado que conocía, ¿por qué estaba justo aquí? Entrecerré los ojos a la defensiva, pero luego de unos segundos me hacía sentido. ¿Podría ser posible? El ave ladeó la cabeza emitiendo un sonido. Sonreí acercando mi mano con mucha delicadeza para hacerle cariño en la cabeza. Ante mi toque este cerró los ojos. ─ ¡Ginny! Era Neville corriendo hacia mí. El ave se había ido. ─ ¡Estás loca! ─ Me regañó abrazándome ─ ¿Tienes idea de lo preocupados que estábamos? ─ Lo... lamento. ¿Cómo me encontraste? ─ Supuse que estarías aquí. Me tapé la cara, riendo. ─ ¿Te parece gracioso? ¡Casi me das un infarto! ─ Perdón, perdón. Es que... ─ Dije entre risas ─ Ha sido un día muy... inusual. ─ ¿Puedes parar de reírte? Comienzas a dar miedo. ─ Okay, perdóname. ─ Volví a abrazar a Neville y aunque no me correspondía, sabía que tenía una media sonrisa también.─ Te quiero muchísimo, Nev. Gracias por preocuparte. Me separé con una sonrisa, él me miraba desconfiado. ─ ¿Dónde has estado? ─ Necesitaba... cambiar de aire. ─ ¿¡Esa es tu excusa!? Quiero explicaciones. Estaba a punto de darme algo. ─ Neville, estás hecho todo un abuelo. ¿Por qué no me invitas a pasar ya que tanto me extrañabas? ─ Si no tengo de otra.

La casa de Neville era bastante acogedora. El ambiente era cálido y olía a canela. Tenía reproduciendo un disco de canciones de los '80s. Decía que era para que sus padres siempre se mantengan siendo parte de su hogar. Se reprodujo la canción favorita de su padre, "Once in a lifetime" de Talking Heads. Neville traía una bandeja llena de comida que me alcanzaría para una semana entera si quisiera. ─ ¡Es que eres el mejor amigo del mundo mundial! Déjame te abrazo otra vez. ─ No, primero me dirás en dónde has estado. Quiero con detalles todo lo que ha pasado y no me he enterado. ─ He caminado por las increíbles calles de Londres. Y asaltado tres bancos. ─ Ginny... ─ ¿Puedes sólo conformarte con que estoy bien? ─ No se miraba muy convencido. ─ Entiendo que hayas estado preocupado y me pidas explicaciones. Necesitaba despejarme. Eso es todo. ─ Está bien. ─ Respondió de mala gana. ─ Pero cada vez que estás por cagarla, es mi labor como mejor amigo decir que la estás cagando. Y esta es una de esas veces. ─ ¿Qué quieres decir? ─ Qué estás huyendo. A veces escapar es tranquilizador. Pero solo al principio. Ahora necesitas poner los pies sobre la tierra y pensar que es lo que tu corazón necesita. Solté un suspiro ─ ¡Mi espalda, chico, mi espalda! ─ ¿Esa fue tu abuela? Neville corrió a buscarla.  ─ ¡Aaaah! Corrí detrás de él, quedando a mitad de las escaleras donde Augusta se encontraba tirada. ─ ¿Qué hace la pelirroja aquí? Ignoré sus reproches, ayudando a Neville a cargarla y dejarla en el sillón. ─ Creo que ha llegado mi hora, muchacho. Neville palideció. ─ ¡No digas eso, abuela! ─ Nev, no es cierto. No le pasará nada a tu abuela. ─ ¿Cómo no, niña maleducada? ¿Qué no ves? ¿O es que me estás tratando de mentirosa? ─ No he dicho eso en ningún momento, señora Augusta. Pero quiero asegurarle que estará bien. La llevaremos a San Mungo y de seguro sólo tendrá una pequeña hinchazón. No nos dejaron entrar con ella. Así que quedamos esperando en los asientos de afuera. ─ No va a morir, ¿verdad? ─ No, Neville. Por quinta vez, estará bien. Apoyé mi cabeza en su hombro y eso pareció tranquilizarlo de alguna manera. ─ ¿Neville? ─ ¿Qué? ─ ¿Puedo quedarme contigo hoy? Mañana temprano prometo regresar a casa. Te ayudo con tu abuela y te cocino. ¿Puede ser? ─ Está bien, Ginny. Pero me dejas ordenado. ─ Intentó bromear.
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