Ginny.
La madriguera.
1 de septiembre, 1998.
─ Te escapas de casa. Nos mientes. Entras al Ministerio y te haces pasar por un auror. ¿Me puedes explicar que pasaba por tu cabeza, Ginevra? Me hundí en el sillón, apenada. Había visto a mamá enojada, pero jamás usando ese tono para referirse a mí o alguno de mis hermanos. ─ ¿Es que pensabas arriesgar todo por... un estúpido encaprichamiento? ─ ¿Encaprichamiento? ─ ¡El trabajo de tu padre es en lo que debías pensar! ¿Cómo crees que mantenemos la madriguera? ¿El alimento de esta casa? ¿Pensaste en eso? ─ No... yo no... ─ ¡Por supuesto que no lo hiciste! Solo pensabas en ti. Como siempre. ─ Eso no es es verdad, mamá. Siempre he pensado en el resto. Incluso cuando ustedes me ocultaban lo que sucedía con Harry y el resto, intenté involucrarme y ayudar. ─ ¿Crees que es momento para sacarnos eso en cara? ─ No teníamos como saber su paradero, cariño. ─ Intentó calmar la situación papá. ─ No quisimos ocultarte nada. Solo protegerte. ─ Lo entiendo, no es mi intención reprocharlo. Es solo que... ─ ¡Pues es justo lo que estás haciendo, Ginevra! Primero robaste la espada de Gryffindor. Luego te escapaste de la madriguera y ahora te has infiltrado en el trabajo de tu padre. ¿Esto es lo que hemos criado, Arthur? Papá se mantuvo callado. ─ Lo lamento. A los dos se los digo, lamento haberlos decepcionado. Jamás quise poner en peligro el trabajo de papá. Ni tampoco hacerlos enojar. Ni preocuparse. Mamá se largó a llorar. ─ Cariño, creo que Ginny ya ha aclarado que lo siente. ─ La consoló papá sobándole la espalda ─ Además, nadie la vio dentro del Ministerio. ¿Cierto, cariño? ─ No, nadie me ha... Mierda. ¡La chica junto a Harry! ─ ¿Es que alguien sí te vio, Ginny? ─ No ─ Mentí descaradamente. ─ Claro que no. Nev estaba vigilando. ─ ¿Ves, Molly? Pero mamá no podía tranquilizarse. Lloraba a mares. ─ Pero es que no lo comprendo ─ Murmuró entre sollozos ─ ¿Cómo es posible que ya no confíes en nosotros? Antes jamás nos hubieses ocultado absolutamente nada. ¿Hemos sido malos padres? ─ No, mamá. Claro que no. ─ Entonces, ¿por qué escapaste? ¿Por qué no buscas nuestra ayuda? ─ Yo... no lo sé. Aquí nadie se habla entre sí. Al menos sinceramente. Nadie se atreve mencionar a Fred, ¡hacen como si nunca hubiera existido! ─ ¿Qué estás diciendo? ─ Nadie quiere hablar de él ni de lo que pasó. Y lo entiendo pero ¿cómo esperaban que contara con ustedes de ser así? ─ A tu cuarto. ─ Molly... ─ Ahora. Noté cómo la figura de George había salido de su habitación para ver lo que había sucedido, pero no fui capaz de darle explicaciones; pasé a su lado conteniendo el llanto y corrí por las escaleras hacia mi habitación. Al día siguiente, me despertó el rayo de sol que pasaba por mi ventana e iluminaba cada rincón de mi habitación. Me palpitaba la cabeza. Si quiera había podido dormir lo suficiente como para tener energías ahora, el primer día de clases. Debe haber sido por el llanto de anoche. Odiaba discutir con mis papás. Incluso cuando fui a cambiarme y me miré frente al espejo me di cuenta que tenía los ojos hinchados. Ni mamá ni papá se molestaron en decir alguna palabra en el desayuno. Harry no apareció en la mañana. Ni tampoco cuando estábamos en el andén listas para subir al tren lo cual me tenía confundida. ─ Por favor, cuídate. ─ Me pidió Ron en voz baja entremedio de un fuerte abrazo. ─ No sé qué habrá pasado anoche, pero si necesitas una oreja que te escuche, un hombro en el que llorar o un chiste malo que soportar, mi puerta siempre la tendrás abierta. Lo sabes, ¿no? ─ Lo tendré en cuenta, Won-Won. Gracias. Me volvió a apretar contra su cuerpo y me dejó un casto beso en la cabeza. Cuando me soltó, se dirigió a Hermione que tenía los ojos llorosos. ─ ¿Estás segura de ir? Esta asintió. ─ Escríbeme. ─ Lo haré. ─ Iré cada fin de semana a Hogsmade. Sin falta, lo prometo. ─ ¿No crees que estamos interrumpiendo algo? ─ Preguntó Astoria, incómoda. ─ ¿Por qué Malfoy no vino a dejarte? ─ No le gustan las despedidas. ¿Por qué Ha...? ─ No lo sé. ─ Respondí tomando mis maletas y entrando al tren. Mirando a través de la ventana tenía la esperanza de que apareciera, pero no. ¿Le habría sucedido algo? Parecía encontrarse bien en el ministerio. No lo entendía. Aseguró estar aquí para este momento y él solía ser bastante puntual. No se lo perdería. Suponía ser nuestra despedida. A los pocos minutos, Astoria y Hermione estaban sentadas al frente de mí. Las tres parecíamos compartir la misma mirada perdida. Creo que ninguna estaba lista para afrontar estar en el mismo lugar en el que hace tan solo pocos meses había ocurrido una guerra. Tori rompió el silencio. ─ ¿Creen que... será todo igual? ─ Han pasado pocos meses de... ese día. Es muy reciente. ─ Murmuró Hermione por fin dirigiéndonos la palabra ─ Todos los que perdieron la vida... ─ Al menos no tendremos que ver a Snape en el puesto de Dumbledore. ─ Bufé intentando dirigir la conversación hacia otro lado ─ Lugar que siempre lo mereció Mcgonagall. ─ Me avergüenzo de decir que fue jefe de mi casa. Me pregunto quién lo será ahora. ─ Snape no fue una mala persona después de todo. Ambas fruncimos el entrecejo cuando Hermione pronunció esas palabras. ─ ¿De qué hablas? Te trataba horrible. ─ Lo sé, pero era alguien dañado y mantuvo con vida a Harry. ¿No te contó lo que vio esa noche en el pensadero? Me quedé atónita. ¿De qué hablaba? ¿habían otras cosas que Harry no me había contado?Harry.
Ministerio de magia.
─ Pero... ¿cómo es posible que esté vivo? ¿no vieron el cuerpo? ─ Tenemos la misma duda, Potter. Nada asegura que sea él a quien vieron. Pero eso no quita el peligro que conlleva. Un hombre lobo, sin ninguna intención de remordimiento, atacando a muggles en una vía pública. ¡Está fuera de nuestras manos! ─ Exclamó Kingsley. ─ Se recopilaron fotos del cuerpo de la joven Lavender Brown. ─ Informó Acalia dejándolas encima del escritorio ─ 17 años. Sangre pura. Tiene las mismas marcas de hombre lobo que el joven que encontraron en Londres. Sentí que palidecía. Lavender. No podía ser verdad. Era su cadáver. Salí por la puerta, conteniendo la respiración. Quería vomitar. Todo daba vueltas a mi alrededor, me saqué los lentes y cerré mis ojos. Apoyé la palma de mi mano en una de las barandas del pasillo para mantener el equilibrio. ─ ¿Ahora que pasa, Potter? Kingsley estaba hablando de algo importante. ─ No me siento bien. ─ ¿Qué te sucede? ─ Yo la conozco. La chica de esa foto, era mi compañera. Y ahora está... muerta. Murió ese maldito día. ─ No fue la única. Le dediqué una mirada feroz con el poco control que tenía sobre mí cuerpo. ─ Tienes que entrar. Kingsley no tiene todo el día. ─ ¿Ah, sí? Pues que venga él mismo y me lo diga. ─ Potter ─ Llamó mi atención el ministro ─ ¿Estás seguro que quieres continuar con este caso? Y no pude responder. De pronto, perdí el conocimiento y caí al suelo.Ginny.
Hogwarts,
Gran Comedor.
─ Me acontece darles la bienvenida a un nuevo año de nuestro querido colegio hogwarts de magia y hechicería, donde hemos decidido abrir nuevamente nuestras puertas para tomar este lugar como recuerdo constante de esperanza y seguridad, sin más temor. Dentro de esta institución, ningún alumna y alumno volverá a ser menospreciado ni aislado. Me siento honrada de poder decir que ocupo el puesto que un viejo amigo mío solía tener; Albus Dumbledore. Les pido que en su honor, levanten sus copas y únanlas en un brindis. Resonaros los aplausos y las palabras de orgullo ante la gran noticia y conformidad por la nueva directora. Se prendieron las velas y salieron chispas de la varita de Mcgonagall. ─ No puedo hacer como si nada. ─ Continuó ─ Es mi deber no pasar por alto las almas perdidas que dejaron una huella en este establecimiento. Por ello, pido una última vez, que levanten sus varitas, para poder dar apertura a este nuevo año como corresponde. No fui capaz de hacerlo. En realidad, muy pocos se animaron a hacerlo. Apreté mis labios, intentando ignorar la sudoración de mis manos. ─ Damos la bienvenida al nuevo jefe de la casa de Slytherin, Horace Slughorn. ─ Anunció Mcgonagall, provocando aplausos nuevamente ─ Esperamos que pueda suplir sus necesidades cuanto sea necesario. Por otro lado, luego de 42 años, me apena anunciarles mi retiro en el cargo de jefa de la casa de Gryffindor. En su lugar, me reemplazará el profesor Rubeus Hagrid. ─ Esta vez, los gritos de aclamación se escucharon más fuertes cuando Hagrid se levantó botando todo entre sí. ─ Que le dejo toda mi fe en sus manos. Y sin más que añadir, ¡pueden comenzar con el banquete! Astoria se sentó entremedio de mí y Hermione, colocando su bandeja en la mesa. ─ ¿Escucharon eso? ¿Slughorn? No creí que volvería. ─ ¿Por qué no? ─ Nadie dura tanto en el puesto de artes oscuras. ─ Pues para todo parece haber una nueva oportunidad este año. ─ ¿Por qué será que Luna todavía no llega? ─ Interrumpió Hermione. ─ ¿Tú preocupada por Luna, Hermi? ─ Sonrió Astoria orgullosa ─ Sabía que en el fondo habías ablandado tu corazón. ─ Es que es extraño, ¿no? La última carta que mandó a la madriguera aseguraba que estaría para este día. ─ Tienes razón. Y ahora que lo mencionas tampoco hemos visto a Hannah.Harry.
Ministerio de magia.
─ Harry, ¿te sientes mejor? ─ ¿Neville? Intenté levantarme, pero fue imposible, mi cabeza punzaba. ─ Mierda. ¿Qué hora es? ─ Las 10 am. Evita hacer movimientos tan bruscos, Harry. Déjame ayudarte. ─ ¿¡Las 10!? ─ Instintivamente me levanté deprisa, pero más piernas flaquearon. ─ Ginny ya debe haber tomado el tren. Mierda y más mierda. ─ Farfullé del dolor. ─ ¿Siempre eres así de dramático? Si quiera tuve ganas de responderle a las incitaciones de Acalia. ─ Ginny lo entenderá, Harry. Ahora deberías descansar. ─ ¿Descansar? ¿Ya no lo hizo lo suficiente? Nos hizo perder una entrevista muy importante con Kingsley. ─ ¿En qué mundo vives? ─ Bufé molesto ─ Porque parece que la falta de empatía es algo de familia. ─ ¿Quién te crees para hablar de mi familia? ─ Señorita Acalia, creo que debemos calmarnos. Mi amigo recién se está recomponiendo... ─ He esperado suficiente. Me voy. ─ ¿A dónde vas? ─ Greyback sigue suelto y no se detendrá solo, ¿no? ─ ¡Espérame! ─ ¡Harry, se supone que no debes levantarte!Ginny.
Hogwarts,
Sala común.
─ ¿Puedes decirme qué te sucede? ─ Pregunté un tanto molesta. ─ ¿De qué hablas? ─ No finjas conmigo. Desde mi cumpleaños que estás rara. ¡Ha pasado un mes que si quiera nos diriges la palabra! ─ No es cierto. ─ Hay algo que no nos quieres decir, ¿qué es? ¿Es Ron? ¿Te ha hecho algo? Porque si el idiota de mi hermano te ha hecho algo... ─ ¡Por merlín, no! No tengo tiempo para esto. Tengo mucho que estudiar. Ya perdí todo un año, no puedo perder otro más. ─ ¡Salvando el mundo! Por eso lo perdiste. ¿Me estás hablando en serio? ¿Por cuánto tiempo más vas a estar así? ─ No entiendo a qué te refieres. ─ ¿Te estás comportando así por no haber hablado con Harry antes? Lo arruiné, lo sé. Pero... ─ No es eso. ─ Entonces admites que hay algo. Lo sabía. Dime qué es. ─ No es nada. ─ No te creo ninguna palabra. Por alguna razón debes estar enojada. ─ No estoy enojada. Estoy... ─ Resignada, se tapó la cara ─ avergonzada. ─ Ahora soy yo la que no entiende. ─ Es... una tontería. Lo admito, no debería haber reaccionado de esa manera ese día. Pero no sabía cómo explicarles. ─ ¿El qué? ─ Cuando me probé ese vestido me sentí... expuesta. Sucia e incluso... un tanto incómoda. Tengo cicatrices, Ginny. Estoy... llena de ellas. En mis brazos, en mi espalda... ─ Apartó la mirada y se dirigió a su cama. ─ ¿Puedes dejarme sola? Me senté en una esquina con mucho cuidado de no molestarla. ─ No. ─ Declaré ─ Jamás se nos cruzó por la cabeza que podría haber sido por una razón así. Te debemos una disculpa. ─ Qué va. Es una tontería como dije. ─ No lo es y no debes sentirte avergonzada. Y menos con nosotras que somos tus amigas. ─ Lo sé. Soy una idiota. ─ No lo eres. Es completamente válido. Pero debes saber que te veías preciosa. Mi hermano se hubiera vuelto loco. Logré sacarle una sonrisa mientras se tapaba la cara sonrojada y le lloraban los ojos. ─ Herms, puedes confiar en nosotras. Ninguna te juzgará. Todas pasamos por ese día. ─ Y todo pasó tan rápido. ¡En un abrir y cerrar de ojos habían cientos de personas sin vida! Y no podías parar para procesarlo porque había que seguir luchando. Aunque te doliera el pecho y todo el cuerpo. ¡Cuando mis padres me preguntaron qué me había pasado no supe cómo explicarlo! Imagínate la culpa que siento por haberles borrado la memoria. Deberían odiarme. Ni su mirada merezco. ─ Intentabas protegerlos. ─ Sí, pero no no me recordaron durante meses. Y ahora que me vieran así... A mi madre casi se le sale el alma del cuerpo. Casi me prohíben ver a Ron. De a poco los logro convencer que él no tuvo nada que ver, pero siguen sin fiarse de él. ─ Quizás solo les debes decir lo que es necesario. Hermione se incorporó, tragando saliva. ─ ¿Sabes lo que tengo escrito en mi brazo? Negué con la cabeza. Cuando lo dejó descubierto claramente se podía leer las palabras "sangre sucia" talladas en su piel. Contuve cualquier expresión en mi rostro. No quería hacerla sentir incómoda. Le tomé el brazo con delicadeza. ─ Esto no significa nada, Hermione. Esto no te define como persona. Todo mago o bruja merece dignidad sin importar su sangre o estatus social. ─ Gracias, Ginny. ─ ¿Qué te parece si...nos hacemos un tatuaje? ─ Sugerí la idea sin detenerme a pensar. Me miró con horror. ─ Estás demente. ─ ¡Eh, juzgándome de inmediato! Clásico de Granger. ─ Bromeé, buscando hacerla reír ─ Vamos, será divertido. Hacemos de esto algo bonito y memorable. Pero por razones distintas. ─ Es muy grande para poder taparlo. ─ Ya se nos ocurrirá algo genial. Ya verás.