ID de la obra: 315

Manual de Relaciones y Otras Maldiciones - Dramione

Het
R
Finalizada
1
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
¡Vote por el trabajo que más le guste! Puede votar una vez al día.
Promocionada! 0
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
52 páginas, 20 capítulos
Etiquetas:
Descripción:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Capítulo 2 - Cormac McLaggen, mi ego con patas (y gusto por el azúcar)

Ajustes de texto
Narrado por Hermione Granger Cormac McLaggen se me declaró a los doce años. Y yo, con toda la gracia y sabiduría emocional que una niña prodigio puede tener, le dije que no. Sin rodeos. Ni dudas. — “Lo siento, pero no me gustas.” (Traducción: me gusta otro que ni me mira, y tú eres demasiado… azucarado para mi gusto lógico.) Cormac era meloso. Y yo odio a los melosos. Esos que te hablan con voz suave como si fueras un crup bebé. Que te dicen “mi sol” en público. Que te quieren abrazar todo el tiempo como si tuvieran complejo de pulpo. Pasapalabra. Pero un mes después… Un mes después me enteré de que Cormac estaba con Cho Chang. Cho. Chang. La de la carita perfecta y la voz amable. La que caminaba como si la brisa le acomodara el uniforme. Y algo dentro de mí —algo nada maduro ni racional— explotó. ¿Qué cómo me enteré? Se estaban besando detrás de la estatua del Ogro Tuerto, justo cuando yo pasaba con Ginny camino al invernadero. Ginny solo dijo: — “¿Ese no es Cormac?” Y yo: — “NO LO SÉ, ¿QUÉ TIENE QUE VER CONMIGO?” Spoiler: tenía todo que ver conmigo. Yo no me enamoré. Yo perdí. Y eso, amigas y enemigos, no es una opción para Hermione Granger. Así que respiré profundo, me puse mi mejor cara de “voy a ganar este ensayo de vida” y fui a buscarlo. Lo encontré junto a la fuente de la entrada, comiendo galletas de menta y hablándole a una lechuza como si fuera su prima. — “Hola, Cormac.” — “Hermione, ¡qué gusto!” (Me odié un poco por que me diera gusto verlo tan entusiasmado.) — “Quería decirte que… bueno… he estado pensando. Quizás me equivoqué. Tal vez sí me gustas.” — “¿En serio?” — “Sí. Y si algún día no estás con Cho… podríamos intentarlo.” Sí. Dije eso. Con toda mi boca. Sin gustarme. Solo porque NO IBA A PERDER. Narrador: Ella perdió. Pero fingió lo contrario durante meses. A la semana terminaron. Y yo, fiel a mi palabra, empecé a “salir” con él. Fue todo incómodo desde el día uno. Me escribía notas con rimas cursis tipo: “Hermione, mi flor de jardín, mi alegría sin fin.” Me quería agarrar de la mano TODO el tiempo. Incluso en el almuerzo. Me traía pedacitos de postre envueltos en servilletas como si fueran anillos de compromiso. Yo, mientras tanto, planeaba cómo disolver la relación sin parecer una sociópata emocional. Al final no necesité ni excusa. Un día, mientras me recitaba un poema sobre mis “ojos que iluminan como lumos”, lo interrumpí con: — “Cormac. Creo que esto… ya no me hace bien.” — “¿Qué dices?” — “Que prefiero estudiar para los exámenes sola que seguir fingiendo que me derrito con tus metáforas de flores.” Y ahí terminó. No lloró. Me dio un beso en la mejilla y me dijo: — “Siempre serás mi inspiración.” Y yo pensé: ojalá no se la recites a otra igual de melosa porque eso no es poesía, es tortura. Y así fue como Cormac McLaggen fue el segundo que no fue. Aunque técnicamente, nunca fue. Ni mi tipo. Ni mi elección real. Solo un eco de mi ego herido. Una competencia que yo misma fabriqué para no perder. Narrador: Y ganó. Pero solo en teoría.
1 Me gusta 0 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)