Capítulo 10 - Sirius Black, lumbalgia emocional y mi nueva humillación en whisky
1 de julio de 2025, 16:07
Narrado por Hermione Granger
Lo conocí en un partido de Quidditch.
Sí, yo, la que decía que ir a esas cosas era perder el tiempo.
Pero Ginny me arrastró, y ahí estaba él.
Apoyado contra la baranda, cara de amargado profesional, como si la vida fuera una decepción constante y solo él lo supiera.
Tenía facha de hooligan.
De esos que dicen “yo no sigo reglas” mientras se ponen gel con estilo.
Y claro… eso me intrigó.
Sirius Black.
No era feo.
Solo parecía complicado.
Y eso, aparentemente, es mi debilidad más constante.
Narrador: Hermione, reina de los proyectos emocionales y los amores con contraindicaciones.
Empezamos a hablar.
Y a salir.
Bueno… salir es una palabra generosa.
Nuestras “salidas” consistían en ir a su casa, estar con sus amigos hasta que se iban, y luego, subir al cuarto por horas.
Horas.
Hasta que terminaba con lumbalgia.
Literal.
Sirius fumaba.
Escuchaba música electrónica.
Hablaba poco, pero cuando lo hacía, era como escuchar a un filósofo grunge.
Vivía en modo “ya fue todo” y eso… a mí, que vivía en modo “hay que organizar todo”, me parecía fascinante.
Una noche, estábamos solo nosotros dos.
Ambiente perfecto para el desastre.
Yo, otra vez, sin aprender, me pasé de copas.
Whisky de fuego.
Mi kriptonita líquida.
Y esta vez, la víctima no fue Draco Malfoy (¿por qué lo menciono? ¿quién sabe? trauma quizás).
Narrador: O amor eterno no resuelto. Pero continuemos.
Esta vez fue Sirius.
Yo me subí al sillón.
Empecé a bailar como si Azkaban tuviera hora loca.
Y después… corrí al baño a vomitar.
Hermoso.
Él, muy maduro, me trajo agua.
Mientras limpiaba, escuché cómo intentaba subir las escaleras con esa voz de “Hermione, ¿estás viva o tengo que llevarte a San Mungo?”.
Lo que encontró al entrar a su cuarto fue:
Yo.
Boca abajo en su cama.
Hundida en la almohada.
Dormida.
Hecha trapo mágico.
Al día siguiente, desperté con una resaca de séptimo nivel.
Y una laguna mental.
Solo imágenes fragmentadas:
Yo, arrastrándome hacia él.
Yo, montada en su ego.
Yo, Hermione Granger, dejándome llevar por el whisky y… otra sustancia mágica no identificada que me hizo más atrevida que Bellatrix en Black Friday.
¿Me aproveché de él?
¡No!
Él bien que quería.
Pero la culpa mágica siempre llega después.
Y con resaca.
Aun así, la cosa siguió.
Nos fuimos de viaje.
A Irlanda.
Un festival de música.
Era él y yo, vibrando al mismo ritmo.
Hasta que de la nada…
Desapareció.
Así, sin explicación.
Se fue con sus amigos, no contestaba.
Nada.
Yo me quedé sola.
Desorientada.
Con el flequillo revuelto y cara de “me cambiaron por un porro”.
Hasta que aparecieron Pansy y Ginny.
Mis hadas madrinas oscuras.
Pansy me vio, me quitó el espejo y dijo:
— “¿Me das permiso?”
Y sin esperar respuesta, escribió.
Una línea directa a Sirius.
La respuesta no importó.
Porque su cara dijo todo.
— “Bueno,” anunció Pansy.
— “Se acabó. Nadie deja a mi prima sin respuestas de un momento a otro.”
Y así fue como Sirius Black se fue de mi vida.
Sin drama.
Sin carta.
Sin explicación.
Narrador: Pero con una historia más para el archivo de “cosas que parecían buena idea bajo efectos mágicos y no lo eran”.