ID de la obra: 322

El Ritual Del Tiempo

Mezcla
R
Finalizada
4
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251 páginas, 83.421 palabras, 22 capítulos
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Navidad con los Black (1/2)

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El tren estaba abarrotado de estudiantes ansiosos por regresar a casa para las fiestas. Hércules, acompañado por Walburga, Lucretia, Orión y Alphard, encontró un compartimiento vacío. Abraxas se les unió poco después, acomodándose junto a Alphard con una elegancia innata. Orión, con su actitud habitual, intentó molestar a Hércules en varias ocasiones durante el trayecto. Cada comentario sarcástico o mirada desafiante era rápidamente acallado por Alphard, Walburga o Lucretia, quienes parecían haber tomado la tarea de mantenerlo a raya. Hércules, por su parte, se limitaba a ignorarlo con una calma que solo lograba frustrar más a Orión. —No entiendo qué tiene de especial— murmuró Orión en algún momento, cruzándose de brazos. —Quizá si dejaras de actuar como un crío lo entenderías— replicó Lucretia con una sonrisa burlona. El viaje transcurrió entre conversaciones sobre lo que podrían esperar en la casa Black. Hércules pasaría las festividades en un entorno tan estrictamente vinculado a la antigua nobleza mágica, y no podía evitar sentir cierta tensión. No era solo la incógnita de cómo sería recibido, sino también el peso de saber que, en su propio tiempo, Grimmauld Place era su hogar, un hogar compartido con Cygnus, Sirius, Regulus, Remus, Bellatrix, Luna, Pandora y Caelum, en las fiestas con los Tonks, los Malfoy y Druella Rosier. La ironía de la situación no se le escapaba. 💛 Al llegar a la estación, el frío invernal los envolvió en una ráfaga helada. —Ahí está la tía Lycoris— indicó Alphard, señalando a una mujer de porte distinguido que los esperaba con una expresión severa. Lycoris Black los recibió con una mirada evaluadora, deteniéndose especialmente en Hércules. Su porte era imponente, con una elegancia natural que no necesitaba adornos ni demostraciones innecesarias de poder. Sus ojos oscuros se posaron sobre él con una mezcla de curiosidad y escrutinio. —Así que tú eres el famoso Hércules— dijo con voz firme, cruzando los brazos. Harry sostuvo su mirada con respeto, pero sin sumisión. —Sí, señora. —Él del futuro— continuó Lycoris, alzando ligeramente una ceja. —Sí, señora— respondió Harry con la misma serenidad. Por un momento, la tía pareció evaluar su respuesta, como si intentara leer más allá de sus palabras. Finalmente, asintió, sin mostrar ni aprobación ni desaprobación. —Bien. Nos esperan en casa. No hagamos esperar a la familia. Con un leve movimiento de la cabeza, les indicó que la siguieran. Lucretia y Alphard intercambiaron una mirada rápida antes de avanzar. Walburga se aseguró de caminar junto a Hércules, como si quisiera dejar claro que él era su invitado y que nadie debía tratarlo con desprecio. Orión, por su parte, parecía querer decir algo más, pero se mordió la lengua ante la presencia de su tía. Salieron de la estación, donde un carruaje encantado los esperaba para llevarlos a la casa Black. Harry inhaló profundamente el aire frío de Londres, sintiendo en su interior que esta navidad sería diferente a cualquier otra que hubiera vivido. El carruaje avanzaba con suavidad a través de las calles de Londres, envuelto en un encantamiento que lo hacía invisible para los muggles. Hércules observó por la ventanilla cómo la ciudad se perdía en la distancia, preguntándose qué tan diferente sería la casa Black en esta época comparada con la Grimmauld Place que él conocía. —La casa ya ha sido preparada para nuestra llegada— comentó Lycoris con su voz firme —Espero que todos recuerden que somos Black. Lucretia resopló, como si la advertencia no fuera con ella, mientras que Alphard rodó los ojos de manera casi imperceptible. Orión, en cambio, se acomodó el abrigo con elegancia, mostrando que ya esperaba una bienvenida formal y ceremoniosa. Hércules se mantuvo en silencio, pero podía sentir la tensión en el ambiente. No era un invitado cualquiera; su presencia en la casa Black sin duda causaría revuelo. —¿Cómo es la casa Black en el futuro?— preguntó de repente Lucretia, mirándolo con genuina curiosidad. Harry desvió la mirada de la ventanilla. —Es diferente. No es un lugar de reuniones formales ni de protocolos estrictos. Es un hogar. Hubo un breve silencio en el carruaje. La palabra "Hogar" tenía un significado muy distinto para los Black en esta época, y Hércules podía sentir las miradas evaluándolo. Finalmente, el carruaje se detuvo frente a una gran mansión, con altos muros que parecían absorber la luz de la luna. La puerta se abrió sin necesidad de que nadie llamara, y Kreacher de mirada sumisa los recibió con una reverencia. —Bienvenidos a la casa Black— anunció Lycoris, antes de entrar con paso firme. Harry cruzó el umbral y sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Esta casa, no era distinta en estructura, sino en atmósfera, era fría y solemne. En cambio el Grimmauld Place que él conocía era alegré, su hogar. Walburga se adelantó junto a sus primos y hermano, pronto se escucharon los murmullos de otros miembros de la familia que los esperaban en el gran salón. Harry respiró hondo antes de seguirlos. Fuera lo que fuera lo que le esperara en esa casa, estaba listo para enfrentarlo. Hércules avanzó con paso firme tras los demás, entrando en el gran salón de la casa Black. La habitación era imponente, con altos techos adornados con candelabros encantados que proyectaban una luz tenue sobre las paredes de piedra oscura. Retratos de antiguos miembros de la familia observaban, mientras el fuego crepitaba en la chimenea, llenando el ambiente con un leve resplandor dorado. Harry no pudo evitar compararla con la de su época, en donde ay muchos más retratos, por no decir que todos los que actualmente están en el salón, para su época ya tendrán su retrato. Los miembros de la familia Black ya estaban reunidos, sus túnicas impecables y su porte denotando la dignidad propia de su linaje. En la sala, en el centro, con una presencia innegable, estaba Sirius II, el actual Lord Black. A su lado, su esposa, Hasper de soltera Gamp, observaba con una expresión calculadora. Junto a ellos, Cygnus II y su esposa, Violetta de soltera Bulstrode, se mantenían en silencio. Más allá, Arcturus II y su esposa, Lysandra de soltera Yaxley, conversaban en voz baja, sin dejar de dirigir miradas evaluadoras. Arcturus III y su esposa, Melani de soltera McMillan, tenían expresiones más neutrales, aunque Melani parecía ligeramente curiosa. Lycoris, tomó su lugar Junto a su hermano Regulus I, con la misma mirada severa de antes. Pollux y su esposa Irma de soltera Crabbe observan a Hércules, o más bien Pollux intento invadir la mente de Hércules. Dorea, estaba acompañada de Charlus Potter, lo que despertó una punzada de sorpresa en Harry. No esperaba ver a un Potter en medio de los Black, aunque sabía que dentro de poco Dorea se casaría con Charlus. Sirius II alzó una mano, indicando que el silencio debía reinar en la sala. Todos se volvieron hacia él, esperando su palabra. —Hemos recibido en nuestra casa a un invitado inusual— comenzó, su voz resonando con autoridad —Hércules viene de un futuro que ninguno de nosotros conoce y su existencia misma es un misterio que aún no comprendemos del todo. Sin embargo, como es costumbre en nuestra familia, los asuntos de los Black se manejan entre los Black. Los murmullos comenzaron a recorrer la sala. Algunos parecían intrigados, otros desconfiados, y algunos (Melani y Cygnus II) simplemente entretenidos por el drama de la situación. —Dado que ha sido traído aquí bajo circunstancias extraordinarias— continuó Sirius II —Se le concederá la cortesía de nuestra hospitalidad. Sin embargo, quiero dejar en claro que el respeto hacia nuestra tradición y nuestra casa es fundamental. El mensaje era claro: Hércules no era un igual, pero tampoco un enemigo. —Bienvenido, Hércules— dijo finalmente Sirius II, inclinando ligeramente la cabeza. Algunos miembros de la familia asintieron con educación, otros apenas disimularon su desinterés. Cygnus II miró con diversión, mientras Arcturus III parecía evaluarlo como si estuviera midiendo su valor. Dorea, por su parte, le dedicó una leve sonrisa, mientras Charlus le observaba con abierta curiosidad. —Gracias, Lord Black— respondió Hércules con la misma serenidad, sin inclinar la cabeza demasiado. No tenía intención de parecer sumiso, pero sí respetuoso. El ambiente estaba aún tenso cuando Kreacher entró con un par de sobres en una bandeja de plata. Se dirigió con rapidez hacia Sirius II y le ofreció las cartas. Él patriarca tomó la primera y la abrió con un movimiento preciso, sus ojos recorriendo el contenido antes de anunciar: —Charis y su esposo vendrán para la cena de Navidad al igual que Calidora y su esposo. Algunos asintieron, otros intercambiaron miradas. Las casadas Black por algún motivo no asistían a las reuniones familiares al menos que fuera algo importante. No esperaban a ninguna y menos a Charis que estaba embarazada. Sirius II tomó la tercera carta y la abrió con la misma calma imperturbable. —Cassiopeia ha informado que vendrá a pasar las fiestas. La sala se llenó de murmullos tras el anuncio de Sirius II. Algunos de los Black intercambiaron miradas intrigadas, mientras otros parecían desconcertados. Cassiopeia no había pisado la casa Black en 8 años, después de graduarse de Hogwarts. Nadie se dio cuenta de la sonrisa en el rostro de Harry. —No hay duda de que si Cedrella no hubiera sido renegada, también estaría aquí— murmuró una voz en la sala. —Y probablemente habría traído a ese traidor a la sangre— susurró otra con desdén. Harry sintió una punzada de disgusto. Conocía la historia de Cedrella Black, quien había sido desheredada por casarse con Septimus Weasley. Sirius II, sin embargo, levantó una mano, reclamando silencio. —Si Cassiopeia ha decidido regresar, será bienvenida como cualquier Black— anunció con firmeza —Ahora, basta de especulaciones. Es hora de cenar. Con la misma disciplina que definía a la familia, los Black dejaron de lado los murmullos y comenzaron a moverse hacia el comedor. La cena en la casa Black transcurrió en un ambiente de refinada formalidad, donde cada palabra y cada gesto parecían calculados. Harry, con su experiencia en entornos políticos y con los Black de su época, se manejaba con naturalidad, respondiendo con inteligencia sin revelar más de lo necesario. Cuando mencionó que Grindelwald sería derrotado, pero que en su tiempo otro Señor Tenebroso había surgido, notó las reacciones en la mesa. Algunos mostraron un interés calculador, otros curiosidad, y unos pocos incomodidad. —Supongo que siempre habrá alguien dispuesto a reclamar el poder— comentó Arcturus II con tono reflexivo, observándolo con ojos astutos. —El problema no es el poder— intervino Dorea, con calma —Sino cómo se usa. —¿Y quién es este nuevo Señor Tenebroso?— preguntó Pollux con interés. Harry tomó un sorbo de su copa antes de responder con aparente indiferencia. —Un mago que buscó la inmortalidad y el control total del mundo mágico. Las miradas de los presentes se intensificaron, algunos con inquietud, otros con fascinación. Grindelwald era una amenaza real en su tiempo, pero la idea de que otro tomara su lugar en el futuro les resultaba perturbadora. —Me pregunto qué opinan los muggles de su propia guerra— comentó Lysandra, desviando ligeramente el tema. —Probablemente piensen que es la única que importa— respondió Cygnus II con desdén. Hércules notó la forma en que algunos miembros de la familia hablaban de los muggles con indiferencia o desprecio, algo que no le sorprendía pero que le resultaba desagradable. Sin embargo, no tenía intención de iniciar un debate en esa cena ni en ningún otra. La conversación continuó hacia temas más triviales: literatura, política y por supuesto, la genealogía de los Black. Walburga, por su parte, apenas tocó su plato. Ante la pregunta de su madre, respondió con voz apagada: —No tengo hambre. El viaje me dejó un poco mareada. Irma la observó con desconfianza, pero no insistió. Hércules, sin embargo, notó cómo Alphard y Lucretia los observaban de reojo. Al terminar la cena, los Black se dispersaron. Algunos se retiraron a la biblioteca, otros se quedaron conversando en pequeños grupos. Hércules fue escoltado por Kreacher hasta la habitación que le habían asignado, un cuarto elegante. Que curiosamente era el mismo que ocupaba en su época. Hércules apenas había terminado de ponerse la camiseta de su pijama cuando la puerta de su cuarto se abrió de golpe. Lucretia y Alphard entraron con expresión decidida, arrastrando a una Walburga que claramente no quería estar ahí. —¡Déjenme en paz!— se quejó ella, intentando zafarse, pero Alphard le sostuvo la muñeca con facilidad. —No hasta que nos digas qué demonios te pasa— dijo su hermano —No comes bien, has estado rara desde hace semanas. Hércules suspiró y se pasó una mano por el cabello desordenado. Sabía que Alphard y Lucretia no iban a dejarlo pasar tan fácilmente. —No es nada, solo estaba cansada— respondió Walburga con el tono más indiferente que pudo fingir, pero su mirada evitó la de su hermano y su prima. —Mentira— replicó Lucretia de inmediato —¿Es por el compromiso con el estúpido de mi hermano? Aún tienes unos meses para disfrutar tu libertad ¿Te dijeron algo? ¿Hiciste algún juramento? Hércules se tensó. No era un pensamiento descabellado. En su época, los Black solían hacer pactos mágicos para garantizar alianzas. —No, no he hecho ningún juramento— contestó Walburga rápidamente, lo que solo hizo que Alphard y Lucretia fruncieran más el ceño. Harry decidió intervenir antes de que la situación escalara. —¿Sabían que este es mi cuarto en el futuro?— soltó con naturalidad, observando a su alrededor. Alphard y Lucretia parpadearon, momentáneamente desconcertados. —¿En serio?— preguntó Lucretia, mirando la habitación con más atención. —Sí— Harry se apoyó contra el escritorio —Casi todo sigue igual... aunque en mi época hay más libros y menos formalidad. Alphard dejó ir la muñeca de Walburga y se paseó por la habitación con expresión pensativa. —Eso significa que este cuarto ha sido tuyo por más de cincuenta años...— murmuró, antes de volver la mirada a Hércules —Sí— agregó —En mi época, Grimmauld Place es mi hogar. Pero la historia de cómo terminé allí es complicada. Walburga, que hasta ese momento había estado en silencio, suspiró de alivio, agradeciendo en su interior que Hércules hubiera desviado la conversación. Sin embargo, Alphard no iba a rendirse tan fácilmente. —Bueno, fue un buen intento, querido cuñadito, pero me temo que seguimos en la misma pregunta— dijo, cruzando los brazos —¿Por qué mi hermana no come bien? Walburga se puso rígida de inmediato, Hércules suspiró. Esto no iba a ser fácil. Pero antes que alguno dijera algo Kreacher apareció, diciendo. —Dentro de poco llegaría la señorita Cassiopeia y todos deben bajar al Gran Salón. Hércules y Walburga se sintieron un poco más tranquilos, pero Alphard y Lucretia los miraron con cara de esto no se queda así. Media hora después Hércules estaba de nuevo en su cuarto, ya dispuesto a dormir, pero antes no pudo evitar pensar en que Cassiopeia aún que físicamente era más joven a la que él logro conocer, tenían ese poder de intimidarlo y ponerlo contra la pared, sabía que podía engañar a los demás Black si él quisiera, pero no a ella. Ella además de intimidarlo, tenía la habilidad de atravesar los muros mentales, no solo los de él, si no de cualquier persona, sin importar si era un buen oclumante. Y como si eso no fuera suficiente, también podía ver el futuro, no era como si lo viera Cuando quisiera, pero podía verlo, en el momento menos esperado, le llaga una visión del futuro. Que podían pasar en un mes hasta dentro de cinco años, no sabía en qué momento pasaría, pero podía verlo. Ella una tarde cuando Harry apenas tenía unos 9 años le dijo "Debes aprender Oclumancia, no se sabe cuando sea útil", nunca le dijo el motivo o el ¿Porqué?. Perdido en sus pensamientos, se quedó dormido. Era la primera noche que dormía solo desde que había llegado, siempre dormía con Walburga, en el cuarto de él o en el de ella. Harry sintió cómo la oscuridad lo envolvía, atrapándolo en una escena que no veía desde hacía meses. Estaba en el cementerio. El aire era denso, frío, lleno de una magia oscura que le erizaba la piel. Veía a Cedric a unos pasos de él, con la expresión de confusión todavía en su rostro. Y entonces escuchó la voz. "Mata al otro". La voz fría, cruel, inhumana de Voldemort resonó en el aire. Harry intentó moverse, gritar, hacer algo, pero su cuerpo estaba paralizado, obligado a revivirlo una vez más. Vio la varita alzarse, el destello de luz verde. Cedric ni siquiera tuvo tiempo de reaccionar. Thump. El sonido de su cuerpo cayendo sin vida en la hierba lo golpeó como una maldición. Harry sintió el mismo nudo en la garganta, el mismo dolor en el pecho, la misma culpa ardiendo en su interior. "Cedric, nooooo." Harry se incorporó con dificultad, su respiración aún entrecortada por la pesadilla. Miró el reloj de la habitación: aún era temprano. Decidió darse una ducha, esperando que el agua caliente ayudara a calmar su mente. Se tomó su tiempo. Dejó que el vapor llenara el baño, tratando de alejar el recuerdo del cementerio, de la voz de Voldemort, de la caída de Cedric. Pero la imagen seguía ahí, persistente, como una sombra que se negaba a desvanecerse. Cuando finalmente escuchó ruido afuera, supo que los demás ya estaban levantados. Se vistió y salió con su expresión más neutral, como si no hubiera pasado nada. El desayuno fue como cualquier otro, al menos en apariencia. Sin embargo, Hércules podía sentirlo. Las sutiles presiones contra su mente, los intentos de algunos Black de leerlo. No fue difícil bloquearlos. Pollux, Arcturus II y III, incluso Sirius II lo intentaron, pero ninguno logró atravesar sus barreras. Solo una lo consiguió. Cassiopeia. Sintió cómo su presencia se colaba en su mente, deslizándose con una facilidad inquietante. En un instante, ella estuvo allí, demasiado cerca de la pesadilla. Harry reaccionó al momento, empujando la imagen de Cedric fuera de su consciencia y reemplazándola con recuerdos más seguros. Conversaciones con Cassiopeia en el futuro. Momentos en los que ella le hablaba de su familia, de la importancia de conocer su linaje, de aprender a ver más allá de lo evidente. Por poco. Por muy poco. Cassiopeia casi había visto algo que no debía (su propia muerte). Sintió cuando ella se retiró, percibiendo su sorpresa. Lo miró con sus ojos agudos y evaluadores, y tras unos segundos de silencio, una sonrisa apareció en su rostro. —Muy astuto, Hércules. Muy astuto. Hércules le devolvió la sonrisa con una inocencia perfectamente ensayada. —No sé de qué hablas, tía Cassi. Ella rió suavemente, pero no dijo nada más. Lycoris entrecerró los ojos, observándolo con interés. —Escuché ruidos esta madrugada— dijo, con un tono que indicaba que no dejaría pasar el tema fácilmente —O más bien... silbidos. Hércules sostuvo su mirada sin inmutarse. —Mis compañeros de cuarto del futuro dicen que hablo pársel cuando tengo pesadillas. Y tengo pesadillas casi todas las noches— respondió con naturalidad. Hubo un silencio breve, pero denso. —¿Por qué las pesadillas?— preguntó Cygnus II, con una seriedad que no dejaba espacio para evasivas. Harry apretó los labios por un momento antes de contestar. —Porque he sufrido la guerra en primera fila— dijo, sin adornos, pero con una carga emocional que pocos en la mesa dejaron pasar. Su mente evocó imágenes fugaces: la mirada vacía de Cedric en el cementerio, el último grito de su madre protegiéndolo... Alphard, que se había mantenido en silencio hasta ese momento, inclinó la cabeza ligeramente y formuló la pregunta que flotaba en el aire. —¿Hablas pársel? Hadrian se encogió de hombros, como si no fuera gran cosa. —Sí. El peso de la respuesta cayó sobre la mesa. Un par de Black intercambiaron miradas, otros parecían evaluarlo de nuevo. Cassiopeia sonrió, divertida, como si esperara esa respuesta desde el principio. —Interesante— murmuró con un brillo calculador en los ojos. —¿Desde cuándo?— preguntó Arcturus III, apoyando los codos en la mesa. Hércules tomó un sorbo de su té antes de responder. —Desde que tengo memoria. —¿Y cómo lo aprendiste?— insistió Lycoris. Hércules dejó la taza en su platillo con calma y la miró directamente. —No lo aprendí. Es un don innato. Eso fue suficiente para que el ambiente se volviera aún más tenso. No muchos podían hablar pársel sin un linaje directo relacionado con Salazar Slytherin. Y los Black, aunque una familia poderosa, no eran descendientes directos del fundador de Slytherin. Cassiopeia cruzó los brazos y lo miró con una sonrisa sutil. —Eres un muchacho lleno de sorpresas, Hércules. Hércules le devolvió la sonrisa. —Eso dicen. El desayuno terminó sin más interrupciones, aunque Hércules pudo notar que algunos todavía lo observaban con curiosidad, como si estuvieran reevaluándolo. Cassiopeia, en cambio, parecía divertida, como si su revelación le hubiera confirmado algo que ya sospechaba. Una vez que terminaron, se prepararon para salir. El grupo se dirigió al Callejón Diagon, cada uno con sus propios propósitos. Hércules caminaba junto a Walburga y Alphard, mientras Cassiopeia los seguía con paso elegante, aparentemente más interesada en observar que en comprar. El Callejón estaba decorado para la temporada, con luces mágicas flotando sobre las calles y un aire festivo envolviéndolo todo. Harry no podía evitar notar las diferencias entre este Callejón Diagon y el de su época. Se sentía más... prístino, menos desgastado por la guerra y los conflictos que vendrían después. Mientras los demás se dispersaban entre las tiendas, para buscar regalos. Hércules también hizo lo mismo quería algo significativo para cada uno, aunque no necesariamente ostentoso. En una tienda de tejidos encantados, encontró una bufanda azul de lana gruesa que de inmediato le recordó a Kreacher. No pudo evitar sonreír al pensar en cómo reaccionaría el elfo. Quizás gruñiría algo sobre no merecerla, pero Harry sabía que la usaría en secreto cuando nadie lo viera. Para Walburga, eligió un libro de hechizos avanzados, uno que había hojeado y sabía que encontraría interesante. Para Lucretia, optó por un elegante tintero de plata con grabados de runas antiguas, que le pareció apropiado para alguien de su intelecto. Para Alphard, eligió un ajedrez mágico, con piezas talladas en ónix y marfil, que se movían con una gracia inusual. Para Abraxas Malfoy, encontró un reloj de bolsillo de diseño refinado, con un encantamiento que le permitía ajustarse a distintas zonas horarias mágicas. Era un objeto distinguido, muy acorde a los gustos de un Malfoy. Y finalmente, para su tía Cassiopeia, eligió un objeto que consideró a la altura de su astucia: un colgante con un pequeño zafiro negro, encantado para repeler intentos básicos de Legeremancia. No impediría un ataque directo de alguien poderoso, pero sí dificultaría las intrusiones accidentales o menores. Un guiño sutil a su conversación de esa mañana. En ese momento no se dio cuenta que esos regalos aún estaban en la casa Black, la bufanda Kreacher la usaba con más libertad durante invierno, el libro estaba en la biblioteca privada de Wally, el tintero en el escritorio de la oficina del Lord (cuando Lucretia se mudo con su esposo lo dejo por accidente y era muy lindo para votarlo, así termino en la oficina del Lord), el ajedrez aún lo usaban, el reloj actualmente lo tenía Draco y el colgante estaba en las reliquias de los Black. Hércules pagó con naturalidad, asegurándose de que los regalos estuvieran bien empaquetados antes de reunirse con los demás. Caminaba por el Callejón con sus bolsas en la mano, mientras observaba el movimiento a su alrededor. Sabía que el día aún no terminaba, y con los Black, siempre podía esperar lo inesperado.
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