Escándalos y Sorpresas
1 de agosto de 2025, 14:25
Domingo 4 de enero 1942
Después de varios gritos, maleficios e insultos por parte de Walburga, Hércules logró que las cosas se calmaran. Abraxas y Alphard seguían envueltos en las sábanas, mientras Walburga, muy enojada, lanzaba chispas con la mirada y Hércules no sabía qué hacer.
—No lo puedo creer— decía Walburga furiosa —Malfoy, mi hermano todavía es un niño, ¡por Salazar!
—Ya no soy un niño, Walburga— respondió Alphard, cruzándose de brazos con el ceño fruncido.
—Está bien, ya no eres un niño— concedió ella, mirándolo primero a él y luego a Malfoy, a quien señaló acusadoramente —¡Pero tú ya eres prácticamente un adulto y te acostaste con mi hermano, que apenas tiene catorce años! ¡Eres un asqueroso!
Abraxas bajó la cabeza y miró fijamente el suelo. Sabía que Walburga estaba exagerando, pero cualquier intento de defenderse solo empeoraría la situación, así que prefirió callar.
Alphard se levantó de la cama, aún envuelto en la sábana, dispuesto a enfrentarse a su hermana, pero Hércules habló primero.
—Wally, por favor, cálmate.
—¿Qué me calme?— repitió ella, aún más alterada —¡¿Cómo me pides que me cal...— de repente, sintió un mareo intenso y tuvo que sostenerse de Hércules para no caer.
Hércules suspiró y miró a Alphard y Abraxas.
—Ustedes dos, vístanse— ordenó con seriedad —Y tú— señaló a Malfoy —Sal de aquí antes de que alguien más se dé cuenta.
Sin esperar respuesta, Hércules sostuvo a Walburga y salió con ella directo a la enfermería.
💛
Tuvieron que esperar un tiempo hasta que llegó la sanadora, pero cuando Pomfrey los vio, inmediatamente tomó el control de la situación.
—¿Qué paso?— preguntó Poppy en voz baja mientras ayudaba a Walburga a sentarse en la camilla —Los esperaba un poco más tarde.
Walburga suspiro, tratando de recuperar el aliento.
Hércules le lanzó una mirada significativa a Poppy antes de responder en un murmullo.
—Tuvo un episodio... se alteró demasiado.
Poppy asintió con comprensión. Sabía que Walburga no podía permitirse esos sobresaltos en su estado. Le tomó la muñeca con suavidad para revisar su pulso y luego sacó una poción calmante de su bolso.
—Bebe esto— le indicó con firmeza.
Walburga bufó, pero tomó la poción de mala gana. Sabía que Poppy tenía razón, y en ese momento no tenía fuerzas para discutir.
—¿Qué ocurrió esta vez?— preguntó Poppy en voz baja mientras observaba cómo Walburga empezaba a relajarse.
Hércules suspiró y pasó una mano por su cabello.
—Encontramos a Alphard con Abraxas— dijo con cautela, sin dar demasiados detalles.
Poppy alzó una ceja —No entiendo por qué se molestó, acaso no quieres que tu hermano sea feliz, es obvio que lo será al lado de Malfoy.
Hércules hizo una mueca y suspiró antes de responder con un tono cansado.
—Poppy, los encontramos en una situación... particular.
La joven abrió los ojos como platos y tardó un par de segundos en procesar sus palabras.
—Oh...— murmuró, parpadeando rápidamente —Bueno, eso explica muchas cosas.
Walburga chasqueó la lengua y se cruzó de brazos, claramente aún molesta.
—No es solo eso— gruñó —Alphard apenas tiene catorce años, mientras que Malfoy ya es prácticamente un adulto. No voy a permitir que se aproveche de mi hermano.
Poppy suspiró y le dedicó una mirada comprensiva.
—Wally, lo entiendo— dijo con suavidad —Pero alterarte así no te hace bien. No solo por ti, sino también por el bebé.
Walburga apretó los labios y bajó la mirada a su vientre. Sabía que Poppy tenía razón, pero era difícil mantener la calma cuando sentía que su hermano estaba en problemas. Aún peor, su hermanito, su niño estaba creciendo.
Hércules, decidió intervenir.
—Wally, ahora mismo lo más importante es que estés bien— dijo con firmeza —Podemos lidiar con Alphard y Malfoy después, pero por ahora, concéntrate en calmarte.
Walburga soltó un largo suspiro y asintió con la cabeza.
—Bien... pero no pienso dejarlo pasar.
Poppy sonrió con suavidad y le dio un pequeño apretón en el hombro.
—Sabía que dirías eso.
Hércules rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír levemente. Una escena parecida a esta él armo cuando se entero que Luna salía con Neville.
💛
Miércoles 4 Febrero 1942
Había pasado un mes desde el incidente con Alphard y Abraxas. Durante ese tiempo, Walburga había intentado en varias ocasiones hablar con su hermano, pero cada intento terminaba en una discusión. Hércules, viendo cómo esto afectaba a Walburga y su embarazo, decidió que lo mejor era que ambos se mantuvieran alejados hasta que pudieran hablar con más calma.
Esa mañana, el Gran Comedor estaba lleno de estudiantes disfrutando del desayuno. Walburga, sentada junto a Hércules, comía con aparente tranquilidad, aunque en su plato había una combinación de alimentos que hizo fruncir el ceño a más de uno. Tenía pan untado con mermelada de frambuesa y encima pequeños trozos de papaya, además de una taza de té con un chorro de jugo de calabaza en lugar de leche o limón.
Alphard, sentado un poco más allá, no pudo evitar notar la peculiar mezcla y miró a su hermana con una expresión de absoluto desconcierto.
—Walburga, por favor… ¿Qué son esas combinaciones?— preguntó, con una mueca de disgusto.
Walburga levantó la vista con total naturalidad y, sin inmutarse, respondió con voz firme y sarcástica.
—Tú te comiste a Malfoy y yo no te dije nada.
Un incómodo silencio se apoderó de la mesa. Hércules escupió su té en un intento por contener la risa. Alphard, por su parte, se quedó boquiabierto, sin saber cómo responder.
—¡Wally!— exclamó en un susurro escandalizado, con el rostro rojo de vergüenza.
Pero su hermana simplemente tomó otro bocado de su inusual desayuno, completamente satisfecha con su respuesta.
Alphard pasó una mano por su rostro y respiró hondo, tratando de mantener la calma. Sabía que discutir con su hermana solo empeoraría las cosas, y por primera vez en semanas, decidió no caer en la provocación.
—No quiero pelear contigo, Wally— dijo finalmente, con un tono más tranquilo.
Walburga lo miró fijamente durante unos segundos y suspiró.
—Yo tampoco— admitió, con una leve expresión de cansancio —Eso le hace daño a mi bebé.
Sin decir nada más, se levantó de su asiento con elegancia y salió del Gran Comedor, seguida de Hércules, quien le dedicó una mirada de advertencia a Alphard antes de marcharse con ella.
Alphard se quedó inmóvil, procesando lo que acababa de escuchar. A su lado, Abraxas lo miró con curiosidad y luego una pequeña sonrisa divertida apareció en su rostro.
—¿Dijo "bebé"?— murmuró Alphard, aún atónito.
Abraxas asintió, apoyando su codo en la mesa mientras lo miraba con diversión.
—Felicidades, amor— dijo en un tono burlón —Eres tío.
Alphard parpadeó un par de veces, completamente en shock. De todas las cosas que habían pasado en ese mes, esa noticia era la que menos esperaba.
Alphard aún no reaccionaba del todo cuando Abraxas le dio un leve codazo en las costillas, sonriendo con diversión.
—Vamos, di algo— insistió Malfoy, con una ceja alzada.
Alphard parpadeó varias veces y finalmente dejó escapar una risa.
—No puedo creerlo… Walburga embarazada.
—Así es— confirmó Abraxas, tomando un sorbo de su té —Y, por lo visto, bastante temperamental.
Alphard suspiró y pasó una mano por su cabello.
—Bueno, siempre ha sido así. Pero esto… esto es diferente.
Abraxas sonrió con suficiencia.
—Siendo honesto, me alegra que no hayas discutido más con ella. Aunque tu respuesta ante la noticia deja mucho que desear.
Alphard frunció el ceño y le lanzó una mirada entrecerrada.
—No todos tenemos tu nivel de serenidad cuando nos lanzan una bomba como esa en plena mañana.
Abraxas se encogió de hombros, aún con una sonrisa divertida.
—Tienes razón. Pero deberías hablar con ella en algún momento, ahora que sabes por qué Hércules ha estado tan protector.
Alphard suspiró.
—Lo sé. Solo… necesito procesarlo.
Mientras tanto, en los pasillos del castillo, Walburga caminaba con pasos firmes, aunque su respiración aún estaba un poco agitada. Hércules la observaba de reojo, asegurándose de que estuviera bien.
—¿Cómo te sientes?— preguntó en voz baja.
Walburga tardó un momento en responder.
—Exhausta— admitió —No físicamente, sino mentalmente.
Hércules asintió con comprensión.
—Lo entiendo. Pero al menos ya lo sabe.
Walburga apretó los labios.
—Sí… y ahora no tengo idea de cómo manejarlo.
Hércules sonrió de lado.
—Bueno, al menos ya no pueden pelear sin que él lo piense dos veces.
Walburga soltó un resoplido divertido.
—Eso espero.
Por primera vez en mucho tiempo, sintió que las cosas podían empezar a arreglarse.
💛
Después de las clases, Walburga descansaba en uno de los sofás de la sala común de Slytherin, con la cabeza apoyada en el regazo de Hércules. Su mano descansaba suavemente sobre su vientre, donde ya comenzaba a notarse un pequeño bultito si uno se fijaba con atención.
Hércules tenía su propia mano sobre la de ella, como si quisiera transmitirle calma y seguridad, mientras que su otra mano estaba entrelazada con la de Walburga en un gesto silencioso de apoyo.
El fuego verde de la chimenea iluminaba la sala con una luz tenue y parpadeante, proyectando sombras alargadas en las paredes de piedra. Era una de esas noches tranquilas en la que la mayoría de los estudiantes estaban en la biblioteca o en sus dormitorios, lo que les daba un poco de privacidad.
La puerta de la sala común se abrió, y Alphard entró junto a Abraxas. Los ojos de Alphard recorrieron la escena frente a él: su hermana, recostada de manera casi vulnerable sobre Hércules, algo que pocas veces se veía en ella. Por un momento, sus labios se curvaron en una leve sonrisa, pero la urgencia de la conversación que necesitaba tener con su hermana lo hizo recuperar la seriedad rápidamente.
Sin dudarlo, Alphard caminó hasta el sofá y se detuvo frente a Walburga.
—¿Podemos hablar?— preguntó con un tono más suave de lo que ella esperaba.
Walburga lo miró durante un instante y con un leve suspiro, asintió.
—Sí, claro.
Se incorporó lentamente y Hércules la ayudó a levantarse antes de soltar su mano. Sin decir nada más, Walburga se dirigió a su dormitorio, seguida por Alphard. Detrás de ellos, Abraxas y Hércules intercambiaron una mirada antes de decidir seguirlos.
Una vez dentro del dormitorio de Walburga, Hércules lanzó varios hechizos silenciadores con movimientos precisos de su varita, asegurándose de que la conversación quedara entre esas cuatro paredes.
Alphard, con los brazos cruzados, miró a su hermana con una ceja arqueada.}
—Sabes que lo de ser tío era una broma, ¿Verdad?
Walburga se encogió de hombros con una sonrisa inocente.
—Pensé que lo decías en serio y quise complacerte, por que te quiero mucho.
Alphard rodó los ojos, pero no pudo evitar sonreír un poco ante la respuesta. Luego, su mirada se volvió más inquisitiva cuando dijo lo siguiente.
—El padre es Hércules, ¿Verdad?
Sin dudarlo, Walburga asintió.
—¿Quién más si no es él?
Alphard suspiró y se pasó una mano por el cabello, procesando todo.
—¿Quién más lo sabe?
Walburga alzó la vista y comenzó a contar con los dedos mientras respondía.
—Cassiopeia, Dorea, Charlus, Sirius, Hasper, Poppy, Hércules… Y hoy te lo dije a ti y a Malfoy.
Alphard parpadeó, sorprendido por la cantidad de personas que ya estaban al tanto.
—No sé si alguien más lo sabe— agregó Walburga con indiferencia —Ah, y Dorea pidió ser la madrina junto con su prometido.
Alphard bufó con diversión.
—Por supuesto que lo hizo. No podía perder la oportunidad de ser parte de esto.
—Le hace ilusión— respondió Walburga con una sonrisa pequeña —Charlus también parecía emocionado.
Hércules, que hasta ese momento se había mantenido en silencio, apoyado contra la pared con los brazos cruzados, decidió intervenir.
—No tiene sentido ocultarlo por mucho tiempo más. Pronto será evidente para todos.
Alphard asintió con lentitud, comprendiendo lo que Hércules quería decir. Alphard se cruzó de brazos y miró fijamente a su hermana.
—Wally, tienes que dejar el Quidditch.
Walburga frunció el ceño y se irguió con una expresión desafiante.
—No voy a dejar el equipo— declaró con firmeza.
Hércules rodó los ojos y se apoyó contra la pared con los brazos cruzados.
—A ver si a ti sí te hace caso— murmuró, dirigiéndose a Alphard con una mezcla de exasperación y resignación.
Alphard suspiró, pero mantuvo su postura firme.
—Hablo en serio, Walburga. No puedes seguir jugando en tu estado.
—¡Estoy perfectamente bien!— insistió ella —No veo por qué debería dejarlo.
Abraxas, que había permanecido en silencio hasta ahora, decidió intervenir.
—Tendremos que decirle a Lucretia— sugirió, mirando a Hércules y Alphard.
Walburga resopló, rodando los ojos.
—Lucretia no me dirá nada.
—Y si no hace caso— continuó Abraxas, ignorándola —Entonces se lo diremos a…
Se quedó en silencio, sin saber a quién mencionar. Miró a Hércules en busca de ayuda.
Hércules suspiró y completó la frase con aire resignado.
—Sirius o Hasper.
Walburga apretó los labios, claramente molesta por la conspiración en su contra.
—¡No voy a dejar el Quidditch!— exclamó con frustración.
Hércules la miró con una expresión paciente, pero firme.
—Wally, no es una opción.
Walburga resopló, cruzándose de brazos con visible enfado. Sabía que los tres estaban decididos a hacer que entrara en razón, pero aún no estaba dispuesta a ceder sin luchar.
Alphard suspiró con cansancio y se sentó en el borde de la cama de su hermana.
—Walburga, no estamos en tu contra— dijo con un tono más suave —Solo queremos asegurarnos de que estés bien.
—Estoy bien— insistió ella con obstinación.
—Ahora lo estás— intervino Hércules, acercándose un poco —Pero si sigues jugando, podrías recibir un golpe en el vientre, caerte de la escoba o sobrecargar tu cuerpo. ¿De verdad quieres arriesgar a nuestro bebé por un partido?
—Aún te queda un año más— agregó Alphard desperrado.
Walburga dejó escapar un largo suspiro antes de dejarse caer de espaldas sobre la cama, mirando el techo con expresión resignada.
—Está bien…— murmuró, cruzando los brazos en su pecho.
Hércules y Alphard se miraron por un momento antes de soltar un suspiro de alivio casi al unísono.
Abraxas, con su característica sonrisa de suficiencia, se apoyó en el respaldo de una silla y asintió con aprobación.
—Sabia decisión— comentó con tono despreocupado.
Justo en ese momento, la puerta del dormitorio se abrió de golpe Lucretia entró con paso decidido. Su expresión mostraba una mezcla de curiosidad y sospecha al ver a todos reunidos en la habitación de Walburga.
—¿Qué demonios pasa aquí?— preguntó con el ceño fruncido —¿Por qué están todos en la habitación de Wally?
Antes de que Walburga pudiera responder, Hércules se adelantó con calma, cruzando los brazos.
—Wally dejará el equipo de Quidditch— anunció con total seriedad.
Lucretia parpadeó un par de veces, como si no hubiera escuchado bien. Luego su expresión cambió de incredulidad a indignación en cuestión de segundos.
—¿¡Qué!?— exclamó, lanzando una mirada de incredulidad a Walburga —¿Cómo que dejarás el equipo? ¡Por Salazar, el domingo tenemos partido! ¿Cómo demonios voy a conseguir un golpeador en tan poco tiempo? ¡Es miércoles! ¡Están locos si creen que puedo reemplazarte en tan po...
Antes de que Lucretia pudiera continuar con su arrebato, Abraxas la interrumpió con un tono más calmado, pero firme.
—Walburga está embarazada.
El aire en la habitación pareció detenerse por un instante.
Lucretia se quedó completamente inmóvil, con la boca ligeramente abierta, como si su cerebro estuviera luchando por procesar la información. Sus ojos se abrieron tanto que por un momento pareció que se le iban a salir de las órbitas.
—¿Qué…?— murmuró, su voz apenas un susurro.
Su mirada se deslizó lentamente hacia Walburga, como si esperara que su prima desmintiera todo aquello. Pero cuando vio la expresión estoica de Walburga y la forma en que Hércules la miraba con evidente protección, entendió que no era una broma.
El color pareció drenarse de su rostro. Se tambaleó ligeramente hacia atrás y tuvo que sujetarse del marco de la puerta para no perder el equilibrio.
—¿Tú… estás…?— intentó decir, pero parecía incapaz de completar la frase.
Walburga, aún acostada en la cama, asintió con tranquilidad.
—Sí— confirmó simplemente.
Lucretia llevó una mano a su sien, masajeándola como si tuviera un repentino dolor de cabeza.
—Dame... un... segundo— dijo con la voz entrecortada.
Giró sobre sus talones y salió del cuarto, cerrando la puerta tras de sí con más fuerza de la necesaria.
Un silencio incómodo se instaló en la habitación.
—¿Creen que fue demasiado para ella?— preguntó Abraxas con diversión, mirando la puerta con curiosidad.
—Probablemente— murmuró Hércules.
Walburga suspiró, incorporándose lentamente en la cama.
—Voy a hablar con ella antes de que le dé un ataque— dijo, poniéndose de pie.
Alphard cruzó los brazos y miró a Hércules con una expresión significativa.
—Si esa fue su reacción, imagina cómo reaccionará nuestra madre.
Hércules cerró los ojos por un momento y suspiró profundamente.
—No me hagas pensar en eso todavía— murmuró.
Walburga sonrió con sorna.
—Bueno, al menos esto fue divertido.
Abraxas rió por lo bajo.
—Eso es porque aún no has hablado con Melania.
El rostro de Walburga se ensombreció ligeramente.
—Gracias por recordármelo, Malfoy.
Hércules la tomó suavemente de la mano y le dio un apretón.
—Paso a paso, Wally. Primero, asegurémonos de que Lucretia no se desmaye en medio del pasillo.
Walburga asintió y salió de la habitación, dejando atrás a un grupo de Slytherins que, por primera vez en mucho tiempo, no tenían idea de qué pasaría después.
💛
Walburga caminó por el pasillo con paso decidido, aunque en su interior podía sentir un leve nerviosismo. Sabía que Lucretia no se tomaba bien las sorpresas, y esto definitivamente era una de las más grandes.
Cuando la encontró, su prima estaba sentada en un banco de piedra junto a una ventana, con la mirada perdida en el jardín de Hogwarts. Tenía los brazos cruzados y tamborileaba los dedos contra su antebrazo en un gesto de frustración.
Walburga suspiró y se sentó a su lado sin decir nada al principio. Esperó unos segundos antes de hablar.
—¿Estás bien?
Lucretia dejó escapar un bufido incrédulo y giró el rostro hacia ella.
—¿Qué si estoy bien?— repitió con una risa amarga —¡Me acaban de decir que mi prima, la capitana de Quidditch más feroz que he conocido, está embarazada y va a dejar el equipo en mitad de la temporada! ¿Cómo crees que estoy?
Walburga rodó los ojos.
—Oh, vamos, Lu. No es el fin del mundo. Encontrarás a otro golpeador.
—¿Crees que me importa solo el Quidditch?— espetó Lucretia, con el ceño fruncido —Wally, eres mi prima. Mi familia. Me preocupa todo esto. ¿Cómo pasó?
Walburga la miró con incredulidad.
—¿En serio quieres que te explique cómo se hacen los bebés?
Lucretia puso los ojos en blanco y le dio un leve empujón en el hombro.
—No me refiero a eso, tonta— resopló —Me refiero a cómo vas a manejar esto. ¿Nuestros padres lo saben?
Walburga bajó la mirada, jugueteando con un pliegue de su túnica.
—Aún no— admitió.
Lucretia inhaló profundamente, tratando de calmarse.
—¿Y qué vas a hacer cuando lo sepan?
Walburga mantuvo la compostura.
—Lo que tenga que hacer.
Lucretia la observó en silencio por un momento, como si intentara medir su determinación. Finalmente, suspiró y pasó una mano por su rostro.
—No sé si admirarte o darte un sermón— murmuró.
Walburga sonrió levemente.
—Puedes hacer ambas cosas.
Lucretia negó con la cabeza, pero una pequeña sonrisa apareció en sus labios.
—Eres imposible, Wally.
—Lo sé— respondió Walburga con una sonrisa triunfal.
Lucretia guardó silencio unos segundos antes de preguntar en voz baja.
—¿Y Hércules?
Walburga ladeó la cabeza.
—¿Qué pasa con él?
—¿Cómo está manejando todo esto?— preguntó Lucretia —Porque puede parecer tranquilo, pero...
Walburga suspiró y miró a través de la ventana.
—Está siendo increíble— admitió —Me apoya en todo, se preocupa más por mí que yo misma y... no sé qué haría sin él.
Lucretia sonrió con un dejo de ternura.
—Eso suena a amor verdadero.
Walburga rodó los ojos con una sonrisa.
—Oh, cállate.
Lucretia rió y le dio un leve codazo en las costillas.
—Bueno, prima, si esto va en serio, me temo que tendrás que acostumbrarte a escucharlo.
Walburga bufó, pero su sonrisa no desapareció.
—Lo que sea.
Lucretia la miró con una mezcla de diversión y afecto antes de ponerse de pie.
—Está bien, capitana, oficialmente renuncias al Quidditch— dijo con fingida solemnidad —Pero espero que al menos vengas a los partidos a gritarme desde las gradas.
—Oh, no te preocupes— aseguró Walburga con una sonrisa traviesa —Seré la espectadora más insoportable de todas.
Lucretia sonrió y le tendió la mano.
—Trato hecho.
Walburga la tomó y la estrechó con firmeza.
—Trato hecho.
Lucretia asintió con una sonrisa, pero su mirada aún reflejaba una mezcla de emoción y preocupación.
—Entonces… ¿Cuándo planeas decírselo a tu madre?— preguntó, cruzándose de brazos.
Walburga suspiró pesadamente y apoyó la cabeza contra la pared.
—Preferiría enfrentarme a un basilisco descontrolado— murmuró con una mueca.
Lucretia soltó una risita, pero rápidamente recuperó la seriedad.
—Wally, tarde o temprano tendrá que enterarse. Y mejor que lo sepa por ti antes de que alguien más le lleve el chisme.
Walburga asintió, aunque su expresión dejó claro que no le hacía gracia la idea.
—Lo sé. Pero déjame disfrutar unos días más antes de que mi madre decida desheredarme.
Lucretia arqueó una ceja.
—¿Y tu padre?
Walburga se encogió de hombros.
—No estoy segura. Padre siempre ha sido más... pragmático. No creo que reaccione tan explosivamente como madre, pero de todas formas, no le hará gracia la noticia.
Lucretia asintió en comprensión.