La Orden de los Lirios Negros
4 de agosto de 2025, 11:02
Febrero 1942
El mes de febrero transcurrió con relativa calma en Hogwarts. Slytherin lideraba la Copa de Quidditch y la de las Casas, algo que los llenaba de orgullo y frustraba enormemente a Gryffindor. Sin embargo, dentro de las mazmorras, los problemas personales de algunos estudiantes eran mucho más importantes que cualquier torneo escolar.
Walburga ya no podía ocultar su embarazo. Sus túnicas, aunque elegantes y bien ajustadas, comenzaban a tensarse sobre su vientre, y sus antojos extraños se habían vuelto la comidilla de su círculo cercano.
Una noche, había despertado a Hércules solo para exigirle que le consiguiera fresas con chocolate y puré de calabaza al mismo tiempo. Al día siguiente, Alphard tuvo que lidiar con ella cuando insistió en que quería probar regaliz con mantequilla de maní.
Pero más allá de los antojos, lo que realmente desconcertaba a sus amigos eran sus cambios de humor.
Algunas veces, Walburga estaba de un humor excelente, riéndose de cualquier cosa y mostrando una actitud tan cariñosa que todos sabían que algo raro pasaba. Otras, estaba de un humor de perros, lanzando miradas asesinas a quien se atreviera a hablarle sin permiso.
También había momentos en los que su humor se volvía más... intenso. Hércules lo había experimentado en carne propia más de una vez, cuando Walburga lo acorralaba contra la pared con una mirada hambrienta... solo para luego apartarse con una sonrisa divertida, dejándolo frustrado y con ganas.
—Eres cruel, Black— le gruñó Hércules una noche, después de que ella lo había provocado y luego se había acostado a dormir tranquilamente.
Walburga, arropándose con satisfacción.
—Culpa a mis hormonas, amor.
Hércules solo resopló, enterrando la cabeza en la almohada, luego tuvo que ir al baño y volvió media hora después.
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Sin embargo, no todo eran juegos y diversión.
Cuando Irma y Pollux Black se enteraron del embarazo de su hija, su reacción no fue precisamente amable. Furiosos y llenos de vergüenza, hicieron arreglos para viajar a Hogwarts de inmediato, dispuestos a "corregir" la situación por la fuerza si era necesario. Pero antes de que pudieran hacer algo, Sirius Black II, el tío abuelo de Walburga, intervino.
Sirius II no era un hombre con el que se pudiera jugar.
Conservaba la postura imponente y la mirada afilada de un verdadero patriarca Black. Cuando sus sobrinos, se iban a Hogwarts, los despidió con una advertencia clara y directa:
—Si tocan un solo cabello de Walburga, si siquiera piensan en hacerle daño, yo mismo los haré pagar por ello.
Pollux, a pesar de su rabia, no era lo suficientemente estúpido como para desafiar a su tío en un enfrentamiento directo.
Irma, por su parte, tuvo que conformarse con una mirada de absoluto desprecio dirigida a su hija cuando la vio en persona.
—Has deshonrado nuestro linaje— fue lo único que le dijo antes de darse la vuelta y marcharse del castillo sin decir más.
Walburga se quedó inmóvil tras esas palabras, pero Hércules le tomó la mano y le dio un apretón silencioso. No necesitaban su aprobación. No la querían.
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Por otro lado, los tíos de Walburga, Arcturus III y su esposa Melania Black, quedaron completamente decepcionados con la noticia. Ambos habían albergado la esperanza de casar a su sobrina con su hijo Orión y fortalecer aún más el linaje Black. Ahora, con el embarazo confirmado y el escándalo extendiéndose por los círculos puros, esa posibilidad se desvanecía.
Pero Walburga no tenía tiempo para lamentar las expectativas rotas de su familia. Tenía planes mucho más importantes.
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La Orden de los Lirios Negros.
La idea de La Orden de los Lirios Negros había surgido cuando Hércules llegó desde el futuro y se, enamoro de Walburga pero ella estaba destinada a casarse con Orión. Ambos habían hablado de ello en su momento, imaginando un grupo clandestino que luchara contra las imposiciones del linaje puro y la manipulación de los matrimonios concertados. Pero en aquel entonces, solo había sido una idea.
Sin embargo, ahora que Abraxas Malfoy estaba a punto de enfrentarse al mismo destino, ser obligado a casarse mientras amaba, a Alphard ya no podían ignorar la necesidad de actuar.
Fue Walburga quien tomó la iniciativa.
Una noche, se reunió con Hércules, Alphard y Abraxas en un rincón apartado de la enfermería.
Poppy Pomfrey, fue arrastrada poco después a esta locura.
—No podemos quedarnos de brazos cruzados— dijo Walburga con su característica determinación, sus ojos brillando —Si no hacemos algo ahora, nos convertirán en piezas de su juego, como lo han hecho con generaciones de magos antes que nosotros.
Hércules asintió.
—La Orden de los Lirios Negros. Hablamos de ello antes, Wally. Pero ahora no es solo un ideal romántico. Es necesario.
—¿Qué propones exactamente?— preguntó Abraxas, receloso. Su familia era aún más estricta que los Black en lo que respectaba a los matrimonios y las tradiciones. Sabía que jugar con fuego podría quemarlos a todos.
—Crear una red de apoyo— intervino Walburga—Información, recursos, protección entre nosotros. No podemos simplemente esperar a que decidan nuestras vidas por nosotros.
—Yo puedo encargarme de obtener información— propuso Alphard con una sonrisa pícara —Tengo mis métodos para enterarme de lo que otros no quieren que se sepa.
—Y Abraxas será nuestro tesorero— añadió Walburga con diversión —Aunque no tengamos ni un solo galeón aún.
Abraxas rodó los ojos.
—Fantástico. Un tesorero sin dinero. Qué honor.
—Poppy— continuó Hércules, girándose hacia la joven Ravenclaw —Te necesitamos a ti. No solo por tu cordura, sino porque sabemos que eres la mejor sanadora que este castillo verá en décadas.
Poppy cruzó los brazos, lanzándoles una mirada severa.
—Esto es una locura. Es peligroso. Si nos descubren, sus familias los destrozara y de paso a mi por ser cómplice.
—Exactamente por eso debemos hacerlo— replicó Walburga con una media sonrisa —No pueden controlarnos si les quitamos el poder para hacerlo.
Hubo un momento de silencio. Entonces, uno a uno, los cinco magos asintieron, sellando sin palabras el nacimiento de La Orden de los Lirios Negros.
Eran jóvenes, imprudentes y estaban desafiando siglos de tradición.
Pero no pensaban detenerse.
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Febrero, continuó con el crecimiento silencioso de La Orden de los Lirios Negros. Después de aquella noche en la enfermería, el grupo comenzó a reunirse con más frecuencia, siempre con cautela. Usaban pasadizos secretos, la Sala de Menesteres.
Walburga, a pesar de su estado, se mantenía al frente, más decidida que nunca. Hércules no dejaba de impresionarse con su determinación. La veía organizar estrategias, repartir tareas y, sobre todo, asegurarse de que cada miembro entendiera la importancia de su misión. Sabía que su tiempo en Hogwarts se agotaba y que, tarde o temprano, tendrían que enfrentar las consecuencias de su rebelión.
Poppy Pomfrey, aunque aún escéptica, demostró ser una aliada invaluable. Gracias a su acceso a la enfermería, podía falsificar permisos de salida, acceder a ingredientes difíciles de conseguir y brindar atención médica cuando alguno de los miembros sufría un castigo o un 'accidente' conveniente.
Abraxas Malfoy, por su parte, sorprendió a todos con su habilidad para manejar contactos. Aunque siempre había sido un orgulloso heredero de los Malfoy, era evidente que la idea de tener su futuro decidido sin su consentimiento lo asfixiaba.
Comenzó a utilizar su apellido como una ventaja: conversaciones casuales con otros estudiantes de familias influyentes revelaban detalles sobre futuros compromisos matrimoniales y los movimientos de la alta sociedad mágica. Información valiosa que la Orden podía usar.
Mientras tanto, Alphard se encargaba de lo que mejor sabía hacer: espiar y manipular. Con su encanto natural y su facilidad para moverse entre distintos círculos, se convirtió en los ojos y oídos de la Orden, descubriendo secretos que ni siquiera los profesores imaginaban.
Hércules, además de ser la mente estratégica detrás del grupo junto con Walburga, dedicaba tiempo a fortalecer sus habilidades mágicas. Sabía que, tarde o temprano, tendrían que regresar a su época 1996-1997. Y allí tendrá que enfrentarse su querido Voldy. En más de una ocasión, Walburga lo descubrió practicando hechizos avanzados en solitario, con la mirada perdida en pensamientos que nunca compartía del todo.
Sin embargo, no todo era la Orden. A medida que febrero llegaba a su fin, el embarazo de Walburga se volvía más evidente. Las túnicas sueltas ya no podían ocultar su estado, y los rumores comenzaron a extenderse por el castillo como fuego en pólvora. No ayudaba que los cambios de humor de Walburga se volvieran más intensos. Un día, podía estar riendo con Hércules y Alphard, y al siguiente, lanzar hechizos de inmovilización a cualquiera que osara mirarla demasiado tiempo. Su vientre creció mucho entre su mes 3 y 4 de embarazo.
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Marzo 1942
Marzo trajo consigo nuevos desafíos.
El escándalo dentro de la familia Black seguía creciendo y, aunque Sirius Black II los había contenido por el momento, Walburga sabía que sus padres no se quedarían de brazos cruzados. Pollux e Irma Black no eran personas que aceptaran la vergüenza con facilidad. Aunque aún no habían tomado medidas drásticas, la tensión en el aire era innegable.
La presión social sobre ella también aumentaba. Profesores como Slughorn intentaban ignorar su estado, mientras que otros, como la estricta profesora Merrythought, parecían observarla con una mezcla de desaprobación y curiosidad. Algunos estudiantes la miraban con asombro, otros con desdén, y unos pocos con admiración silenciosa.
Pero si algo tenía claro Walburga, era que ella no iba a rendirse.
La Orden de los Lirios Negros comenzaba a crecer. Nuevos aliados surgieron de entre las sombras. Lucretia Black, quien siempre había sido una joven reservada y obediente, comenzó a mostrar signos de inquietud. Sus padres habían arreglado su futuro matrimonio sin su consentimiento, obligándola a resignarse a un destino que no deseaba. Sin embargo, ver a Walburga desafiar a la familia y mantenerse firme, encendió algo en ella. Finalmente, tras varias reuniones con la Orden y el apoyo incondicional de Hércules, Alphard y Abraxas, lograron lo impensable: revocar su compromiso.
La noticia cayó como una bomba dentro de la familia Black. Arcturus III y Melania Black se mostraron furiosos, incapaces de comprender cómo su hija había logrado esquivar el destino que ellos habían impuesto. Pero Lucretia ya no era la niña sumisa que habían criado. Con una firmeza inesperada, anunció su relación con Ignatius Prewett, un joven mago de una familia de sangre pura que, aunque respetada, no contaba con la misma influencia que los Black.
El escándalo fue mayúsculo. La decisión de Lucretia desafió siglos de tradición familiar, y aunque Arcturus III intentó revertir la situación, pero era demasiado tarde. Para finales de marzo, la relación entre Lucretia e Ignatius fue reconocida oficialmente, lo que marcó la primera gran victoria de La Orden de los Lirios Negros.
Mientras tanto, Walburga se enfrentaba a su propio desafío. Con cinco meses de embarazo, ya no había forma de ocultar su estado. Hogwarts entero lo sabía, y con ello, las reacciones dentro de la familia Black se volvieron cada vez más extremas. Mientras que algunos parientes más pragmáticos optaron por guardar silencio, otros, como Pollux e Irma, dejaron claro su desprecio. En una carta fría y calculada, su madre le escribió:
"Has mancillado el honor de nuestra familia con tu rebeldía. No esperes compasión ni perdón."
Walburga, por supuesto, no esperaba ninguna de las dos cosas.
Sirius Black II, por otro lado, se convirtió en su escudo. Dejó claro a toda la familia que cualquier intento de castigar a su sobrina tendría consecuencias devastadoras. A pesar del rechazo de sus padres, ella no estaba sola. Hércules estaba a su lado, firme e inquebrantable, al igual que Alphard, Poppy , Abraxas y ahora Lucretia La Orden creció en fuerza y convicción, decididos a cambiar las reglas del juego.
Marzo terminó con la certeza de que la lucha apenas comenzaba. La Orden de los Lirios Negros había conseguido su primera victoria.
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Abril 1942
Trajo consigo una tormenta de emociones y desafíos para La Orden de los Lirios Negros. El embarazo de Walburga avanzaba con rapidez, acercándose a su sexto mes, y la joven Black no solo tenía que lidiar con las miradas y murmullos en los pasillos, sino también con el peso de la rebelión que había iniciado. Sin embargo, no estaba sola.
Pero el mes de abril no solo trajo desafíos para Walburga. Después de más de un mes de negociaciones, manipulaciones y esfuerzos conjuntos, la Orden logró su segunda gran victoria: la revocación del compromiso de Abraxas Malfoy.
Sin embargo, como era de esperarse, Lucian Malfoy, el padre de Abraxas, no se quedó de brazos cruzados. Furioso por la humillación pública que su familia había sufrido, irrumpió en Hogwarts decidido a hacer valer su autoridad. La confrontación ocurrió en el vestíbulo del castillo, ante la mirada atónita de decenas de estudiantes y varios profesores.
—¡Eres una vergüenza para el linaje Malfoy!— bramó Lucian, su voz resonando en las paredes de piedra mientras señalaba a su hijo con furia —¡Te crie para ser un heredero digno, para fortalecer nuestra sangre, y en cambio, te comportas como un niño malcriado!
Abraxas, con el rostro impasible, permaneció de pie con los brazos cruzados. A su lado, Alphard lo observaba con una mezcla de apoyo y tensión contenida.
—No soy una vergüenza— replicó Abraxas con frialdad —Lo que es una vergüenza es ser tratado como un peón en tu juego de poder.
Lucian avanzó un paso más, su mirada helada.
—¡No tienes derecho a desafiarme! ¡Tu destino ya estaba decidido! Te casarás como corresponde y cumplirás con tu deber. No permitiré que destruyas el legado Malfoy por un capricho juvenil.
Alphard dejó escapar una risa sarcástica y se cruzó de brazos.
—Parece que su hijo tiene más dignidad de la que usted le da crédito, señor Malfoy.
Lucian giró la cabeza para mirar al joven Black con desprecio.
—Tú... Tú eres la mala influencia detrás de todo esto, ¿verdad? ¡Los Black de esta generación están descarriados, eso es lo que tú eres! ¡Te atreves a envenenar la mente de mi hijo con tus ideas ridículas!
Abraxas apretó los puños y dio un paso adelante, interponiéndose entre Alphard y su padre.
—No metas a Alphard en esto. Esta es mi decisión. He elegido mi propio camino, y no seré un simple títere para tu conveniencia.
El silencio cayó sobre el vestíbulo. Los estudiantes que se habían reunido a observar el espectáculo contenían la respiración, mientras Hércules, Walburga y Poppy observaban desde un lado, listos para intervenir si era necesario.
Los ojos de Lucian brillaron de rabia.
—¿Así que crees que puedes hacer lo que quieras? ¿Crees que puedes desafiarme y salir impune? ¡Eres un Malfoy! Y serás lo que yo diga que seas.
Abraxas, con una sonrisa desafiante, respiró hondo y sin previo aviso, se giró hacia Alphard...
Sus manos tomaron con firmeza el rostro del joven Black y ante la vista de todo Hogwarts, lo besó.
No fue un beso suave ni delicado. Fue desesperado, apasionado, un arrebato de emoción contenida que explotó en ese instante. Alphard jadeó sorprendido al principio, pero no tardó en corresponder, atrapado en la intensidad del momento. Sus dedos se aferraron a la túnica de Abraxas mientras dejaba escapar un gemido ahogado, incapaz de ocultar el impacto de aquel beso arrebatador.
El vestíbulo explotó en reacciones.
Un grupo de estudiantes de Gryffindor y Hufflepuff soltó exclamaciones de asombro, mientras que algunos Slytherin observaban con una mezcla de shock y fascinación. Lucretia Black, que había llegado tarde a la escena, se cubrió la boca con sorpresa, pero aprobando la escena.
Walburga sonrió con satisfacción, cruzándose de brazos, mientras Hércules alzaba una ceja con una expresión de diversión pura.
Poppy se quedó boquiabierta.
—Rowena bendita...— susurró, sin saber si debía apartar la mirada o seguir observando.
Un par de Ravenclaws comenzaron a murmurar entre ellos, mientras un grupo de chicas de Hufflepuff se sonrojaba visiblemente. En la esquina, una joven Eileen Prince observaba con entusiasmó, a pesar de tan solo tener once años casi doce, sus padres ya tenían arreglado su matrimonio, pero ella se había enamorado de un joven muggle.
Los profesores no tardaron en reaccionar. Slughorn parecía completamente fuera de sí, su bigote temblando mientras se aclaraba la garganta con fuerza. La profesora Merrythought observó la escena con una expresión impasible, mientras que el director Dippet llegaba apresurado, claramente alarmado por la conmoción.
—¡Basta!— rugió el señor Malfoy, pero su voz fue ahogada por el bullicio de los estudiantes.
Abraxas se separó lentamente de Alphard, sus ojos brillando con desafío mientras respiraba con dificultad. Se giró hacia su padre con una expresión de pura determinación.
—No voy a hacer lo que tú digas— declaró con firmeza —No más.
El silencio volvió a caer sobre el vestíbulo. Lucian Malfoy, con el rostro rojo de furia, pareció debatirse entre lanzar una maldición en ese instante o marcharse con lo poco de dignidad que le quedaba.
Finalmente, con un bufido de pura rabia, dio media vuelta y se alejó, su capa ondeando tras él.
En cuanto cruzó la puerta, el vestíbulo estalló en un caos de murmullos, risas y comentarios sorprendidos.
Abraxas soltó un suspiro y miró a Alphard con una sonrisa de medio lado.
—Bueno, eso fue dramático.
Alphard, todavía recuperándose del beso, lo miró con los ojos entrecerrados.
—Voy a matarte, Malfoy.
—Después de eso, lo dudo— respondió Abraxas con diversión, inclinándose un poco más cerca de él.
Hércules soltó una carcajada y Walburga simplemente sacudió la cabeza con exasperación.
La Orden de los Lirios Negros había conseguido su segunda gran victoria, y esta vez, el mundo entero lo había presenciado.
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Abril de 1997
El eco de aquella elección en 1942 resonó a través del tiempo, pero solo dos personas en el presente parecían conscientes de ello: Albus Dumbledore y el retrato de Walburga Black en el número 12 de Grimmauld Place. Una vez más, la línea temporal había sido alterada, y los recuerdos de lo que debió haber sucedido y lo que ahora era la realidad colisionaban en sus mentes.
Dumbledore estaba en su oficina cuando sintió el familiar tirón en su conciencia, como si miles de memorias ajenas se filtraran en su mente de golpe. Se tambaleó por un momento, apoyándose en su escritorio, mientras visiones de un pasado modificado inundaban su percepción. Recordó vívidamente aquella confrontación en 1942, el beso entre Abraxas Malfoy y Alphard Black.
Se llevó una mano a la sien, ajustando sus gafas de media luna con dedos temblorosos. Esta no era la primera vez que experimentaba un cambio en la línea temporal, así que lo tomo de la forma mas tranquila posible.
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Mientras tanto, en el 12 de Grimmauld Place, Walburga Black se estremeció en su marco. Sus ojos oscuros, llenos de una astucia casi cruel, se abrieron con sorpresa al ver cómo un nuevo retrato aparecía en la pared. Su boca se torció en una sonrisa ladina cuando reconoció la figura de Abraxas Malfoy, un retrato que no debería estar ahí, pero que ahora existía como prueba viviente de la alteración temporal. El retrato apareció al lado del de Alphard.
Walburga guardo silencio, por que al parecer una vez mas era la única que recordaba los cambios que surgieron.
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Abril de 1942
Al día siguiente de la confrontación entre los Malfoy, Hércules despertó con la misma sensación que ya había experimentado antes: la alteración en la línea temporal había surtido efecto y sus recuerdos del futuro se habían actualizado una vez más. Cerró los ojos un momento, dejando que los fragmentos de una nueva realidad se asentaran en su mente.
Lucius seguía siendo el hijo de Abraxas Malfoy, pero ya no era fruto del matrimonio con Selena Rowle. Ahora, en esta línea temporal, Abraxas y Alphard Black se habían casado tras la graduación de Alphard, y juntos habían adoptado a su hijo. Lucius no llevaba su nombre en honor a Lucian Malfoy, su abuelo, sino en honor a Lucy Malfoy, su abuela, quien había apoyado incondicionalmente a su hijo y a su yerno a pesar de la oposición de Lucian.
Entonces a Hércules le llego un episodio de esta nueva línea, una conversación con Bella en la que ella se quejaba de tener que soportar las constantes habladurías de su hermana menor sobre Lucius. En aquel recuerdo, Bella relataba cómo, exasperada, le había recordado a su hermana que, ella y Lucius eran primos, a lo que la rubia había respondido con absoluta tranquilidad: "Entre prima y primo, más me arrimo." La frase había provocado risas, y Hércules no pudo evitar soltar una risa baja al revivirla en su memoria.
A pesar de este cambio en la línea temporal, otras cosas se habían mantenido constantes.
Narcisa y Lucius se habían casado y habían tenido a Draco Malfoy, quien seguía ocupando su lugar en la historia que Hércules conocía.
Suspiró, dejando que los nuevos recuerdos se integraran completamente en su mente. A su lado, Walburga se removió entre las sábanas, despertando con un bostezo elegante antes de mirarlo con ojos somnolientos.
—¿Qué pasa, amor?— murmuró con voz ronca por el sueño.
Hércules la miró con una sonrisa leve y negó con la cabeza antes de inclinarse para besarla con suavidad.
—Nada, Reina— susurró contra sus labios.
Ella le devolvió el beso con una sonrisa perezosa, entrelazando sus dedos en su cabello oscuro.
Quizás habrían continuado así por un rato más de no haber sido interrumpidos por un golpe en la puerta. Hércules soltó un suspiro de resignación, si no eran los cambios de humor de Wally que lo dejaban con las ganas, entonces era su querido cuñadito él que los interrumpía.
—¡Buenos días, hermanita! ¡Buenos días, cuñadito!— saludó Alphard con una sonrisa de oreja a oreja, desbordando una energía completamente opuesta a la perezosa calma de la habitación.
Walburga, aún enredada entre las sábanas, se removió con esfuerzo antes de apoyarse en los almohadones y rodar los ojos ante la efusividad de su hermano.
Alphard no le dio tiempo de responder antes de acercarse a ella y, con total familiaridad, pasó su mano sobre su vientre notoriamente redondeado con una suavidad inusual en él.
—¡Buenos días, sobrinito!— saludó con una gran sonrisa —Espero que no estés dándole demasiada lata a tu madre.
Walburga resopló, pero una sonrisa leve se dibujó en sus labios.
—Más que lata, parece que está entrenando para un duelo. No deja de moverse.
Hércules le dedicó una mirada divertida antes de posar una mano sobre su vientre.
—Espero que al menos sepa de qué lado estamos.
—Oh, seguro que sí— intervino Alphard con un guiño.
Hércules se limitó a sacudir la cabeza con resignación.
Justo detrás de Alphard, con una presencia mucho más discreta, Abraxas se apoyó en el umbral de la puerta y, con su habitual tono tranquilo y elegante, ofreció un simple
—Buenos días, gente.
Walburga soltó un suspiro de exasperación mientras Hércules bufaba con resignación. Alphard, por su parte, se dejó caer en una silla junto a la ventana y los miró con expectación.
—Bueno, ¿piensan quedarse ahí todo el día o vamos a desayunar?
Walburga, con el peso de su vientre dificultándole moverse con rapidez, le lanzó una mirada de advertencia.
—Nos levantaremos cuando queramos, Alphard.
Pero su hermano simplemente le devolvió una mirada inocente.
—Claro, claro. No quiero presionarlos. Pero si no bajan pronto, me voy a comer todas las tostadas y entonces sí que te vas a enojar.
Walburga entrecerró los ojos y suspiró. No podía negarlo. Sus antojos del embarazo no le permitían la idea de perderse un buen desayuno.
—Está bien, nos levantamos— concedió con fastidio fingido, lanzando una mirada a Hércules para asegurarse de que también estaba de acuerdo.
Hércules solo sonrió con indulgencia y deslizó un brazo alrededor de su cintura antes de besar su sien.
—Vamos, Reina. No queremos que te quedes sin desayuno.
Alphard aplaudió, triunfante, mientras Abraxas se limitaba a sonreír con aire divertido.
Sin más opciones, Hércules ayudó a Walburga a incorporarse con cuidado, asegurándose de que estuviera cómoda antes de levantarse de la cama.
Con paso pausado, se prepararon para enfrentar otro día.