Entre Victorias y Decisiones
4 de agosto de 2025, 13:09
Mayo de 1942
El mes de mayo llegó con un aire de euforia y tensión a partes iguales.
Slytherin se coronó campeón del último partido de la temporada, asegurando así la Copa de Quidditch. La Sala Común de la casa estuvo en celebración constante durante días, con brindis clandestinos de whisky de fuego y serpentinas esmeralda ondeando en el aire.
Hércules no podía evitar sonreír mientras observaba la escena, sintiendo un extraño sentido de orgullo al ver a su equipo celebrar. Cuando en su época, él jamás se habría imaginado siendo parte de aquella casa, mucho menos disfrutando de sus victorias.
Pero, sin duda, la verdadera hazaña del mes no tenía nada que ver con el Quidditch. La Orden de los Lirios Negros logró revocar otros cinco compromisos matrimoniales impuestos por las familias de sangre pura, y entre ellos, uno en particular captó la atención de Harry: el de Eileen Prince.
Eileen, una joven de rostro afilado y cabello negro lacio, les había confesado en una de sus reuniones que estaba enamorada de un muggle. Había hablado de él con una dulzura poco común entre los miembros de su casa, como si su sola existencia fuera un secreto que solo ella podía comprender. Harry, al verla, no pudo evitar comparar sus expresiones con su profesor de Pociones y DCAO, Severus Snape.
"¿Acaso Eileen ya había conocido al hombre que se convertiría en el padre de Severus? ¿Era ese muggle el mismo Tobías Snape que en su línea temporal sería un esposo violento y amargado?" Hércules no tenía respuestas, pero algo en su interior se revolvió con incomodidad. "¿Acaso, al liberarla de ese compromiso, estaba permitiendo que la historia siguiera su curso original?"
Decidió no pensar demasiado en ello. "Después de todo, su misión no era preservar la historia, sino mejorarla."
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Mientras tanto, el embarazo de Walburga avanzaba con rapidez. A finales de mayo, su vientre se había redondeado aún más, y los movimientos del bebé se volvían cada vez más evidentes.
Hércules solía sentarse a su lado en los ratos libres, acariciando el vientre de Walburga con una fascinación cada vez que sentía una patada.
Walburga, aunque trataba de mantener su actitud orgullosa e imperturbable, no podía evitar sonreír cuando Hércules hablaba en voz baja a Cygnus, contándole sobre el mundo al que pronto llegaría.
—¿Crees que realmente puede escucharte?— le preguntó Walburga una noche, con una mano sobre su vientre y la otra entrelazada con la de Hércules.
—Estoy seguro de que sí— respondió él con una leve sonrisa —Y si no, al menos se está acostumbrando a mi voz.
Walburga soltó un resoplido divertido, pero no discutió. En el fondo, a ella también le gustaba creer que su hijo ya los reconocía.
Por otro lado, el ambiente en Hogwarts estaba cada vez más cargado de tensión debido a los exámenes finales. Todos los estudiantes de todos los curso, incluido Hércules, estaban al borde de los nervios, preparándose para los exámenes de fin de año. Los pasillos se llenaban de estudiantes con libros abiertos, repasando con desesperación, y la biblioteca estaba más concurrida que nunca.
—Si leo una sola página más de Aritmancia, voy a lanzar mi libro por la ventana— se quejó Walburga una tarde, dejando caer su cabeza sobre la mesa de la biblioteca con un suspiro dramático.
—No hace falta que lo leas, solo dame el libro y te hago un resumen— intervino Alphard, con una sonrisa despreocupada desde su asiento cercano.
—No es tan fácil para todos como para ti— gruñó Poppy desde su lugar, con una pluma entre los dientes mientras escribía furiosamente en su pergamino de Pociones. Estando en cuarto año, sus exámenes no eran tan avanzados como los de Hércules y Walburga, pero aun así no parecían menos aterradores.
Hércules observó a sus amigos con una sonrisa ligera, disfrutando el momento a pesar del estrés que los rodeaba. Era curioso cómo, a pesar de todo lo que había cambiado, aquella escena le recordaba a sus días de estudio en su propia época.
En su mente, las imágenes de su grupo en 199... aparecieron como un eco del pasado. De Slytherin, estaba acostumbrado a estudiar con Pansy, Theo, Crabbe, Goyle, Zabini y Draco. En Ravenclaw, tenía a Luna con su perspectiva única del mundo, mientras que en Gryffindor, siempre estaban Hermione, Ron, Ginny, Neville y él.
—¿Puedo estudiar con ustedes?— preguntó alguien.
Walburga le lanzó una mirada rápida, entrecerrando los ojos como si estuviera considerando su petición con sospecha, pero finalmente se encogió de hombros y asintió.
—Sí, supongo que un poco más de compañía no hará daño— dijo con fingida indiferencia, volviendo su atención a su pergamino de Aritmancia.
Con una sonrisa de oreja a oreja, Hagrid tomó la silla vacía junto a Poppy y colocó con cuidado su libro de Transformaciones, causando un pequeño estruendo.
Ahora, en 1942, tenía otro grupo heterogéneo de amigos a su alrededor. Walburga, Alphard, Lucretia y Abraxas representaban a Slytherin; Poppy era la única Ravenclaw; y Hagrid, con su entusiasmo desbordante, era el representante de Gryffindor. Harry miró a su alrededor, con la sensación de que algo faltaba.
"No hay nadie de Hufflepuff," pensó con cierta extrañeza. "¿Por qué será?"
No tuvo mucho tiempo para reflexionar sobre ello, pues fue sacado de sus pensamientos cuando un joven Hagrid, mucho más bajo de lo que recordaba.
—¡Gracias! Estuve intentando estudiar con los de mi casa, pero... bueno, siempre me distraigo cuando empiezan a hablar de Quidditch— dijo con una risa nerviosa.
Hércules asintió con comprensión.
El grupo continuó estudiando, cada uno sumergido en su propia lucha contra los libros y pergaminos. Alphard parecía especialmente relajado, hojeando su libro de Transformaciones como si fuera una novela ligera, mientras que Lucretia y Abraxas discutían en voz baja sobre los efectos de ciertos ingredientes en las pociones avanzadas.
Poppy, por otro lado, tenía una expresión de absoluta concentración mientras escribía febrilmente, y Hagrid, aunque entusiasmado, parecía estar luchando con algunos términos técnicos.
Hércules sonrió de nuevo. Por un momento, sintió que no importaba en qué época estuviera; siempre encontraría un grupo con el que compartir estas experiencias.
Sin embargo, su mente no podía alejarse del pensamiento de que algo se les escapaba.
"¿Por qué no tenían amigos en Hufflepuff?"
Era una casa conocida por su lealtad y trabajo duro.
"¿Acaso el ambiente elitista de Slytherin dificultaba ese tipo de amistades? ¿O simplemente aún no habían encontrado a la persona adecuada?"
Hércules no tenía la respuesta.
—Hér, deja de mirar al vacío y ayúdame con esto— dijo Lucretia, dándole un leve codazo.
Hércules parpadeó, sacudiendo sus pensamientos y enfocándose en Lucretia, que le señalaba un complicado problema de Pociones.
—¿De verdad sigues atascada en eso?— murmuró Alphard con burla.
Lucretia le fulminó con la mirada.
—No todos tenemos tu habilidad para memorizar recetas de pociones con solo mirarlas— espetó, cruzándose de brazos.
—Tal vez si no te estresaras tanto...— sugirió él con una sonrisa.
Hércules dejó escapar una risa baja y se inclinó sobre el libro de Lucretia, señalando la parte que parecía estar confundida.
—Mira, el error está aquí. Si agregas la esencia de belladona antes del polvo de cuerno de bicornio, la mezcla se vuelve inestable.
Lucretia frunció el ceño y tomó nota.
—Gracias. Pero todavía me parece injusto que tengamos que memorizar todas estas combinaciones.
—Bienvenida al mundo de las Pociones— bromeó Harry, recordando todas las veces que Snape había exigido perfección en sus clases en el futuro.
Walburga, que había estado escuchando en silencio, se acomodó mejor en su asiento, apoyando una mano en su vientre con expresión pensativa.
—No sé ustedes, pero yo ya estoy deseando que terminen los exámenes.
—No eres la única— dijo Poppy sin levantar la vista de su pergamino.
—Yo no entiendo por qué se preocupan tanto— intervino Abraxas, con su habitual tono despreocupado —Al final, todo se resume en confianza.
—Tú puedes darte el lujo de pensar así porque naciste con talento natural, Malfoy— bufó Poppy —Algunos tenemos que estudiar para aprobar.
Hércules sonrió, disfrutando de la dinámica del grupo. No importaba cuántas décadas hubieran pasado; las preocupaciones estudiantiles seguían siendo las mismas.
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Cuando los exámenes finalmente terminaron, la tensión en Hogwarts pareció disiparse de inmediato. El ambiente cambió de un estado de nerviosismo absoluto a una sensación de alivio y celebración. Los pasillos ya no estaban atestados de estudiantes desesperados con libros en la mano, y las noches en las salas comunes se llenaron de risas en lugar de susurros de repaso.
Claro menos para los estudiantes de quinto y séptimo año, que tendrán los TIMOS y EXTASIS en las dos primeras semanas de Junio
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El ultimo Viernes de mayo, los estudiantes mayores de edad partieron hacia Hogsmeade para recibir su certificado de aparición.
Walburga no pudo acompañarlos debido a su embarazo, y Hércules aún no cumplía los diecisiete, por lo que tampoco tenía permitido presentar el examen.
En lugar de unirse a sus amigos en el pueblo, Walburga se quedó en la enfermería con Poppy, asegurándose de que su estado de salud se mantuviera estable mientras esperaban noticias de los demás.
—No puedo creer que Abraxas y Lucretia sí pudieran ir, y yo esté atrapada aquí— refunfuñó Walburga, cruzándose de brazos.
Poppy le lanzó una mirada divertida mientras revisaba unas notas.
—Sí, sí, qué tragedia la tuya. Pobrecita, sentada cómodamente mientras otros se enfrentan a la posibilidad de quedar sin ceja en medio de Hogsmeade.
Walburga la miró con desdén, pero no pudo evitar sonreír un poco. Se estaba acostumbrando a la franqueza de Poppy.
Mientras tanto, Hércules y Alphard decidieron aprovechar, para aventurarse en el Bosque Prohibido. Con su capa de viaje bien ajustada, Hércules siguió a Alphard por los senderos ocultos entre los árboles, disfrutando de la brisa fresca y la sensación de libertad que ofrecía el bosque.
—Espero que no nos metamos en problemas por esto— comentó Alphard en tono ligero.
—Por favor, Al, si Dumbledore no me expulso, dudo que Dippet lo haga ahora— respondió Harry con una sonrisa despreocupada.
No habían caminado demasiado cuando se encontraron con Hagrid. El joven semigigante estaba ocupado observando una serie de rastros en el suelo, probablemente pertenecientes a alguna criatura mágica.
—¡Oh! ¡Hércules! ¡Alphard! ¿Qué hacéis por aquí?— saludó Hagrid con entusiasmo.
—Explorando— respondió Alphard, encogiéndose de hombros —Aunque al parecer, eres tú quien realmente tiene una misión aquí.
—Bueno, estaba mirando unos rastros... creo que un hipogrifo pasó por aquí anoche— respondió Hagrid con emoción.
Harry sonrió. Era fascinante ver lo apasionado que Hagrid era sobre las criaturas mágicas, incluso a tan corta edad.
—¿Vas a tomar Cuidado de Criaturas Mágicas el próximo año?— preguntó Hércules con curiosidad.
—¡Sí! No veo la hora de empezar— dijo Hagrid, con los ojos brillantes de emoción —¡Algún día me gustaría ser profesor de esa materia!
Harry sintió un nudo en la garganta al escuchar esas palabras. Hagrid había logrado precisamente ese sueño. No importa los cambios que hayan surgido en la historia, Hagrid era profesor de CCM, la única diferencia era que esta vez si había terminado sus estudios.
—Serás el mejor profesor que Hogwarts haya visto— dijo Harry con convicción.
Hagrid rio, algo avergonzado por el comentario.
—¡Eso sería increíble! Pero primero tengo que aprender bien todo... ¡y tal vez conseguir una criatura propia para estudiar!
—Oh, por Salazar, no me digas que estás pensando en traer algo peligroso al castillo— intervino Alphard, arqueando una ceja.
—¿Yo? ¿Hacer eso? ¡Claro que no!— respondió Hagrid, claramente intentando sonar inocente.
Hércules y Alphard se miraron, compartiendo una expresión de escepticismo.
Hércules no pudo evitar pensar en Aron... Arogan... Aragog... o como se llamara esa maldita araña gigante, que casi se lo come en su segundo año... O pero en esta nueva linea del tiempo se supone que aun no tenia la desgracia de conocerlo, así estaba mejor.
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Después de despedirse de Hagrid. Hércules y Alphard regresaron a la Sala Común de Slytherin, donde encontraron a Abraxas ya de vuelta. El rubio tenía una expresión triunfante y un brillo de orgullo en los ojos.
—¿Qué tal fue el examen?— preguntó Hércules, quitándose la capa.
Abraxas sonrió con autosuficiencia.
—Pasé en el primer intento. Por supuesto.
—Qué sorpresa...— comentó Alphard con ironía, después de darle un besito.
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La Sala Común estaba llena de una energía animada. No solo celebraban el fin de los exámenes, sino también los cumpleaños de Walburga y Abraxas, que habían caído durante la agotadora semana de evaluaciones.
La celebración no era tan ruidosa como la de la Copa de Quidditch, pero se notaba la emoción en el aire.
Walburga, a pesar de su embarazo, se veía satisfecha mientras recibía los regalos de sus amigos.
Lucretia le había conseguido una elegante pluma de escritura, mientras que Alphard le obsequió un libro de encantamientos avanzados.
—Para que no te aburras demasiado mientras todos nos divertimos— bromeó.
Hércules le entregó un pequeño frasco con esencia de lavanda y menta, preparado especialmente para ayudar con las molestias del embarazo.
Walburga lo tomó con curiosidad y olió la mezcla
—No está mal, Hér. Me sorprende que no me hayas dado algo más... personal— dijo con una sonrisa ligera.
—Tal vez estoy guardando lo mejor para después— respondió él con una mirada cómplice.
Mientras tanto, Abraxas recibía felicitaciones y regalos con su habitual aire de superioridad. Aún así, Hércules notó que parecía genuinamente feliz.
La celebración en la Sala Común de Slytherin continuó hasta bien entrada la noche. El ambiente era acogedor, con luces tenues iluminando el espacio mientras los estudiantes se relajaban después de la agotadora temporada de exámenes. La música suave flotaba en el aire gracias a un gramófono encantado, y la chimenea crepitaba, arrojando destellos esmeralda contra los muros de piedra.
Walburga, sentada cómodamente en un sillón cerca del fuego, acariciaba distraídamente su vientre mientras conversaba con Lucretia. Sus dedos jugueteaban con el frasco de esencia de lavanda y menta que Hércules le había regalado, disfrutando de su aroma relajante.
A su lado, Abraxas sonreía satisfecho, aún regodeándose en su éxito con la Aparición.
Mientras los demás seguían sumidos en sus charlas y risas, Hércules se acercó a Walburga y le ofreció su mano con una pequeña sonrisa.
—¿Nos retiramos?— susurró, inclinándose levemente hacia ella.
Walburga asintió sin dudarlo. Se despidieron de sus amigos con un leve gesto de la cabeza y se dirigieron a la habitación de Hércules, dejando atrás el bullicio de la Sala Común.
Una vez en la intimidad del dormitorio, Hércules se sentó en el borde de la cama y observó a Walburga con una mirada suave. Ella se acomodó a su lado, exhalando un suspiro de alivio mientras descansaba la mano sobre su vientre.
Hércules deslizó los dedos por su brazo con ternura antes de inclinarse y depositar un beso en su frente.
—¿Cansada?— preguntó con voz baja.
Walburga sonrió levemente y asintió.
—Un poco... pero es soportable.
Hércules deslizó sus dedos por su mejilla con delicadeza, recorriendo su piel con reverencia. Se inclinó lentamente y rozó sus labios con los de ella en un beso tierno. Luego, con el mismo cuidado, dejó un sendero de besos desde su mandíbula hasta su vientre, apoyando su frente sobre la tela de su vestido.
—Cygnus— susurró con una sonrisa —¿Qué te parece si dejas descansar un poco a tu madre?
Walburga rio suavemente y enredó los dedos en el cabello de Hércules, disfrutando de la sensación de su cercanía. Se sentía segura, protegida, como si en ese momento el resto del mundo no importara.
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Junio 1942
Las primeras dos semanas de junio llegaron con un aire de tensión y expectativa. Los estudiantes de quinto y séptimo año se enfrentaban a sus TIMOS y ÉXTASIS, respectivamente, y el castillo estaba impregnado de un nerviosismo palpable. Hércules y sus amigos observaban el estrés reflejado en los rostros de sus compañeros mientras repasaban sin descanso en la biblioteca o murmuraban hechizos en los pasillos.
Una tarde, mientras el grupo descansaba en el patio, recostados al rededor de un árbol.
Lucretia suspiró pesadamente.
—El próximo año estaremos igual que ellos— dijo con una mueca, observando a un par de alumnos de séptimo año que repasaban febrilmente sus notas.
Poppy, que estaba sentada a su lado, asintió con la cabeza.
—Yo también... Los TIMOS son terribles— comentó antes de volverse hacia Hércules, Walburga, Abraxas y Lucretia —¿Fueron difíciles para ustedes?
Los cuatro se miraron entre sí antes de negar simultáneamente con la cabeza.
—Para nada—respondió Abraxas con su usual tono despreocupado —Solo es cuestión de confianza.
Poppy rodó los ojos.
—Claro, para ti todo es cuestión de confianza.
Hércules rio entre dientes, recordando su propia experiencia con los TIMOS en su línea temporal.
Mientras la conversación continuaba, Hadrian se permitió observar a sus amigos con una sonrisa. No podía evitar preguntarse cómo evolucionarían sus vidas a medida que los años avanzaran.
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La tercera semana de junio trajo consigo un respiro de tranquilidad al castillo. Con los TIMOS y ÉXTASIS finalmente concluidos, los pasillos de Hogwarts dejaron de estar cargados de la tensión característica de los exámenes y fueron reemplazados por un aire de alivio y desenfado. Los alumnos de quinto y séptimo año, que días antes parecían al borde del colapso, ahora se permitían relajarse en los jardines, conversar en los pasillos sin libros en mano y disfrutar del cálido clima de verano que se asentaba sobre la escuela.
Hércules y su grupo también se sintieron contagiados por la calma reinante. Aprovechaban el tiempo libre para reunirse en el patio o en la enfermería, compartiendo conversaciones triviales y risas, como si los problemas del mundo exterior no existieran por un instante. Sin embargo, en la mente de Hércules, la realidad nunca estaba demasiado lejos.
A mediados de la semana, llegaron los resultados de los exámenes de mayo. Los estudiantes recibieron sus pergaminos con las calificaciones de cada asignatura, y los murmullos de nerviosismo volvieron a recorrer los pasillos por un breve instante antes de dar paso a exclamaciones de júbilo o suspiros de resignación.
Hércules abrió su pergamino con una mezcla de curiosidad y confianza. Había elegido únicamente las materias necesarias para convertirse en Auror: DCAO, Encantamientos, Transformaciones, Herbología y Pociones. Aunque no tenía dudas sobre su desempeño, al leer las calificaciones, se sorprendió ligeramente: todas sus notas eran "Supera las Expectativas" o "Superior".
—Nada mal— murmuró con una sonrisa satisfecha, doblando el pergamino y guardándolo en su túnica.
—¿Nada mal?— Walburga arqueó una ceja al escuchar su comentario —¡Son calificaciones excelentes, Hér!
Lucretia asintió con una sonrisa.
—Ni siquiera pareces sorprendido.
Abraxas, que también había recibido sus resultados, se encogió de hombros con un gesto despreocupado.
—A estas alturas, dudo que algo pueda sorprenderlo— dijo, mirando a Hércules con diversión.
Harry sonrió levemente mientras los escuchaba, pero su mente estaba en otra parte. Sabía que en algún momento tendría que regresar a su propia época, dejar atrás a sus nuevos amigos, a Walburga y a su hijo. ¿Cómo sería para ellos cuando él ya no estuviera?.
Por ahora, decidió dejar esas preocupaciones para otro momento. La paz después de los exámenes era efímera, y pensaba aprovecharla mientras durara.
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La última semana de junio llegó con un aire de tranquilidad melancólica. A diferencia de las semanas anteriores, marcadas por el estrés de los exámenes y la euforia de su conclusión, ahora el ambiente en Hogwarts estaba teñido de nostalgia, especialmente entre los alumnos de séptimo año. Los pasillos resonaban con despedidas y promesas de mantenerse en contacto, mientras los estudiantes recorrían por última vez los rincones que habían sido su hogar durante tantos años. Para ellos, la inminente partida era tanto una emoción como una tristeza, un capítulo que llegaba a su fin.
Para Walburga, cada día se hacía más pesado. A sus ocho meses de embarazo, se cansaba con rapidez y pasaba más tiempo descansando en la sala común o en la enfermería.
Hércules, Alphard, Abraxas, Poppy y Lucretia se turnaban para asegurarse de que tuviera todo lo que necesitaba. Aunque Walburga protestaba y decía que no era una inválida, su amiga, prima, hermano, su cuñado y novio ignoraban sus quejas y seguían cuidándola de todos modos.
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Dos días antes del final del año escolar y del esperado banquete de despedida, Hércules estaba en su habitación, terminando de empacar sus pertenencias.
Abraxas y Alphard estaban en el sofá de la habitación, completamente absortos en su propio mundo, intercambiando sonrisas, miradas y besos.
Walburga, por su parte, descansaba sobre la cama, con una mano sobre su abultado vientre, mirando el techo con una expresión de calma pensativa.
La puerta se abrió de golpe con un estruendo, haciendo que Walburga frunciera el ceño y que Hércules girara la cabeza con una ceja en alto.
En la entrada, con el ceño fruncido y los ojos llameantes de furia, estaba Tom Riddle. Su presencia parecía hacer que el aire de la habitación se tensara al instante.
Hércules se levantó con calma, cruzándose de brazos.
—¿Tus padres no se molestaron en enseñarte modales?... Oh verdad no tienes padres.
Riddle no lo admitiría en voz alta pero ese comentario lo hirió. Y saber que Hércules lo dijo para molestarlo, lo molesto mas.
Los ojos de Riddle brillaron peligrosamente.
—Fue un error dejar que te quedaras acá.
Hércules ladeó la cabeza, observándolo con curiosidad
—Ah, ¿sí? ¿Y eso por qué?
Tom avanzó un paso, su postura rígida y cargada de enojo.
—Tu mera existencia aquí ha alterado todo. Has cambiado cosas que no deberían haber cambiado, arruinaste oportunidades y...— su expresión se volvió aún más gélida —Mataste al basilisco.
Walburga, desde la cama, soltó una risa burlona.
—¿Eso es lo que te tiene de tan mal humor? Lo hizo por que me lanzaste un hechizo, me quedo una cicatriz en el brazo.
Hércules, sin inmutarse, le hizo un gesto con la mano a Riddle.
—Adelante, desahógate.
Riddle apretó los dientes y continuó con su letanía de reproches, maldiciones y advertencias.
Hadrian lo observó con una expresión impasible, sin interrumpirlo en ningún momento. Abraxas y Alphard, aunque al principio parecieron incómodos con la escena, se limitaron a intercambiar miradas y mantenerse al margen. Walburga, por su parte, bostezó.
Finalmente, cuando Tom terminó su arrebato y respiró hondo, Hércules inclinó la cabeza con fingida paciencia.
—¿Ya terminaste?
Tom apretó los labios y asintió con mala gana.
Harry esbozó una sonrisa serena.
—Bien. Dime, ¿Finalmente encontraste la Cámara de los Secretos?
Tom frunció aún más el ceño.
—Sí, por supuesto. ¿Algún problema con eso?
Harry negó con la cabeza.
—No. Solo me daba curiosidad. ¿Cuánto tiempo te tomó encontrarla? ¿Un año?
Tom bufó con desprecio.
—No... Fueron dos años y medio.
Harry rió por lo bajo.
—Ah. Interesante. Mis amigos y yo la encontramos en un año. Cuando estábamos en segundo año— muy probablemente Ron y Hermione, ya no lo recuerden por los cambios que ha surgido la historia, pero lejos de molestar a Harry, lo alegraba, le alegraba que Hermione no recordara que estuvo petrificada ese año.
El rostro de Tom se crispó con una mezcla de incredulidad y enojo.
Harry sonrió con diversión.
—¿Pero sabes una cosa? Me arrepiento de haberlo matado.
Tom lo miró con escepticismo.
—¿Por qué?
Harry suspiró dramáticamente.
—Bueno, en su momento, pensé que el mayor problema sería un fantasma llorón en los baños. Pero ahora me doy cuenta de que lo peor no era ella... sino sus nietas.
Tom lo miró con expresión confundida, mientras que Alphard soltó una carcajada y Abraxas negó con la cabeza con una sonrisa divertida.
Harry suspiró teatralmente.
—Oh, sí. Sus nietas. Son Gryffindors. Y para completar, en mi mismo año. Imagínate lo que tengo que soportar.
Tom le dedicó una mirada fría y llena de desdén. Sin más, se giró bruscamente y salió de la habitación con paso firme, cerrando la puerta de un golpe tras de sí.
Hubo un breve silencio antes de que Walburga soltara una carcajada suave.
—Siempre logras sacarlo de sus casillas.
Harry sonrió, encogiéndose de hombros.
—Es un talento natural.
Abraxas se estiró perezosamente en el sofá.
—Definitivamente, ese fue el espectáculo del día.
Alphard asintió con diversión.
—Me pregunto, si alguna vez dejará de intentar intimidarte.
Harry suspiró.
—Lo dudo. Pero mientras tanto, puedo seguir divirtiéndome un poco.
Mientras llegaba el momento de enfrentar a la versión que si le tenia miedo Lord Voldemort.
Walburga se acomodó en la cama con una sonrisa.
—Eso sí que no lo dudo.
La habitación quedó en silencio por un momento antes de que Hércules retomara su tarea de empacar.
Fuera de la habitación, el último eco de la rabia de Tom se disipaba en los pasillos de Hogwarts, mientras el fin del año escolar se acercaba inexorablemente.