ID de la obra: 322

El Ritual Del Tiempo

Mezcla
R
Finalizada
4
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251 páginas, 83.421 palabras, 22 capítulos
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Cygnus Black (1/2)

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Domingo 26 de octubre de 1941 Fue un despertar algo agitado para Harry, muchos recuerdos nuevos que procesar... Después de salir de la enfermería anduvieron por los pasillos sin rumbo fijo y finalmente después de un largo rato se dirigieron a la sala común, estaba en silencio, iluminada solo por el tenue resplandor del fuego en la chimenea. El partido de Quidditch entre Ravenclaw y Hufflepuff había vaciado el castillo, dejando a Hércules y Walburga solos en la intimidad de la sala. Walburga estaba en un sofá leyendo un libro, mientras Hércules estaba sentado en el sofá, con la mirada perdida en las llamas. Su mente aún revoloteaba entre los recuerdos del futuro alterado que había invadido su cabeza esa mañana. Draco, Bellatrix, Myrtle... todo era diferente. Y lo más impactante: él había descubierto que era el padre de Cygnus. Eso significaba que, en algún momento, tendría que regresar al futuro... o algo le pasaba. Por que Hércules desapareció sin dejar rastro. —¿Estás bien?— preguntó Walburga, sentándose a su lado. Su voz era suave, pero sus ojos grises escarbaban en los suyos como si pudieran leer sus secretos. —Sí— mintió Harry, dándole un beso tranquilo y lleno de cariño —Solo estoy pensando. Walburga no se conformó con eso. Con una sonrisa pícara, se levantó y se sentó en su regazo, envolviendo sus brazos alrededor de su cuello. —Pensar está sobrevalorado— susurró, acercando su rostro al de él. Hércules no pudo resistirse. Sus manos encontraron su cintura, y el beso se intensificó, pasando de tierno a apasionado en cuestión de segundos. Walburga comenzó a mover su cadera lentamente, provocando un gemido ahogado de Hércules. —Wally...— murmuró él, entre besos. —Hércules...— respondió ella, cuando sintió la dureza del miembro de SU hombre. La tensión entre ellos creció, y pronto ambos estaban perdidos en un torbellino de sensaciones. Los nombres del otro salían de sus labios entre jadeos, y el mundo exterior pareció desaparecer. —Aah... Reina— susurró Hércules, sus manos apretando con fuerza la cintura de Walburga. Ella aumentando el ritmo de sus movimientos, sus caderas moviéndose con una precisión que hacía que Harry perdiera el aliento. Sus labios se encontraron de nuevo, esta vez con una urgencia que dejó claro que ambos estaban al borde del precipicio. —Hér...— murmuró Walburga, su voz temblorosa —Eres mío. —Siempre— respondió él, enterrando su rostro en el cuello de ella, sintiendo cómo el calor de su piel lo consumía. El sonido de sus respiraciones entrecortadas y los gemidos ahogados llenaban la sala, mezclándose con el crepitar del fuego. Walburga arqueó la espalda, sus uñas clavándose en los hombros de Harry mientras alcanzaba el clímax. Él la siguió poco después, un gemido ahogado escapando de sus labios mientras se derrumbaba contra ella. Por un momento, todo quedó en silencio, excepto por el sonido de sus corazones latiendo al unísono, con un movimiento de la mano de Harry los limpio a ambos. —Así... con ropa no se siente tan mal— dijo Hércules con una sonrisa torcida. Walburga rió, jugueteando con el cuello de su camisa. —Pero yo prefiero sin ropa— susurró, deslizando una mano debajo de su camisa. En ese momento, la puerta de la sala común se abrió. —¡Te dije que estarían aquí!— dijo Abraxas, entrando con Alphard detrás de él. Alphard se detuvo en seco, mirando la escena con una sonrisa traviesa. —¡Están haciendo a mi sobrino! Harry se sonrojó hasta las orejas, mientras Walburga se apartó de él con una expresión de fastidio. —Alphard, ¿Acaso no eras muy joven para ser tío?— preguntó ella, cruzando los brazos. —Eso era el mes pasado, cuando tenía trece— respondió Alphard, con una sonrisa de oreja a oreja —Ahora tengo catorce. Suficiente edad para tener un sobrino o sobrina. Abraxas soltó una carcajada, apoyándose en la pared. Hércules se pasó una mano por la cara, tratando de recuperar la compostura. —¿Qué quieren? —Veníamos a decirte que Ravenclaw ganó el partido— dijo Alphard, sentándose en el sofá frente a ellos —Pero parece que estaban ocupados con... otras cosas. Walburga lanzó un cojín a su hermano, que esquivó con facilidad. —Fuera de aquí, Alphard. —Sí, sí— dijo Alphard, levantándose —No quiero interrumpir el... entrenamiento de Quidditch. Abraxas rió de nuevo, siguiendo a Alphard hacia la puerta. —Nos vemos en la cena, Hér. Espero que no estés demasiado... cansado. Cuando la puerta se cerró, Walburga se volvió hacia Hércules con una sonrisa juguetona. —¿Dónde estábamos? Hércules rió, atrayéndola hacia sí. —Creo que estábamos en la parte de "sin ropa". Walburga se detuvo por un momento, mirando a Hércules con una expresión entre divertida y preocupada. —Aquí, no— susurró, acariciando su mejilla con suavidad —Si nos quedamos aquí, no tardarán en llegar los demás Slytherins. Y no quiero que nos interrumpan de nuevo. Hércules asintió, aunque su mirada ardiente dejaba claro que no estaba dispuesto a dejar que el momento terminara tan fácilmente. Con un movimiento rápido, se levantó del sofá, tomando a Walburga de la cintura. —Entonces, ¿Qué esperamos?— dijo con una sonrisa traviesa, tirando de ella suavemente hacia la puerta que conducía a los dormitorios. Walburga rió en voz baja, siguiéndolo sin resistencia. 💛 Cuando llegaron a la habitación de Walburga, Hércules cerró la puerta con cuidado detrás de ellos. La habitación estaba iluminada por la tenue luz de la tarde que se filtraba a través de las cortinas, creando una atmósfera íntima y cálida. Walburga se acercó a él, deslizando sus manos por su pecho mientras lo miraba con una mezcla de deseo y ternura. —Hér...— murmuró, su voz apenas un susurro —No sé qué haría sin ti. Él no respondió con palabras, sino con acciones. Sus labios se encontraron con los de ella en un beso apasionado, lleno de promesas y deseos reprimidos. Sus manos comenzaron a explorar su cuerpo, deslizándose por su espalda y cintura con una urgencia que hacía que el aire a su alrededor pareciera electrizarse. Walburga respondió con igual fervor, desabrochando lentamente los botones de la camisa de Hércules mientras sus labios se separaban solo para jadear entre besos. —Wally...— susurró él, enterrando su rostro en su cuello y dejando un rastro de besos ardientes —Eres increíble. Ella sonrió, disfrutando de la sensación de sus labios en su piel. Con movimientos lentos pero seguros, ayudó a Hércules a quitarse la camisa, revelando su torso. Sus manos lo recorrieron, sintiendo cada músculo, cada latido de su corazón acelerado. Hércules, por su parte, no se quedó atrás. Con cuidado, deslizó las manos por los costados de Walburga, encontrando el cierre de su vestido. Con un movimiento suave, lo deslizó hacia abajo, dejando que la tela cayera al suelo. —Hermosa— murmuró, admirando cada centímetro de su piel iluminada por la luz de la luna. Walburga se sonrojó levemente, pero no apartó la mirada. Sus manos continuaron explorando su cuerpo, mientras sus labios se encontraban una y otra vez, cada beso más intenso que el anterior. Poco a poco, la ropa restante fue cayendo al suelo, dejando al descubierto el cuerpo de ambos. No había prisa, solo el deseo de disfrutar cada momento, cada caricia, cada susurro. —Hércules...— susurró Walburga, acercándose a él hasta que sus cuerpos estuvieron completamente entrelazados —Eres mío. —Siempre— respondió él, llevándola hacia la cama con suavidad. El mundo exterior pareció desvanecerse mientras se perdían en el calor del otro, en la conexión que solo ellos compartían. Los gemidos ahogados y los susurros de amor llenaron la habitación, mezclándose con el sonido de sus corazones latiendo al unísono. Y en ese momento, nada más importaba. Solo ellos, juntos, en su propio mundo. Hércules se tomo su tiempo para preparar a Walburga, un dedo primero, luego fueron dos, después tres, finalmente Hércules saco sus dedos y se introdujo lentamente, espero pacientemente a que Walburga le diera la señal. Y cuando la recibió empezó a moverse lentamente, iba aumentando la velocidad despacio. —Si... asi... oh... Salazar... ah...ah— dijo Walburga entre gemidos Después de unas embestidas más Walburga llegó al clímax, luego Hércules la siguió. Él se dejó caer al lado de ella con la respiración agitada. El ambiente en la habitación de Walburga seguía cargado de pasión y deseo. Hércules y Walburga estaban completamente envueltos en el momento, olvidándose del mundo exterior. Después de un descanso, Walburga no estaba dispuesta a dejar que la tarde terminara tan pronto. Con una sonrisa juguetona, se sentó sobre Hércules, sus caderas rozando las suyas de manera provocativa. Sus manos se deslizaron por su pecho, sintiendo el ritmo acelerado de su corazón. —¿Qué vas a hacer, Reina?— preguntó Hadrian con una voz ronca, sus ojos brillando de anticipación. Walburga no respondió con palabras, sino con acciones. Con un movimiento suave pero decidido, tomó la erección de su chico y la guió hacia su interior, hundiéndose lentamente sobre él. Un gemido escapó de sus labios mientras se ajustaba a su tamaño, sintiendo cómo la llenaba por completo. Hércules no pudo evitar gemir, sus manos agarrando sus caderas con fuerza mientras la ayudaba a mantener el ritmo. —Wally...— murmuró entre jadeos, sintiendo cómo el placer se acumulaba de nuevo en su interior. Sus movimientos volviéndose más urgentes y apasionados. Sus manos se apoyaron en el pecho de Hércules para mantener el equilibrio, mientras sus caderas subían y bajaban con una precisión que hacía que Harry perdiera el aliento. Hércules, se inclino hacia adelante para capturar los labios de su Reina, en un beso ardiente. Walburga respondió al beso con igual intensidad, las manos de Harry recorrieron su espalda y cintura mientras se dejaba llevar por las sensaciones. El sonido de sus respiraciones entrecortadas y los gemidos ahogados llenaban la habitación, creando una sinfonía de pasión y deseo. La sensación era abrumadora, y ambos estaban al borde del precipicio una vez más. —Wally...— murmuró él, sintiendo cómo el calor seguía acumulándose en su interior —No voy a aguantar mucho más... —Yo tampoco— respondió ella, arqueando la espalda mientras el placer la consumía por completo. Con un último empuje, ambos alcanzaron el clímax, sus cuerpos temblando de placer mientras. Walburga se recostó sobre el pecho de Hércules, su respiración aún entrecortada. —Eres increíble— susurró ella, acariciando su pecho con suavidad. Hércules sonrió, rodeándola con sus brazos —Tú también, Wally. Y así, envueltos en el calor del otro, se quedaron dormidos, sabiendo que, sin importar lo que el futuro les deparara, siempre tendrían estos momentos juntos. 💛 Lunes 27 de octubre 1941 El amanecer aún no había llegado, y la habitación de Walburga estaba envuelta en una penumbra cálida y silenciosa. Walburga fue la primera en despertarse, sintiendo el peso de Hércules a su lado y la conexión íntima que aún compartían. Con cuidado, se movió ligeramente, notando que él seguía dentro de ella. Un suspiro escapó de sus labios mientras una sonrisa traviesa se dibujaba en su rostro. La lujuria la consumió de nuevo, y sin pensarlo dos veces, se deslizó lentamente hacia abajo. Con movimientos suaves pero decididos, tomó su erección en sus manos, sintiendo cómo ya estaba respondiendo a su tacto. Sin perder tiempo, inclinó la cabeza y lo llevó a su boca, comenzando a chuparlo con una mezcla de ternura y pasión. Hércules se despertó entre gemidos, su cuerpo arqueándose ligeramente bajo el placer inesperado. —Oh...— murmuró, su voz ronca y cargada de sueño —Esta es mi... nueva forma favorita... de despertarme... ah... sí, así... Wally... Walburga no respondió, pero aumentó el ritmo, sus labios y lengua trabajando con destreza mientras sus manos acariciaban suavemente su base. El sonido de sus gemidos y el movimiento de su boca llenaban la habitación, creando una atmósfera íntima y ardiente. —Wally...— murmuró Hércules, sintiendo cómo el calor se acumulaba en su interior. Ella no se detuvo, y con un último gemido ahogado, él llegó al clímax, derramándose en su boca. Walburga no retrocedió, aceptando cada gota con una mezcla de devoción y deseo. Cuando terminó, se deslizó hacia arriba, posicionándose sobre él. Con una sonrisa juguetona, inclinó su rostro hacia el de Hadrian y lo besó apasionadamente, compartiendo el sabor de él entre sus labios. —Eres mío— susurró ella entre besos, sus caderas rozando las suyas de manera provocativa. Hércules no pudo resistirse. Sus manos encontraron su cintura, guiándola hacia él mientras se preparaban para otra ronda. —Siempre— respondió él, enterrando su rostro en su cuello y dejando un rastro de besos ardientes. Walburga se ajustó sobre él, hundiéndose lentamente mientras un gemido escapaba de sus labios. Hércules, con una sonrisa juguetona y llena de deseo, decidió tomar el control. Con movimientos suaves pero firmes, se colocó encima de Walburga, sus cuerpos perfectamente alineados. Sus ojos se encontraron, y en ese momento, todo lo que existía era el uno para el otro. Ella sonrió, enredando sus dedos en su cabello mientras lo atraía hacia un beso profundo y lleno de promesas. —Hadrian...— susurró entre besos —Hazme tuyo otra vez. Él no necesitó más invitación. Con un movimiento lento pero decidido, se deslizó dentro de ella, sintiendo cómo ambos gemían al unísono. El ritmo comenzó suave, permitiendo que cada uno se adaptara al otro, pero pronto la intensidad aumentó. Hércules aumento el ritmo, sus manos agarrando sus caderas con fuerza mientras se dejaba llevar por las sensaciones. El sonido de sus respiraciones entrecortadas y los gemidos ahogados llenaban la habitación, creando una sinfonía de pasión y deseo. —Sí... así...ah— gemía Walburga, arqueando la espalda para encontrarse con cada embestida. Con un último empuje, ambos llegaron al clímax, sus cuerpos temblando de placer. —Eres increíble— susurró Walburga, acariciando su rostro con suavidad. Hércules sonrió, rodeándola con sus brazos —Tú también, Wally. Después de unos minutos de descanso, Hércules con una sonrisa juguetona, se separó ligeramente de Walburga y murmuró. —Creo que voy a darme un baño. Walburga lo miró con una mirada traviesa y respondió —Yo te ayudo. Él arqueó una ceja, intrigado por su tono coqueto. —¿Por qué eres tan lujuriosa?— preguntó, acariciando su mejilla con suavidad. Ella sonrió, deslizando una mano por su pecho. —Tal vez es de familia— dijo con una risa suave —¿Sabes cuántos años tenían mis padres cuando yo nací? Hércules la miró y asintió. —Trece. —Exacto— respondió Walburga, riendo mientras lo tomaba de la mano y lo guiaba hacia el baño de la habitación. Mientras caminaban, Hércules no pudo evitar mirar su figura, especialmente su trasero, que se movía con gracia. Cuando ella se detuvo frente al baño, él no pudo resistirse y se inclinó para besarla en el cuello, sintiendo cómo ella se estremecía bajo su tacto. —Hér...— murmuró ella, inclinando la cabeza para darle más acceso. Él continuó besando su cuello, sus manos recorriendo su cintura mientras la atraía hacia él. —¿Puedo...?— susurró, su voz cargada de deseo. Walburga se giró ligeramente, mirándolo por encima del hombro con una sonrisa pícara. —¿Y quién es el lujurioso ahora?— preguntó, burlándose suavemente. Antes de que él pudiera responder, ella se acomodó, apoyándose en el borde del lavabo y arqueando la espalda para él. Hércules no necesitó más invitación. Con movimientos lentos y cuidadosos, la preparó, asegurándose de que ella estuviera lista. Cuando finalmente la penetró, Walburga contuvo la respiración, sintiendo un dolor inicial que pronto se transformó en una sensación de placer a medida que se adaptaba a él. Hércules se detuvo, besando su espalda y sus hombros, esperando a que ella le indicara que podía continuar. —Está bien...— susurró ella, moviéndose ligeramente para indicarle que estaba lista. Él comenzó a moverse con suavidad, sintiendo cómo ella se relajaba y se entregaba al placer. Poco a poco, el ritmo aumentó. —Hadrian...ah... ah— gemía Walburga, sus manos aferrándose al borde del lavabo mientras el placer la consumía. Él respondió con movimientos más profundos, sintiendo cómo el calor entre ellos crecía. El sonido de sus respiraciones entrecortadas y los gemidos ahogados llenaban el baño. —Wally...— murmuró él, sintiendo cómo el clímax se acercaba —Eres increíble... Ella arqueó la espalda, alcanzando el clímax justo antes que él. Hércules la siguió poco después, derrumbándose sobre ella mientras ambos jadeaban, tratando de recuperar el aliento. Ninguno de los dos se dio cuenta cuando Alphard entro a la habitación, los miro en el baño en pleno acto y con toda la sabiduría de un adolescente de catorce años salió de la habitación sin hacer ruido. 💛 Domingo 27 de octubre 1996 La biblioteca de la Mansión Black estaba iluminada por la luz tenue de las velas flotantes, que proyectaban sombras en los estantes repletos de libros antiguos. El olor a pergamino viejo y cuero impregnaba el aire mientras los miembros de las familias Black y Malfoy buscaban entre los textos algún indicio sobre la desaparición de Harry Potter. Sentados alrededor de la gran mesa de roble, Sirius y su esposo Remus Black, revisaban un grimorio con hechizos de localización. A su lado, Regulus hojeaba un tomo polvoriento, mientras su hija, Luna, leía en silencio, ocasionalmente murmurando algo para sí misma. En la sala contigua, Pandora Black jugaba con su hijo de cinco años, Caelum, asegurándose de mantenerlo entretenido mientras los demás investigaban. En el otro extremo de la biblioteca, Bellatrix Black, Andrómeda Tonks y su hija Nymphadora revisaban registros antiguos de la familia, con el señor Ted Tonks ocasionalmente añadiendo comentarios prácticos. Más allá, Narcisa y Lucius Malfoy hojeaban textos de magia avanzada, mientras su hijo, Draco, pasaba las páginas de un viejo álbum de fotos familiares, buscando cualquier pista que pudiera ser útil. El ambiente era tenso, la frustración latente en cada respiración contenida. —Esto es inútil— gruñó Sirius, cerrando un libro con más fuerza de la necesaria —No hay nada sobre desapariciones en el tiempo, ni rastros de magia que expliquen qué le pasó a Harry. Regulus suspiró. —No podemos darnos por vencidos. Algo tuvo que pasarle. No pudo simplemente desvanecerse. Bellatrix, quien hasta ahora había permanecido en silencio, levantó una ceja al encontrar una fotografía en un viejo álbum de Quidditch de 1942. En la imagen, el equipo de Slytherin posaba con la copa de Quidditch de la temporada 1941-1942. —Miren esto— dijo, mostrando la foto al grupo. En la imagen se podía ver a un joven con el cabello rebelde y ojos verdes brillantes, de pie junto a Lucretia y el resto del equipo (Walburga no salía en la foto, ella no estaba en condiciones de jugar Quidditch). —Hércules Black— leyó Narcisa en voz alta. Draco frunció el ceño. —¿Hércules Black? Ese no es tu abuelo, él que desapareció, sin dejar rastro. —Y tu bisabuelo, querido sobrino— respondió Bellatrix, pasando los dedos sobre la imagen. La historia de Hércules Black era casi un mito dentro de la familia. Un joven prodigio, el orgullo de Slytherin, quien apareció y desapareció sin dejar rastro. Se rumoreaba que había muerto, aunque nunca se encontró su cuerpo. Aunque habían muchas fotografías de él nunca las había mirado con detalle, está vez lo hizo, el corazón de Bellatrix se acelero cuando vio la cicatriz en la frente del joven. Se parecía demasiado a la de Harry. Sintió un escalofrío recorriéndole la espalda. La idea era absurda. No había manera de que Hércules Black y Harry Potter fueran la misma persona. No dijo nada, solo se permitió una pequeña sonrisa. La idea era ridícula... ¿Cierto? Como Harry iba a retroceder más de cincuenta años en el tiempo, eso no era imposible ¿Verdad? Cygnus Black pasó los dedos por los lomos de los libros polvorientos, su ceño fruncido en concentración. A diferencia de los demás, su búsqueda no era impulsiva ni desesperada. Era meticulosa. Había criado a Harry como si fuera su propio hijo. Sabía que no encontraría respuestas en simples hechizos de localización o en álbumes de fotos familiares. Si Harry había desaparecido, significaba que estaba involucrada una magia más poderosa... y más oscura. Sus ojos se detuvieron en un volumen grueso y deteriorado con un título apenas visible: "Rituales de la Sangre y el Tiempo: Conexiones con el Futuro". Frunció el ceño. Había oído hablar de ese libro antes. Los Black tenían registros de rituales ancestrales, muchos de ellos prohibidos. Pero este en particular... tenía fama de estar maldito. Verdades al Borde del Descubrimiento. Cygnus ignoró el libro. No era el momento de perderse en teorías antiguas o rituales olvidados. Si Harry había desaparecido, debía haber una explicación más racional. Pero un retrato en la biblioteca, la culpable de la desaparición de Harry, contenía la respiración. Claro si es que los retratos podían respirar. Sabía que el tiempo se agotaba. Había dos posibilidades, y ninguna le gustaba. Uno, Kreacher no soportaría la presión y terminaría revelando lo que sabía. Dos, su familia descubriría la verdad por su cuenta. Y cuando eso ocurriera... sería imposible detener el caos. Alphard desde su retrato trataba de darle apoyo diciendo "Todo estar bien hermanita" Pero ella sabía que no era así. 💛 El aire estaba cargado de tensión. Los Gryffindor habían tomado la biblioteca como su cuartel general, acumulando libros, pergaminos y cualquier posible pista sobre la desaparición de Harry Potter. Sin embargo, no todos tenían el mismo objetivo. Dean Thomas hojeaba un libro sin realmente leerlo. Su mente estaba ocupada en otra cosa. En cuanto encontraran a Harry... —Voy a partirle la cara— masculló. Los demás intercambiaron miradas incómodas. —Dean...— intentó decir Seamus. Dean fulminó con la mirada. —Primero decidió dejarme como un idiota y ahora desaparece. No me importa. Cuando aparezca, antes de que nadie le dé la bienvenida, se va a llevar unos puñetazos en la cara. Y viendo la expresión en su rostro, nadie dudaba que lo haría.
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