ID de la obra: 329

La Pequeña Brujita y El Temible Dragon

Gen
G
En progreso
2
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 54 páginas, 31.525 palabras, 15 capítulos
Etiquetas:
Fantasy Fluff Spoilers ...
Descripción:
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Capítulo 12: La Mueca del Árbol de la Sabiduría

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Con la Manzana de Colores firmemente sujetada en sus garras, el Señor Búho voló de regreso al claro donde se alzaba el imponente Árbol de la Sabiduría. El sol de la mañana se filtraba entre las ramas, iluminando los innumerables ojos del árbol que lo seguían con una atención silenciosa. El Señor Búho se posó en la misma rama baja desde la que había intentado hablar con el árbol antes. La Manzana de Colores, grande y reluciente, palpitaba en sus garras con un aroma que le recordaba a la dulzura de los recuerdos y la promesa de verdades. Con una reverencia en el aire, el Señor Búho extendió la manzana hacia el tronco del árbol. “Gran Árbol de la Sabiduría,” graznó, su voz cargada de respeto. “He traído la Manzana de Colores. Espero que ahora puedas hablarme en un idioma que comprenda, para que pueda desentrañar los misterios que necesito conocer.” En el instante en que el Señor Búho ofreció la manzana, una de las ramas del Árbol de la Sabiduría, gruesa y serpentina como un brazo ancestral, se movió lentamente. Un pequeño orificio, que no había estado allí antes, se abrió en la corteza justo debajo de uno de los ojos más grandes del árbol. La rama tomó suavemente la Manzana de Colores de las garras del búho y la introdujo en el orificio. El Señor Búho escuchó un suave sonido de masticación, como el crujido de la madera seca, y la Manzana de Colores desapareció por completo. Un murmullo profundo y vibrante recorrió el Árbol de la Sabiduría, diferente al idioma incomprensible de antes. Los ojos del árbol parpadearon con una nueva intensidad, y luego, una voz. Era una voz tan profunda como el fondo del océano y tan vasta como el firmamento estrellado, pero ahora, el Señor Búho pudo entender cada palabra, cada matiz. —Sabio búho, la Manzana de Colores ha nutrido mis raíces con la dulzura de la experiencia y la luz de la imaginación. Tu astucia para obtenerla es una lección en sí misma. Ahora, tu mente y la mía están conectadas en un lenguaje compartido. Pregunta, y te revelaré aquello que buscas. El Señor Búho sintió una inmensa satisfacción. Había logrado su primera parte de la misión. Con una resolución renovada, hizo la pregunta crucial. “Gran Árbol de la Sabiduría,” graznó el Señor Búho. “Mi amiga Sabrina y yo necesitamos llegar a la ciudad de Dulce y Agonía para encontrar a la hechicera del tiempo, Matilda. ¿Podrías indicarnos el camino más seguro y directo?” El Árbol de la Sabiduría guardó silencio por un momento, sus innumerables ojos fijos en el Señor Búho. La brisa susurró entre sus hojas, y los frutos brillantes en sus ramas parecieron oscurecerse ligeramente. Luego, la voz profunda del árbol resonó en el claro. —El camino a Dulce y Agonía es único, sabio búho. Para llegar a ella, debes cruzar el Gran Lago de las Risas Muertas. Es un espejo de aguas oscuras donde la alegría se ahoga y los ecos de la felicidad se desvanecen. Aquellos que se adentran en sus profundidades, nunca regresan. Su camino es de ida, sin retorno. Una vez que pises sus orillas, tu destino estará sellado en la ausencia de risa, y tu viaje… habrá llegado a su fin. El Señor Búho parpadeó. Un escalofrío helado recorrió sus plumas, no por el miedo, sino por la contradicción. Había esperado una ruta, un sendero, un desafío. Pero, ¿un lugar sin retorno? “¡Hoo, hoo! Gran Árbol de la Sabiduría,” graznó el Señor Búho, su voz cargada de extrañeza. “Si el camino a Dulce y Agonía pasa por un lago del que no se regresa, ¿cómo se supone que Sabrina y yo llegaremos allí? ¿Cómo encontraremos a Matilda si nuestro viaje termina en ese lago? No tiene sentido. Además, si no hay retorno, ¿por qué mencionas siquiera el destino? ¡Sería el fin de nuestra aventura, no un camino!” El Árbol de la Sabiduría no mostró ninguna emoción ante la lógica del Señor Búho. Sus ojos permanecieron fijos, y su voz resonó de nuevo, con un tono inmutable. —La sabiduría no siempre se encuentra en el camino marcado, noble búho. A veces, reside en la comprensión de los límites, en la aceptación de los destinos. La respuesta que buscas no está en la facilidad de un sendero, sino en la profundidad de la verdad que te he revelado. Mi función es darte la sabiduría. Ahora, te corresponde a ti analizarla, comprenderla, y decidir si mi verdad es el camino que debes tomar. Es tu prueba, no la mía. El Señor Búho agitó sus alas, frustrado. El Árbol de la Sabiduría le había dado una verdad, sí, pero una verdad que parecía una trampa. Una verdad sin solución, una verdad que contradecía el espíritu mismo de su misión. Si el Lago de las Risas Muertas no tenía retorno, entonces ¿para qué todo este esfuerzo? “Pero, ¿dónde queda el Gran Lago de las Risas Muertas?“, preguntó el Señor Búho, sintiendo una punzada de desesperación. Si al menos supiera dónde estaba, podría investigar más, buscar otra forma. Pero el Árbol de la Sabiduría ya no decía nada. Sus ojos se volvieron opacos una vez más, la voz profunda se desvaneció en un murmullo indescifrable, y la luz que había emanado de su tronco se atenuó. Volvió a ser el árbol silencioso y vigilante de antes, como si su tarea de “revelar la sabiduría” hubiera terminado abruptamente. El Señor Búho esperó, graznando una y otra vez, intentando que el árbol volviera a hablar. Pero solo el viento susurraba entre las ramas y los innumerables ojos permanecían inmóviles, observándolo con una quietud impenetrable. Era como si el árbol lo hubiera dejado solo con una pieza de sabiduría que era inútil, o peor, engañosa. Una profunda tristeza se apoderó del Señor Búho. Había esperado una guía clara, una verdad que, aunque difícil, los llevara adelante. En cambio, había recibido una paradoja, una verdad que parecía no tener sentido en el contexto de su aventura. Su misión de obtener sabiduría se había vuelto más compleja, no más simple. Se sintió un poco desanimado, pero recordó el plan con Sabrina: comparar las respuestas para discernir la verdad. Esa era su única esperanza ahora. Con un suspiro que sonó como el suave batir de alas cansadas, el Señor Búho despegó de la rama. Voló lentamente fuera del claro del Árbol de la Sabiduría, dejando atrás el imponente y ahora mudo guardián. El aire parecía más frío, y la belleza del bosque se sentía un poco más sombría sin la claridad que había esperado. Regresó por el mismo sendero, la Manzana de Colores ya olvidada en su mente, reemplazada por la desconcertante respuesta del árbol. La ardilla no estaba a la vista. Finalmente, divisó el letrero de madera que señalaba los dos caminos, y al lado de él, la figura de Sabrina, pequeña pero llena de esperanza, esperando su regreso. El Señor Búho se acercó a ella, sus grandes ojos redondos reflejando la complejidad de la sabiduría que había encontrado y la frustración de la ambigüedad. Estaba listo para compartir su parte del acertijo y, juntos, desentrañar la verdad.
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