Capítulo 13: Las Verdades Entrelazadas
7 de agosto de 2025, 23:38
El reencuentro de Sabrina y el Señor Búho junto al letrero de los dos caminos fue un bálsamo después de sus travesías solitarias. La pequeña bruja corrió hacia su amigo, y el Señor Búho, con un suave graznido, aterrizó en su hombro, frotando su cabeza contra la mejilla de Sabrina. Había una mezcla de alivio y una sutil melancolía en sus ojos, reflejo de la extraña “sabiduría” que había obtenido.
“¡Señor Búho! ¡Me alegro mucho de verte!“, exclamó Sabrina, su voz llena de la emoción del reencuentro. “¡Tengo tanto que contarte! El Árbol del Conocimiento estaba dormido, y tuve que despertarlo contándole un chiste tonto y filósofo a la Dama de la Ignorancia para conseguir el agua que canta. ¡Fue muy extraño!”
El Señor Búho graznó en respuesta, con un tono que denotaba que también él tenía una historia peculiar. “¡Hoo, hoo, Sabrina! Mi aventura no fue menos... peculiar. El Árbol de la Sabiduría hablaba un idioma que no entendía, y tuve que convencer a una gigante gruñona de que una roca era un mono bailarín para conseguir una Manzana de Colores que lo hiciera hablar.” Se estremeció ligeramente al recordar la risa estruendosa de la gigante.
Se sentaron juntos en la base del letrero, con el sol de la mañana brillando a través de las hojas, creando patrones danzarines en el suelo. El aire estaba en calma, y el lago de sirenas y delfines se extendía ante ellos, ajeno a las complejas verdades que sus dos pequeños viajeros habían descubierto. Ambos sentían un poco de frustración y tristeza por las respuestas ambiguas, o incluso sin sentido aparente, que habían recibido.
“Bueno, mi Árbol del Conocimiento me dijo que para llegar a Dulce y Agonía, debemos cruzar la Niebla de la Soledad,” comenzó Sabrina, su voz un poco sombría al recordar la sensación de desolación. “Y que ahí encontraremos al Enano Silencio, y que para que hable y la niebla se disipe, tengo que presentarle un objeto que se usa a diario, que mitiga la aspereza del camino, que se desgasta y que los enanos no pueden resistirse a reparar.”
El Señor Búho escuchó atentamente, sus ojos redondos fijos en ella. “Interesante... muy interesante,” graznó. “Un acertijo, entonces. ¿Ya sabes qué es?”
Sabrina negó con la cabeza, una sombra de frustración en su rostro. “No, no lo he descifrado aún. Pensé en mis botas, pero el Árbol fue muy específico en que es un acertijo, no algo tan obvio. Y la idea de esa niebla... me hace sentir un poco sola. Pero ¿qué te dijo a ti el Árbol de la Sabiduría, Señor Búho?”
El Señor Búho suspiró, un sonido que era una mezcla de perplejidad y agotamiento. “El Árbol de la Sabiduría me dijo que para llegar a Dulce y Agonía, debemos cruzar el Gran Lago de las Risas Muertas. Un lugar de aguas oscuras donde la alegría se ahoga y los que se adentran, nunca regresan. Me dijo que el camino es de ida, sin retorno, y que nuestro viaje terminaría allí. Y que me tocaba a mí analizar esa verdad.”
Sabrina se quedó en silencio, procesando las palabras. Un lago sin retorno. La contradicción era evidente. Si no había retorno, ¿cómo podían llegar a Dulce y Agonía? La cara de Sabrina se llenó de consternación.
“Pero, Señor Búho,” dijo, su voz apenas un susurro, “eso no tiene sentido. Si no se puede regresar, ¿cómo se supone que curaremos a la abuela? ¿Por qué la Bruja de la Alegría nos mandaría por un camino sin salida? Y Merlín también mencionó Dulce y Agonía como un destino real.”
El Señor Búho asintió con solemnidad. “Precisamente lo que pensé, Sabrina. Y el Árbol de la Sabiduría, después de decirme eso, se volvió mudo. Es como si me diera una verdad que era a la vez una mentira. Pero... y aquí es donde la ardilla dijo que uno mentiría y el otro diría la verdad, ¿verdad? ¿O quizás... quizás es más complejo?”
Sabrina frunció el ceño, pensando profundamente. Dos árboles, dos respuestas que parecían contradecirse y a la vez, cada una contenía un elemento de verdad. “Niebla de la Soledad... Lago de las Risas Muertas... Colinas Susurrantes...” murmuró. “Espera un momento, Señor Búho. ¿Recuerdas lo que dijo Merlín? Que las Montañas Murmurantes, por donde íbamos a pasar para llegar al Árbol Parlante, son un lugar de maravillas, pero también de ‘caminos empinados’.”
“¡Hoo, hoo! Sí, lo recuerdo,” graznó el búho. “Y también dijo que había que llevar algo delicioso para el viaje.”
“Y la ardilla dijo que ambos árboles pueden mentir o decir la verdad,” continuó Sabrina. “Pero ¿qué tal si no mienten del todo, sino que dan la verdad a medias? Como un rompecabezas cuyas piezas están separadas.”
Sabrina se levantó y comenzó a caminar de un lado a otro. “El Árbol del Conocimiento me dijo que cruzaría una ‘Niebla de la Soledad’. Tú dijiste que las Montañas Murmurantes tienen un gran lago viejo y lleno de leyendas, pero no mencionaste ninguna niebla.”
El Señor Búho se posó en un letrero, sus ojos redondos brillando con una chispa de comprensión. “Y el Árbol de la Sabiduría me habló de un ‘Gran Lago de las Risas Muertas’ del que no se regresa. Eso es lo que me desconcertó.”
De repente, una idea brilló en la mente de Sabrina, como una luciérnaga mágica en la oscuridad. “¡Lo tengo, Señor Búho! ¡No son dos verdades separadas, sino dos partes de la misma verdad! ¡Están entrelazadas, como los hilos de un tapiz!”
“¡Hoo, hoo! ¿Qué quieres decir, pequeña bruja?“, preguntó el Señor Búho, acercándose.
“Piensa en ello,” explicó Sabrina con entusiasmo. “Tú dijiste que hay un gran lago viejo en las montañas. El Árbol de la Sabiduría te habló del ‘Lago de las Risas Muertas’. Y mi Árbol del Conocimiento me habló de la ‘Niebla de la Soledad’ y el Enano Silencio.”
La comprensión amaneció en el rostro del Señor Búho. “¡Claro! ¡Dos nombres para el mismo lugar, pero con diferentes manifestaciones! ¡El Árbol de la Sabiduría te dio el nombre del lugar en su forma más peligrosa, la ‘verdad’ de que si caes en la alegría engañosa, no hay retorno!”
“Y mi Árbol del Conocimiento me dio la condición bajo la cual aparecerá la ‘Niebla de la Soledad’ y el Enano Silencio,” continuó Sabrina, las piezas del rompecabezas encajando perfectamente. “¡Es el mismo lago! Un lago que puede manifestar niebla si el clima es frío, o si llueve. Y si no llueve, pero hace frío, entonces la niebla trae consigo al Enano Silencio.”
“¡Y si llueve y el lago está lleno de agua, entonces aparecen las Risas Muertas!“, graznó el Señor Búho, completando la deducción. “Las ‘Risas Muertas’ del Lago de la Sabiduría son los payasos y zombies, el eco de la amargura que la Bruja de las Mil Caras usó en la selva. El árbol no mentía, simplemente describía la manifestación más engañosa si el lago está activo con la lluvia.”
“¡Exacto!“, exclamó Sabrina, dando un pequeño salto de alegría. “Los árboles no mintieron, pero tampoco dieron la verdad completa por sí solos. Nos dieron dos piezas del mismo rompecabezas. Ambos son parlantes, pero la ‘verdad’ depende del contexto. La ‘sabiduría’ del Árbol de la Sabiduría era la advertencia del peligro total, y el ‘conocimiento’ del Árbol del Conocimiento era la descripción del desafío específico. ¡Ambos querían que usáramos nuestra propia sabiduría para unirlos!”
La ardilla, que había aparecido silenciosamente de nuevo, escuchando la conversación, asintió con sus ojos brillantes. “¡Chirrido! ¡Lo han comprendido! ¡La verdad no es una sola, sino muchas, entrelazadas como las raíces de un árbol y las corrientes de un río!”
Sabrina y el Señor Búho se sintieron invadidos por una sensación de profunda claridad y alivio. Habían superado la prueba de discernimiento. Habían confiado el uno en el otro y en su propia capacidad para unir las piezas.
“Entonces, el ‘objeto que se usa a diario, que mitiga la aspereza del camino, que se desgasta y que los enanos no pueden resistirse a reparar’...“, murmuró Sabrina, y sus ojos se posaron en sus propias botas de viaje. “¡Son mis zapatos, Señor Búho! ¡Claro! Un enano artesano no podría resistirse a reparar un zapato gastado.” La pista, ahora a la luz de la verdad completa, era tan obvia.
“Y tú, Señor Búho,” dijo Sabrina, sonriendo, “tendrás que estar muy atento a las ‘Risas Muertas’ si es que el lago está lleno de agua. Pero conociendo el peligro, ¡podremos evitarlas!”
Ambos se dieron cuenta de la implicación. Las condiciones del lago, la manifestación de la niebla o de las risas, eran completamente al azar. No había tiempo para esperar un cambio de clima favorable, ni para adivinar qué forma tomaría el desafío. Debían ir preparados para cualquier eventualidad, armados con la confianza en su plan y en su amistad.
“¡Hoo, hoo! No podemos esperar,” graznó el Señor Búho, una nueva determinación en su voz. “Si la niebla o las risas aparecen al azar, entonces nuestra única opción es enfrentarnos a lo que sea que nos espere con el conocimiento que hemos obtenido.”
“Así es,” afirmó Sabrina, levantándose con renovada energía. “No hay tiempo para esperar los caprichos del clima. Nuestra abuela nos necesita. ¡Directo a las Colinas Susurrantes, Señor Búho! ¡Y lo que sea que nos espere en el lago, lo enfrentaremos juntos!”
La ardilla dio un pequeño salto y desapareció de nuevo entre las hojas. Con una última mirada al letrero y a los dos caminos que ahora parecían no ser tan separados, Sabrina y el Señor Búho se dirigieron hacia las Colinas Susurrantes. El sol brillaba con una nueva promesa, y aunque el camino por delante prometía desafíos inciertos, la comprensión que habían alcanzado y la fuerza de su amistad eran un escudo más formidable que cualquier niebla o risa. Estaban listos para la siguiente etapa de su valiente y sabia aventura.