ID de la obra: 329

La Pequeña Brujita y El Temible Dragon

Gen
G
En progreso
1
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 42 páginas, 11 capítulos
Etiquetas:
Fantasy Fluff Spoilers ...
Descripción:
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Capitulo: 5 Sabrina y Buho se pelean

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Sin embargo, a medida que avanzaban, el dulce aroma de las montañas comenzó a mezclarse con otro olor, uno más... rancio y pegajoso. Las nubes de azúcar que flotaban en el aire adquirieron un tono grisáceo, y las luces pastel se volvieron más tenues. Amargoso, que iba unos pasos por delante, se detuvo y se giró hacia ellos, su voz más seria de lo habitual. "Amigos," siseó Amargoso, "hemos llegado al borde de la Selva de la Amargura y la Desesperación. Es el lugar más cercano al Árbol Parlante, pero también el más traicionero. Aquí, los corazones de los viajeros se llenan de pesimismo y mal humor. Oirán susurros en el viento, voces que les dirán que no confíen en nadie, que todo esfuerzo es inútil. ¡Deben tener mucho cuidado! Su alegría y su amistad serán puestas a prueba." El Señor Búho emitió un "¡Hoo, hoo!" de aprensión. Él ya había sentido una extraña vibra en el aire, una pesadez que no se debía solo a la humedad. Sabrina, por su parte, frunció el ceño. La idea de una selva que robaba la alegría le parecía lo más triste del mundo. Al adentrarse en la selva, la diferencia fue impactante. Los árboles de chocolate dieron paso a una vegetación tupida de inmensas ramas retorcidas, cubiertas de un musgo pegajoso y de un color verde oscuro que absorbía la poca luz que se filtraba. De las ramas colgaban largas cuerdas de una sustancia resinosa y pegajosa, que parecían lianas gigantes. El suelo era un pantano de barro espeso, con charcos que reflejaban las sombras danzantes de los árboles. Y las criaturas... eran una mezcla grotesca y extraña. Monos bailarines con pelaje de fideos gomosos y ojos de pasas saltaban entre las lianas, sus movimientos frenéticos y algo descoordinados, como si estuvieran forzados a bailar. Gusanos de gomitas, gordos y babosos, se retorcían en el barro, dejando un rastro de melaza agria. Libélulas de aspecto feo, con alas hechas de telarañas pegajosas y cuerpos de insectos de gelatina, zumbaban pesadamente en el aire, sus ojos grandes y opacos. Era una selva combinada de dulces y cosas grotescas, donde lo apetitoso se mezclaba con lo repulsivo, creando una atmósfera de inquietud. El aire estaba cargado de un lamento apenas perceptible, un murmullo de voces que parecían susurrar: "No confíes... no hay esperanza... estás solo..." Sabrina sintió que una pequeña nube gris intentaba posarse sobre su cabeza, una sensación de tristeza y desconfianza que intentaba colarse en su corazón. Se aferró a su báculo de la Alegría, que emitía un tenue brillo para disipar la negrura. Mientras se abrían paso a través de la densa vegetación, los tres escucharon un rugido. No era un rugido aterrador, sino uno que sonaba... molesto. De un matorral de caramelos espinosos, apareció un león. Su melena era de algodón de azúcar deshilachado y su cuerpo de jengibre seco. Sus ojos, sin embargo, no eran de cereza, sino de uvas pasas, y brillaban con una picardía chismosa. "¡Oh, hola, hola, viajeros! ¿Sabían que el conejo de pan de la pradera tiene un secreto terrible? ¡Dicen que le tiene miedo a los malvaviscos! ¡Y que la venada de mermelada se cayó en un lago de chocolate la semana pasada! ¡Y que la bruja del sombrero de piedra en el Bosque de las Sonrisas y los Abrazos, dicen que en realidad le encantaban los chistes malos!" El León Chismoso, como se presentó, comenzó a soltar una ráfaga incesante de cotilleos, saltando alrededor de ellos con una energía irritante. Sabrina y el Señor Búho intentaron ignorarlo. Su misión era demasiado importante para perder el tiempo con chismes. "Disculpe, señor león," dijo el Señor Búho con su voz grave, intentando ser cortés. "Agradecemos su entusiasmo, pero estamos en una misión importante y no tenemos tiempo para chismes." Pero el León Chismoso no los escuchó. Siguió parloteando, su voz cada vez más aguda y sus chismes más personales y molestos. "¡Oh, pero esperen! ¿Sabían que la capa de la pequeña bruja tiene un agujero secreto? ¡Y que el búho esconde una pluma dorada bajo su ala que no quiere que nadie vea!" El ambiente de la selva ya estaba haciendo mella en Sabrina. Los susurros de desconfianza, la oscuridad, el cansancio. La alegría que normalmente la caracterizaba estaba bajo asedio. Y los chismes incesantes del león comenzaron a perforar su paciencia. No le gustaban los chismes, y mucho menos que se metieran con su capa o el Señor Búho. De repente, una oleada de irritación, amplificada por la atmósfera de la selva, invadió a Sabrina. Sin pensarlo dos veces, con el ceño fruncido y un tono de voz que nunca antes había usado, gritó: "¡Ya cállate! ¡No nos interesan tus chismes!" Las palabras salieron de su boca antes de que pudiera detenerlas. El León Chismoso se detuvo en seco, sus ojos de pasas abiertos de par en par por la sorpresa. Sabrina, al darse cuenta de lo que había hecho, se llevó las manos a la boca, sus ojos redondos de puro asombro. Había gritado. Había sido grosera. El Señor Búho, posado en su hombro, se quedó inmóvil. Sus grandes ojos redondos parpadearon lentamente, mirando a Sabrina con una mezcla de sorpresa y decepción. "¡Sabrina! ¡Hoo, hoo! Las brujas buenas no gritan así. No dicen eso." Su voz era suave, pero llevaba un dejo de reproche. Sabrina sintió un nudo en la garganta. La culpa la invadió. "P-pero Señor Búho," tartamudeó, intentando justificarse, "¡Él comenzó todo! ¡No paraba de decir chismes!" "La bondad no depende de lo que hagan los demás, Sabrina," respondió el Señor Búho, su voz un poco más fría de lo normal. La atmósfera de la selva, con sus susurros de desconfianza, estaba funcionando su magia en la amistad de los dos. "Tú sabes lo que es correcto." Una brecha se abrió entre ellos, una pequeña fisura de resentimiento y malentendido. La tristeza de la selva se coló, y la frustración y el enfado se apoderaron de ellos. "¡Pues si no te gusta cómo reacciono, entonces vete tú!" exclamó Sabrina, las lágrimas asomando en sus ojos, una reacción que no era suya sino de la influencia de la selva. El Señor Búho, herido por las palabras de Sabrina y bajo la influencia también, respondió con un tono cortante: "¡Quizás eso sea lo mejor! ¡Hoo, hoo! ¡A veces es mejor viajar solo!" Y así, con una tristeza que les oprimía el pecho, Sabrina y el Señor Búho se dieron la espalda. El Señor Búho, con un batir de alas enojado, se elevó y se dirigió por un camino diferente, más profundo en la selva. El León Chismoso, al ver la oportunidad de seguir a alguien que escuchara sus historias, aunque fuera de mala gana, corrió detrás del búho, lanzando nuevos cotilleos sobre la "bruja malhumorada". Sabrina se quedó sola por un instante, su corazón encogido por la repentina separación. Se sentía triste y un poco perdida. Había discutido con su mejor amigo, su fiel compañero. La pesadez de la selva de la Amargura y la Desesperación se cernió sobre ella con más fuerza. "¡Oh, Sabrina, no te preocupes por ese búho gruñón!" siseó Amargoso, deslizándose suavemente junto a ella. La serpiente de caramelo de fresa frotó su cabeza contra la pierna de Sabrina, un gesto que parecía de consuelo. "Es mejor así. Ya ves, él no confía en nadie. Es demasiado cauteloso, demasiado… aburrido. Siempre con sus advertencias. Yo, en cambio, sí soy fiel. ¡Yo estoy aquí para ti! Juntos llegaremos al Árbol Parlante, y luego a Dulce y Agonía. Él solo te estaba frenando, ¡siempre diciendo cosas feas de ti con sus 'hoo, hoo' de desaprobación!" Amargoso siguió susurrándole cosas malas sobre el Señor Búho, pintándolo como un ser egoísta y desconfiado, y a sí mismo como el amigo perfecto y leal, el único en quien podía confiar en esta selva. Mientras tanto, el Señor Búho volaba entre las lianas pegajosas, sus grandes ojos redondos empañados por las lágrimas. "¡Hoo, hoo, hoo!" sollozó. No podía creer que había dejado a Sabrina sola. La discusión lo había sorprendido; no era propio de ellos. Pero algo, una pequeña voz insistente en su mente, amplificada por el ambiente de la selva, le había dicho que discutiera, que se enfadara, que se alejara. Se sentía horrible, como si hubiera roto un juramento sagrado. El León Chismoso, que lo seguía incansablemente, continuó con su torrente de historias irritantes. "¡Y sabías que el búho una vez se tropezó con una ramita y cayó de cabeza en un charco de mermelada! ¡Fue muy chistoso! ¡Y dicen que siempre le tiene miedo a la oscuridad de su propio nido!" El Señor Búho, que ya estaba sufriendo por su discusión con Sabrina y la atmósfera opresiva de la selva, finalmente no pudo más con el León Chismoso. Se detuvo en una rama retorcida, se giró hacia el león con una mirada severa, y con toda la amabilidad que pudo reunir a pesar de su dolor, dijo con una voz suave pero firme: "Amable león, le agradezco su interés, pero en este momento no me interesa su chisme. Si es tan amable, me paso a retirar y le pido que no me siga." Para sorpresa del Señor Búho, al escuchar esas palabras firmes y corteses, el León Chismoso se quedó en silencio, sus ojos de pasas parpadearon, y con un pequeño "¡Oh! ¡Bueno, si usted insiste!" se desvaneció en el aire, como si nunca hubiera estado allí. Solo quedó un pequeño rastro de jengibre seco en el suelo. Fue en ese momento que el Señor Búho lo comprendió. Fue la selva. La atmósfera de la Selva de la Amargura y la Desesperación había influido en ellos, amplificando sus irritaciones y sembrando la discordia. Fue por eso que el león se esfumó tan fácilmente; el efecto de la selva sobre él también se disipó cuando el Señor Búho rechazó la desesperación y la falta de cortesía. Pero entonces, otra pregunta surgió en su mente: "¡Hoo, hoo!" pensó el Señor Búho, "¿Cómo sabía Amargoso de esto? ¿Cómo sabía que la selva podía hacer esto?" Mientras reflexionaba, un movimiento en una liana cercana lo sacó de sus pensamientos. Un mono bailarín, con pelaje de fideos gomosos y ojos de pasas, que había estado balanceándose frenéticamente, se detuvo y lo miró. "Escuché lo que dijiste, Señor Búho," chirrió el mono, su voz sorprendentemente clara y libre del frenesí de la selva. "Y tu pregunta es sabia. Si la serpiente huele amargoso, es porque no es solo una serpiente de dulce. ¡Es el antiguo mago oscuro de esta selva! Hace muchos, muchos años, fue derrocado por una gran bruja de la alegría, y como castigo, ella lo maldijo a ser una serpiente de dulce para siempre, atrapado en su propia amargura." El Señor Búho sintió que el pánico lo invadía. ¡Amargoso! ¡Un mago oscuro! ¡Y estaba con Sabrina! "¡Hoo, hoo! ¡Oh, no! ¡Debo encontrar a Sabrina! ¡Dime, mono, cómo puedo encontrarla y salvarla de ese engaño!" El Señor Búho le rogó, sus plumas erizadas. El mono bailarín se enderezó. "Si quieres a tu amiga salvar, un obsequio tendrás que ofrecerme," dijo el mono, con un tono más serio, aunque sus patas de fideos todavía se balanceaban un poco. El Señor Búho respiró hondo, intentando no caer en el pánico. Comprendió que la selva lo estaba poniendo a prueba de nuevo. La influencia de la desesperación aún intentaba colarse, pero él se resistió. Miró al mono a los ojos. "Siento mi agitación por pedirle ayuda," dijo el Señor Búho con calma. "Pero no poseo nada para darle como regalo. Y además, no es cortés cobrar por lo más moral. Lo correcto y más noble sería ayudar a quien lo necesita sin pedir nada a cambio. La amistad y la ayuda no tienen precio." En el momento en que el Señor Búho pronunció esas palabras, ocurrió una transformación asombrosa. El mono bailarín comenzó a brillar con una luz suave y vibrante. Su pelaje de fideos gomosos se volvió suave y sedoso, su cuerpo se hizo más robusto y sus ojos de pasas se transformaron en brillantes gemas verdes. De su espalda, brotaron alas transparentes, y un pequeño penacho de plátanos de caramelo apareció en su cabeza, haciéndolo parecer un mono de gomitas muy chistoso, pero lleno de una nueva dignidad. "¡Gracias, Señor Búho!" dijo el mono, su voz ahora melódica y clara. "¡Has roto la maldición que nos tenía atrapados en esta selva! ¡Has elegido la bondad y la sabiduría sobre la avaricia y la desesperación!" El mono hizo una reverencia profunda. "El antiguo mago oscuro dejó su poder aquí, incluso en su forma de serpiente. Su varita mágica de ojos de serpiente y palo de caramelo aún reside en el centro de esta selva, un faro de su oscuridad persistente. Si pudieras, Señor Búho, deshacerte de ella, acabarías con la maldición de la selva por completo y la gran bruja que lo derrotó retornaría." "La bruja que lo derrocó... ¿Ella también está aquí?" preguntó el Señor Búho, esperanzado. "Sí," dijo el mono con tristeza. "A pesar de que derrotó al mago oscuro, esa varita lo debilitó demasiado. Esta gran bruja se volvió una piedra en forma de sombrero, que nunca despierta, justo en el centro de la selva, protegiendo lo que queda de alegría. Si rompes la varita, ella despertará yla selvaserá completamente libre." El Señor Búho miró hacia la dirección del centro de la selva, una mezcla de determinación y preocupación en sus ojos. Tenía que encontrar a Sabrina y protegerla del mago oscuro Amargoso, y ahora también liberar a la bruja de la alegría. "Entonces, entraréal centro de la selvay tomaré esa varita," dijo el Señor Búho, su voz llena de resolución. "¡Ten cuidado, Señor Búho!" advirtió el mono. "Solo un corazón verdaderamente sabio y libre de amargura puede manejar esa varita. Y para romperla, debes decir un conjuro tan sabio que resuene con la esencia de la luz. Debe ser un conjuro que hable de por qué su oscuridad lastima los corazones de los demás, y por qué el mundo necesita más luz, no más sombras." El Señor Búho asintió. La tarea era grande, pero el destino de Sabrina y de toda la selva dependía de ello. Con un último agradecimiento al mono bailarín, el Señor Búho se lanzó hacia el corazón de la Selva de la Amargura y la Desesperación, decidido a encontrar la varita, salvar a Sabrina y liberar el bosque. La aventura se había vuelto mucho más oscura y personal de lo que jamás hubiera imaginado.
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