ID de la obra: 329

La Pequeña Brujita y El Temible Dragon

Gen
G
En progreso
1
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 42 páginas, 11 capítulos
Etiquetas:
Fantasy Fluff Spoilers ...
Descripción:
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Capítulo 10: La Niebla de la Soledad y el Enano Silencio

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El Árbol del Conocimiento, ahora completamente despierto, irradiaba una luz suave y dorada que iluminaba el claro. Sus hojas-libros susurraban con un sinfín de historias y verdades, creando una atmósfera de profunda sabiduría. Sabrina, con el agua que canta aún en sus manos, se acercó al tronco, su corazón latiendo con expectación. El aire alrededor del árbol se sentía vibrante, lleno de pensamientos y datos que flotaban como polen brillante. "Árbol del Conocimiento," dijo Sabrina, su voz un poco reverente, "he logrado despertarte. Ahora, por favor, dime: ¿cómo podemos llegar a Dulce y Agonía? Y, ¿dónde encontraremos a Matilda?" Un suave murmullo resonó desde el tronco del árbol, como mil voces susurrando a la vez, antes de que una voz clara y resonante, profunda como la tierra y vasta como el cielo, hablara directamente en la mente de Sabrina, llenando el claro con su presencia. —Pequeña buscadora de verdades, has demostrado un valor excepcional al cruzar el Lago de la Ignorancia. La sabiduría es un río, y cada una de tus acciones es una gota que lo alimenta. Para llegar a la ciudad de Dulce y Agonía, el camino que buscas está más allá de las Colinas Susurrantes. Pero antes, deberás cruzar un velo que pocos logran disipar: la Niebla de la Soledad. Una vez que te adentres en ella, te sentirás abrumada por un silencio tan profundo que te hará creer que estás sola en el universo. Es una prueba de resiliencia del espíritu. Sabrina escuchó atentamente, la complejidad de la nueva tarea haciéndole fruncir el ceño. "¿La Niebla de la Soledad? ¿Y qué hay allí?" La voz del Árbol del Conocimiento continuó, su tono paciente. —Dentro de esa niebla, encontrarás al Enano Silencio. Su nombre lo describe bien: es un guardián de la quietud, un ser que ha olvidado el sonido de su propia voz. Para que la niebla se disipe y te permita ver el camino, debes lograr que él hable. Pero esto no es fácil. Su voluntad es tan firme como la piedra. No hay conjuro, ni súplica, ni fuerza que lo haga pronunciar una sola palabra. Solo una cosa puede romper su mutismo, algo a lo que los enanos, y él en particular, no pueden resistirse a reparar.   El Árbol hizo una pausa, y Sabrina esperó, ansiosa. —Los enanos son seres de destreza manual, su alegría reside en dar forma y restaurar. Y hay un objeto que te acompaña a diario, un objeto que mitiga la aspereza del camino, que con el tiempo se desgasta y se rompe, y cuya reparación es un arte que ningún enano que se precie de su oficio puede ignorar. Si le presentas ese objeto, dañado, y le pides que lo repare, su instinto de artesano prevalecerá sobre su silencio. Entonces, y solo entonces, pronunciará la palabra que disipará la niebla y te mostrará el camino. Piensa bien, pequeña bruja, en aquello que te acompaña en cada paso y que anhela ser curado por manos expertas. Sabrina parpadeó, asimilando la información. ¿Un objeto que se usa a diario, que mitiga la aspereza del camino y se desgasta? Parecía tan simple, tan... terrenal para una misión mágica. No un amuleto, no una poción, sino algo tan común. Sin embargo, el Árbol del Conocimiento había hablado con tal autoridad que sabía que era la verdad. La niebla de la soledad, el Enano Silencio, y un objeto roto que pedía ser reparado. Sonaba mucho más extraño que un dragón. —Una última cosa, Sabrina— resonó la voz del árbol. —El Árbol de la Sabiduría te dará una respuesta diferente, una respuesta que parecerá verdad pero será un engaño sutil. Recordad vuestro plan. Confía en tu intuición y en la astucia de tu compañero. Con esta última advertencia, el Árbol del Conocimiento pareció volver a sumergirse en una especie de quietud, aunque ahora su luz era constante y sus hojas-libros seguían susurrando con historias. Sabrina se sintió un poco triste al dejar el lugar. Había una calidez reconfortante en la presencia del Árbol del Conocimiento, y la idea de volver a la soledad, aunque solo fuera para el regreso, no le agradaba. La prueba del Enano Silencio ya sonaba a un desafío que tocaría su corazón. Sabrina se dio la vuelta y comenzó a caminar de regreso por el sendero del pergamino. El aire ya no se sentía tan vibrante, y la quietud del bosque que la rodeaba le pareció más pesada sin la presencia habladora del Árbol. Se sintió un poco sola, y una sombra de tristeza se posó sobre ella. La conversación con el Árbol había sido profunda, pero también le había revelado una parte del camino que sonaba especialmente desoladora. La idea de la Niebla de la Soledad y de tener que hacer hablar a alguien que se niega a hacerlo, le generaba una sensación de melancolía. Mientras caminaba, sus manos buscaron su propia bota, sintiendo la suela de cuero y el desgaste del viaje. ¿Qué objeto sería ese? "Algo que mitiga la aspereza del camino... que se usa a diario... y se desgasta...", murmuró, intentando descifrar el acertijo. Sabía que era algo simple, algo que probablemente tenía consigo, pero la clave se le escapaba por el momento. Tendría que pensar en eso. Finalmente, el claro se hizo visible a la distancia. El letrero de madera que señalaba los dos caminos, el que había compartido con el Señor Búho, se alzaba como un faro familiar. Sabrina apuró el paso, anhelando ver a su amigo, compartir lo que había aprendido y escuchar lo que él le contaría. La tristeza que había sentido al dejar el Árbol del Conocimiento se disipó un poco al pensar en el reencuentro. La soledad era difícil, pero la compañía del Señor Búho era un bálsamo. Al llegar al letrero, Sabrina miró hacia el camino del Árbol de la Sabiduría, esperando ansiosamente ver la figura de su fiel compañero búho emerger de entre los árboles. Estaba impaciente por comparar sus hallazgos, por descifrar la verdad y la mentira, y por continuar con la aventura, ahora con el conocimiento necesario para superar la Niebla de la Soledad y encontrar a Matilda en Dulce y Agonía. Sabía que el Señor Búho habría enfrentado su propia prueba, y estaba segura de que él también habría prevalecido.
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