Capitulo 5: El Réquiem de Luna
17 horas y 21 minutos hace
Había pasado tal vez una hora. Lo supe por la sensación difusa del tiempo, esa que queda cuando uno se desmaya sin previo aviso. Volví lentamente a la conciencia, arrastrado desde un sueño profundo y agitado, como si mi mente aún intentara aferrarse a la niebla del descanso. Me encontraba en el cuarto que me habían asignado, un espacio silencioso, tenuemente iluminado por la luz filtrada a través de unas cortinas gruesas.
Al incorporarme, noté que llevaba puesta una bata blanca de tela suave, casi nueva. Incluso mi cabello había sido peinado con esmero, algo que no recordaba haber permitido.
Miré alrededor, algo confundida, hasta que localicé mi ropa doblada con cuidado sobre una silla. Me acerqué, tomé cada prenda con una mezcla de alivio y extrañeza, y comencé a vestirme, dejando a un lado la bata que me habían colocado. Al pasar frente al espejo, me detuve un momento.
Allí estaba mi reflejo, ligeramente pálido, pero con el cabello perfectamente peinado. Habían hecho un buen trabajo. Me observé con detenimiento y, por un instante, no me reconocí del todo. Jamás me había visto así en años: tan ordenado, tan... ajeno.
Mientras percibía fragmentos de mí misma a través del espejo, noté algo que antes no había visto: una pequeña pinza metálica sujetaba un recado doblado con cuidado. Estaba atrapado en el marco del espejo y se parecía mucho a aquel que me habían dado en el vagón de comida. Lo tomé con delicadeza y desplegué la nota, decía:“Haz una leve sonrisa y evita la pregunta.”
No entendí a qué se refería. Tal vez, como la vez anterior, era una advertencia. Esta vez, al menos, tenía el tiempo y la lucidez para analizarlo. Leí las palabras una y otra vez, intentando encontrar un sentido oculto entre las líneas, pero nada parecía tener lógica. Me sentía frustrada, atrapada enel mensaje que parecíaun acertijo.
Entonces, de pronto, surgió un pensamiento perdido desde algún rincón oscuro de mi mente. Como un eco olvidado, recordé al hombre de la máscara, aquel que gritaba con furia en un idioma que reconocí como sueco. Su voz quedó rebotando en mi cabeza, distorsionada y penetrante. ¿Y si la nota me estaba advirtiendo sobre él? ¿Y si iba a regresar? ¿Y si, al hacerlo, repetiría la misma pregunta? Esa idea me provocó un escalofrío que recorrió mi espalda como una ráfaga helada.
Al verme en el espejo, noté una pinza sujetando un recado. Su aspecto era muy similar al que había recibido en el vagón de comida. Lo tomé y leí la nota: 'Haz una leve sonrisa y evita la pregunta.' No comprendía el significado de esta nueva advertencia, pero intuía que, al igual que la anterior, requería análisis, y esta vez disponía de tiempo.
Repasé las palabras varias veces, intentando descifrar su lógica, sin éxito. Entonces, un recuerdo vago surgió en mi mente: la imagen del hombre enmascarado quegritaba y su tono rebotaba en mi mente. Esa conexión resonó en mi interior. Quizás la nota era una advertencia sobre su posible regreso y la repetición de su preguntas. Un escalofrío recorrió mi cuerpo ante esa idea.
Fui interrumpida por un suave toqueteo en la puerta. Una voz preguntó desde el otro lado si me encontraba bien. Al instante, reconocí que era RubyMoon. Fui a abrirle y la dejé pasar.
—Oh, Luna, qué bueno que te encuentras mejor —comentó RubyMoon. Sentí su alivio en sus palabras—. Lamento mucho el comportamiento de Sirius. No es propio de él.
—Estoy agobiada, RubyMoon —respondí. El peso de todo comenzaba a ser insoportable—. ¿Qué sucedió? ¿Cómo terminé vestida en la recámara? No recordaba nada después...
—Estabas a punto de desmayarte —me explicó RubyMoon—.El amo Eriol te trajo aquí y me indicó que te atendiera. Su rostro mostraba preocupación.
—Mi cabello huele a durazno... ¿quién lo peinó? —inquirí, extrañada por el aroma dulce.
—Fui yo... —admitió RubyMoon con un tono suave, sus mejillas ligeramente sonrojadas—. Quería levantar tu ánimo. ¿Te sientes un poco mejor? —agregó, y su mirada dulce me ofreció un poco de consuelo.
La miré y le dije con un hilo de voz —Me encuentro ya mejor, gracias.
Entonces RubyMoon dejó escapar un suspiro audible, llevándose una mano al pecho con alivio —El amo Eriol quiere hablar contigo —me informó—. Lo que pasó... necesita resolverse. No quiero que te lleves un susto —añadió, y luego juntó sus manos, mirándome con una expresión dulce pero insistente—. ¿Me das permiso para que lo llame y pueda hablar contigo?
Y con un nudo en la garganta, agregué —Lo siento, ya no quiero saber nada de él ni de esta extraña organización. Estoy muy abrumada... No entiendo qué pasó aquí.Ese enmascarado me asustó, me dio miedo, me hizo recordar algo que no debió haber venido a mi mente. Ya me quiero ir de aquí, no quiero hablar con nadie.
Entonces RubyMoon me interrumpió con suavidad —El amo Eriol me había advertido que quizás ya no querrías interactuar con nadie y me dio órdenes de no insistirte, pero te pido amablemente, por mi amo, sí... por favor, permítele hablar contigo.
Sus ojos me miraron con una profunda tristeza y una especie de agonía. Entendí vagamente que para ella era importante que yo accediera, que si un guardián no cumplía con algo ahora mismo, su señor o amo tomaría represalias. Pero yo estaba decidida a no ver a nadie.
—Lo único que quiero es regresar a mi camarote en el tren, por favor —le dije con firmeza
Entonces agachó la cabeza y murmuró —Le informaré a mi amo en quince minutos sobre tu respuesta.
La interrumpí, sintiendo la urgencia de aclarar mi posición —Sé que debo ver a tu amo, RubyMoon, porque solo él puede enviarme de vuelta al tren. Pero, por favor, solo le pido que no me haga ninguna pregunta ni me cuestionesobre la situación que ocurrió tras mi desmayo. Que simplemente me deje donde estaba. Eso es todo lo que quiero. Y de verdad, agradezco que me hayas atendido. Eres muy amable.
Unos diez minutos después, escuché cuatro suaves toques en la puerta. Desde el otro lado, una voz femenina habló con suavidad.
—Disculpe, señorita —dijo la sirvienta con voz suave desde el otro lado de la puerta—. Vengo a anunciarle que el amo Eriol ha recibido su petición y será escoltada por su guardián, Spinel. Nadie interrumpirá la reunión; solo estarán él y sus dos guardianes presentes.
Con un tono firme, respondí —Pasen.
Ambos entraron. Ahí estaba Spinel en su verdadera forma, con el aspecto imponente de un puma. Este guardián se dirigió a la sirvienta —Déjanos solos. Aún faltan cinco minutos para que nos vayamos. De aquí en adelante, yo la escoltaré.
La sirvienta cerró la puerta tras de sí. Entonces, el guardián me miró fijamente y me pidió hablar conmigo antes de llevarme con Eriol.
—Los acontecimientos ocurridos son muy importantes para nosotros, inclusive para usted —comentó Spinel, su voz grave pero pausada—. Créame que la información quepodamos brindarle le daría muchas respuestas sobre su pasado y presente. Tal vezllenaría los vacíos, armando un rompecabezas a través de eventos importantes de tiempo atrás.
Lo miré con una ceja alzada, sin comprender —No entiendo nada de lo que dices. La verdad, no quiero ni escuchar nada de eso, así que por favor, evítame ser grosera y llévame ante tu amo. Estoy cansada de todo esto.
Spinel volvió a hablar, sin inmutarse por mi tono —Bien, simplemente permítame entregarle este artefacto que le será de ayuda en su regreso. El amo Eriol me lo ha dado, ya que me ha advertido que su vuelta podría provocar que Lucius Malfoy la busque.
Me mostró el aparato, o más bien dicho, el objeto mágico: un simple anillo muy delgado, tal vez hecho de plata.
—¿Exactamente cómo me va a ayudar? —pregunté, examinando el objeto sin interés—. No le hallo nada diferente. Parece ser un simple anillo.
—Por favor —insistió Spinel,inclinando su cabeza hacia el anillo que reposaba sobre una almohadilla levitante a su lado—. Póngase el anillo y acérquese al espejo. Notará lo que va a ocurrir.
Con cierta vacilación, tomé el anillo y lo deslicé en el dedo anular de mi mano izquierda. Al mirar mi reflejo, un grito silencioso se ahogó en mi garganta.
—¿Qué...? —alcancé a murmurar, retrocediendo instintivamente del espejo. La figura que me devolvía la mirada no era la mía. Era una anciana... decrépita, vestida de harapos sucios. Su rostro estaba marcado por la edad y una especie de... corrupción. Incluso su cabello... era un amasijo crespo y sucio.
Con una exclamación ahogada, me arranqué el anillo del dedo y lo lancé al suelo, como si quemara. El terror me paralizó, haciéndome caer de rodillas, las manos aferradas a mi cabeza, en una postura de pura angustia.
Solté unos gritos tan fuertes que retumbaron por toda la habitación. La puerta se abrió de golpe, y RubyMoon irrumpió para auxiliarme, abrazándome con fuerza contra ella, como si yo fuera una muñeca rota. Su mirada se clavó en Spinel, llena de furia.
—¡TE LO DIJE, MALDITO! —gritó, con la voz temblándole de rabia—. ¡Sabía que no eras el indicado para dárselo! ¡Mírala! ¡Está hecha un trapo, toda asustada! ¡¿Qué mierda le sugeriste a Eriol?!
Entonces RubyMoon vio el anillo tirado en el suelo y, volviéndose hacia Spinel con los ojos inyectados en sangre, vociferó—¡¿CÓMO PUDISTE DARLE ESA MIERDA A UNA NIÑA DE ONCE AÑOS?! ¡¿No pensaste en lo que sentiría al verse en ese puto espejo?!"
Entonces Spinel sostuvo la mirada de RubyMoon por un instante, sin inmutarse por su furia, antes de darse media vuelta y marcharse en silencio, dejándonos solas.
RubyMoon continuaba abrazándome con fuerza, intentando calmar mis lágrimas que no cesaban. Estaba hecha trizas, la imagen de mi cuerpo transformado en una anciana decrépita me había destrozado. Me sentía perdida, balbuceando entre sollozos y jadeos: —¡No quiero ser esa! ¡No quiero! ¿Por qué...? ¿Por qué mi cuerpo... así? ¡Mamá... por favor, ayúdame! ¡Mamá, no me dejes... tengo miedo! ¡No quiero verme así!—
Por unos fugaces instantes, vi en el rostro angustiado de RubyMoon el reflejo borroso de mi madre, abrazándome con la misma calidez cuando el miedo me atenazaba y sus brazos eran mi único consuelo. Pero esa imagen se desvaneció tan rápido como había llegado, reemplazada por la inquietante visión del payaso de la máscara danzando en mi mente. Con un respingo, me solté del abrazo de RubyMoon y me retiré como un perro asustado, buscando refugio en el rincón más oscuro de la habitación.
RubyMoon reaccionó a mi repentino alejamiento e intentó acercarse, extendiendo una mano con cautela. Pero mi cuerpo estaba ahora envuelto en una densa masa de niebla negra, retorciéndose hasta tomar la forma amenazante de un escorpión. Con una voz que apenas reconocía como mía, inerte y distante, murmuré —Aléjate de mí. No quiero verte.
La niebla oscura se abalanzó sobre RubyMoon, y ella la esquivó con agilidad, moviéndose con rapidez para evitar el ataque.
Mi voz había cambiado, sonaba como en esas películas donde los demonios hablan con un eco profundo y aterrador. Con una fuerza que no sentía mía, volví a gritar —¡Aléjense! ¡Vete, vete! ¡Deja a mi madre! ¡No quiero ver... no me entregues su cabeza! ¡No... oooooh!—
Unos pasos con prisa resonaron con fuerza acercándose a la recámara. La puerta se hizo añicos ante un brutal aliento de fuego azul de Spinel, revelando a Eriol y a su guardián. Su rostro reflejaba asombro y preocupación al presenciar el aura negra que me envolvía, tomando la forma amenazante de un escorpión. Imponente, sin rastro de miedo, lo miré con una furia desconocida.
—¡Tú! ¡Tú tienes la culpa de traerme aquí! ¡Yo no te pedí que lo hicieras, maldito! ¡Regrésame a mi mamá! —grité, creyendo que su reflejo era el payaso enmascarado.
La gruesa cola del escorpión se lanzó con violencia hacia Eriol. En un acto de pura lealtad y velocidad, Spinel, con su imponente forma de puma, se abalanzó y se interpuso entre la cola y su amo, recibiendo el impacto directo. El golpe lo arrojó contra la pared, y cayó al suelo, gravemente herido, con un gemido de dolor.
Rápidamente, Eriol evocó su gran báculo. De su interior extrajo lo que parecía una carta, sosteniéndola en el centro del báculo. Con voz firme, aunque teñida de urgencia, declaró —¡Luz!, tráe la Bendición y paz a las almas corrompidas y consume los pensamientos que la chica manifiesta en esta habitacion. ¡Hazlo por tu amo!
Y con un grito aún más potente, El exclamó —¡LUZ!
Y entonces, una deslumbrante lluvia de luz inundó la habitación, disipando al instante toda la corrupción de la oscuridad que me envolvía. La luz, pura y vibrante, se extendió, envolviendo con un aura protectora a RubyMoon y a Spinel, transformando el espacio en un espectáculo majestuoso, como un gran despliegue de fuegos artificiales que celebraban la victoria sobre la sombra.
Sin embargo, aquel triunfo se desvaneció tan pronto como la luz se extinguió. Yo seguía cubierta por una niebla que había perdido su forma definida, pero cuya pequeña aura restante era suficiente para dañar a cualquiera que se me acercase.Seguia viendo el reflejo de ese payaso maldito en Eriol, y comencé a gritarle: —¡Deja de usar el cuerpo de mi madre como marioneta de baile, maldito!
La pequeña aura que aún me envolvía lo atacó, hiriendo su brazo izquierdo. Rápidamente, él sacó una segunda carta y, como pudo con su mano derecha, la arrojó hacia el cielo mientras sostenía el báculo. La carta giró alrededor del báculo y él dijo: —Refleja lo que su corazón más desea ver.
Sintiendo su voz más fuerte, exclamó: —¡Espejo!
En una ágil maniobra, Eriol ordenó a RubyMoon que se acercara lo más posible a mí, ya que utilizaría la carta de la Voz. RubyMoon asintió con la cabeza, y mientras Eriol terminaba de conjurar la primera carta, ya tenía preparada la siguiente. Dijo: —Haz que su corazón escuche el sonido del ser que más ama —y exclamó suavemente—: ¡Voz!
RubyMoon comenzó a entonar una melodía. Gracias al poder que Eriol le había otorgado, su canto se transformó en la voz de mi madre, una voz que solo yo podía escuchar. Una gran y cálida melodía empezó a cubrirel cuarto, y la voz de mi madre entonó:
A mis brazos te llamo, por última vez, mi amor,
en este efímero refugio de mamá,
hija, abraza mi dolor,
y en la sombra, lloremos el fin del horror.
Te amo, mi preciosa Luna,
eres el último eco de mi ser,
en mares de lágrimas,
solo el adiós nos teje.
La noche, cruel, negó tu luz,
cada lágrima, un nombre,
manchado luego por la sangre de este tormento.
Bebiste el amargo cáliz de la soledad,
y tus ojos, ahora,
portan el refugio eterno de este oscuro y pesado misterio.
Y en este amargo adiós, mi Luna,
mamá debe partir,
no llores, mi pequeña,
mi amada hija, camina en flores, sí,
pero nunca dejes que los cuervos de la pena dañen tu corazón.
Adiós, mi más preciado ángel,
mamá se desvanece a un lugar que tú aún no puedes alcanzar,
canta conmigo el lamento de mi réquiem, mi amada Luna,
y que mi amor no se desvanezca en el olvido de tu corazón.
Un silencio pesado cayó sobre la habitación, roto solo por los sollozos ahogados. Todos lloraban la desoladora canción entonada por RubyMoon, pero ella era quien más lágrimas derramaba, un torrente incesante que le surcaba el rostro.
Mientras yo la escuchaba, la voz de mi madre resonaba en mi alma, y esas gotas de pena se volvieron un mar de lamento y desesperación que me arrastró. Lentamente, la calma regresó a mí, una calma fría y vacía, y esa aura oscura se disipó por completo.
El último y desgarrador recuerdo que me quedó fue el abrazo desesperado de RubyMoon y sus lágrimas, que cubrían mi cuerpo al final de aquella canción de despedida.