ID de la obra: 333

El Silencio De Luna

Gen
PG-13
En progreso
3
Emparejamientos y personajes:
Tamaño:
planificada Mini, escritos 57 páginas, 29.132 palabras, 13 capítulos
Descripción:
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El Letargo del Amo(Eriol) - Fragmento 2

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La teletransportación fue un triunfo, Sirius nos dio la bienvenida con su mística máscara. Nunca entenderé por qué cubríasu rostro; supongo que debía tener un gran significado. Me hallaba demasiado débil solo con recordar las circunstancias de la noche anterior; el hecho de haber usado mi carta retorno e incluir a un cuarto integrante había mermado todo mi poder. —Señorito Eriol, bienvenido. Con la cabeza baja, respondí: —Gracias. Luego, con voz firme, aunque aún débil, dije: —Preparen la sala de juntas, porque he de informar lo que ha pasado. Y preparen una recámara para nuestra invitada. Como último aliento, me agarré con fuerza a mi bastón y, lentamente, fui cayendo hasta arrodillarme. Mis ojos se cerraban, y lo único que pude ver fue que mis guardianes rápidamente fueron a asistirme. A pesar de mi profunda debilidad, mi cuerpo se negaba a responder; la intensa descarga de energía me había dejado exhausto. Sin embargo, en medio de ese sopor, percibía las voces que me envolvían, unosmurmullospreocupadosque buscabandesesperadamente arrancarme de mi letargo. —Rubimon —dijoaSpinelcon urgencia—, rápido, dale indicaciones a la servidumbre, y más importante, que tengan la tina lista con las hierbas medicinales, que es urgente. —¡Voy lo más rápido que puedo! —respondióSpinel, visiblemente apresurado. En ese momento, Rubimon se dirigió a una sirvienta cercana: —Rápido, preparen el cuarto del amo Eriol. Con un tono de voz ligeramente frenético, exclamó: —¡Sirius, prepara la sala como dijo mi amo! ¡En poco tiempo él se recuperará, la paridad de magia fue fatal, luego te informaremos los detalles! Luna, por favor, quédate aquí dentro unos minutos. Alguien se asomará en la recámara en la que te hospedarás. Luna respondió con calma: —Claro. Percibía la urgencia en la voz de Rubimon, apremiando a la servidumbre para que me llevaran a mi cuarto. Dandoindicaciones para preparar postar mi cuerpo dentro de la tina;donde ella podría restaurar mis energías y sanar mi cuerpo exhausto. Lentamente, mientras recuperaba la sensibilidad de mi cuerpo, sentía los delicados dedos de mi guardiana Rubimon masajear cada parte de mí. Con suavidad, cambiaba las rosas y las hierbas en el agua, permitiendo que sus esencias impregnaran y aromatizaran mi piel. Con un leve esfuerzo, moví mis dedos, una pequeña señal de que regresaba del tormento de mis pesadillas. Alcancé a oír su grito, primero de una alegría desbordante al notar mi despertar, que luego se quebró en un sollozo de alivio y emoción al verme reaccionar a su baño medicinal. —Amo Eriol... —susurró, con la voz entrecortada por la emoción—. Me da tanta alegría que ya esté mejor, que su cuerpo débil esté recuperando su fuerza... —Una pausa, y se oyó un leve temblor en su respiración—. Nunca pensé... nunca pensé que lo vería así de nuevo. A pesar de mi mutismo, los sutiles indiciosde mi cuerpo le hacían entendermi mejoríay el regocijoque experimentabapor sus atenciones. Con una voz ahora matizadapor una honda melancolía, ella susurró: —Amo Eriol... concédame entonarle aquella melodía... la que usted me cantaba cuando el pánico me invadía. Usted era lo único que podía brindarme consuelo entonces... ahora... ahora se la ofrezco yo a usted —dijo, y sus delicados dedos comenzaron a acariciar las teclas de un hermoso piano. Su dulce voz pronto llenó la estancia, penetrando en mi cuerpo, aún esclavo de mi debilidad. " El Pacto Silente " En la garganta seca, un grito mudo, ahogado en la sombra de un eco profundo. Tu sonrisa, una tibia claridad en el rostro surcado de lágrimas ausentes, borrando el rastro salado de la pena. Las manos ajenas dejaron en mi piel la marca fría del desprecio, una sombra palpable en mis facciones. Tu abrazo, refugio cálido, envolvió la fragilidad de mi alma herida. Juré no entregarme, levantar muros de escarcha, pero tu presencia deshizo la helada en mis alas. Se sentía en tu aliento la pureza del aire sincero, y elegí sumergirme en la quietud de tu oscuridad. Me ofreciste tu mano abierta, palma hacia arriba, y en ella deposité el peso informe de mis pesadillas. Sin contornos definidos, acepté la neblina de tu temor. ¿Y si mi ser se mimetizara con el tuyo? La inocencia sería la forma pura de mi amor por ti. Mi amado señor de la niebla oscura y penetrante, por ti desplegaré mis alas hasta extinguir tu soledad, hasta arrancar de tu pecho la raíz del aislamiento. Y si mi voluntad se doblegara en un último giro, aceptaría, sin reservas, que tú eres mi universo entero. Las lágrimas que acompañaban aquella interpretación de su voz se derramaban sobre mí, cada una cargada no de calidad, sino de una ternura y un amor tan profundos como los de una madre al acoger a su hijo recién nacido. Y comprendía por qué ella era como mi propia fuerza vital, siempre presente para mí, sin importar cuán ardua o compleja fuera la situación. Jamás dejaría de brindarme su apoyo, de la misma manera en que yo la apoyé en su pasado, cuando decidí que me acompañara a mi hogar y que me haría responsable de su bienestar. —Amo Eriol... —murmuró Rubimon, con la voz quebrándose—. ¡Qué pena ver sus hermosas lágrimas! Pero... —su voz se llenó de una renovada dulzura— me da tanta alegría que mi canto le esté ayudando... Con un ligero esfuerzo, apenas perceptible, acerqué una mano temblorosa y susurré un débil: —Gracias... Y entonces, la oscuridad me envolvió de nuevo, perdiendo la lucidez. Las pesadillas llamaron a la puerta de mi mente, arrancándome del sueño en mi recámara. Me puse las gafas y lo primero que encontré fue a Rubimon, velando mi despertar. No había tiempo que perder. Rápidamente le indiqué que debíamos reunir a todos y, además, pasar a cenar. Le pedí que preparara todo mientras yo me vestía y retomaba los deberes que me aguardaban: informar a las personas que había mandado convocar. Hice sonar la campana cuatro veces, y al instante, un sirviente se presentó ante mí. Con voz firme, le di mis instrucciones: —Preparen a Luna y acompáñenla al comedor; cenaremos con ella. Además, notifiquen a todos los miembros de la organización que estén listos. En breve me reuniré con ellos para informarles. Reafirmé mis pensamientos y, con pasos algo apresurados, me dirigí al comedor. En mi camino, mis dos guardianes ya se habían reunido conmigo. Al llegar, la vi: Luna ya estaba allí, sentada sola, jugueteando distraídamente con su comida. Sus muecas, tan espontáneas, irradiaban una inocencia genuina, un rasgo que escasea en el mundo. No importa en qué circunstancia la observe, su expresión natural posee una cualidad artística que siempre logra sorprenderme. Decidí interrumpir aquel instante de ensimismamiento. La merienda transcurrió rápidamente. Poco después, Sirius nos informó que todo estaba dispuesto y que las personas convocadas ya se encontraban reunidas. Invité a Luna a seguirnos para adentrarnos en la sala de reuniones contigua. Al llegar a la sala, Rubimon me hizo una discreta señal para que observara a Luna. Sus expresiones volvieron a manifestarse con una intensidad sorprendente; parecía que la inocencia, una vez más, tomaba posesión de su rostro, como si se maravillara ante algo completamente nuevo, algo que la impresionaba profundamente. Hacía muecas extrañas, apretando sus labios con fuerza, y de repente comenzaba a tocarse el cabello, como si se rascara nerviosamente. Eran gestos indirectos, poco convencionales, pero precisamente eso era lo que tanto me fascinabade ella: la imprevisibilidad de sus reacciones. Entonces, Rubimon, inclinándose ligeramente hacia mí, susurró: —Amo Eriol —dijo en voz muy baja—, nuestra invitada es la exposición de una inocencia perdida por el tiempo. Una repentina curiosidad nacio en mi, llevándome a una reacción impulsiva e innecesaria. Luna se percató de mi mirada, y al instante sus mejillas se encendieron con un carmín intenso. No pude resistirme, y con ambas manos apreté suavemente sus pómulos, exclamando con genuina fascinación: —¡Cachetes! Rápidamente, Rubimon me hizo reaccionar, advirtiéndome con un suave reproche: —Amo Eriol, a algunas mujeres les da pudor que un hombre haga ese tipo de cosas. —Es que sus mejillas parecían dos manzanas, y no me pude resistir —me justifiqué, encogiéndome ligeramente de hombros. Ambas me miraron fijamente por un instante, hasta que la voz de Sirius rompió el silencio, interrumpiendo la tensión del momento. Él carraspeó, adoptando un tono firme, anunciando que procedería a pasar lista, nombrando a cada miembro sin un orden preestablecido, y que cada uno se presentara brevemente al ser llamado. Entonces, dio inicio a su enumeración. Entonces, cuando mi nombre fue el finalen ser pronunciado, respondí con voz decidida, haciendo notar mi presencia y la razón de haber convocado la reunión. Sin embargo, Sirius hizo una breve pausa, indicando que Luna debía presentarse primero. Rubimon tomó delicadamente la mano de Luna, confiriéndole valor. Con un murmullo, pero con una sorprendente resolución, ella articulósu nombre completo: —Me llamo Luna Lovegood. Al terminar de decir su apellido, un crispado silenciose apoderó de la sala. De repente, Sirius, con los ojos desorbitados, vociferócon furia: —¡Es la hija de Pandora Lovegood! Apenas noté el movimiento brusco de Sirius, cuando ya lo tenía frente a Luna, su máscara inmóvil, pero su cuerpo tenso y su voz extraviada balbuceando la misma frase sin cesar. Con un tono de autoridad, intervine: —Sirius, recobra la compostura. Desconozco los motivos de tu alteración, pero este no es el lugar ni el instante para semejante espectáculo. Como en un abrupto cambio de escena teatral, Luna gritó con desesperación: —¡Déjame en paz! Mi reacción fue inmediata: con un movimiento rápido y preciso, me acerqué para evitar su caída. Acto seguido, di órdenes a mis guardianes para que la llevaran a su cuarto y la asistieran con cuidado.
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