La Bruja Dimensional(Eriol) - Fragmento 3
10 de julio de 2025, 11:46
—A los miembros de la Orden del Fénix —dije, mi voz resonando con autoridad en la sala, mientras con un gesto indicaba a los presentes que se retiraran—, les ruego que amablemente nos dejen a solas con Sirius. Estos acontecimientos inesperados han interrumpido la agenda que teníamos prevista, por lo que les pido paciencia; les relataré todos los detalles una vez que haya resuelto esta situación. Pero antes de cualquier otra cosa, ofrezco mis disculpas por esta alteración.
Luego, volviéndome hacia Spinel, añadí con un tono de solicitud:
—Spinel, te encargo que prepares todo lo necesario. Ya tenía planeado visitar a una persona, y eso requiere un ritual extenso y meticuloso, el cual debemos llevar a cabo antes de que Luna despierte.
—Sí, amo Eriol —respondió el con prontitud y respeto.
Me vi en la necesidad de intervenir con una de mis cartas, y entonces entoné con firmeza:
—¡Revierte el pasado y trae el presente, y el razonamiento ha de reinar en este instante!
Evocando con mayor intensidad mi poder, exclamé:
—¡Sueño!
Sirius se sumió en un sopor inmediato; cualquier tentativa por hacerlo razonar resultó vana. A pesar de mi empeño, aún parecía combatir espectros internos, quizás provocados por su pretérito o por el nombre de Luna; su cuerpo se convulsionaba con movimientos reflejos, y vocablos ininteligibles brotaban de su boca. Viéndome sin otra alternativa, debí recurrir a otra de mis cartas.
Esta vez sentí la necesidad de evocar mi báculo, pues esta carta era de naturaleza más compleja. Con gran determinación, le ordené:
—¡Que el pasado llamealpresente a una intensa ilusión, donde sus pesadillas se desvanezcan en simples sueños para apaciguar el alma y devolverla al letargo de la realidad!
Y con un grito potente, exclamé una vez más:
—¡Ilusión!
Al instante, el cuerpo de Sirius comenzó a aquietarse. Era evidente que su despertar sería inminente, ya que él también era un miembro muy perspicaz de la orden. Jamás lo había presenciado en tal estado; era la primera vez que lo veía asi tan alterado.
Habrían transcurrido tal vez cinco minutos cuando él comenzó a despertar, ahora con una serenidad palpable. Al verme, su semblante se ensombreció con una leve expresión de aflicción.
—Lo siento profundamente, SeñoritoEriol —dijo con voz apagada—. Supongo que le adeudo una justificación por mi... probable proceder. Agradezco que los demás no se encuentren presentes, ya que esto concierne a algo muy íntimo. Aparentemente, el hado es muy voluble, y ahora nos atañe tanto a usted como a mí.
—Te propongo algo, Sirius —exclamecon determinación—. Permíteme resolver primero lo concerniente a Luna, ya que debo visitar a cierta persona y esto apremia mi tiempo.
Sirius, con un dejo de preocupación en su voz, recalcó:
—¿Ira visitar a esa mujer de nuevo, señor?
Asentí levemente con la cabeza, dándole a entender mi firme decisión. Sin más dilación, me marché del salón, dirigiéndome a mi habitación donde Spinel ya tenía todo dispuesto para mi partida
—Amo Eriol, ya tengo todo dispuesto tal como usted solicitó. Incluso tengo el intercambioque será perfecto para que pueda entregárselo —me informó Spinel con una simpatía agradecida.
—Eres muy amable por acordarte de ese detalle —le respondí a mi guardian—. Con los recientes acontecimientos, hasta yo lo había olvidado. Te lo agradezco mucho. Ahora, comenzaré el ritual. No le informes a Rubimon, se preocupará demasiado.
De nuevo necesité buscar mi báculo, sintiendo cómo mi poder se acrecentaba una vez más, manifestándose en su plenitud. Entonces inicié la entonación:
—¡Dimensión oculta en el entorno más abrupto, en los ángulos más sombríos, ostente la llave y las candelas que son la claridad hacia mi nuevo sendero! ¡Que se revele donde ella se halla, que me autorice y me conceda el tránsito, y que permita mi retorno al origen!
Elevé mi báculo, y este manifestó una vasta alteración dimensional. Mi cuerpo fue desvaneciéndose, absorbido por el portal para ser transportado a un nuevo sitio.
A mi arribo, el espacio-tiempo se dispersó nuevamente, depositándome en el lugar anhelado. Allí, dos seres me aguardaban: dos niñas, una de cabello oscuro como la noche y la otra de un rubio luminoso, evocando la dualidad perfecta del yang y el yin.
Entonces, aquellos seres comenzaron a hablar con una sincronía asombrosa:
—Bienvenido seas, maestro Eriol —dijo una.
—Su arribo ha sido exitoso —continuó la otra.
—Ella le espera dentro de su casa —añadieron al unísono, mientras realizaban ágiles maromas, casi como artistas de circo.
Con un gesto, me invitaron a pasar. —Por favor, no olvide el intercambio.
Asentí levemente con la cabeza y les respondí con amabilidad:
—Muy amables como siempre, Maru, y tú también, Moro.
Instantáneamente, sus rostros se iluminaron con una sonrisa y, con su peculiar sincronización, me recalcaron juntas:
—¿Nos has traído, dulce maestro Eriol.?
Asentí de nuevo, sonriéndoles mientras una de ellas me indicaba el camino hacia el interior de la casa.
Maru se acercó y, con una sonrisa expectante, dijo:
—¿Podría darme el intercambio, por favor?
Le entregué el objeto que Spinel me había dado. Mientras tanto, Moro, con una sonrisa ligeramente sádica, comentó:
—Permítame, maestro, ir por ella. En unos instantes estará aquí. Por favor, tome asiento y sírvase un poco del té que ya está preparado.
Con parsimonia, me serví una taza de té, pero mi tranquilidad se desvaneció al instante en que unos pasos apresurados resonaron en la estancia, tan veloces como trenes ansiosos por llegara la siguiente estación. Apenas tuve tiempo de girar la cabeza cuando ya se había abalanzado sobre mí, derribándonos a ambos al suelo. Yo quedé debajo, inmovilizado, y ella encima, aprisionando mis mejillas con sus manos mientras exclamaba con un tono travieso: «¡Cachetes!».
—¡¿Por qué eres así conmigo?! ¡Nunca vienes a visitarme y extrañaba tanto ver tus mejillas rojas como manzanas! —exclamó con un tono entre reproche y cariño—. ¡Qué malo eres! Espero que lo que me hayas traído sea algo delicioso, porque si no, ¡no te lo perdonaré! —siguió diciendo, mientras apretaba mis mejillas con más fuerza.
—Claro, te he traído algo tan hechizante que tu paladar no dejará de sonreír —respondí con una sonrisa—. Pero tengo un asunto muy importante y pendiente que me urge, Maestra Yuko, y el tiempo no es algo que me sobre. Le pido muy amablemente que, por favor, atienda mi petición.
Al parecer, nuevamente fijó su mirada en mí y, por segunda vez, apretó mis mejillas, esta vez dejándolas tan rojas como estas manzanas recién cortadas.
Ambas llegaron con lo que sería el intercambio, realizando ágiles maromas sin que el objeto corriera peligro de caer. Con sincronía, recalcaron:
—Aquí tenemos lo que nos ha pedido.
Y lo depositaron cuidadosamente sobre la mesa. Mi Maestra Yuko, con los ojos brillantes que reflejaban un gran interés, y sin dudarlo un instante, sacó un objeto filoso para cortar y revelar el contenido. La admiración fue instantánea: era un pastel con una hermosa decoración, posiblemente de tres leches, adornado con delicados dibujos de flores de cerezo y clavel, y en el centro, una gran cereza rodeada de chispas de chocolate, creando un deleite visual de arcoíris.
—¿Es en serio? —recalcó ella con un tono ligeramente decepcionado—. ¿Este es el magnífico objeto que me habías prometido? No es muy diferente del anterior. Dile a tu guardián, ese de cara redondeada, que se esfuerce más la próxima vez, pero debido a tu urgencia, esta vez lo pasaré por alto.
Acto seguido, ordenó a sus gemelas:
—Maru, Moro, sírvanos a todos.
—La primera condición es simple: esto fue creado por un gran mago —comenzoa explicar—. Cuando me lo ofreció como intercambio a cambio de algo muy absurdo... te reirás si te lo digo... él quería una cita conmigo. Y entonces acepté, pero en vez de ir conmigo, ¡fue con un clon! Al final tuvo su merecido, porque quiso besar al clon y se convirtió en un sapo. ¡Ja!
Mi maestra soltó una carcajada estrepitosa que contagió a ambas gemelas, quienes también rieron a carcajadas. Yo, con una leve sonrisa, seguí la broma.
—El mago fue claro —proseguo ella—: esta caja solo podrá abrirse para aquella persona que posea una afinidad pura hacia lo oscuro, que contemple este arte desde una perspectiva absurda, donde para ella la luz sea insípida y la oscuridad el epicentro de su simpatía, de su alegría, alguien que haya nacido con esta inocente manera de ver el mundo. Si cumple esta condición, podrá abrir dicha caja. Pero también existe un peligro: si no es digna, automáticamente morirá.
—Así que tú decides —dijo mi maestra, señalando la caja que aún permanecía cerrada sobre la mesa—. Hasta yo misma desconozco su contenido, pero todo parece indicar que es lo más beneficioso para ella. Si cumple el primer cometido, tendrás que regresar con ella sin importar qué, porque tendrá menos de veinticuatro horas para escuchar la segunda regla. De lo contrario, perderá lo que más ama, o incluso ella misma podría ser víctima de su propia muerte en un escenario que no quisiera exponerte.
—Aunque no quisiera indagar más sobre lo que aquel mago expone, trataré de cumplir su cometido, Maestra —respondí con determinación—. Paso a retirarme, pues el tiempo me apremia y el portal aún permanece abierto.
Ella añadió con un tono enigmático:
—Recuerda esto, pequeño Eriol: el encuentro con ella no es casualidad, es algo que no puedes evitar.
—Como siempre, sus palabras resuenan con una verdad ineludible, Maestra. El destino, al parecer, ya ha tejido sus hilos.
Tomé la caja con cuidado, y las gemelas me acompañaron hasta el umbral de la puerta. Ambas se despidieron con un gesto sincronizado. Simplemente me situé sobre el teletransportador y, en un instante, regresé a mi habitación, dejando atrás aquella visita a la mujer que me enseñó todo: la Maestra Yuko.
penas crucé el umbral de mi habitación, Spinel, con una mezcla de curiosidad y cierta aprehensión en su tono, recalcó:
—¿Cómo le fue, amo Eriol, con esa mujer?
—La verdad... digamos que obtendrás tu respuesta al mirar mis mejillas —respondí con un ligero toque de ironía—. Y solo te diré que te esfuerces un poco más en el regalo para ella la próxima vez.
—Esa mujer, como siempre, hace lo que quiere y usted se lo permite —recalcó Spinel, con un tono que insinuaba una mezcla de resignación y ligera envidia—. No cabe duda de que usted es su favorito.
—Simplemente me tiene un poco de aprecio —respondí con una sonrisa suave, buscando desviar la incomodidad mientras sostenía la mirada de mi guardián.
—En cualquier momento Luna ha de retornar de su pequeño desmayo. Te debo dar un par de indicaciones —dije, pero fuimos interrumpidos por mi otro guardián.
—Amo Eriol —comenzó Rubimon con un tono de preocupación evidente—, cumpli su cometido, pero ¿por qué no me informó que quería ver a esa vieja bruja? ¡Sabe lo preocupada que me tenía! Y ya veo que ellalo recibió de una manera... indecente. ¡Esas mejillas indican su gran violencia! Haciausted...
Intenté apartar la mirada, pero me resultó imposible; el tiempo apremiaba. Con un tono más serio, le pedí que me informara sobre el estado de Luna. Ella respondió con un dejo de amargura:
—He tenido que lavar su cabello para poder amortiguar un poco el impacto y la impresión ante las reacciones del señor Sirius.
—Quiero que vuelvas a su recámara, verifiques si ya está despierta y le pidas amablemente que quiero verla, porque tenemos que resolver ciertos asuntos quele convienen. Pero sino quiere, entonces no insistas, por favor. No intentes complacerme, por favor, Rubimon, te lo pido. Ya no debemos alargar la historia de Luna, tenemos que mantener sus emociones en paz.
—Espinel, te encomiendo una tarea. Si Luna se niega a acompañar a Rubimon, ve por ella y tráela a mi habitación para que pueda abordar el tren de regreso.
—Pero antes, quiero que le entregues este anillo. Dile que le ofrecerá una ayuda discreta para evitar que Lucius Malfoy la localice nuevamente.
—Este anillo le permitirá alterar su apariencia y ocultar temporalmente esa aura oscura, ya que, si llega sin ningún tipo de resguardo, él la buscará de inmediato y enviará a su sombra maldita tras ella.
—Está bien, cumpliré sus órdenes, amo Eriol —respondió Espinel con diligencia—. Aunque dudo que Rubimon falle; ella siempre es eficaz y sabe qué decir a los demás. Su gran empatía es uno de sus puntos más fuertes.
Como una melodía desafinada, Rubimon regresó a mi recámara. Sus ojos estaban vidriosos, y gruesas lágrimas comenzaban a resbalar por sus mejillas.
—No pude convencerla, amo Eriol —dijo Rubimon con la voz quebrada—. Le pido disculpas... no fue más que una decepción.
Tuve que acercarme para ofrecerle un poco de apoyo. Simplemente la abracé con suavidad y le dije, mientras acariciaba su cabello para que se calmara:
—El destino a veces nos pone pruebas, Rubimon, y debemos volver a intentarlo, pero con otros métodos.
—Amo Eriol, voy a cumplir su petición. Le pido que a mi regreso Rubimon ya esté tranquila —dijo Spinel antes de marcharse, acompañado de una sirvienta, hacia la habitación de Luna.
—Amo Eriol, no cabe duda de que usted es la bondad y el infierno al mismo tiempo. Sus cálidos dedos y su mirada han de doblegar mi voluntad y hacerme renacer como su inocencia. Le agradezco por calmar mi pena —murmuró Rubimon con la voz aún entrecortada, pero con una renovada serenidad en sus ojos.
Fuimos interrumpidos por una sensación intensa; algo había ocurrido. Un cambio brusco en la atmósfera, una niebla densa y ominosa comenzó a invadir toda la casa, llegando hasta mi cuarto a pesar de mis protecciones, las cuales se rompieron ante su avance.
—¡Esa sensación nubosa viene del cuarto de Luna! —exclamó Rubimon con alarma.
Apenas terminó de pronunciar su última palabra, se liberó de mi agarre y salió corriendo a toda velocidad.
Ante esa neblina opresiva, tuve que recurrir nuevamente a mi baraja. Escoger una de mis 54 cartas se antojaba difícil; ¿cuál podría prevenir y erradicar esta amenaza?
Aquella niebla oscura se estaba replegando, regresando hacia su verdadero origen. Fue en ese instante cuando decidí dirigirme hacia allá, imprimiendo velocidad a mis movimientos.
En el camino me encontré con,Spinel. Se veía agitado.
—Tienes que acompañarme—le dije con urgencia—. ¿No has sentido cómo la casa fue invadida por una niebla muy fuerte?
—Tuvediscusión muy fuerte con Rubimon y pase aretirarmede ahi—respondió Spinel con un tono de preocupación—. Parece que ella ha malinterpretado algunas cosas y asumió una actitud bastante arrogante.
No tenía tiempo para resolver malentendidos ni averiguar qué había sucedido. Aquella presencia se intensificó aún más, así que, con determinación, Spinel y yo nos dirigimos rápidamente hacia el cuarto.
—¡Rápido, Espinel! ¡Derriba la puerta con tu aliento azul! —ordené con urgencia.
Un aura azulada emanó de la boca de el, transformándose en una intensa flama que, al impactar contra la puerta, la hizo estallar en pedazos con un resplandor cegador.
En el instante en que crucé el umbral del cuarto, Luna me detectó y comenzó a reclamarme con vehemencia.
—¡Tú! ¡Tú tienes la culpa de traerme aquí! ¡Yo no te pedí que lo hicieras, maldito! ¡Regrésame a mi mamá! —gritaba arduamente hacia mi.
Aquella niebla era densa y pegajosa, moldeándose en la figura amenazante de un enorme escorpión que rodeaba a Luna. Su presencia era tan intensa y audaz como la de un león acechando a su presa.
La urgencia me impulsó a evocar rápidamente otra carta de mi baraja. Esta vez, tuve que arriesgarme y tomar la carta de "Luz", con la esperanza de consumir la oscuridad y proteger a Luna y a mis seress
—¡Traela Bendición y paz a las almas corrompidas y consume los pensamientos que Lunamanifiesta en esta habitación. ¡Hazlo por tu amo!
Gritepara intensificar la potencia, —¡LUZ!
El potenciamiento de mi grito arrulló a los cuerpos de mis seres, brindándoles una capa de protección reconfortante. La onda expansiva de mi voz se extendió por toda la habitación, envolviendo con su poder protector a todo lo que se encontraba alli.
La protección duró muy poco, revelando con su escasa intensidad que Luna aún conservaba parte de la niebla, aunque ya no mantuviera su forma inicial. Y, siguiendo con sus reclamos, Luna exclamó fuertemente:
—¡Deja de usar el cuerpo de mi madre como marioneta de baile, maldito!
Comprendí que estaba reflejando en mialgún evento traumático. No había tiempo para pensar, solo para actuar de inmediato.
Pero el tiempo no estaba de mi lado. Su aura negra me atacó en el brazo izquierdo, dejándolo torpe y entumecido. Aun así, no podía permitirme fallar. Con un esfuerzo, alcancé mi siguiente carta y, con la voz entrecortada por el dolor, exclamé:
—Refleja lo que su corazón más desea ver.
Sintiendo su voz más fuerte, exclamó: —¡Espejo!
Rubimon rápido acércate a luna usarela carta de la voz enti para poder calmar su intensa alma qué lujuria es un reflejo maligno.
—Haz que su corazón escuche el sonido del ser que más ama —y exclamó suavemente—: ¡Voz!
El ferviente deseo de Rubimon por ayudar a Luna y su rápida entrega a mi petición dieron como resultado que ella evocara un hechizo de voz tan hermoso y potente que logró dormir incluso a las bestias más feroces. Lentamente, la agitación de Luna se disipó.
Rubimon, con grandes lágrimas corriendo por su rostro, abrazaba fuertemente a Luna, quien yacía desmayada. El intenso calor de esa niebla oscura había sido demasiado para ella, desbordando sus emociones hasta el punto del colapso.