ID de la obra: 341

Impronta

Het
R
En progreso
4
Tamaño:
planificada Midi, escritos 253 páginas, 131.577 palabras, 23 capítulos
Descripción:
Notas:
Publicando en otros sitios web:
Consultar con el autor / traductor
Compartir:
4 Me gusta 1 Comentarios 0 Para la colección Descargar

Capítulo 21: Contratos

Ajustes de texto
El verano se instaló en Longbottom Manor con una calma que se sentía casi antinatural. Después de la vorágine de la Cámara de los Secretos, la ceremonia en el Ministerio y el caótico viaje de regreso, los primeros días de julio se deslizaron con la lentitud de un hechizo de tiempo. Para Harry y Neville, sin embargo, "calma" no significaba "descanso". Cada mañana, antes de que el sol terminara de desperezarse sobre las colinas de Devon, el jardín trasero de la mansión se convertía en su campo de entrenamiento privado. La hierba, aún húmeda por el rocío, crujía bajo sus botas mientras practicaban bajo la supervisión de Andromeda Tonks. Augusta había contratado a Andromeda el verano anterior para enseñarles modales y etiqueta de sangre pura. Como una Black de nacimiento, poseía las mejores enseñanzas en protocolo aristocrático que el dinero pudiera comprar. Pero recientemente, Harry y Neville habían descubierto que su profesión real era sanadora, y ese conocimiento había transformado completamente su entrenamiento. —¡Más rápido, Neville! —la voz de Andromeda cortó el aire fresco de la mañana—. Tu escudo es fuerte, pero te telegrafía el movimiento. Un duelista decente lo anticiparía dos segundos antes de que lo conjures. Neville gruñó, el sudor perlando su frente mientras desviaba una ráfaga de chispas rojas que Andromeda había lanzado sin previo aviso. Su postura era sólida, sus pies firmemente plantados en el suelo. Ya no había rastro del niño torpe que solía tropezar con su propia túnica. Los rituales y el entrenamiento constante habían esculpido su físico; ahora era más alto, más delgado, con una musculatura definida que se notaba incluso bajo la ropa de entrenamiento. A unos metros, Harry se movía en silencio, practicando una serie de movimientos de varita que Flitwick les había enseñado. El entrenamiento con Andromeda había sido una revelación. Al principio, cuando pensaba que solo era una instructora de etiqueta, no entendía por los había empezado a entrenar en combate. Pero ahora que sabía que era sanadora, todo tenía sentido. Las medibrujas —especialmente una Black de sangre pura como Andromeda— eran probablemente las personas que más sabían sobre magia oscura y combate, si no contabas a los aurores y los propios magos oscuros. Después de todo, los sanadores debían conocer a la perfección los contrahechizos y posibles curas para todo tipo de maldiciones. Cada herida que trataban les enseñaba nuevas formas en que el cuerpo podía ser dañado y, por extensión, nuevas formas de infligir ese daño. El entrenamiento había sido una experiencia tanto enriquecedora como dolorosa. Andromeda no tenía piedad cuando se trataba de enseñar, y cada sesión terminaba con al menos una docena de heridas menores que ella misma sanaba mientras explicaba exactamente cómo había logrado infligirlas. Era una lección de anatomía práctica que ningún libro podría enseñar. Cada giro de varita de Harry era fluido, cada estocada precisa. Su cuerpo también había cambiado. Los hombros se habían ensanchado, y su rostro había perdido la última traza de niñez, adoptando unos ángulos más afilados y maduros. Sin sus gafas, sus ojos avellana, una mezcla en constante cambio de verde y marrón, parecían aún más intensos y perceptivos. Todo esto le daba una razón más para nunca hacer enfadar a Daphne, quien estaba estudiando para sanadora. Si Andromeda era peligrosa con su conocimiento médico, Harry no quería ni imaginar lo que una Greengrass motivada podría hacer con el mismo arsenal de conocimientos. —Harry —dijo Augusta desde el banco de piedra donde observaba, con una taza de té humeante en la mano—. Tu velocidad es impresionante, pero descuidas tu flanco izquierdo. No confíes solo en tus reflejos; la posición lo es todo. Harry asintió sin detenerse, ajustando su guardia. Aún se estaba acostumbrando al flujo constante de información que sus sentidos le proporcionaban. Podía oler la tierra húmeda a diez metros de distancia, escuchar el batir de alas de un pájaro en un árbol lejano y sentir el cambio en la presión del aire cuando Andromeda preparaba su siguiente hechizo. Ya no era abrumador como al principio, pero requería una concentración constante para filtrar lo innecesario. Kael, el joven fénix, observaba todo desde la rama de un viejo roble. Sus plumas doradas y rojas brillaban como un fuego contenido. A veces, cuando uno de los chicos recibía un golpe particularmente fuerte, emitía un trino suave y melódico, y una ola de calidez y vigor renovado los recorría. —Suficiente por hoy —anunció Augusta cuando el sol ya estaba alto—. Han mejorado, pero la complacencia es el enemigo del progreso. Dúchense. Desayunen. Tenemos asuntos que discutir. Quince minutos después del entrenamiento matutino, sentados en el comedor, con el aroma del tocino y el pan tostado llenando el aire, Andromeda les pasó a cada uno una poción vigorizante de color azul pálido. —Esto ayudará con la fatiga muscular —explicó—. Y no, Neville, no tiene sabor a regaliz. Durante un breve descanso, Harry se acercó a Andromeda con curiosidad. —Tía Andy —dijo, usando el apodo que había surgido naturalmente después de semanas de convivencia—, ¿puedo preguntarte algo? Andromeda levantó la mirada, arqueando una ceja con curiosidad. El apodo la había sorprendido al principio, pero ahora lo aceptaba con una sonrisa cálida. —Por supuesto, Harry. ¿Qué tienes en mente? —No es que nos moleste, para nada, pero... ¿por qué pasas tanto tiempo con nosotros? Quiero decir, estás aquí todas las mañanas y tardes. Tienes tu propia familia, y aunque sé que Augusta te paga por ser nuestra tutora, muchas veces haces mucho más que lo que tu trabajo requiere. Andromeda cerró el libro que estaba hojeando lentamente, una expresión pensativa cruzando su rostro. Se quedó en silencio durante unos segundos, organizando sus pensamientos. —Es una pregunta justa —dijo finalmente—. La verdad es que con Nymphadora fuera de casa por su entrenamiento de auror junior, me siento algo sola. Ted, mi esposo, es abogado en ambos mundos y suele tener mucho trabajo, así que la casa se siente... vacía. Hizo una pausa, mirando hacia donde Neville seguía comiendo con apetito voraz después del entrenamiento. —Además, los veo a ambos como mis sobrinos honorarios. Cuando Augusta me propuso este trabajo inicialmente para enseñarles etiqueta, pensé que sería solo unas cuantas lecciones sobre protocolo. Pero ustedes dos... han llenado un vacío que no sabía que existía. Es refrescante sentirse útil de nuevo, especialmente en algo tan importante como prepararlos para el futuro. —¿No extrañas trabajar como sanadora? —preguntó Harry gentilmente. Una sombra de melancolía cruzó los ojos de Andromeda. —Todos los días. Dejé San Mungo cuando nació Nymphadora y nunca volví. Pensé que sería temporal, pero los años pasan tan rápido... Quizás algún día regrese. Por ahora, prefiero estar aquí, asegurándome de que ustedes dos estén preparados para lo que venga. Harry asintió, conmovido por la honestidad de la mujer. Era extraño tener figuras maternas en su vida después de lo que había pasado. La rutina de la tarde era menos física pero igualmente exigente. Se reunían en la biblioteca, donde Augusta los estaba instruyendo en las complejidades de la política del Wizengamot y la gestión de las finanzas de una casa antigua. Les mostraba los registros de los Potter y los Longbottom, explicándoles el significado de alianzas, contratos y responsabilidades. —El dinero que obtendrán del basilisco no es para comprar escobas nuevas o dulces de Honeydukes —les dijo, mientras revisaban documentos preliminares—. Es una herramienta. Poder. Influencia. Usado correctamente, puede construir un futuro seguro. Usado imprudentemente, solo atraerá buitres. Lord Greengrass ya había enviado varias lechuzas, confirmando que las negociaciones con Gringotts avanzaban. Planeaban extraer los restos de la criatura de forma discreta a finales del verano. Cada parte —la piel, los colmillos, el veneno, incluso los huesos— se almacenaría en bóvedas especiales, y su venta se gestionaría a lo largo de varios años para no saturar el mercado y maximizar las ganancias. —Mañana iremos a Gringotts con Lord Greengrass para revisar el contrato con los duendes y todas las estipulaciones finales —anunció Augusta, cerrando un grueso expediente—. Es importante que entiendan cada cláusula antes de firmar. Neville levantó la mirada de los documentos que estaba revisando. —Tía Andy, ¿crees que tu esposo podría actuar como nuestro abogado para revisar el contrato? O si está muy ocupado, ¿nos podría recomendar a alguien de confianza? Andromeda consideró la pregunta con seriedad. —Ted está completamente enterrado en un caso importante esta semana, pero déjame hablar con él. Tiene varios colegas especializados en derecho mágico que podrían ayudarnos. Es una excelente idea tener representación legal independiente para algo de esta magnitud. A pesar de la intensidad de estas lecciones, eran estos momentos de "normalidad" los que más disfrutaba Harry. Las tardes leyendo en silencio junto a Neville, las conversaciones estratégicas con Augusta que lo trataba como un igual, e incluso las correcciones mordaces pero bienintencionadas de Andromeda. Estaba construyendo una vida. Una familia. Fue durante una de esas tardes tranquilas de mediados de julio, mientras tomaban el té en el salón principal después de una sesión particularmente intensa sobre inversiones a largo plazo, que llegó la lechuza del Ministerio. Llevaba un sobre oficial, sellado con el escudo de cera del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica. El corazón de Harry dio un vuelco. Era la respuesta de Amelia Bones a su solicitud de visitar Azkaban. Tomó la carta con manos firmes, rompió el sello y la desdobló. Neville se inclinó ligeramente, conteniendo la respiración. Harry leyó en silencio, y poco a poco, la anticipación en su rostro fue reemplazada por una máscara de fría y tranquila decepción. No había ira, solo la confirmación de una sospecha. —¿Malas noticias? —preguntó Neville en voz baja. Harry suspiró, dejando la carta sobre la mesa para que los demás pudieran leerla. Estimado Sr. Potter, Le escribo en respuesta a su solicitud de visitar al prisionero Sirius Black en Azkaban. Lamento informarle que, después de consultar con el Ministro Fudge y la Subsecretaria Umbridge, su petición ha sido denegada. La decisión fue unánime y no requirió deliberación del Wizengamot. Las regulaciones que rodean a Azkaban son absolutas, especialmente para prisioneros de máxima seguridad condenados por traición y asesinato en masa. Aunque su estatus como héroe del mundo mágico fue considerado, el Ministerio considera que la seguridad de la prisión y del propio visitante sería imposible de garantizar. Además, se considera que tal visita sería contraproducente para su propio bienestar psicológico. El caso de Sirius Black se considera legalmente cerrado y no sujeto a revisión. Lamento no poder ser de más ayuda en este asunto. Atentamente, Amelia Bones Jefa del Departamento de Aplicación de la Ley Mágica Un silencio pesado se instaló en el salón. Neville apretó los puños, la frustración evidente en su rostro. Augusta leyó la carta con expresión sombría, pero fue Andromeda quien reaccionó más intensamente. Su rostro se había puesto pálido, y sus manos temblaban ligeramente mientras sostenía la carta. —Sirius... —murmuró, su voz apenas un susurro—. Harry, ¿por qué querías ver a mi primo? La emoción cruda en su voz sorprendió a todos. Harry había olvidado la conexión familiar. —No sabía que fuera tu primo —dijo Harry suavemente. Andromeda se pasó una mano por el cabello, claramente afectada. —Sirius y yo éramos muy cercanos antes de que yo fuera desheredada. Él era... era como un hermano menor travieso. Cuando me casé con Ted, fue uno de los pocos que no me dio la espalda completamente. Y James Potter... —su voz se quebró un poco—, James era como un hermano para Sirius. Aún no puedo creer que lo traicionara. Nunca pude entender qué lo llevó a... Se detuvo, limpiándose los ojos discretamente. —¿Por qué querías verlo, Harry? Harry había anticipado esta pregunta, pero ver el dolor genuino de Andromeda hizo que la mentira se sintiera aún más amarga. —Quería verlo en persona —dijo cuidadosamente—. Quería preguntarle por qué lo hizo. Por qué traicionó a mis padres, por qué destruyó todo lo que yo podría haber tenido. Pensé que merecía una explicación directa de su parte. Neville asintió, siguiendo la corriente. —Pensamos que confrontarlo podría dar a Harry algo de cierre —añadió. Harry tomó un respiro profundo, decidiendo plantar una semilla de duda. —Pero ahora que lo pienso... —dijo lentamente, como si la idea acabara de ocurrírsele—, ¿y si fuera inocente? Todos lo miraron con sorpresa. —Harry —dijo Augusta con firmeza—, el hombre fue encontrado riendo sobre los cuerpos de trece muggles... —Pero ¿hubo un juicio? —interrumpió Harry, fingiendo curiosidad genuina, aunque conocía perfectamente la respuesta—. Quiero decir, nadie sabe realmente las razones de Sirius. ¿No es extraño que alguien tan leal a mis padres los traicionara sin ninguna explicación? Andromeda frunció el ceño, claramente perturbada por la pregunta. —No... no hubo juicio —admitió lentamente—. Fue enviado directamente a Azkaban. En ese momento, con las pruebas tan claras... —¿Pero qué pruebas exactamente? —preguntó Harry, presionando gentilmente—. Aparte de estar en el lugar equivocado en el momento equivocado. Un silencio incómodo llenó la habitación. Era claro que ninguno había considerado realmente esta posibilidad. Augusta tomó la carta nuevamente, su expresión pensativa. —El Ministerio no funciona con gratitud, muchachos. Funciona con burocracia y miedo. Ni siquiera permitieron que tu petición llegara al Wizengamot. Fudge y esa Umbridge decidieron por cuenta propia. Se levantó, caminando hacia la ventana. —Pero tienes razón en algo, Harry. Es extraño que nunca hubo un juicio. Incluso los criminales más despreciables merecen su día en corte. Harry se levantó y se unió a Augusta en la ventana, mirando los jardines perfectamente cuidados. No se sentía derrotado. Se sentía... enfocado. La carta no era un final; era una confirmación de que el sistema estaba tan corrupto como había sospechado. Se giró, mirando a Neville y luego a Augusta y Andromeda. Sus ojos avellana brillaban con una determinación tranquila que helaba la sangre. —Bueno —dijo, con una voz desprovista de toda emoción, excepto de una resolución de acero—. Intentamos hacerlo por las buenas. Hizo una pausa, y una sonrisa peligrosa, casi imperceptible, se dibujó en sus labios. —Ahora lo haremos a nuestra manera. Neville sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral. Conocía esa expresión. Era la misma que Harry había tenido justo antes de enfrentarse al basilisco. Una mezcla de determinación absoluta y una frialdad calculada que prometía que alguien iba a lamentarse de haber subestimado a Harry Potter. Augusta y Andromeda intercambiaron miradas preocupadas, pero no dijeron nada. Habían aprendido a reconocer cuando Harry había tomado una decisión irrevocable. Solo esperaban que, fuera lo que fuera que estuviera planeando, no los llevara por un camino demasiado oscuro. Pero en el fondo de su mente, Andromeda no podía deshacerse de la pregunta que Harry había plantado: ¿Y si Sirius realmente era inocente? La sola posibilidad la llenaba de una mezcla de esperanza y horror que no sabía cómo procesar. ………………………………………………………………………………………………... La mañana siguiente amaneció despejada y fresca, perfecta para el viaje a Londres. Harry se despertó con una mezcla de nerviosismo y expectación. Hoy no solo revisarían el contrato más importante de sus vidas, sino que también tendría la oportunidad de hacer su primera impresión seria en el mundo de los negocios mágicos. Durante el desayuno, Ted Tonks llegó junto con Andromeda, llevando un maletín lleno de documentos legales y una expresión que mezclaba profesionalismo con orgullo paternal. —Buenos días a todos —saludó con un apretón de manos a ambos chicos—. Logré reorganizar toda mi agenda para estar aquí. Este tipo de transacciones requieren supervisión legal muy cuidadosa. Augusta asintió con aprobación mientras servía té. —Excelente. Tener representación independiente es crucial cuando se trata con los duendes. Respetan la preparación y la profesionalidad más que la mayoría. Una hora después, se prepararon para partir hacia el Caldero Chorreante. Harry observó cómo Andromeda demostraba una vez más la técnica correcta para viajar por Red Flu. —Recuerden —les dijo por enésima vez—, pronunciación clara, postura firme, y mantengan los codos pegados al cuerpo. A pesar de todas las lecciones de Andromeda sobre cómo usar la Red Flu correctamente, Harry aún luchaba con el método de transporte. Se tropezó ligeramente al emerger de la chimenea del Caldero Chorreante, sacudiéndose el hollín de su túnica con irritación. —Realmente prefiero los viajes muggles —murmuró a Neville, quien había salido con más gracia, pero igual de sucio—. Los automóviles no te dejan cubierto de ceniza ni te marean. Neville sonrió comprensivamente. —Al menos no aparecimos en la chimenea equivocada como la semana pasada. Caminaron por el Callejón Diagon hacia el imponente edificio de mármol blanco de Gringotts. La entrada estaba custodiada por duendes armados, cuyas miradas penetrantes siguieron cada uno de sus movimientos con la intensidad de depredadores evaluando a su presa. Lord Greengrass ya los esperaba en el vestíbulo, impecablemente vestido y llevando un maletín que parecía contener suficientes documentos para llenar una biblioteca pequeña. —Buenos días a todos —saludó con su habitual tono profesional—. Espero que estén listos para una mañana intensa. Los duendes han preparado una sala de conferencias privada para nosotros. Un duende de aspecto severo, con cicatrices que sugerían experiencia en combate y ojos que parecían evaluar el valor de todo lo que veían, se acercó a ellos. —Soy Griphook —se presentó con voz áspera, sin molestarse en sonreír—. Represento los intereses de Gringotts en esta transacción. Síganme. Y no toquen nada. Los guió a través de largos pasillos de mármol con la eficiencia militar típica de su raza. La sala de conferencias era impresionante: mesa de roble antiguo, sillas de cuero que probablemente costaban más que el salario anual de un empleado del Ministerio, y varios duendes ya sentados con pilas de pergaminos que parecían contratos lo suficientemente complejos como para dar dolor de cabeza a un equipo de abogados. —Antes de proceder con porcentajes y clausulas —gruñó Griphook, golpeando la mesa una vez para llamar la atención—, necesitamos aclarar ciertos... detalles sobre la bestia en cuestión. Un duende más viejo, con tantas cicatrices que parecía un mapa de batallas pasadas y una barba gris que llegaba hasta su cinturón, se inclinó hacia adelante. Sus ojos pequeños pero brillantes se fijaron en Harry y Neville como si fueran piezas de un rompecabezas. —Soy Ironforge, evaluador principal de materiales mágicos —se presentó con voz ronca—. Mis informes preliminares mencionan un basilisco de tamaño considerable. Necesito especificaciones exactas. El tamaño determina la pureza del veneno, la resistencia de la piel, la potencia mágica de los componentes. ¿Medidas precisas? Harry intercambió una mirada con Neville antes de responder. —Aproximadamente dieciocho metros de largo, quizás más. El grosor del torso era como el de un roble centenario. La cabeza era del tamaño de un carruaje pequeño. El silencio que siguió fue tan denso que se podría cortar con un cuchillo. Los duendes se miraron entre sí, sus expresiones fluctuando entre incredulidad total y alarma genuina. Ironforge se reclinó en su silla, sus ojos entrecirrándose peligrosamente. —Mocoso —dijo con voz cortante—, esas dimensiones describen una bestia milenaria. Una criatura de leyenda. ¿Me tomas por idiota? ¿Crees que un par de cachorros humanos pueden enfrentar semejante monstruo y vivir para contarlo? La insinuación hizo que la sangre de Harry hirviera. Su postura se enderezó y sus ojos avellana se endurecieron hasta parecer piedras preciosas. —No somos mentirosos —dijo con una voz tan fría que la temperatura de la habitación pareció bajar varios grados—. Y no somos "mocosos". Si necesitan pruebas de lo que digo, puedo proporcionar un recuerdo de la experiencia completa, o mejor aún, puedo llevarlos personalmente a la Cámara de los Secretos para que vean los restos con sus propios ojos. Neville se enderezó junto a su amigo, su propia expresión volviéndose seria. —Harry tiene razón. No mentimos sobre algo tan importante. La tensión en la habitación se volvió palpable. Griphook levantó una mano con autoridad, pero Harry pudo ver un destello de respeto en sus ojos ante la firmeza de su respuesta. —Calma, Sr. Potter —dijo Griphook con un tono ligeramente menos áspero—. Ironforge no pretendía ofender. Pero comprenda que una criatura de esas dimensiones tendría un impacto monumental en el mercado global de materiales mágicos. Necesitamos verificación absoluta antes de proceder con porcentajes basados en semejante valuación. Se dirigió a una chimenea ornamentada en la esquina de la sala. —Llamaré al Director Ragnok. Si esto es verdad, él querrá confirmarlo personalmente. Mientras esperaban, Ted se inclinó hacia Harry. —¿Sabes cómo extraer recuerdos, Harry? Es magia bastante avanzada, normalmente enseñada en séptimo año. Harry negó con la cabeza. —No, nunca he aprendido el hechizo. —Yo puedo ayudarte —ofreció Lord Greengrass—. He tenido que proporcionar recuerdos para casos legales complejos en el pasado. Unos minutos después, las puertas de la sala se abrieron para revelar a un duende que irradiaba autoridad absoluta. Era más alto que los demás, vestido con ropas negras bordadas con hilo dorado, y llevaba anillos que claramente denotaban su posición. Su barba blanca estaba perfectamente arreglada, pero sus ojos pequeños brillaban con una inteligencia feroz que había construido uno de los imperios financieros más poderosos del mundo. —Soy Ragnok —anunció con voz que no necesitaba alzarse para comandar respeto—. Director de Gringotts, heredero del trono de Ironhill, y guardián de la tradición duende. He venido personalmente porque las afirmaciones que han hecho son... extraordinarias. Lord Greengrass se levantó respetuosamente, sacando su varita. —Director, será un honor proporcionarle la evidencia. Harry, solo relájate y piensa en el momento más claro que recuerdes del encuentro con el basilisco. Harry cerró los ojos, concentrándose en la imagen del monstruo alzándose sobre él en la cámara, sus colmillos del tamaño de espadas goteando veneno mortal, la forma en que Kael había cegado a la bestia. Como Neville permaneció fielmente a su lado en ese momento de necesidad. Sintió un ligero tirón en su mente cuando Greengrass extrajo el recuerdo plateado. —Aquí tienen —dijo Greengrass, entregando un vial pequeño que contenía el recuerdo reluciente como mercurio líquido. Ragnok tomó el vial con reverencia y lo insertó en un dispositivo mágico elaborado que parecía una fusión entre un telescopio astronómico y un pensadero. La habitación se llenó de un silencio expectante mientras el Director observaba. Después de varios minutos que se sintieron como horas, Ragnok se enderezó lentamente. Sus ojos se habían abierto completamente y por primera vez desde que había entrado, parecía genuinamente sorprendido. —Por la barba sagrada de mis ancestros —murmuró con asombro—. Es completamente real. Se dirigió a los demás duendes presentes, hablando rápidamente en Gobbledegook, su idioma nativo. Los magos presentes en la sala no pudieron entender nada de lo que se decía en ese momento. Finalmente, Ragnok se dirigió tanto a Harry como a Neville, su actitud completamente transformada. —Nos disculpamos profundamente por cuestionar su honor —dijo formalmente—. Llamarlos cachorros fue... inapropiado. Lo que han logrado es impresionante para un par de humanos, digno de honorables guerreros. Ironforge se puso de pie y realizó lo que parecía ser una reverencia militar. —El recuerdo muestra que mataron a la serpiente antigua con acero frío, no con maldiciones a distancia como harían los magos cobardes —dijo con respeto genuino—. Eso requiere valor de verdaderos guerreros. Para una raza como la nuestra, que valora la fuerza y el honor por encima de todo, esto merece el más profundo respeto. Ragnok asintió solemnemente, pero luego frunció el ceño. —Sin embargo, hay algo en el recuerdo que reconocemos. La espada que empuñaron... es la espada de Gryffindor, forjada con la plata más pura de los duendes por nuestros maestros artesanos hace más de mil años. ¿Qué ocurrió con ella después de la batalla? Harry intercambió una mirada con Neville antes de responder. —Está en la oficina del director Dumbledore, supongo. La dejé allí después de salir de la cámara, no pensé en reclamarla. Un murmullo indignado se extendió entre los duendes. Ragnok intercambió miradas cargadas de significado con sus colegas. Harry, recordando vagamente algo de las películas de su vida anterior sobre la fascinación de los duendes con la espada, vio una oportunidad dorada. Si quería construir una alianza sólida con los duendes —especialmente pensando en futuros planes que podrían involucrar cierta copa dorada— este era el momento perfecto. Se aclaró la garganta y se dirigió directamente a Ragnok con toda la formalidad que Andromeda le había enseñado. —Director Ragnok, si la espada pertenece legítimamente a la nación duende, buscaré la forma de devolverles esa reliquia sagrada. No está bien que una obra de arte duende sea retenida sin el consentimiento de sus verdaderos creadores. Un silencio absoluto cayó sobre la habitación como si alguien hubiera lanzado un hechizo silenciador. Todos los duendes lo miraron con expresiones que fluctuaban entre shock total y algo que definitivamente era esperanza. Ragnok se levantó lentamente y caminó hacia Harry con pasos medidos. —¿Habla completamente en serio, Harry Potter? ¿Devolvería voluntariamente una reliquia de valor incalculable? —Completamente en serio —respondió Harry sin una pizca de duda—. Si no es mía por derecho legítimo de creación, entonces debería estar en manos de quienes la forjaron con su sudor y habilidad. Ragnok extendió su mano callosa hacia Harry. Cuando sus palmas se tocaron, Harry sintió una extraña sensación, como si una corriente eléctrica muy suave pero penetrante corriera entre ellos, evaluando cada fibra de su ser. —Habla con verdad absoluta —anunció Ragnok a la habitación—. No hay engaño, nos esta ofreciendo la espada de verdad. El Director se sentó nuevamente, pero su postura y expresión habían cambiado completamente. Había un respeto profundo en sus ojos antiguos. —Sr. Potter, Sr. Longbottom, deben entender algo de vital importancia sobre la propiedad duende. Hizo una pausa, organizando sus pensamientos. —Es verdad que cualquier objeto forjado con plata duende nos pertenece por derecho de creación. Normalmente, hacemos contratos específicos para su uso: algunos por la vida del portador, otros por generaciones familiares, dependiendo del honor demostrado. Se inclinó hacia adelante, sus ojos brillando con intensidad. —La espada de Gryffindor fue un regalo especial para Godric Gryffindor hace más de mil años. Él fue un hermano de armas para nuestra nación, un guerrero legendario que luchó codo a codo con nuestros antepasados contra enemigos comunes. La espada se convirtió en suya por derecho de hermandad de batalla. Ragnok se puso de pie solemnemente. —Pero las armas forjadas por duendes tienen propiedades místicas únicas. Solo pueden ser verdaderamente empuñadas por aquellos que han demostrado valor excepcional a través de actos de heroísmo genuino. Sus ojos se fijaron en Harry. —Usted, señor Potter, extrajo esa espada del Sombrero Seleccionador en su momento de mayor necesidad. Ha matado a una serpiente milenaria con ella, salvando vidas inocentes. Ha mostrado disposición a devolver lo que considera que no le pertenece. Ha demostrado honor que rivaliza con el de Gryffindor mismo. La habitación estaba tan silenciosa que se podía escuchar la respiración de todos. —Por tanto —continuó Ragnok con voz ceremonial—, la nación duende declara oficialmente que Harry Potter ha ganado el derecho a portar la espada de Gryffindor durante toda su vida natural y por dos generaciones de sus descendientes. Se giró hacia Neville. —Y usted, señor Longbottom, también empuñó esa espada en batalla. También enfrentó a la bestia antigua con valor inquebrantable. Si lo desea, la nación duende le proporcionará un arma forjada especialmente con nuestra plata más pura, con los mismos derechos de portación. Los ojos de Neville se abrieron con asombro. —Yo... sería un gran honor, Director. —Además —continuó Ragnok—, todas las posesiones de plata duende que actualmente posee la familia Longbottom tendrán sus contratos renovados por el mismo período. Consideramos esto una inversión en futuros guerreros honorables. Ironforge golpeó la mesa con aprobación. —Los otros duendes hicieron lo mismo, un golpeteo rítmico que Harry reconoció como su forma tradicional de aplauso. —Sin embargo —añadió Ragnok con tono más serio—, le recomendamos encarecidamente, señor Potter, que recupere su espada de manos del director Dumbledore lo antes posible. Es suya por múltiples derechos: conquista, valor, y reconocimiento duende. Ningún mago, sin importar su reputación o poder, debería retener las posesiones legítimas de otro. Augusta, que había permanecido sorprendentemente callada durante todo este intercambio extraordinario, finalmente encontró su voz. —Esto es... completamente inesperado. Pero extraordinario. Ted Tonks garabateaba notas rápidamente, claramente tratando de procesar las implicaciones legales. Lord Greengrass asintió, genuinamente impresionado. Ragnok regresó a los asuntos de negocios, pero con una actitud completamente diferente. —Ahora, procedamos con los detalles del contrato del basilisco. Dado el tamaño extraordinario de la criatura y el honor que han demostrado, Gringotts está preparado para ofrecer términos excepcionales. Griphook desplegó varios pergaminos largos cubiertos de cifras y porcentajes. —Basándonos en las dimensiones confirmadas, estimamos que el basilisco proporcionará materiales por un valor total de aproximadamente ocho millones de galeones, posiblemente más dependiendo de la calidad final tras procesamiento. Los números hicieron que Harry se sintiera mareado. —La división propuesta —continuó Ironforge— es sesenta por ciento para ustedes, treinta por ciento para Gringotts por extracción, procesamiento, almacenamiento y diez por ciento para lord Greengrass para la comercialización a lo largo de múltiples años. Ted levantó la vista de sus notas. —¿Por qué múltiples años? —Estrategia de mercado esencial —explicó el señor Greengrass—. Si liberáramos todos los materiales de una vez, inundaríamos el mercado global y el valor se desplomaría catastrófica mente. En su lugar, venderemos en lotes cuidadosamente calculados durante aproximadamente ocho a diez años. Esto mantendrá los precios estables y maximizará las ganancias para todas las partes. Ragnok asintió con aprobación. —Es la estrategia correcta. Estabilidad a largo plazo sobre ganancias inmediatas. —Además —añadió Griphook—, con las fortunas existentes de las familias Potter y Longbottom, más estas ganancias del basilisco, sus bóvedas crecerán exponencialmente a lo largo de los años. Nuestros expertos financieros proyectan que, con inversiones inteligentes, ambos podrían estar entre las diez familias más ricas de Gran Bretaña dentro de una década. —Pero hay cláusulas legales importantes que aclarar —intervino Ted—. Derechos de propiedad intelectual, responsabilidades fiscales, implicaciones de herencia... ………………………………………………………………………………………………... Las siguientes horas se arrastraron con una lentitud que contrastaba dramáticamente con la emoción inicial de la mañana. La sala de conferencias se había transformado en lo que parecía el epicentro de una operación legal masiva, con pergaminos desplegados por toda la superficie de la mesa de roble y pilas de documentos que se alzaban como torres de papel. Harry firmó lo que parecía ser una cantidad infinita de documentos, cada uno requiriendo no solo su firma, sino también su sello familiar, huellas mágicas, y en algunos casos, gotas de sangre para verificación de linaje. Sus manos comenzaron a doler después de la primera hora, y para la tercera, había perdido la cuenta de cuántas veces había escrito "Harry James Potter" en tinta duende. Había cláusulas de confidencialidad que regulaban quién podía saber sobre la transacción y cuándo, acuerdos de distribución temporal que especificaban exactamente cuánto material podía venderse cada trimestre durante los próximos diez años, especificaciones exhaustivas sobre el manejo de materiales peligrosos que incluían protocolos de seguridad que parecían escritos para una instalación nuclear, y una docena de sub-contratos que regulaban todo, desde los derechos de propiedad intelectual hasta las responsabilidades ambientales del proceso de extracción. Ted había comentado en un momento que había visto contratos internacionales menos complejos que lo que estaban firmando. Cuando finalmente el último pergamino fue firmado y sellado con los sellos oficiales tanto de Gringotts como de las familias Potter y Longbottom, la tensión en la habitación se disipó como aire escapando de un globo. Lord Greengrass se reclinó en su silla con una satisfacción que no podía ocultar, guardando meticulosamente su copia de los contratos en su maletín de cuero dragón. —Caballeros —dijo, su sonrisa más genuina y relajada que Harry había visto jamás—, este ha sido, sin lugar a dudas, uno de los días más productivos y lucrativos de mi carrera profesional. Se permitió un momento de celebración discreta, aflojándose ligeramente la corbata. —Debo admitir que cuando inicialmente consideré esta... aventura empresarial tan poco convencional, tenía reservas considerables sobre la viabilidad y los riesgos involucrados. Pero un diez por ciento de las ganancias por comercialización de un basilisco milenario ha resultado ser considerablemente más lucrativo de lo que mis proyecciones más optimistas habían anticipado. Su expresión se suavizó mientras miraba a Harry, adoptando un aire casi paternal. —Y considerando lo positivamente que están progresando las cosas entre mi hija Daphne y el joven Sr. Potter —hizo una pausa significativa—, diría que el futuro sonríe abundante y próspera mente a la familia Greengrass en múltiples frentes. Harry sintió esa familiar sensación de incomodidad que había comenzado a asociar con cualquier mención de su supuesta relación con Daphne. Era frustrante cómo todos los adultos parecían haber llegado a conclusiones románticas sobre su amistad, sin importar cuántas veces había intentado aclarar la situación. Decidió aprovechar el evidente buen humor de Lord Greengrass para hacer su petición. —Hablando de Daphne, señor —comenzó cuidadosamente—, me preguntaba si sería posible que saliera con nosotros este fin de semana. Neville y yo pensábamos ir al mundo muggle, quizás al cine o a almorzar en algún restaurante muggle. Sería algo completamente casual, por supuesto, solo amigos pasando tiempo juntos... Pero antes de que pudiera terminar su explicación, la respuesta de Lord Greengrass lo detuvo en seco. —Por supuesto, Harry —interrumpió con una sonrisa que bordeaba lo conspiratorio y parecía sugerir que entendía perfectamente las "verdaderas" intenciones detrás de la petición—. Después de todo, ya te he dado mi bendición oficial para cortejar a Daphne formalmente, así que ciertamente no necesitas pedirme permiso específico para cada salida. Harry sintió que su rostro se enrojecía mientras abría la boca para protestar. —Señor, yo realmente no me refería a... quiero decir, no estábamos planeando nada romántico, simplemente queríamos... —Confío completamente en que ambos mantendrán los estándares apropiados de comportamiento y decoro —continuó Lord Greengrass, claramente eligiendo escuchar solo lo que quería escuchar—. Los jóvenes de hoy en día son tan modestos sobre sus intenciones románticas. Se levantó, comenzando a guardar sus cosas con aires de conclusión satisfactoria. —En mis tiempos, los jóvenes eran considerablemente más directos y abiertos sobre sus intenciones de cortejo —comentó a Ted con una sonrisa de complicidad generacional—. Pero supongo que un poco de timidez juvenil es encantadora a su manera. Harry hizo otro intento desesperado. —Señor Greengrass, si pudiera solo aclarar que... Pero el hombre ya se había dirigido hacia la salida, deteniéndose únicamente para estrechar la mano de Harry con lo que parecía ser aprobación paternal. —Cuida muy bien de mi hija, Harry —dijo con tono serio pero cálido—. Y no dudes en contactarme si necesitas cualquier consejo sobre... navegación exitosa en las complejidades inevitables de cortejar apropiadamente a una Greengrass. Y con eso, se retiró de la sala, dejando a Harry con la familiar sensación de frustración y la creciente comprensión de que había sido, una vez más, completamente malinterpretado por los adultos que lo rodeaban. Ted le dio una palmada comprensiva en el hombro. —Tranquilo, Harry. Los adultos tienden a ver romance donde los jóvenes ven amistad. Es parte de hacerse mayor, supongo. Pero internamente, Harry sabía que la situación era más compleja que eso. Por frustrante que fuera ser constantemente malinterpretado, había comenzado a darse cuenta de que esta percepción errónea estaba sirviendo como una especie de escudo protector para Daphne. Mientras la gente creyera que él estaba cortejando seriamente a Daphne, y mientras Lord Greengrass siguiera viendo su asociación como mutuamente beneficiosa, era menos probable que considerara ofertas de otras familias. Harry había notado la manera en que Draco Malfoy miraba a Daphne durante las clases, y aunque sabía que ella era perfectamente capaz de cuidarse sola, también entendía que si su padre firmaba un contrato matrimonial, ella no tendría más opción que cumplirlo. Así que, por ahora, dejaría que la gente pensara lo que quisiera pensar. Era un pequeño precio a pagar por la tranquilidad de saber que Daphne tenía tiempo para tomar sus propias decisiones sobre su futuro. Mientras Harry lidiaba con las complejidades sociales de su supuesta vida romántica, Neville fue escoltado por un grupo de tres duendes armados hacia otra sección del banco que parecía adentrarse mucho más profundamente en las entrañas de Gringotts. Augusta los acompañó, prácticamente radiando orgullo y emoción por la oportunidad histórica que se le presentaba a su nieto. —Es un honor absolutamente extraordinario, Neville —le dijo mientras caminaban por pasillos que gradualmente transitaban del mármol pulido a piedra natural tallada—. En toda la historia registrada de la familia Longbottom, muy pocos magos han recibido una invitación personal para elegir un arma forjada específicamente por maestros duendes. Los pasillos se volvían cada vez más antiguos y ornamentados a medida que descendían, con antorchas mágicas que se encendían automáticamente a su paso y se apagaban después de que pasaban. Los llevaron a una cámara que parecía más un museo sagrado que una armería convencional. Las paredes de piedra pulida estaban cubiertas de armas de todo tipo imaginable: espadas largas y cortas, dagas ceremoniales y de combate, hachas de guerra de diversos tamaños, mazas con cabezas elaboradamente decoradas, y algunas armas que Neville no pudo identificar inmediatamente pero que claramente pertenecían a tradiciones de combate muy antiguas. Todas brillaban con el lustre característico e inconfundible de la plata duende, y todas irradiaban un aura de poder y propósito que era casi tangible en el aire de la cámara. Un duende anciano, con una barba plateada tan larga que llegaba casi hasta el suelo y músculos que desmentían completamente su edad aparente, se acercó a ellos con pasos medidos y ceremoniales. —Soy Forgefire —se presentó con voz resonante que parecía haber sido forjada en las mismas fraguas donde creaba sus armas—. He forjado armas para guerreros dignos durante más de trescientos años. He visto el valor en batalla, joven Longbottom. Ahora veamos qué tipo de alma guerrera reside en tu espíritu y qué arma llama a despertarla. Mientras tanto, aprovechando la ausencia temporal de Neville, Ragnok se dirigió a Harry con una expresión que mezcla urgencia con respeto profesional. —Sr. Potter, si me permite, hay asuntos financieros de considerable importancia que necesitamos discutir en privado —dijo con tono formal—. Asuntos que, francamente, hemos intentado abordar con usted desde su regreso oficial al mundo mágico hace casi dos años, sin éxito. Harry frunció el ceño, genuinamente confundido por la implicación. —¿Asuntos financieros específicos? Nunca he recibido ninguna correspondencia de Gringotts sobre temas más allá de mis retiros básicos de la bóveda fiduciaria. Ted, quien había estado organizando meticulosamente sus propios documentos y notas legales, levantó la vista con interés profesional inmediato. —¿Puedo acompañar a Harry como su representación legal para esta discusión? Cualquier asunto financiero de esta magnitud requiere supervisión legal apropiada. —Por supuesto —asintió Ragnok sin hesitación—. De hecho, es preferible y recomendable tener testigos legales calificados para este tipo de revisiones financieras comprehensivas. Los condujeron a través de otro conjunto de pasillos hacia una oficina privada considerablemente más pequeña que la sala de conferencias, pero igualmente elegante en su simplicidad funcional. Un duende de mediana edad, con pequeñas gafas de montura dorada y un aire de meticulosa organización que se reflejaba en cada aspecto de su apariencia, se levantó respetuosamente de detrás de un escritorio de madera oscura cubierto de libros de contabilidad perfectamente ordenados y pergaminos clasificados por colores. —Sr. Potter —dijo con una reverencia formal que claramente había sido perfeccionada a lo largo de décadas de servicio—, soy Coinkeeper, gerente senior de las cuentas de la familia Potter. Es un honor genuino y largamente esperado finalmente conocerlo en persona. Se acomodó cuidadosamente en su silla, abriendo un libro de contabilidad extraordinariamente grueso con tapas reforzadas en metal. —Debo decir desde el inicio que hemos intentado contactarlo múltiples veces desde su regreso al mundo mágico para programar esta reunión de revisión financiera, que es obligatoria por ley mágica para todos los herederos de casas antiguas —hizo una pausa significativa—. Pero nuestras lechuzas especialmente entrenadas nunca han logrado entregarle exitosamente la correspondencia oficial. Harry intercambió una mirada cargada de significado con Ted, ambos llegando a la misma conclusión sospechosa. —Nunca he recibido un solo correo de Gringotts sobre mis finanzas familiares —confirmó Harry—. De hecho, hasta hace muy poco tiempo, honestamente pensaba que solo tenía acceso a esa pequeña bóveda fiduciaria para gastos escolares. Coinkeeper frunció el ceño profundamente, sus dedos tamboreando pensativamente sobre el libro de contabilidad. —Eso es extremadamente irregular y francamente preocupante —dijo con tono grave—. Nuestras lechuzas bancarias son entrenadas específicamente y encantadas mágicamente para localizar y encontrar a los herederos Potter sin importar dónde estén ubicados geográficamente o qué protecciones mágicas los rodeen. Hizo una pausa significativa, claramente considerando las implicaciones. —El hecho de que consistentemente no hayan podido entregarle la correspondencia oficial sugiere muy fuertemente interferencia mágica deliberada e intencional de nivel considerable. Abrió el libro a una página específica, girándolo cuidadosamente para que Harry pudiera ver claramente las cifras meticulosamente registradas. —Permíteme explicarte detallada y completamente tu verdadera situación financiera, Sr. Potter. Lo que has estado utilizando todos estos años es efectivamente tu bóveda fiduciaria personal, que fue establecida con fondos específicamente limitados para gastos educacionales directos y necesidades básicas de subsistencia hasta que alcances tu mayoría de edad legal. Señaló una serie de números que inmediatamente hicieron que los ojos de Harry se abrieran completamente con shock. —Sin embargo, las bóvedas familiares principales de los Potter —y hay varias— contienen recursos financieros considerablemente más sustanciales y diversos. Comenzó a detallar cada categoría mientras pasaba las páginas. —En efectivo líquido disponible, actualmente tienes aproximadamente dos millones trescientos mil galeones distribuidos en múltiples bóvedas de alta seguridad —hizo una pausa para que la información se asimilara—. Pero eso es apenas la superficie de tu patrimonio total. Continuó pasando páginas, revelando inventarios elaborados. —En términos de propiedades inmobiliarias, la familia Potter posee la mansión ancestral en el Valle de Godric, por supuesto, pero también tres casas en Londres mágico, una villa en el sur de Francia, y sorprendentemente, varios edificios comerciales en el Callejón Diagon que actualmente están siendo arrendados y generan ingresos sustanciales mensualmente. Los números continuaron acumulándose de manera abrumadora. —En cuanto a inversiones y participaciones comerciales —girando a otra sección—, tus padres fueron extraordinariamente inteligentes financieramente. Diversificaron extensivamente en múltiples sectores tanto mágicos como muggles. Tienes participaciones significativas en tres compañías de pociones, una editorial mágica, dos fabricantes de varitas regionales, y sorprendentemente, varias empresas muggles tecnológicas que han resultado extremadamente lucrativas. Harry se sentía progresivamente más abrumado con cada revelación. —También hay una sección completa dedicada a patentes mágicas —continuó Coinkeeper—. Tu padre, James, era aparentemente bastante inventivo. Hay al menos doce patentes registradas bajo el nombre Potter, incluyendo algunas mejoras en escobas voladoras y varios hechizos de uso doméstico que generan regalías modestas pero consistentes. Ted silbó suavemente, claramente impresionado por la complejidad y magnitud del patrimonio. —Eso es... substancialmente más de lo que cualquiera podría haber anticipado. —Y esto es antes de considerar las ganancias proyectadas del basilisco —añadió Ragnok—. Con gestión financiera apropiada y estratégica, el Sr. Potter podría muy realísticamente convertirse en uno de los individuos más ricos de toda Gran Bretaña mágica, posiblemente incluso de Europa. Harry se reclinó en su silla, sintiendo el peso de la información. —Esto es increíble, pero también abrumador —admitió—. ¿Hay posibilidad de hacer nuevas inversiones? Hay algunas empresas muggles emergentes que podrían ser muy prometedoras... Coinkeeper y Ragnok intercambiaron miradas. —Lamentablemente —explicó Coinkeeper con tono apologético—, aunque puedes acceder a fondos para gastos personales y educacionales, no tienes autoridad legal para realizar inversiones importantes o cambios significativos en la cartera financiera hasta que oficialmente te conviertas en el Jefe de la Casa Potter. —¿Y cuándo ocurre eso exactamente? —preguntó Harry. —Cuando alcances la mayoría de edad mágica —respondió Ragnok—. A los diecisiete años, o en circunstancias especiales, si te emancipas mágicamente antes. Solo entonces tendrás control total sobre el patrimonio familiar y la autoridad para tomar decisiones de inversión independientes. Harry asintió, entendiendo pero sintiéndose ligeramente frustrado por la limitación temporal. —Mientras tanto —continuó Coinkeeper—, ¿hay alguna necesidad inmediata específica que podamos abordar dentro de los parámetros actuales? Harry pensó por un momento. —¿Hay alguna manera práctica de hacer compras en el mundo muggle sin tener que venir aquí constantemente para cambiar galeones manualmente? Es un poco inconveniente para gastos cotidianos. Coinkeeper sonrió, claramente complacido por la pregunta práctica. —Una pregunta excelente y muy común entre herederos de su generación —dijo, abriendo un cajón del escritorio—. Gringotts mantiene operaciones discretas pero extensivas en el mundo muggle bajo varias tapaderas financieras legítimas y completamente reguladas. Sacó una pequeña tarjeta dorada con el escudo Potter grabado discretamente en una esquina. —Esta tarjeta de débito especialmente encantada le proporcionará acceso inmediato a fondos equivalentes desde cualquier cajero automático muggle en cualquier parte del mundo, con conversiones monetarias automáticas de sus fondos mágicos a las tasas de cambio más favorables disponibles. Harry tomó la tarjeta, sintiéndose como si le hubieran entregado una llave para la independencia personal. —Esto es absolutamente perfecto —dijo con gratitud genuina—. Normalmente no necesito gastar grandes cantidades porque actualmente estoy viviendo como huésped de los Longbottom, pero realmente no me gusta aprovecharme constantemente de su generosa hospitalidad. Hizo una pausa, considerando. —Y honestamente, a veces simplemente me gusta poder comprar pequeños gustos o cosas personales sin tener que depender de Augusta o pedirle dinero a alguien más. Es importante mantener cierta independencia personal. —Muy prudente y maduro —aprobó Coinkeeper—. La independencia financiera personal, incluso en pequeña escala, es absolutamente crucial para un joven de su posición social y las responsabilidades que eventualmente heredará. Durante los siguientes minutos, mientras Harry llenaba algunos formularios adicionales para activar la tarjeta, Coinkeeper abrió otro libro más delgado pero igualmente detallado. —También deberíamos revisar y discutir las inversiones actuales de la familia Potter con más profundidad —dijo—. Sus padres demostraron ser extraordinariamente inteligentes y previsores financieramente, diversificando cuidadosamente en múltiples sectores tanto en los mundos mágicos como muggles para minimizar riesgos y maximizar crecimiento a largo plazo. Mientras revisaban cada inversión en detalle, desde participaciones en compañías de pociones establecidas hasta acciones en empresas muggles de tecnología emergente, Harry tuvo una idea que había estado desarrollándose en el fondo de su mente. —¿Mis padres dejaron algún testamento más allá de las disposiciones financieras? —preguntó con cuidado calculada—. Algo más personal o específico sobre sus deseos personales? Coinkeeper y Ragnok intercambiaron miradas significativas, claramente entendiendo la importancia potencial de la pregunta. —Sí y no, de manera complicada —respondió Coinkeeper cuidadosamente—. Existe definitivamente un testamento formal registrado oficialmente con nosotros, pero se limita estrictamente a asuntos puramente financieros y de propiedad. Continuó explicando while consultaba los registros. —Te nombra explícitamente como heredero único y exclusivo de todas las propiedades, riquezas, inversiones y posesiones de la familia Potter, confirma oficialmente tu futuro estatus como Jefe de la Casa Potter cuando alcances la mayoría de edad, y establece todas las disposiciones específicas para tu cuidado, educación y bienestar durante tu minoría de edad. Hizo una pausa importante. —Sin embargo, Gringotts, por ley y tradición, solo maneja y archiva los aspectos estrictamente económicos y de propiedad de los testamentos mágicos. Si tus padres dejaron documentos más personales —cartas privadas, instrucciones específicas sobre tutela o cuidado personal, declaraciones sobre sus deseos personales o familiares— esos documentos más íntimos estarían archivados en el Ministerio de Magia, específicamente en el Departamento de Archivos Mágicos bajo la supervisión del Registro de Testamentos Personales. Harry sintió una chispa definitiva de esperanza. Quizás había una manera viable de ayudar a Sirius después de todo, si podía acceder a cualquier declaración personal que sus padres hubieran hecho sobre su verdadero Guardián del Secreto. —¿Cómo exactamente podría acceder legalmente a esos documentos personales? Ted se inclinó hacia adelante, su interés profesional claramente despertado. —Generalmente requiere una solicitud formal y oficial al Ministerio —explicó—. Como heredero directo y legal, tienes derecho absoluto bajo la ley mágica a revisar cualquier documentación testamentaria que te concierna directa o indirectamente. —Pero —añadió Ragnok con un tono de advertencia clara—, el Ministerio ha demostrado ser... considerablemente poco cooperativo últimamente con tus solicitudes legítimas, como evidenciaron claramente con el asunto de Azkaban. Harry sonrió, pero era una expresión que no llegaba completamente a sus ojos y tenía un filo que habría preocupado a cualquier observador cuidadoso. —Entonces simplemente tendremos que ser creativos y estratégicos en nuestro enfoque para obtener lo que necesitamos. Después de recoger una cantidad considerable de galeones para gastos personales —considerablemente más de lo que normalmente tomaba, pero considerando sus nuevas circunstancias financieras, parecía apropiado— Harry finalmente se reunió con Neville en el vestíbulo principal. Neville estaba prácticamente radiante de emoción y orgullo, sosteniendo cuidadosamente una espada corta elegantemente forjada con una empuñadura dorada intrincadamente decorada y una hoja que brillaba como plata líquida bajo las luces mágicas del banco. —¡Harry! ¡Mira esto! —exclamó con entusiasmo genuino—. Los duendes me dijeron algo fascinante: la espada me eligió tanto como yo la elegí a ella. Aparentemente, las armas forjadas por duendes desarrollan personalidad propia y eligen a sus portadores tanto como son elegidas. Augusta parecía estar a punto de estallar literalmente de orgullo maternal. —Y absolutamente todos nuestros contratos familiares han sido renovados generosamente —añadió con satisfacción evidente—. La vajilla de plata ceremonial, los candelabros ancestrales, incluso la antigua armadura ceremonial del bisabuelo Algernon... todo renovado por múltiples generaciones futuras. Mientras salían finalmente de Gringotts hacia el aire fresco del Callejón Diagon, Harry no pudo evitar sentir que habían logrado muchísimo más de lo que habían venido originalmente a hacer. No solo habían asegurado completamente su futuro financiero a un nivel que había superado sus sueños más ambiciosos, sino que habían ganado aliados poderosos e influyentes y habían abierto nuevas posibilidades prometedoras para resolver problemas antiguos y profundamente personales. El día había sido absolutamente extraordinario en múltiples niveles, pero Harry sabía intuitivamente que era solo el comienzo de cambios mucho más grandes. Con recursos sustanciales, aliados confiables y un plan que comenzaba a formarse claramente en su mente, las cosas estaban definitivamente a punto de ponerse muy interesantes en su mundo. Y en algún lugar en las celdas heladas y desesperanzadoras de Azkaban, un hombre inocente continuaba esperando una justicia que Harry ahora tenía tanto los medios como la determinación para proporcionarle. ………………………………………………………………………………………………... En las profundidades heladas de Azkaban, donde la esperanza venía a morir y los recuerdos felices se marchitaban como flores bajo una helada mortal, Sirius Black yacía en el suelo de piedra de su celda, convertido en poco más que una sombra de lo que una vez había sido. Sus ojos, que alguna vez brillaron con travesura y lealtad feroz, ahora se hundían profundamente en cuencas demacradas. Su cabello negro, que en sus días de estudiante había caído en ondas rebeldes que hacían suspirar a las chicas de Hogwarts, ahora colgaba en mechones grasientos y enmarañados que llegaban hasta sus hombros huesudos. La barba desaliñada que cubría su rostro no lograba ocultar la palidez enfermiza de su piel ni las líneas profundas que el dolor había tallado en sus mejillas. Sus ropas de Azkaban, que una vez fueron negras, ahora habían adquirido un tono gris pardusco por la suciedad y el tiempo. Colgaban de su marco esquelético como trapos sobre un espantapájaros, revelando brazos que parecían ramitas secas y un torso donde se podían contar fácilmente las costillas. Pero lo más devastador de todo era el vacío en sus ojos. Donde una vez hubo vida, pasión y amor incondicional por sus amigos, ahora solo quedaba un abismo de desesperación y culpa que los Dementores habían cultivado cuidadosamente durante más de una década. Sirius se había acostumbrado a la rutina diaria de tortura psicológica. Los Dementores se acercaban regularmente, alimentándose de sus recuerdos más preciados, forzándolo a revivir una y otra vez la noche en que todo se desmoronó: la traición de Peter, la muerte de James y Lily, los gritos de dolor de Harry bebé cuando encontró los cuerpos de sus padres. Pero esta mañana era diferente. Por primera vez en meses, los Dementores parecían estar manteniéndose a distancia. Sirius pudo sentir cómo su mente se aclaraba ligeramente, como si una niebla espesa hubiera comenzado a levantarse. No era mucho, pero era suficiente para que pudiera formar pensamientos coherentes por primera vez en semanas. El sonido llegó gradualmente: pisadas pesadas y arrastradas que resonaban por los pasillos de piedra de la prisión. Eran los pasos familiares de uno de los guardias, Brutus Scrimgeour, un hombre cruel que parecía encontrar un placer particular en atormentar a los prisioneros más allá de los métodos habituales de la prisión. Las pisadas se detuvieron directamente frente a su celda. —Bueno, bueno, Black —la voz áspera de Scrimgeour flotó a través de los barrotes, impregnada de malicia familiar—. Tengo algo especial para ti hoy. Sirius levantó la cabeza con esfuerzo, sus músculos protestando por el movimiento después de días de permanecer inmóvil. Scrimgeour se materializó al otro lado de los barrotes, vestido con el uniforme gris sucio de los guardias de Azkaban, sosteniendo algo en sus manos. —¿Recuerdas todas esas tonterías que siempre estás balbuceando? —continuó el guardia con una sonrisa cruel—. Sobre cómo eres inocente, sobre esa rata imaginaria, sobre ser el padrino del famoso Harry Potter... Sirius sintió que su corazón comenzaba a latir más rápido. Durante años había intentado mantener viva la verdad, gritándosela a cualquier guardia que escuchara, aunque la mayoría simplemente se reía de lo que consideraban las fantasías delirantes de un asesino loco. —Bueno —Scrimgeour desenvolvió lentamente un ejemplar del Profeta Diario—, pensé que te gustaría ver qué ha estado haciendo tu "ahijado" últimamente. Resulta que el chico ha estado bastante ocupado. Sostuvo el periódico de manera que Sirius pudiera ver la primera página a través de los barrotes. —¿Ves esto? —dijo con satisfacción maliciosa—. Tu precioso Harry Potter y su amiguito Longbottom mataron un basilisco de mil años en Hogwarts. Recibieron Órdenes de Merlín de Tercera Clase por ello. Sirius entrecerró los ojos, tratando de ver la fotografía en movimiento en la primera página. Aunque su visión estaba deteriorada, pudo distinguir dos figuras jóvenes de pie junto a un hombre que reconoció como el Ministro Fudge, sosteniendo medallas doradas y sonriendo para las cámaras. Su corazón se saltó un latido al reconocer los rasgos familiares de James en el rostro más alto de los dos. —Mira lo bien que se ve —continuó Scrimgeour, claramente disfrutando del momento—. Rico, famoso, admirado por todos. Y aquí está la parte realmente divertida: según el artículo, tanto él como el chico Longbottom dieron discursos sobre convertirse en Aurores y sobre cómo lo que hicieron fue solo su deber. El corazón de Sirius se hinchó de orgullo a pesar de las circunstancias. Harry quería ser Auror, como James. Estaba siguiendo los pasos de su padre. —Y hay más —añadió el guardia, hojeando las páginas—. Aparentemente salvaron a alguna chica llamada Susan Bones. Mira, aquí hay una foto del chico Longbottom cargándola cuando salían de la Cámara de los Secretos. Scrimgeour se rió cruelmente. —Oh, y esto te va a encantar. Hay toda una sección especulando sobre el romance de tu "ahijado". Aparentemente, hay una foto de alguna chica Greengrass tacleándolo y abrazándolo después de la batalla. Los reporteros están teniendo un día de campo especulando sobre la "joven pareja". Sirius cerró los ojos, sintiendo una mezcla de emociones. Harry estaba vivo, estaba bien, estaba creciendo. Pero también estaba creciendo sin él, encontrando romance y aventura mientras su padrino se pudría en una celda. —Por favor —murmuró Sirius, su voz apenas un susurro—. Déjame el periódico. Solo quiero... quiero ver a mi ahijado. Scrimgeour consideró la petición por un momento, claramente sopesando cuánto dolor adicional podría causar. —¿Sabes qué? Creo que sí te lo dejaré —dijo finalmente—. Después de todo, será agradable para ti tener algo que leer. Un recordatorio de todo lo que estás perdiendo mientras te pudres aquí por traicionar a tus amigos. Deslizó el periódico a través de los barrotes, donde aterrizó en el suelo sucio de la celda. —Disfruta leyendo sobre la vida que nunca tendrás con él, Black —añadió Scrimgeour mientras se alejaba—. Todos sabemos que estás loco, pero al menos ahora tienes algo bonito sobre lo cual alucinar. Las pisadas se desvanecieron gradualmente, dejando a Sirius solo con el periódico y sus pensamientos tumultuosos. Con manos temblorosas, Sirius recogió el Profeta Diario y lo sostuvo cerca de su rostro, tratando de ver mejor en la débil luz de su celda. La fotografía de la primera página mostraba claramente a Harry y Neville recibiendo sus medallas del mismísimo Ministro Fudge, y el corazón de Sirius se hinchó de orgullo a pesar de las circunstancias. Harry había crecido. Ya no era el bebé que había sostenido en sus brazos, ni siquiera el niño delgado que había visto en glimpses en Privet Drive durante su búsqueda desesperada. Era casi tan alto como James había sido, con los mismos ojos verdes brillantes de Lily y el mismo cabello rebelde de su padre. Pero más que su apariencia, era la confianza en su postura, la manera en que sostenía la cabeza alta mientras recibía su honor, lo que hizo que Sirius sintiera una mezcla de orgullo y tristeza. Harry había crecido sin él. Se había convertido en un joven fuerte y valiente sin la guía de su padrino. Estudió cuidadosamente la segunda foto que Scrimgeour había mencionado: Neville Longbottom cargando a una chica inconsciente mientras salían de lo que parecía ser un túnel. Susan Bones, había dicho el guardia. Harry se veía exhausto pero determinado en el fondo de la imagen. Luego encontró la foto que había hecho que los reporteros especularan. Una chica rubia hermosa había tacleado a Harry en lo que parecía ser puro alivio, sus brazos envueltos alrededor de él mientras él la sostenía, ambos sonriendo con lo que parecía ser una mezcla de alivio y algo más profundo. Sirius sonrió débilmente. Al menos Harry tenía alguien que se preocupaba por él, alguien que se había preocupado lo suficiente como para correr hacia él después de una batalla peligrosa. Continuó hojeando las páginas, leyendo vorazmente cada palabra sobre Harry, cada detalle sobre la batalla con el basilisco, cada mención de su valentía y habilidad. Su corazón se hinchaba de orgullo con cada línea. Cuando llegó a una sección menor del periódico, casi perdida entre los anuncios clasificados, algo captó su atención. Era un artículo pequeño sobre una familia que había ganado un concurso del Profeta para unas vacaciones en Egipto. La familia Weasley. Sirius estudió la fotografía que acompañaba el artículo. Mostraba a una familia pelirroja numerosa posando frente a una pirámide. Un hombre calvo con gafas, una mujer regordeta sonriendo, y varios niños de diferentes edades. Pero no eran los humanos en la foto lo que hizo que el corazón de Sirius se detuviera. Allí, en el hombro del niño más pequeño, había una rata. Una rata gris y gorda con un dedo del pie faltante. Sirius acercó el periódico tanto a su rostro que prácticamente lo estaba tocando con la nariz, sus ojos devorando cada pixel de la fotografía en movimiento. La rata se movía ocasionalmente, rascándose detrás de una oreja, girando la cabeza. No había error posible. Después de años de amistad, de transformaciones compartidas durante las noches de luna llena, Sirius reconocería a Peter Pettigrew en cualquier forma. —Peter —susurró, y su voz estaba llena de toda la furia acumulada de doce años—. Peter, maldito cobarde. La rata que había estado viviendo como la mascota de una familia, protegida y alimentada, mientras él se pudría en Azkaban por crímenes que Peter había cometido. Peter, que había traicionado a James y Lily. Peter, que había matado a todos esos muggles. Peter, que había dejado que Sirius cargara con la culpa durante más de una década. Y lo peor de todo: Peter estaba con la familia Weasley. Si Sirius recordaba correctamente, los Weasley tenían hijos en Hogwarts. Hijos que estarían cerca de Harry. Su ahijado estaba en peligro. El verdadero traidor estaba cerca de Harry, y nadie lo sabía excepto él. Sirius se puso de pie con un esfuerzo hercúleo, sus músculos gritando en protesta después de tanto tiempo de inactividad. Se acercó a los barrotes de su celda, aferrándose a ellos con una fuerza que no sabía que aún tenía. —¡PETER! —gritó con toda la fuerza que pudo reunir, su voz resonando por los pasillos de la prisión—. ¡PETER PETTIGREW! Su grito se convirtió en un alarido de rabia pura, años de dolor y traición canalizados en un sonido que era más animal que humano. Los guardias de Azkaban no se inmutaron. Los prisioneros gritando era algo común. Pero este grito era diferente. Tenía un propósito, una dirección. No era el lamento desesperado de un hombre roto, sino el rugido de un hombre que había encontrado una razón para seguir luchando. Sirius se desplomó contra los barrotes, jadeando por el esfuerzo, pero sus ojos ardían con una intensidad que no habían tenido en años. Peter estaba vivo. Peter estaba con la familia Weasley. Y sus hijos estaban en Hogwarts con Harry. Sirius miró nuevamente la fotografía, memorizando cada detalle de los rostros de la familia Weasley, especialmente el del niño pelirrojo que sostenía a Peter. Tenía que salir de Azkaban. Tenía que llegar a Harry. Tenía que exponer la verdad antes de que Peter pudiera hacerle daño a su ahijado. Por primera vez en doce años, Sirius Black tenía algo más poderoso que la desesperanza: tenía un propósito. Y en las profundidades de su mente, comenzó a formar un plan.
4 Me gusta 1 Comentarios 0 Para la colección Descargar
Comentarios (0)