ID de la obra: 342

El Legado del Elegido

Het
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planificada Mini, escritos 153 páginas, 16 capítulos
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Capítulo 3. Aprendiendo a caminar.

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Capítulo 3: Aprendiendo a caminar. El amanecer en Pueblo Paleta no tenía nada de especial, y sin embargo, todo se sentía diferente. La luz dorada del sol apenas tocaba los árboles, y el canto de los Pidgey parecía más apagado, como si también supieran que faltaba alguien. Mike sostenía una taza caliente entre las manos, sentado en la terraza del laboratorio. No era café —Brock decía que el té de hierbas era mejor para los nervios y el estómago antes de un entrenamiento. Frente a él, el Profesor Oak repasaba unos documentos con gesto concentrado. Misty estaba cerca del borde, de espaldas a todos, observando el árbol donde descansaba Ash... en silencio eterno. —Es momento de hablar de los Pokémon —dijo finalmente Oak, sin levantar la mirada. Mike enderezó la espalda. Brock dejó su taza. Misty no se movió, pero sus hombros se tensaron apenas. —Los Pokémon de Ash no son solo criaturas atrapadas en esferas. Son sus compañeros, sus amigos. Y ahora... están perdidos, igual que nosotros. Oak se levantó con lentitud, como si las palabras también le pesaran, y caminó hasta una mesa cercana. Sobre ella, un pequeño grupo de Pokébolas reposaba, alineadas con una precisión casi ritual. —Algunos ya han tomado su decisión. —Pasó la mano sobre una de ellas sin tocarla—. Bulbasaur y Muk se quedaron aquí, ayudan en el laboratorio y cuidan a los demás. Son estables, serenos... protectores. —¿Y Squirtle? —preguntó Mike, aunque en el fondo ya lo sospechaba. —Regresó con su escuadrón en Ciudad Carmín —intervino Brock—. Dijo que Ash le enseñó lo que era el coraje. Que debía compartir eso con los suyos. Mike tragó saliva. No era rechazo, pero se sentía igual. —Pidgeotto tampoco vendrá —agregó Misty con voz baja pero firme—. Está con Ash. No se mueve del árbol. Ni siquiera para comer. Como si… como si supiera que está esperándolo. Un silencio se instaló entre todos. Mike no se atrevió a decir nada. —Pero aún quedan otros —dijo Oak, retomando el tema—. Pokémon que podrían elegirte… si te consideran digno. Tomó dos Pokébolas y las colocó frente a Mike. —Aquí están Krabby y el líder del grupo de Tauros. Krabby lleva meses sin combatir, pero siempre fue leal. El Tauros… es el más fuerte. Dominaba a la manada. Están sueltos en el rancho. Tendrás que ir tú mismo a enfrentarlo. Mike asintió, sintiendo que eso tenía sentido. Un desafío justo. Nada sería fácil en ese mundo. —¿Y Charizard? —preguntó, aunque conocía bien la respuesta. Oak soltó una pequeña exhalación, casi como una risa cansada. —Charizard está aquí, pero no lo recomiendo… aún. Él no obedecía ni a Ash al principio. Solo le demostró respeto tras muchas batallas, y aún así, era terco. Si quieres enfrentarlo, deberá ser al final. Mike cerró los ojos un segundo. El nombre “Charizard” le despertaba respeto, admiración… y una pizca de miedo. —Entonces… —dijo finalmente— ¿cómo empiezo? —Empieza con Pikachu —dijo Brock, cruzando los brazos—. Si él te acepta, el resto puede darte una oportunidad. Si no… puede que este viaje termine antes de comenzar. Misty, hasta ahora silenciosa, se giró. Sus ojos se clavaron en los de Mike con una intensidad incómoda. No había odio, ni desprecio. Solo algo peor: duda. Duda de si realmente podrías estar a la altura del chico que había dado su vida por todos. Mike sostuvo la mirada. No dijo nada. Pero por primera vez… quiso intentarlo no por obligación, sino por convicción. "Mientras uno duerme, otro debe caminar."Y ahora, ese "otro" era él. //////// Pikachu no se había alejado del lado de Ash desde que había sido petrificado. Dormía bajo el árbol, a veces sobre la piedra misma, como si pudiera protegerlo aún con su calor. No hablaba, no respondía. Solo estaba ahí. Constante. Silencioso. Mike se acercó con pasos lentos, llevando en las manos un pequeño recipiente con fruta picada. Brock le había dicho que eran bayas dulces y mucha cátsup, una mezcla que normalmente le encantaba. No tenía mucha esperanza de que funcionara, pero quería intentarlo. —oye —dijo con suavidad, sentándose cerca pero sin invadir su espacio—. No sé si quieras hablar, o si me odias por estar aquí. No voy a fingir que sé lo que estás sintiendo. Pikachu no se movió. Solo lo escuchaba. —Solo... quería decirte que no estoy aquí para reemplazarlo. Nadie puede hacer eso. Ni en este mundo, ni en el mío… estoy intentando entender qué debo hacer. Por ti. Por él. Por todos. Dejó el recipiente a su lado y se acomodó en el pasto. El aire olía a tierra húmeda y hojas viejas. Mike sacó su celular y, por costumbre, lo encendió. La batería aún resistía. Reprodujo una canción suave, una que siempre lo ayudaba a ordenar sus pensamientos: "Sound of Silence". —En mi mundo… tú eres famoso, ¿sabes?, la cara de toda la franquicia, aunque tú solo decías "Pika pika". Eso era todo. Nunca pensé que pudieras sentir tanto. Que pudieras sufrir tanto. Hizo una pausa. —Y honestamente… no tengo ni idea de lo que estoy haciendo. Ni siquiera sé si me entiendes… Entonces, Pikachu se levantó. Con lentitud. Caminó hasta el tazón, olfateó una baya, y la mordió. Luego se volvió hacia Mike, sus ojos grandes clavados en los suyos. Y en un gesto tan claro como una palabra, asintió una sola vez. Mike sintió un nudo en el estómago. —¿Eso fue un sí? Pikachu inclinó la cabeza, como si estuviera pensando "¿Qué otra cosa podría haber sido?" Mike rió por primera vez en días. Una risa rota, nerviosa, pero genuina. —Ok… ok. Supongo que eso es suficiente para empezar. //////// El entrenamiento comenzó esa tarde. Nada sofisticado. Solo ejercicios básicos. Correr. Saltar. Y en pocas palabras fue… desastroso. Mike había leído mucho sobre cómo entrenar en los videojuegos. Tenía teorías, estadísticas, combinaciones… pero ahora, frente a un Pikachu real, todo eso se sentía inútil. —A ver… Pikachu, intenta Ataque Rápido contra ese tronco —pidió, señalando un blanco improvisado. Pikachu desapareció en un parpadeo, dejando una estela dorada. El tronco tembló al recibir el impacto. Mike silbó, impresionado. —Wow… eso sí fue rápido. —Intentemos ahora doble equipo. Pikachu hizo varias copias de si mismo y luego desaparecieron después de unos momentos. —guau ni siquiera pude distinguir al original, muy bien, ¡Ahora Impactrueno! Una descarga golpeó una roca cercana con fuerza. Chispas volaron por los aires. Mike dio un paso atrás, con los pelos del brazo erizados. —¡Ok! ¡¡Eso fue Impactrueno, seguro!! —¡Y ahora Cola de Hierro! —improvisó. Pikachu giró sobre sí mismo y su cola brilló como metal antes de golpear el mismo tronco, que ahora se partió por la mitad. Mike aplaudió con entusiasmo. —¡Sí! ¡Ese fue impresionante! Entonces, sin que él lo pidiera, Pikachu saltó al aire y lanzó un poderoso Rayo que impactó contra una roca enorme. La explosión dejó una marca negra en el suelo. Mike parpadeó, confundido. —¿Eh? Eso fue mucho más poderoso que un impactrueno ¿Eso fue… atactrueno? Pikachu se volvió hacia él con una sonrisa orgullosa. Mike soltó una carcajada de incredulidad. —Espera… ¿sabes usar más de cuatro ataques? Pikachu asintió sin perder esa sonrisita traviesa. —¡Pero eso es ilegal! —bromeó Mike—. En los juegos solo puedes tener cuatro movimientos. ¡Eso es trampa! Pikachu hizo una pequeña voltereta en el aire como respuesta. Mike se dejó caer al suelo, riendo. —No puedo creerlo… En mi mundo te subestiman tanto. Pero aquí… aquí eres otra cosa. Desde la distancia, Brock observaba con una ligera sonrisa. —Pikachu ha entrenado por años con Ash. Ha perfeccionado algunos ataques, pero también recuerda muchos otros. No tienen límite real… solo afinidades y experiencia. Oak, que lo acompañaba, murmuró con una mezcla de sorpresa y reflexión: —Curioso… ¿así que no hay "slots" como los que él mencionaba? Parece que los juegos simplificaron mucho más de lo que creíamos. ///////// Pikachu se acercó a Mike, que seguía tirado en el suelo. Se tumbó a su lado, dejando que su mejilla tocara la suya. Un pequeño cosquilleo eléctrico recorrió la piel de Mike, pero no era doloroso. Era como una afirmación silenciosa. Mike sonrió. — Gracias por confiar en mí. De verdad. Puede que no haya niveles, ni experiencia por combate. Pero si tú estás conmigo, podemos encontrar nuestra propia forma de crecer. Pikachu soltó un suave "Pika", más parecido a un suspiro que a un nombre. Y con eso… el primer vínculo comenzó a formarse. No perfecto, no inmediato. Pero real. Y ese era el primer paso. /////// A la mañana siguiente, tras un desayuno ligero y muchas agujetas, Brock lo llevó a un claro cerca del laboratorio. —Hoy no entrenaremos a Pikachu —le dijo, lanzándole una mochila que parecía pesar como una tonelada—. Hoy vas a entrenarte tú. Mike apenas la atrapó y casi cae de espaldas. —¿Esto es parte del entrenamiento? —No puedes proteger ni liderar a un equipo Pokémon si no puedes con tu propio peso. Literalmente —bromeó Brock con media sonrisa. El entrenamiento físico fue brutal. Correr. Escalar. Nadar. Cargar peso. Preparar su propia comida. Y todo sin el glamour de los videojuegos. Cada caída dolía. Cada raspón sangraba. La tierra no perdonaba. —Creí que esto era sobre Pokémon… —gimió Mike, con la cara cubierta de lodo. —Un entrenador es más que lanzar Pokébolas —le respondió Brock, enseñándole cómo reconocer bayas comestibles y plantas medicinales, cómo hacer fuego sin fósforos, y cómo leer las nubes para anticipar el clima. El Profesor Oak también lo acompañó en varios momentos. Aunque no participaba físicamente, observaba con atención. —Entonces en los juegos, ¿una baya podía curar el envenenamiento instantáneamente? —preguntó con tono escéptico. —Sí. Literalmente te la comes y ¡pum! como nuevo —respondió Mike entre jadeos. —Ridículo —dijo Oak, cruzado de brazos—. Las bayas pueden tener propiedades medicinales, pero necesitan preparación y tiempo. A menos que sean venenosas, claro… en cuyo caso, los efectos son inmediatos y muy reales. También le enseñaron cómo utilizar objetos médicos. Las “pociones”, por ejemplo, no eran mágicas: eran aerosoles antisépticos que ayudaban a cerrar heridas y aliviar el dolor, pero requerían limpieza previa y muchas veces vendajes posteriores. Nada de efectos instantáneos en medio de una pelea. —Los entrenadores las usan fuera de combate. En medio de una batalla sería inútil… y suicida —aclaró Brock. Esa semana fue un baño de realidad. Mike se dio cuenta de que su conocimiento gamer tenía valor, sí, pero no era una guía confiable. No del todo. Algunas cosas coincidían, pero muchas otras no. Y lo más importante: estaba aprendiendo a dejar de pensar en los Pokémon como estadísticas y a verlos como compañeros reales, con necesidades, con límites… y con una voluntad propia. Durante una de las noches, mientras miraba las estrellas tumbado junto a Pikachu, el Profesor Oak se acercó con una caja rectangular de plástico en las manos. —Tu celular —dijo—. Le hice algunas modificaciones. Mike se incorporó sorprendido. La pantalla estaba intacta, pero tenía un borde metálico nuevo, y una antena plegable. —Ahora también es una especie de Pokédex. Podrás registrar información básica de los Pokémon que conozcas. Mantiene todas sus funciones anteriores: música, notas, cámara… aunque el acceso a internet ya no será útil aquí. Mike encendió una canción lenta, nostálgica, de esas que solía escuchar mientras viajaba en tren. Pikachu ladeó la cabeza, curioso. Oak se sentó junto a ellos. —¿Qué planeas hacer ahora? Mike guardó silencio un instante. —Aún no sé cómo regresar… y no quiero reemplazar a Ash. Pero los legendarios no tan fáciles de encontrar, necesitare ser fuerte y para eso necesito mas experiencia en combate. si usar sus medallas me permite competir en la Liga y llegar a los altos mandos, tal vez… tal vez pueda encontrar a alguien que sepa cómo revivirlo y adquirir la suficiente habilidad para las próximas pruebas. Oak lo miró con seriedad. —La Liga no es un paseo, Mike. Si tomas ese camino, necesitarás más que voluntad. —Lo sé. Por eso estoy aquí. Entrenando. Aprendiendo. Cayéndome y comiendo tierra —dijo con una sonrisa cansada. —Y levantándote —añadió Oak—. Eso es lo que cuenta. //////// Esa noche, al dormir en una tienda de campaña improvisada, Mike por primera vez no sintió que estaba soñando. El mundo Pokémon ya no era una fantasía. Era tierra bajo sus uñas, fuego que debía encenderse, músculos que dolían y un rayo que le sacaba chispas al corazón. Y eso… lo hacía sentir más vivo que nunca. ////// Al día siguiente, sentado bajo un árbol con Pikachu en el regazo, Mike revisaba su celular modificado. La nueva interfaz de la Pokédex se sentía familiar, casi como una app moderna, pero con algo más… vida. Cada Pokémon registrado mostraba una ficha completa: especie, hábitos, datos de salud, y si era uno de sus compañeros, también una lista de movimientos conocidos y aquellos que podría aprender según su tipo y capacidades físicas. —A ver, Pikachu… —murmuró Mike mientras deslizaba con el dedo—. Ataque rápido, Cola de hierro, Atactrueno, Impactrueno, doble equipo, … ¿también sabes excavar? Pikachu, que estaba roendo un tallo de raíz dulce, levantó una oreja como diciendo “¿Y qué esperabas?”. Mike sonrió. —En los juegos solo puedes usar cuatro movimientos… Pero tú sabes más. Tiene sentido. El límite era solo mecánico. Claro… ustedes no están programados, están vivos. En ese momento, algo hizo clic en su cabeza. No podía aferrarse más a las reglas de su mundo. Aquí, la experiencia se construía con práctica, no con niveles, y los Pokémon no tenían menús invisibles ni interfaces flotantes. Solo voluntad, memoria muscular y entrenamiento. Más tarde, mientras caminaba por los terrenos del rancho, Oak lo alcanzó. —Veo que has estado investigando —comentó al ver la pantalla del dispositivo. —Sí, esto… esto es una maravilla. Y me ayuda a sentirme menos perdido. Puedo ver qué movimientos saben los que están conmigo. Y por cierto, Pikachu tiene al menos seis ataques dominados. ¿Por qué en los juegos solo se permiten cuatro? Oak sonrió. —Una decisión de diseño, supongo. En la vida real, cada Pokémon tiene habilidades más desarrolladas, otras que recuerda vagamente, y algunas que puede reaprender con práctica. Pero cada uno tiene sus "favoritos". No son máquinas, son como atletas: algunos son buenos para correr, otros para nadar… y unos pocos hacen de todo, como ese Pikachu tuyo. —No es “mío” aún… pero estamos llegando a algo —dijo Mike, rascándose la nuca—. Y ahora tengo que decidir qué hacer con lo demás. —¿Ya tienes un plan? —preguntó Oak. Mike alzó la vista hacia el cielo despejado. —Sí. Quiero usar las medallas de Ash. No para robarle su lugar, sino para continuar su camino. Si llego a la Liga, tal vez encuentre a alguien con poder o conocimiento para ayudarlo. Tal vez incluso un legendario, en mi mundo a veces se veían entrenadores con legendarios en su equipo. Oak lo miró con ojos graves. —Ese camino no será fácil. Muchos lo verán como un impostor. Otros te rechazarán solo por portar su gorra. Mike asintió. —Entonces… tendré que ganarme ese camino. Con sudor y heridas. Como lo hizo él. —¿Y los Pokémon de Ash? Mike se giró hacia el rancho. A lo lejos, un grupo de Tauros pastaba libremente, y Krabby descansaba junto a un arroyo artificial. —Los Tauros están ahí. El líder… el más grande, se me quedó viendo el otro día. Fue raro. Como si me midiera. Tal vez deba acercarme y dejar que me evalúe… o que me embista. Oak soltó una risa leve. —Esa manada es difícil de impresionar. Pero si lo logras, te habrás ganado más que un aliado. Te habrás ganado su respeto. ¿Y Krabby? —Todos parecen subestimarlo —dijo Mike—. No hace mucho… pero lo noto observándome. Como si ya hubiera tomado una decisión. —A veces, los Pokémon no eligen al entrenador más fuerte. Eligen al que más lo necesita —respondió Oak, y se giró para marcharse. Mike quedó en silencio, con el zumbido de su celular de fondo y la brisa moviéndole el cabello. Empezaba a entender que los Pokémon no se ganaban con datos, sino con acciones. Miró a Pikachu, que lo observaba desde una rama baja. —Supongo que mañana vamos con los Tauros primero. ¿Te parece? Pikachu asintió con un simple "¡Pika!", y Mike sonrió. La ruta estaba trazada. Ahora había que caminarla. ///// El sol del mediodía doraba los campos del Rancho del Profesor Oak. Mike se detuvo frente al corral. Pikachu caminaba a su lado en silencio, atento a cada movimiento. Ahí estaban: los Tauros de Ash, salvajes, poderosos, correteando en grupo, como debía ser. —Es aquí —dijo Mike en voz baja. Mike apretó el puño. —Él dijo que podía contar con ellos si me aceptaban… —murmuró—. Vamos a averiguarlo. Cruzó la cerca de madera y el sonido de sus pasos sobre la tierra llamó la atención de la manada. Algunos Tauros alzaron la vista. Se movían como una masa unificada, pero uno, más grande y con una mirada dura marcada por viejas cicatrices, se adelantó. El líder. Mike tragó saliva. Su cuerpo sentía la presión. Era su primer combate real. Sin red de seguridad. Solo él, Pikachu… y una tonelada de músculo con cuernos. —No vine a atraparte —dijo en voz alta—. Vine a que decidamos juntos si podemos confiar el uno en el otro. Si luchas por Ash, y él ahora duerme… entonces lucha conmigo por él. El suelo temblaba con cada paso del Tauros. Mike respiró hondo. No era como en los juegos. Aquí no había menú de batalla, ni pausa entre ataques, ni turno que esperar. El Tauros bajó la cabeza, preparándose para embestir. Mike se giró hacia su compañero. —¿Estás listo, Pikachu? —¡Pika! —asintió con una energía que sorprendió incluso a Mike. —Entonces vamos. Inmediatamente después de eso, el Tauros cargó. ///// La velocidad lo tomó por sorpresa. Mike apenas pudo gritar: —¡Ataque Rápido, esquiva ya! Pikachu desapareció en un destello y apareció al costado, pero el Tauros giró con fuerza y casi lo alcanza con un movimiento reflejo. —¡Ray… Atactrueno! —corrigió rápido. El impacto eléctrico sacudió al Tauros, pero este solo se enfureció más. Lanzó una segunda embestida sin dar tiempo a respirar. Mike jadeaba. Su mente trataba de adaptarse. "Esto no es por turnos... no espera que yo piense, solo actúa. ¡Es como una pelea real!" —¡Equipo Doble, confúndelo! Los clones aparecieron y Tauros embistió a uno sin dudar, destruyéndolo. El verdadero Pikachu apenas esquivó el siguiente embate. Mike intentaba pensar con claridad. Necesitaba un golpe fuerte. Algo inesperado. Tauros lo dominaba en fuerza y experiencia… pero tal vez, si lo usaban bien… —¡Pikachu, usa Excavar! ¡Métete bajo tierra! Pikachu dudó un instante, pero obedeció. El suelo tembló y la nube de polvo se alzó al desaparecer bajo tierra. Tauros resopló con furia y miró alrededor, confuso. —Aguanta… ahora… ¡sal justo detrás de él y usa Cola de Hierro en las patas traseras! Una grieta se abrió bajo los cascos del Tauros, y de ella emergió Pikachu como un proyectil plateado. —¡Pikachuuuuu! El impacto en las patas traseras fue tan preciso y contundente que el Tauros cayó de lado con un bufido dolorido, incapaz de incorporarse de inmediato. Mike se quedó inmóvil. Pikachu jadeaba, agotado. Tauros, todavía tumbado, no se levantó. En vez de eso, giró su gran cabeza hacia Mike… y con un movimiento lento, pero deliberado, bajó la mirada en señal de respeto. Mike, sin palabras, dio un paso adelante. Extendió su mano, tocó el pelaje áspero del toro y murmuró: —Gracias… por darme esta oportunidad. Pikachu se dejó caer de espaldas, riendo entre jadeos. Mike también sonrió. —Una batalla… real. Nada de turnos. Nada de reglas… solo confianza. ////// Ya más tarde, con Pikachu vendado y descansando, Mike caminó hacia la zona del estanque. Allí estaba un Krabby, pequeño, apenas del tamaño de una mochila escolar. Estaba solo, golpeando rocas con sus pinzas, una y otra vez, en un intento torpe pero determinado por fortalecerse. Los otros Pokémon del rancho pasaban de largo. Nadie lo tomaba en serio. Mike se detuvo, cruzó los brazos y lo observó un rato en silencio. —Pequeño... tú eres distinto, ¿no? Krabby levantó la mirada, alerta. —Sé que todos te ven como un Pokémon débil. Que eres pequeño, que tus pinzas aún no cortan nada serio. Incluso Ash nunca te entrenó. Pero yo sé lo que vas a ser. Sé en quién te vas a convertir. El cangrejo parpadeó, sorprendido por las palabras. —Un día vas a evolucionar en un Kingler gigantesco, y cuando llegue ese día… vas a ganar una batalla en la Liga Pokémon. Vas a hacer historia. Te lo prometo. Krabby bajó lentamente las pinzas. Ya no parecía tan a la defensiva. —No necesito que seas el más fuerte ahora. Solo necesito que vengas conmigo. Que entrenemos. Que me dejes ayudarte a demostrarles a todos que estaban equivocados. Krabby dio un paso. Luego otro. Se acercó, tocó la bota de Mike con su pinza y la dejó ahí unos segundos. —¿Eso fue un “sí”? —dijo Mike, sonriendo. —Krab! Pikachu apareció justo detrás, aún vendado, saludando con la cola. Krabby respondió con un sonido chasqueante y algo torpe. Mike se arrodilló, acarició el caparazón del cangrejo y asintió. —Bienvenido al equipo, Krabby. Vas a ser grande. Lo sé. Porque ahora sí, el equipo estaba tomando forma. Pikachu. Krabby. Tauros. Y en unos dias, enfrentaría al más difícil de todos. Charizard. Pero eso tendría que esperar a que entrenara y se familiarizada con su nuevo equipo. //////// El campamento de entrenamiento del Profesor Oak estaba a las afueras de Pueblo Paleta, en una zona boscosa rodeada de colinas suaves y vegetación espesa. Era un lugar utilizado para preparar a entrenadores novatos, simulando las condiciones de viaje: terreno irregular, clima cambiante, fauna salvaje. Una experiencia controlada… pero real. Perfecta para alguien como yo. Habían pasado dos días desde que Krabby aceptó unirse a mí, y desde entonces, los tres entrenábamos juntos a diario: Pikachu, Krabby y yo. Tauros, aunque ya me había aceptado como su entrenador, se mostraba inquieto. Le costaba seguir órdenes con precisión, y su fuerza bruta no siempre compensaba su falta de maniobrabilidad. Descubrí que, aunque era increíblemente rápido en línea recta, le costaba cambiar de dirección. En plena carga, un giro de 180 grados lo dejaba vulnerable. Pero si lo dirigía bien… podía volverse una fuerza imparable. —La mejor defensa es una buena ofensiva —pensé en voz alta, observando cómo Tauros embestía un objetivo de práctica y lo destrozaba de un solo golpe—. Pero si no cuidamos la defensa, seremos un cañón de cristal. Necesitamos equilibrio. Comencé a diseñar un estilo de combate que mezclara ataques agresivos con estrategias para cubrir nuestras debilidades. Para eso, me basé en algo que conocía de mi mundo: combinaciones de movimientos. Ya no era cuestión de turnos por orden en una pantalla. Aquí era velocidad, improvisación, sin margen de error. Con Pikachu trabajé una técnica que llamé Ataque Relámpago: un Atactrueno falso, usado solo para emitir un destello brillante que deslumbrara al rival y lo hiciera bajar la guardia, seguido inmediatamente por un Ataque Rápido directo. El destello confundía, la velocidad sorprendía. Al principio, Pikachu falló varias veces el ritmo... pero al tercer día, lo ejecutó con una precisión quirúrgica. Me miró con una sonrisa traviesa. —¡Pika pika! Con Krabby practicamos su agilidad. Aunque pequeño, era increíblemente veloz. Descubrimos que podía usar Agilidad para moverse de forma casi impredecible. En una sesión, logró esquivar cinco ataques de Pikachu seguidos. No pegaba fuerte todavía, pero su capacidad de evasión era tan buena que por un momento sentí que tenía una oportunidad real. —No necesitas ser grande para ser fuerte —le dije, dándole una palmada suave en su caparazón—. Eres rápido, listo y tienes futuro. Yo lo sé. Al tercer día, al amanecer, Oak y Brock nos acompañaron a una colina cercana al rancho. Allí, esperándonos como si supiera lo que venía, estaba Charizard. Permanecía de pie, con los brazos cruzados y las alas ligeramente extendidas. Su mirada era feroz, orgullosa. Sabía lo que significaba este combate. No me aceptaría hasta que lo enfrentara. Hasta que demostrara que valía su respeto. Misty también llegó, cruzada de brazos, aún renuente con mi presencia. Delia observaba desde más atrás, en silencio. —Es ahora o nunca —dije, sacando la Pokébola de Tauros—. ¡Vamos allá! Combate: Mike vs. Charizard Tauros fue el primero. Corría en línea recta con una velocidad impresionante, embistiendo con Ataque Rápido y Placaje, buscando forzar a Charizard a despegar. El fuego volaba en todas direcciones. Charizard usaba Lanzallamas, Giro Fuego y ocasionalmente descendía para atacar con Ataque Ala. Los primeros intercambios fueron brutales. Me sorprendí con lo salvaje que era un combate real. No había “turnos”. Solo decisiones al instante, órdenes gritadas, y una lucha por reaccionar más rápido que el otro. Intenté aprovechar la debilidad de Charizard en tierra. Ordené a Tauros girar, fintar, cargar en zigzag, pero no podía hacer cambios bruscos. Charizard lo anticipó, levantó vuelo, y desde arriba lanzó una Giro Fuego envolvente que dejó a Tauros atrapado. Fue el final. Cayó con fuerza. —Gracias, compañero —le dije al regresar a su Pokébola. Krabby entró al campo. Pequeño, decidido, valiente. Ordené Agilidad, y el cangrejito se volvió una sombra entre la hierba. Charizard intentó acertar con Lanzallamas, pero fallaba una y otra vez. Krabby se acercó velozmente con un Burbuja directo al rostro, que hizo que Charizard retrocediera sorprendido. Por un momento pensé que podíamos ganar. —¡Ahora, usa Burbuja en el ala izquierda! —grité. Lo hizo. Charizard se tambaleó en el aire. Pero el dragón no era cualquier oponente. Rugió con fuerza, y con un giro ágil, le lanzó un Ataque Ala tan potente que impactó directamente en Krabby, enviándolo a volar. —¡Krabby! —corrí hacia él. Estaba agotado, pero ileso. Aceptó su derrota con dignidad. Lo abracé con orgullo. Pikachu fue el último. Ambos nos miramos. Ya sabíamos qué hacer. —Ataque Relámpago. La luz del Atactrueno cegó brevemente a Charizard, y Ataque Rápido le dio de lleno en el pecho. Charizard cayó unos metros, enfadado. Rugió, y lanzó una llamarada descomunal. Pikachu esquivó por poco. El combate se volvió una danza de rayos, fuego y velocidad. —¡Clones de Sombra! —ordené. Pikachu usó Doble Equipo, formando varias réplicas que confundieron al oponente. Charizard golpeó una tras otra sin éxito. —¡Ahora, Cola de Hierro! El impacto fue brutal. Charizard cayó al suelo. Intentó levantarse... y luego se desplomó. Brock se levantó de su asiento. Misty abrió los ojos de par en par. Había ganado. No porque fuera el mejor. Ni porque mis Pokémon fueran más fuertes. Había ganado… porque ellos confiaron en mí. Porque luchamos juntos. Porque nunca nos rendimos. Charizard se reincorporó con dificultad, me miró… y luego agachó la cabeza. No como un sumiso. Sino como un igual. Lo habíamos logrado. ///// El cielo se pintaba de tonos naranjas y rosados cuando regresamos al campamento. El combate con Charizard aún flotaba en el ambiente, como un eco vibrante en los corazones de todos los presentes. Nos habíamos reunido en un pequeño claro, con una fogata encendida en el centro. Misty estaba sentada con los brazos cruzados, mirando las llamas. Brock preparaba algo de comida sobre una parrilla improvisada. El Profesor Oak tomaba notas en una libreta con mirada pensativa, y Delia estaba más tranquila, acariciando a Pikachu en silencio. Yo estaba con Krabby en las manos, revisando su caparazón por si quedaba algún rasguño. —Eso fue impresionante —dijo Brock, rompiendo el silencio—. No pensé que Krabby pudiera hacerle frente así a Charizard. —Yo tampoco —respondí con una sonrisa, todavía procesando todo—. Pero tiene corazón. Y eso pesa. Misty levantó una ceja, mirándome. —¿Y eso que hiciste con Pikachu? ¿Ese “Ataque Relámpago”? ¿Qué fue eso? ¿Un movimiento nuevo? —No exactamente —me rasqué la nuca, algo nervioso—. Es más bien una combinación. Usé Atactrueno como una finta, solo por la luz, y luego un Ataque Rápido para sorprender. Le llamé así porque… bueno, suena genial. —¿Y “Clones de Sombra”? —preguntó Brock, intrigado—. ¿No era solo Doble Equipo? —Sí, pero pensé que renombrar algunos ataques podría ayudar en combate. Si los rivales no saben qué estoy por hacer, tengo una ventaja. Además, si les damos nombre, es más fácil para mis Pokémon entender qué combinación estamos usando. Es como crear un idioma propio entre nosotros. Oak dejó de escribir y levantó la mirada hacia mí, serio, pero curioso. —Tienes ideas poco ortodoxas, Mike. Pero funcionales. Estoy interesado… ¿Cómo percibes ahora a los Pokémon? Al principio dijiste que en tu mundo eran solo… ficción. Suspiré, mirando a Pikachu, que dormía junto a Delia. Luego miré a Krabby, que descansaba dentro de mi mochila, apenas dejando ver sus pinzas. —Ya no pienso igual. En mi mundo los Pokémon eran símbolos: de aventura, de amistad, de superación. Pero ahora... ahora sé que son reales. Sienten dolor. Dudan. Se frustran. Pero también luchan. Se esfuerzan por entenderte, incluso cuando tú no los entiendes del todo. Oak asintió, cruzando las manos. —Y sobre el entrenamiento. ¿Cuál es tu visión ahora? Me tomé un momento. Todos me escuchaban. —Quiero entrenar con una filosofía clara: pelear con inteligencia, no solo con fuerza. No tengo el instinto natural de alguien como Ash, ni su conexión innata con los Pokémon… pero tengo análisis, estrategia. Y tengo corazón. No me interesa que mis Pokémon obedezcan porque sí. Quiero que peleen conmigo porque confían en que los protegeré, y que creceremos juntos. Delia sonrió levemente al escuchar eso. Misty bajó la mirada, pensativa. —Supongo que no eres una imitación barata como pensé —murmuró ella. —No estoy aquí para reemplazar a nadie —dije con sinceridad—. Estoy aquí porque mewtwo o alguien allá arriba creyó en mí… y ustedes también lo están empezando a hacer. Solo espero poder estar a la altura. Hubo silencio por un rato. Solo el crepitar del fuego y el canto de los insectos nocturnos nos rodeaban. Brock sirvió la cena y todos comenzamos a comer. Era sencilla, pero caliente y reconfortante. Como un símbolo: las cosas no serían fáciles, pero estábamos avanzando. Unidos. Ese día, entendí que dar el primer paso no es lo más difícil. Lo difícil es mantener el paso firme cuando todos los ojos están sobre ti, esperando algo más grande de lo que tú crees que eres capaz. Pero por primera vez… pensé que tal vez, solo tal vez, yo sí podía ser el entrenador que este mundo necesitaba. Esta historia continuara……….
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