ID de la obra: 342

El Legado del Elegido

Het
R
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planificada Mini, escritos 153 páginas, 16 capítulos
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Capítulo 9. ¡Más Allá del Límite! Mike vs Ritchie.

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Capítulo 9: ¡Más Allá del Límite! Mike vs Ritchie. El amanecer apenas rompía en el cielo, tiñendo las nubes de un tenue tono anaranjado. En la tranquilidad del cuarto, Mike dormía profundamente, pero su mente viajaba lejos, sumergida en un nuevo sueño. Esta vez, no era una pesadilla ni un recuerdo doloroso... sino una escena más cálida. En su mente, dos niños corrían entre los pastizales de Pueblo Paleta, riendo a carcajadas bajo el sol. Uno de ellos era Ash, con su gorra roja ladeada y la sonrisa desbordante. El otro era Gary, su viejo rival, que en esa época todavía compartía con él una amistad genuina. —¡Te atrapé, Ash! —gritaba Gary, empujándolo amistosamente. —¡Ni de broma! ¡Mira esto! —respondía Ash, echando a correr aún más rápido. No era una competencia amarga. Era una carrera de amigos que soñaban con alcanzar el cielo. En su interior, ambos parecían saber que algún día serían grandes... aunque el camino los llevara por sendas distintas. La imagen se desvaneció lentamente en la bruma de la conciencia de Mike, quien abrió los ojos con una respiración agitada. Se incorporó en la cama, pasándose una mano por el rostro.—¿Por qué sigo soñando con cosas que nunca viví? —murmuró para sí, sintiendo un extraño nudo en el pecho. Había una conexión allí, invisible, que lo ligaba no solo a Pikachu, sino también a los recuerdos de Ash. Algo más profundo que simplemente tomar su lugar. Afuera, el bullicio de la Liga Pokémon comenzaba a despertar. Hoy sería un día importante. Y Mike lo sabía. ///// Ya vestido y con su equipo preparado, Mike bajó al comedor de la Villa de Entrenadores. La energía en el ambiente era palpable: todos hablaban en voz alta, comentaban estrategias o repasaban sus últimos entrenamientos. Con su bandeja de desayuno en mano —una mezcla de frutas, pan y algo de carne que todavía no se animaba a preguntar de qué estaba hecha—, Mike se sentó junto a Brock y Misty, que ya lo esperaban. —¿Listo para hoy? —preguntó Misty, dándole un sorbo a su café. —Más que nunca —respondió Mike con una sonrisa, aunque en el fondo sentía el cosquilleo de la anticipación recorriéndole la espalda. Mientras comía, Brock sacó su Pokégear y revisó la lista oficial de enfrentamientos para octavos de final.—Mira esto, Mike. Ya actualizaron l a tabla del torneo. —Le pasó el dispositivo. Mike tomó el aparato y deslizó el dedo por la pantalla, hasta que su nombre apareció. Justo al lado estaba el de su rival: Mike vs. Ritchie Mike entrecerró los ojos, reconociendo al instante aquel nombre. —Ritchie... —murmuró, recordando haberlo visto días antes. Un entrenador amigable, de aspecto calmado, pero que en su combate anterior había demostrado tener una habilidad tremenda. También recordó que había sido el quien derroto a Ash en el anime. Misty se acercó para mirar.—No lo subestimes. Es muy bueno... y su equipo es similar al tuyo. —Eso me anima más —dijo Mike, apretando el puño. Sentía el cosquilleo familiar que ya estaba empezando a disfrutar: la adrenalina previa a un buen combate. Terminó rápidamente su desayuno y se levantó. —Voy a prepararme. No quiero que mis Pokémon sientan que dudé ni un segundo. Misty y Brock sonrieron mientras veían a Mike alejarse, con paso firme hacia los vestidores. ///// El estadio rugía con vida cuando Mike entró por el túnel de acceso. Cada paso resonaba en el suelo como un latido más de su corazón acelerado. La luz del sol bañaba la arena, y las gradas estaban repletas, vibrando de expectación. Cámaras flotaban alrededor, grabando cada ángulo, y el comentarista oficial anunciaba los nombres de los próximos contendientes: —¡Y ahora, damas y caballeros, uno de los combates más esperados de los octavos de final! ¡A mi derecha, proveniente de Pueblo Paleta, Mike Salcido! ¡Y a mi izquierda, el talentoso entrenador de Ciudad Silver, Ritchie! El público estalló en aplausos y vítores. Frente a Mike, en el lado opuesto del campo, Ritchie levantó una mano en un gesto amistoso. Sonreía, pero en sus ojos había una determinación firme. Mike devolvió el saludo, aunque en su interior el fuego de la competencia ardía más fuerte que nunca. La tensión en el estadio era palpable. Mike y Ritchie estaban ya en sus posiciones, uno frente al otro, mientras el público rugía de expectación. El árbitro, vestido con su uniforme tradicional, levantó su mano para pedir silencio. Una enorme pantalla sobre el estadio comenzó a girar, mostrando los distintos campos disponibles: pradera, agua, bosque, desierto... hasta que finalmente se detuvo. —¡El campo para este combate será el terreno montañoso! —anunció con voz fuerte. Instantáneamente, mecanismos ocultos bajo la arena comenzaron a moverse. El suelo tembló ligeramente mientras grandes formaciones rocosas emergían del campo de batalla, creando un paisaje escarpado de laderas irregulares, peñascos y elevaciones de piedra. El árbitro continuó, esperando que el terreno terminara de ajustarse: —¡Este es un combate oficial de los octavos de final de la Conferencia Añil! Cada entrenador usará seis Pokémon. El combate será de eliminación directa: el primer entrenador en quedarse sin Pokémon en condiciones de continuar, perderá. Se permiten sustituciones. Hizo una breve pausa, mirando primero a Ritchie, luego a Mike: —Entrenadores, ¿están listos? Ritchie asintió con una sonrisa confiada. Mike respiró hondo y asintió también, su corazón latiendo rápido pero firme. —¡Entonces, elijan su primer Pokémon! Mike ya había tomado su decisión. Sacó una Pokéball y la lanzó al aire. —¡Tauros, ¡te elijo! Con un destello blanco, Tauros apareció en el campo, resoplando con fuerza, sus patas pateando el suelo rocoso con ansias de combate. Ritchie reaccionó de inmediato: —¡Charmeleon, ¡vamos allá! El pequeño dragón de fuego salió de su Pokéball rugiendo, la cola ondeando tras él mientras analizaba el terreno accidentado con ojos brillantes. El árbitro bajó sus dos banderas: —¡Comiencen! En un instante, el combate en el terreno montañoso dio inicio, con dos fieras listas para medir sus fuerzas entre rocas y laderas. —¡Tauros, usa Embestida! —ordenó Mike, apuntando hacia su oponente. Tauros bufó con fuerza y arrancó a toda velocidad, sus pezuñas golpeando las rocas sueltas mientras bajaba en picada por una de las pendientes. Ritchie no se quedó quieto. —¡Charmeleon, esquiva y sube a la roca más alta! Charmeleon, ágil a pesar del terreno irregular, saltó entre piedras, escalando hábilmente hacia un promontorio más elevado. Tauros pasó de largo, levantando una nube de polvo al impactar contra una roca, aunque sin hacerse daño. El montañoso escenario complicaba sus movimientos rectos. Mike apretó los dientes. El terreno ayudaba a Charmeleon a esquivar, pero también podría ser su desventaja. —¡Tauros, usa Pisotón en la base de las rocas! ¡Hazlas caer! El Pokémon toro relinchó y comenzó a golpear con fuerza las bases de las piedras más inestables. El suelo tembló, y varios fragmentos de roca empezaron a deslizarse en pequeños derrumbes. —¡Charmeleon, salta! —gritó Ritchie rápidamente. Charmeleon saltó hacia otra formación más estable, pero uno de los fragmentos de piedra lo golpeó en una pierna, haciéndolo perder el equilibrio brevemente. Mike vio su oportunidad. —¡Cornada ahora, a toda velocidad! Tauros embistió brutalmente hacia arriba, usando una pendiente para impulsarse. Con un poderoso bramido, golpeó a Charmeleon con sus cuernos, lanzándolo por el aire. Charmeleon cayó pesadamente contra una roca, resintiéndose del golpe. —¡Charmeleon, usa Lanzallamas! —ordenó Ritchie. Desde el suelo, Charmeleon disparó una ráfaga de fuego que obligó a Tauros a retroceder varios pasos, cubriéndose parcialmente con su cola. Mike sonrió. El daño no había sido severo. —¡Tauros, Cabezazo Zen, ahora! ¡Apunta a Charmeleon! El cuerpo de Tauros se iluminó brevemente con una energía plateada mientras bajaba la cabeza y cargaba. Charmeleon, aún adolorido y sin espacio para esquivar en el terreno escarpado, recibió el impacto de lleno. El dragón de fuego cayó de espaldas, su cola parpadeando débilmente. El árbitro alzó su bandera: —¡Charmeleon no puede continuar! ¡Tauros es el vencedor! El público rugió en aplausos ante el impresionante despliegue de fuerza. Mike apretó el puño, emocionado. 1-0. Pero esto apenas comenzaba. Ritchie, sin perder la sonrisa, retiró a Charmeleon y sacó otra Pokéball. —¡Vamos, Butterfree! La mariposa de gran tamaño emergió en el aire, batiendo sus alas con gracia. Mike lo analizó rápidamente. Butterfree tendría ventaja en el aire... pero el terreno montañoso podría obstaculizar su vuelo bajo. Mike señaló con energía: —¡Tauros, ¡no le des respiro! ¡Pisotón en las rocas, haz que suban escombros! Tauros obedeció, haciendo que fragmentos de piedras volaran por los aires. La batalla seguía intensa. —¡Butterfree, usa Confusión! —ordenó Ritchie rápidamente. El Butterfree agitó sus alas y una energía psíquica azulada envolvió a Tauros, que comenzó a resistirse, luchando contra la fuerza invisible que intentaba levantarlo del suelo. Desde las gradas, Misty se inclinó hacia Brock, preocupada. —Ese Butterfree es muy hábil... si logra levantar a Tauros, podría lanzarlo contra una roca y acabar rápido. Brock cruzó los brazos, analizando en silencio. —Tal vez, pero Mike está usando el terreno a su favor. Tauros tiene ventaja si se mantiene firme. Mientras tanto, en el campo, Mike alzó su voz: —¡Tauros, usa Pisotón en el suelo, rompe la concentración! Con todas sus fuerzas, Tauros golpeó la tierra con sus patas delanteras. El impacto fue tan fuerte que provocó un pequeño temblor local, dispersando polvo y pequeñas piedras. El ataque de Confusión se rompió y Butterfree tuvo que batir sus alas más rápido para mantenerse en el aire. —¡Ahora, Cornada! Tauros arrancó de nuevo, saltando entre los escombros, buscando a su presa. Pero Ritchie reaccionó: —¡Butterfree, usa Paralizador! Butterfree giró en el aire y lanzó una ráfaga de esporas brillantes. Mike sonrió de lado. Era arriesgado, pero había un modo. —¡Atraviésalo, Tauros! ¡Confía en tu velocidad! Tauros, fiel a su entrenador, bajó la cabeza y atravesó de lleno la nube de esporas. Aunque parte de su cuerpo empezó a tensarse, logró impactar violentamente a Butterfree en pleno vuelo. La mariposa salió disparada y golpeó contra una formación rocosa. Un segundo de silencio... luego Butterfree cayó sin fuerzas al suelo. El árbitro levantó su bandera: —¡Butterfree no puede continuar! ¡Tauros gana de nuevo! El público estalló en vítores. Mike respiraba agitado. Tauros había hecho un gran trabajo, pero las esporas ya comenzaban a hacer efecto. Sus patas temblaban ligeramente. Desde el palco, Brock comentó: —Tauros resistió bien, pero no va a durar mucho más. Misty asintió, preocupada. —Sí… va a necesitar un cambio pronto. Abajo en el campo, Ritchie no perdió el tiempo. Sacó otra Pokéball. —¡Vamos, Pupitar! El Pokémon de roca surgió entre destellos de luz, cayendo al terreno montañoso con un fuerte golpe, agrietando la tierra bajo él. Mike frunció el ceño. Pupitar no era rápido, pero su defensa era monstruosa... y en un terreno como este, donde las rocas abundaban, podía usar el entorno a su favor. El árbitro dio la señal. —¡Combate, continúen! Mike gritó primero: —¡Tauros, Cola de Hierro! Las colas de Tauros se endurecieron, brillando metálicamente, y lanzó un golpe descendente hacia Pupitar. —¡Pupitar, usa Avalancha! —respondió Ritchie. Pupitar hizo vibrar el terreno, liberando una lluvia de rocas que descendió desde lo alto de las montañas cercanas. Tauros apenas logró esquivar algunas, pero fue golpeado por otras. El daño se acumulaba. El terreno era ahora aún más accidentado, dificultando los movimientos de ambos. Mike no iba a rendirse. —¡Embestida, Tauros, no te detengas! Tauros cargó a toda velocidad, rugiendo mientras esquivaba pedruscos. Pupitar se preparó. Justo cuando Tauros iba a impactar, una energía brillante empezó a envolver a Pupitar. Misty se levantó de su asiento, sorprendida. —¡Está evolucionando! La armadura rocosa de Pupitar se agrietó, expandiéndose. Una figura imponente emergió, sus alas rocosas batiendo el aire con fuerza: ¡Tyranitar! El público estalló en aplausos y gritos de emoción. Mike abrió los ojos, entendiendo que estaba en problemas. Ese no era un simple Pupitar ahora. Tauros, valiente, intentó completar la embestida, pero Tyranitar resistió el impacto como si fuera un simple empujón. —¡Tyranitar, Triturar! Tyranitar atacó brutalmente con sus fauces, golpeando a Tauros y lanzándolo contra una roca cercana. Tauros cayó de costado, sin poder reincorporarse. El árbitro alzó su bandera: —¡Tauros no puede continuar! ¡Tyranitar es el vencedor! Mike bajó la cabeza por un momento, respetando el esfuerzo de Tauros. Luego sacó su Pokéball. —Descansa, amigo. Lo hiciste increíble. El terreno seguía siendo traicionero, pero Mike no pensaba retroceder. Sus ojos brillando de determinación. —¡Pikachu, es tu turno! El pequeño Pokémon eléctrico saltó al campo, los ojos fijos en Tyranitar, sin mostrar miedo. Desde las gradas, Misty sonrió. —Ahora sí, ¡se va a poner bueno! Brock asintió. —Vamos, Mike. ¡Demuestra de qué estás hecho! ///// El rugido de la multitud llenaba el estadio tras la impresionante evolución de Pupitar y la caída de Tauros. Las cámaras de televisión enfocaban a Mike, que, aunque serio, mantenía un brillo de emoción en los ojos. Mientras tanto, en la región de Kalos, en un tranquilo hogar, una joven de cabello castaño y grandes ojos azules veía la transmisión desde su sala. Serena tenía las manos entrelazadas contra su pecho, conteniendo el aliento. —¡Vamos, Mike... —susurró para sí—, tú puedes! La imagen en pantalla mostraba a Mike llamando a Pikachu, y Serena sonrió con ternura al ver la seriedad en su rostro. No era muy diferente a como recordaba a Ash cuando hablaban de sus sueños, años atrás. Su madre, Grace, pasó por detrás de ella y sonrió al verla tan concentrada. —¿Ese es el muchacho del que te habló Delia? —preguntó curiosa. Serena asintió sin apartar los ojos de la pantalla. —Sí... y parece que su sueño es el mismo que Ash... Grace sonrió de nuevo. —Entonces estoy segura de que hará algo increíble. En la televisión, Pikachu se plantaba firme ante el gigantesco Tyranitar. Serena apretó un poco más las manos. —Demuestra que no importa el tamaño... ¡demuestra que el corazón es lo que cuenta! La transmisión volvió al estadio, donde el árbitro alzaba la bandera. —¡Continuamos el combate! Mike inhaló profundo. Preparándose para lo que venía. El terreno montañoso estaba lleno de escombros, lo que complicaba las maniobras terrestres. Tyranitar, imponente, rugía con fuerza, su sola presencia intimidante. Ritchie alzó el brazo. —¡Avalancha, Tyranitar! Con un rugido, Tyranitar golpeó el suelo, provocando un desprendimiento de rocas enormes que descendieron desde los riscos hacia Pikachu. Mike no dudó. —¡Clones de sombra! Pikachu se dividió en múltiples copias, esparciéndose como un enjambre veloz por el accidentado terreno. Las rocas impactaron a los clones uno tras otro, explotando en nubes de polvo, mientras el verdadero Pikachu saltaba ágilmente de roca en roca, moviéndose a gran velocidad entre los escombros. Una roca gigante cayó directo hacia él. —¡Cola de Hierro! Pikachu giró en el aire, su cola brillando de blanco metálico, y golpeó la roca, desviándola con un estruendo. El público vitoreó. Mike sonrió. —¡Ahora, usa Ataque Rápido para acercarte! Pikachu, una estela amarilla vibrante, zigzagueó entre los pedruscos, sorteando con agilidad las nuevas avalanchas provocadas por Tyranitar. Ritchie reaccionó rápido. —¡Triturar! Tyranitar, atento, intentó atrapar a Pikachu con sus mandíbulas, pero el pequeño ratón eléctrico era demasiado rápido. Mike vio su oportunidad. —¡Relámpago! Pikachu soltó un poderoso destello de electricidad, no como ataque, sino como un flash de luz que cegó momentáneamente a Tyranitar. Ritchie entrecerró los ojos. —¡Tyranitar, usa Roca Afilada a ciegas! Tyranitar, confiando en su instinto, disparó ráfagas de rocas filosas en todas direcciones. —¡Excavar! —ordenó Mike. Pikachu desapareció bajo tierra justo a tiempo, esquivando la lluvia de proyectiles. El terreno vibró mientras Pikachu se movía subterráneamente. Ritchie apretó los dientes. —¡Mantente firme, Tyranitar! ¡Prepárate para un golpe directo! Tyranitar clavó los pies en el suelo, atento. Entonces, Mike sonrió. —¡Cazador de cabezas! De repente, Pikachu emergió detrás de Tyranitar, su Cola de Hierro reluciendo, y golpeó brutalmente la parte trasera de su rodilla. Tyranitar rugió de dolor, tambaleándose. Mike no perdió tiempo. —¡Ataque Rápido, en secuencia! Pikachu se lanzó, golpeando con impactos rápidos en la espalda, costados y piernas de Tyranitar, buscando desestabilizar su centro de gravedad. El terreno montañoso ayudaba: Tyranitar trastabillaba sobre las piedras sueltas, incapaz de mantener el equilibrio. —¡Ahora, remátalo con Cola de Hierro en la cabeza! Pikachu dio un último salto, cargando toda su fuerza en la cola metálica... y golpeó de lleno en la frente de Tyranitar. Un enorme eco retumbó en la arena. Tyranitar cayó de espaldas, haciendo temblar todo el estadio. El árbitro observó unos segundos, luego alzó el brazo: —¡Tyranitar no puede continuar! ¡Pikachu es el vencedor! El estadio estalló en una ovación.Desde su asiento, Misty dio un puñetazo al aire, mientras Brock aplaudía, impresionado por la combinación de velocidad, estrategia y fuerza. Y desde su casa, en Kalos, Serena soltó un grito alegre, cubriéndose la boca al ver la increíble victoria. El polvo se asentaba en la arena montañosa mientras Pikachu respiraba agitadamente, aún con la cola de hierro chispeando por el impacto final. Ritchie bajó la mirada unos segundos al ver a Tyranitar inconsciente, luego sonrió levemente y lo regresó a su Pokéball. —Buen trabajo, compañero. Te esforzaste. —dijo, con sincera gratitud. Entonces alzó la vista y la clavó en Mike. —No está nada mal, Mike. Se nota que tú y tu Pikachu han pasado por mucho juntos… —Ritchie entrecerró los ojos, y una sonrisa confiada apareció en su rostro—. Pero vamos a ver si puedes contra el mío. Con un movimiento fluido lanzó su Pokéball. —¡Sparky, al frente! El Pikachu con el flequillo rebelde aterrizó en la arena, chispas saliendo de sus mejillas al instante. Sus ojos estaban fijos en su oponente desde el primer segundo. Pikachu y Sparky se observaron intensamente, como si se hablaran en un idioma solo suyo.Ambos entendían lo que estaba en juego. Mike dio un paso al frente. Su tono era firme, pero su sonrisa contenía la emoción del momento. —Nosotros también hemos pasado por muchas cosas, Ritchie… —miró a su Pikachu, que levantaba las orejas, concentrado—. Este no es solo un combate entre Pikachu. Es un combate entre caminos. Entre historias. Ritchie asintió, serio. —Entonces terminémoslo como debe ser. Sin contenernos. El árbitro alzó ambos brazos. —¡Tercer combate! ¡Pikachu contra Pikachu! ¡Empieza ahora! Un silencio expectante se extendió por el estadio, justo antes de que estallara el grito de la multitud. —¡Hora de mostrar quién es el mejor Pikachu! —dijo Mike mientras sentía como su corazón palpitaba con mas energía. Mike respiró hondo. Señaló con el dedo al frente, más enérgico, más expresivo. —¡Clones de sombra! Su Pikachu se multiplicó de inmediato, cinco copias idénticas deslizándose velozmente entre las rocas. Ritchie respondió con velocidad. —¡Ataque rápido, barrido circular! Sparky giró sobre sí mismo como un relámpago, golpeando a los clones uno por uno con una precisión quirúrgica. Desaparecieron en explosiones de luz, pero el verdadero Pikachu usó la distracción para lanzarse lateralmente por una zona elevada del terreno. Mike gritó con fuerza. —¡Cola de Hierro! Pikachu cayó desde una roca sobre Sparky como un rayo amarillo. El impacto fue brutal, pero Sparky resistió, rodando por el suelo antes de ponerse de pie de un salto. Ritchie no dudó. —¡Cola de Hierro al contragolpe! Las colas chocaron, hierro contra hierro, y una descarga estática llenó el aire. Ambos Pikachu retrocedieron, jadeando, los dos electrificados, sus mejillas brillando con intensidad. Mike entrecerró los ojos. El combate apenas comenzaba, y ya sabía que esta sería una de las peleas más intensas de su viaje. Y aún quedaban muchos voltios por soltar. —¡AtacTrueno! —gritó Mike, su voz cortando el aire. Pikachu lanzó un potente rayo eléctrico directo hacia Sparky, iluminando todo el terreno montañoso. Ritchie no se dejó sorprender. —¡Excavar, ahora! —ordenó. Sparky se zambulló bajo tierra justo a tiempo, el trueno estallando en la roca donde había estado un segundo antes. Mike frunció el ceño. —¡Prepárate, Pikachu! ¡Siente las vibraciones! Pikachu aguzó los sentidos, sus patas temblando levemente al percibir el movimiento subterráneo. Mike vio su oportunidad. —¡Excava también! ¡Interceptalo abajo! El público jadeó sorprendido cuando ambos Pikachu desaparecieron bajo la superficie, dejando montículos de tierra que avanzaban en trayectorias opuestas, buscando la ventaja. Un segundo de tensa calma…Y entonces ambos estallaron desde el suelo en un choque brutal. —¡Clones de Sombra! —gritaron Mike y Ritchie casi al mismo tiempo. Una ráfaga de copias llenó la arena, Pikachu y Sparky moviéndose entre sus ilusiones, tratando de confundirse mutuamente. Mike apretó los puños. —¡Relámpago! El falso AtacTrueno iluminó el campo como una granada de destellos. Sparky cerró los ojos instintivamente, y en ese instante Mike atacó. —¡Ve por el que cerró los ojos, ese es el verdadero! Pikachu atravesó las copias como un proyectil amarillo, golpeando directamente a Sparky, que salió volando contra una roca cercana. Una nube de polvo se levantó. —¡Sparky, no te rindas! —exclamó Ritchie. Entre los restos, Sparky emergió con dificultad, chispas saltando de su pelaje. —¡Cola de Hierro en barrido circular! —ordenó Ritchie. —¡Desvía con tu propia Cola de Hierro! —respondió Mike. Las colas de ambos Pikachu chocaron, cruzando golpes a altísima velocidad, esquivando, bloqueando y deslizando ataques en un intercambio casi imposible de seguir para el ojo humano. El eco metálico resonaba entre las montañas artificiales del campo. Cada impacto era un duelo de fuerza, técnica y pura voluntad. Finalmente, Mike vio la abertura: Sparky apoyó mal una pata después de un giro. —¡Cazador de Cabezas! —rugió Mike. Pikachu se lanzó de nuevo al suelo, excavó brevemente para ganar impulso y salió disparado en un salto brutal, su cola de hierro apuntando directamente a la cabeza de Sparky. ¡BOOM! Sparky salió volando varios metros, cayendo rodando en la arena. Silencio absoluto.El árbitro observó atentamente… hasta que Sparky intentó levantarse, tambaleó… y cayó de lado, inconsciente. —¡Sparky no puede continuar! ¡La victoria es para Pikachu y Mike! —anunció el árbitro. La multitud estalló en aplausos. Mike observaba el terreno, jadeando aún ligeramente después del combate anterior. Pikachu, también cansado, regresó corriendo a su lado.No había forma de pedirle que enfrentara otro combate de inmediato. Mike miró a su compañero. —Buen trabajo, Pikachu. Ahora descansa un poco. Con decisión, Mike lanzó una nueva Pokéball. —¡Bisharp, adelante! La luz reveló a Bisharp, que cayó al suelo con una postura firme, sus cuchillas brillando al reflejo del sol. Ritchie también había hecho su movimiento. —¡Vamos, Hitmonlee! La criatura de largas piernas y rostro determinado cayó al terreno montañoso, flexionando sus extremidades elásticas con una fuerza intimidante. El árbitro levantó la bandera. —¡Combate, inicio! Apenas sonó la señal, Hitmonlee explotó hacia adelante como un rayo.Su velocidad era sobrecogedora: cada paso impulsado por la increíble potencia de sus piernas. —¡Bisharp, atención! —advirtió Mike. Hitmonlee ya estaba encima. Lanzó una serie de patadas rápidas como relámpagos. Bisharp apenas tuvo tiempo de alzar su brazo metálico para bloquear. El impacto resonó como un golpe de martillo contra acero. Mike frunció el ceño. Hitmonlee era aún más rápido de lo que había imaginado. —¡Danza Espada! ¡Rápido! Bisharp giró, trazando una estela plateada con sus cuchillas mientras incrementaba su fuerza. Pero Hitmonlee no se detenía: esquivó como un bailarín y lanzó una patada giratoria baja que golpeó a Bisharp en el costado, haciéndolo retroceder. Mike sintió una punzada de frustración. Cada orden parecía tardar un segundo más de lo que debía. —¡Vamos, Bisharp, no dejes que te controle! Hitmonlee avanzaba sin pausa, su cuerpo era un borrón de movimiento. Bisharp paraba golpes, retrocedía, esquivaba como podía, usando el terreno montañoso para ganar algo de espacio. El sudor caía por la frente de Mike. Su respiración se aceleraba.La multitud rugía alrededor, pero para él, el mundo empezaba a desdibujarse. Y entonces... algo cambió. Mike ya no pensaba en el ruido, en el cansancio, en la presión.Todo se afiló.Veía cada músculo moverse, cada pequeño cambio en el peso de Hitmonlee. Bisharp también pareció sincronizarse con él: reaccionaba casi antes de que Mike diera la orden. Habían entrado en la zona. Un estado donde el pensamiento consciente desaparece, y sólo queda la conexión perfecta entre mente y cuerpo.El mundo exterior se apagó. Sólo quedaban Mike, Bisharp... y Hitmonlee. Mike sonrió. —¡Cuchillada Nocturna, ahora! Bisharp giró, su brazo envuelto en energía oscura, esquivando una patada y devolviendo el golpe con un tajo ascendente. Hitmonlee trastabilló hacia atrás, sorprendido. —¡No lo dejes escapar! ¡Cabeza de Hierro! Bisharp embistió con todo el peso de su cráneo metálico, impactando a Hitmonlee en el pecho y lanzándolo contra una roca. La batalla se intensificó. Hitmonlee reaccionó de inmediato, saltando sobre una formación rocosa, usando su flexibilidad para lanzar una patada descendente. —¡Bloquea y responde con Cuchillada! Bisharp levantó su brazo para parar la patada, el sonido de metal y carne chocando de nuevo, antes de lanzar un corte diagonal que hizo retroceder a Hitmonlee. Mike ya no necesitaba pensar.Cada movimiento de Bisharp, cada orden, nacía del instinto afinado por la emoción del combate. Movimiento. Reacción. Ataque. Defensa. Todo fluía. —¡Ahora! —gritó Mike con una chispa de emoción en la voz— ¡Clava tu cuchilla en el suelo y lánzate con impulso! Bisharp usó su propio brazo como ancla, pivoteó con fuerza y se lanzó a toda velocidad, atravesando la defensa de Hitmonlee con un poderoso embiste de cuerpo entero. El golpe fue devastador. Hitmonlee cayó de rodillas, jadeante, tratando de levantarse... pero no pudo. El árbitro levantó la bandera. —¡Hitmonlee no puede continuar! ¡El ganador es Bisharp! Mike bajó sus brazos, aún sintiendo la energía palpitando en su pecho. Bisharp se quedó de pie, erguido como un caballero de hierro, su mirada fija en su entrenador. Ambos sonrieron apenas, un gesto de respeto mutuo. Habían peleado como uno solo. ///////// Lejos de la arena, en una tranquila sala de estar en la región de Kalos, Serena observaba la televisión con atención.La imagen de Mike y Bisharp, de pie uno al lado del otro, proyectados en la pantalla, la dejó sin aliento. —Vaya... —murmuró Serena, con una sonrisa de asombro. Podía ver lo sincronizados que estaban.Mike apenas daba órdenes con palabras; eran los gestos, las miradas, la energía compartida entre él y Bisharp lo que dirigía cada movimiento. Serena cerró los ojos un momento, recordando las historias que su madre le había contado: cómo los grandes entrenadores no sólo luchaban junto a sus Pokémon, sino que luchaban con su corazón. Mike estaba alcanzando ese nivel. —Estás brillando allá afuera, Mike... —susurró, apretando las manos con fuerza sobre su falda. ////// De regreso en el estadio Ritchie respiró hondo y devolvió a Hitmonlee a su Pokéball. Sin perder tiempo, lanzó otra. —¡Aerodactyl, a volar! Con un rugido prehistórico, Aerodactyl surgió en el cielo, batiendo sus enormes alas mientras la sombra de su figura se proyectaba sobre el campo montañoso. Mike respiraba rápido, la adrenalina aún corriendo por su cuerpo. —¿Puedes seguir, Bisharp? Bisharp asintió en silencio, posicionándose de nuevo. El combate se reanudó. Mike y Bisharp aún seguían ligeramente en la zona: sus reacciones eran ágiles, anticipaban los ataques de Aerodactyl, esquivaban sus zambullidas y respondían con cortes rápidos. Aerodactyl descendía como un misil, pero Bisharp se deslizaba por la roca, esquivaba apenas con centímetros de sobra y contraatacaba con Cuchilladas.Era como ver un duelo entre un halcón y un espadachín. Pero... ese estado no iba a durar para siempre y menos cuando era una sensación nueva para entrenador y pokemon. Poco a poco, el cansancio físico, la presión del combate y la desconexión natural empezaron a mermar la sincronía perfecta. Bisharp falló una predicción por una fracción de segundo. Aerodactyl no perdonó. Descendió en picado, usando su enorme mandíbula, y embistió a Bisharp en pleno flanco, lanzándolo contra una roca y dejándolo fuera de combate. El árbitro levantó el brazo. —¡Bisharp no puede continuar! ¡El siguiente combate debe comenzar! Mike suspiró, llamando a Bisharp de vuelta. —Descansa, amigo. Lo hiciste increíble. Se llevó la mano al cinturón, sabiendo que era hora. Su mirada se endureció. —Si vamos a acabar esto... —dijo para sí mismo, lanzando una Pokéball al aire— será con todo. —¡Charizard, a luchar! Con una explosión de fuego, Charizard emergió rugiendo al cielo, encarando a Aerodactyl, que batía las alas desafiantemente. Dos bestias aéreas, dos titanes dispuestos a todo. El público enloqueció. El árbitro levantó la bandera. —¡Charizard vs Aerodactyl, combate aéreo, inicio! Ambos Pokémon se elevaron a toda velocidad, dejando un torbellino de polvo y viento tras ellos. Charizard, con sus poderosas alas de dragón, ascendía como una antorcha viviente, mientras Aerodactyl surcaba el aire con la gracia mortal de un cazador antiguo. El aire temblaba. Mike apretó el puño. —¡Charizard, Ataque Ala! Charizard se impulsó hacia adelante, sus alas brillando con energía plateada. Aerodactyl esquivó, girando en un barrido cerrado y lanzándose en picada. —¡Giro de Fuego para defender! Charizard giró sobre sí mismo, envolviéndose en llamas, creando un remolino abrasador que obligó a Aerodactyl a cambiar de trayectoria. El combate era un verdadero duelo de cazas. Ambos Pokémon maniobraban en tres dimensiones: subían en espiral, descendían en picados vertiginosos, cruzaban por encima del público que apenas podía seguir sus movimientos. —¡Movimiento Sísmico! —gritó Mike, señalando al cielo. Charizard ascendió más alto que Aerodactyl y luego se dejó caer como un meteorito. Pero Aerodactyl también era astuto: giró bruscamente, esquivando el intento de captura y contraatacó con un Golpe Aéreo brutal que lanzó a Charizard de lado. Mike hizo una mueca al ver a su Pokémon caer de esa forma. —¡Charizard! ¡Vamos, aún podemos! Charizard se sacudió, rugiendo, y se elevó de nuevo. Mike respiró hondo. No podía apresurarse.Debía confiar en Charizard.Debía pelear como uno solo, como había hecho con Bisharp. —Confío en ti... —susurró. Charizard pareció escucharlo. Sus ojos se endurecieron. Su vuelo se estabilizó. Y atacaron de nuevo. Una serie de maniobras imposibles siguieron: Aerodactyl lanzaba ráfagas de viento cortante con el movimiento de sus alas. Charizard respondía envolviéndose en Giro de Fuego, creando escudos temporales. Ambos ascendieron hasta las nubes, luchando entre destellos de sol y sombras proyectadas. Cada embestida era respondida por una pirueta aérea. Cada ataque era esquivado por una voltereta precisa. El clímax se acercaba. Mike vio su oportunidad. —¡Movimiento Sísmico Llameante! Charizard rodeó a Aerodactyl, atrapándolo en un remolino de fuego, y en un movimiento perfecto lo sujetó con sus garras. Con un rugido ensordecedor, Charizard se lanzó hacia el suelo envuelto en llamas, girando sobre sí mismo. ¡Impacto! Una explosión de fuego y polvo envolvió el terreno. El público contuvo la respiración. Cuando el humo se disipó, Charizard se alzaba en pie, jadeando pero firme. Aerodactyl yacía inconsciente a sus pies. El árbitro levantó ambas banderas. —¡Aerodactyl no puede continuar! ¡El ganador del combate es Mike de Pueblo Paleta! ¡El estadio explotó en vítores! Mike cerró los ojos por un momento, dejando que la emoción lo invadiera.Había ganado. Había peleado con todo su ser. /////// Minutos después del combate Las luces del estadio todavía parpadeaban, el eco de los vítores aún llenaba el aire.Mike, sin embargo, había logrado escabullirse un momento. Se encontraba en un pequeño balcón de servicio, apartado del bullicio. Desde ahí, podía ver el cielo anaranjado por el atardecer, con algunas nubes tiñéndose de púrpura. Charizard estaba a su lado, sentado, también mirando al horizonte. Mike se cruzó de brazos, respirando profundamente.El aire olía a tierra, a roca, a fuego disipado. Ganó.Derrotó a Ritchie. Lo había hecho luchando a su manera, confiando en sus Pokémon, en su instinto. Pero mientras observaba el sol descendiendo, una pregunta se coló en su mente. ¿Estoy siguiendo los pasos de otro... o estoy realmente viviendo mi propia historia? Apretó los puños lentamente. Recordaba sus sueños recientes: Ash y Gary de niños, la promesa de amistad, el espíritu de aventura.¿Se estaba dejando consumir por la idea de reemplazarlo? ¿O estaba empezando a encontrar su propio significado, su propio propósito en este viaje? Charizard le dio un pequeño golpe amistoso con su cola. Se notaba el gran cambio en la actitud que estaba teniendo el semidragón. Mike sonrió, apenas, y asintió. —No importa lo difícil que sea —murmuró—.Mientras siga luchando con ustedes, mi historia seguirá escribiéndose. Se giró, dejando atrás sus dudas por un momento.Era hora de seguir adelante. ///// Mike apenas había conseguido llegar a la entrada de los alojamientos donde descansaba cuando uno de los reporteros oficiales de la Liga se le acercó con una sonrisa vibrante. —¡Mike! —dijo, sosteniendo un micrófono— ¡Felicitaciones por tu victoria contra Ritchie! Fue un combate espectacular. ¿Tienes unos minutos para una pequeña entrevista? Mike asintió, un poco incómodo, pero dispuesto. La cámara se encendió, enfocándolo. —Primero, ¿cómo te sientes después de una batalla tan intensa? ¡La coordinación con tus Pokémon fue impresionante! Mike pensó un momento y respondió, sonriendo genuinamente: —Siento que... realmente luchamos como un solo equipo. Cada movimiento, cada decisión... fue como si estuviéramos conectados. Es un sentimiento increíble. No lo cambiaría por nada. El reportero asintió con entusiasmo. —¡Se notó! Ahora, cambiando un poco de tema —dijo, bajando un poco el micrófono en tono más serio—, ya se ha confirmado tu próximo enfrentamiento en los cuartos de final.Te enfrentarás a Damian de Ciudad Trigal. Mike alzó las cejas. —Damian, ¿eh? No estoy muy familiarizado con él... El reportero sonrió con complicidad. —Te advierto algo: ha estado llamando la atención porque uno de sus Pokémon puede megaevolucionar.Hasta ahora solo la usado una vez en toda la liga... pero todos esperan que lo haga de nuevo en los cuartos de final. Un murmullo de sorpresa recorrió el pequeño grupo de asistentes. Mike se quedó en silencio unos segundos. Mega Evolución. Una fuerza que multiplicaba el poder de un Pokémon más allá de los límites naturales.Ash nunca llegó a verla en acción. Él apenas empezaba a comprender lo que significaba. El reportero acercó de nuevo el micrófono. —¿Qué opinas de enfrentarte a un oponente que podría usar una Mega Evolución? Mike pensó antes de responder. Finalmente, con una pequeña sonrisa decidida, dijo: —No importa cuán fuerte sea su Pokémon.Confío en el vínculo que tengo con los míos. Eso es lo que realmente define una batalla, no sólo el poder. El público que veía la entrevista en las pantallas aplaudió brevemente. Mike bajó ligeramente la cabeza, agradeciendo el apoyo. Había una chispa nueva en sus ojos. No era sólo el legado de Ash lo que lo movía. Era su propia historia la que, poco a poco, estaba empezando a escribir. /////// El sol de la tarde comenzaba a teñir el cielo de tonos dorados, y la emoción del combate de octavos de final aún vibraba en el ambiente.La multitud de espectadores, exhaustos y hambrientos tras tantas emociones, se agolpaba en los puestos de comida instalados alrededor del estadio. Entre ellos, uno de los más concurridos lucía un sencillo letrero pintado a mano: “Tamales y Chimichangas: ¡Sabor que despega al primer bocado!” Detrás del improvisado mostrador, tres figuras disfrazadas trabajaban frenéticamente. —¡Una orden de tamales verdes y otra de chimichangas especiales! —gritaba Jessie, vestida con un mandil color naranja chillón, su cabello recogido bajo una red sanitaria. —¡Voy, voy! ¡No se amontonen! —respondía James, usando un bigote falso y un sombrero de chef ridículamente grande, mientras repartía platos de papel con movimientos casi acrobáticos. Meowth, con un pequeño delantal y un lápiz detrás de la oreja, corría de un lado a otro apuntando pedidos. —¡Con o sin picante! ¡Con o sin picante! ¡Decidan rápido, que estamos en horario de campeones! —maullaba entre las piernas de los clientes. Detrás de ellos, en una tabla de anotaciones, había garabateado un sencillo plan: **Plan de Infiltración: Ganar dinero suficiente para suministros. Localizar a “Mike” y su Pikachu. Planear acercamiento sin levantar sospechas. ??? ¡Capturar a Pikachu y regresar triunfantes!** Jessie empujó a James suavemente mientras envolvía más tamales. —Tenias razón James, poner un puesto de comida fue la mejor idea que has tenido en mucho tiempo. James suspiró, acomodándose el bigote. —Sí, pero no pensé que en realidad tendríamos que trabajar tanto... Meowth, que estaba contando billetes dentro de una caja, sonrió de oreja a oreja. —¡Vale la pena! Si seguimos así, ¡pronto estaremos nadando en dinero! ¡Y además estos humanos aman la comida después de ver combates intensos! En ese momento, la televisión del puesto vecino mostraba repeticiones del combate reciente: Mike, su Pikachu, su Bisharp, su Charizard. Jessie se apoyó en la barra, cruzando los brazos, observando la pantalla con una expresión pensativa. —El mocoso ha mejorado. Eso lo aumenta el valor de su pikachu. —Y cuando lo atrapemos —añadió James, repartiendo más chimichangas— ¡seremos los héroes del Equipo Rocket! Meowth se frotó las patitas delanteras. —¡Y esta vez nadie nos detendrá! La cámara se alejaba mostrando el pequeño y bullicioso puesto, mientras los tres seguían vendiendo comida con energía renovada, ocultos bajo sus disfraces, pero más decididos que nunca a completar su misión. Esta historia continuará….
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