ID de la obra: 352

El Juramento Quebrado

Gen
G
Finalizada
2
El trabajo participa en el concurso «Harry Potter: El Capítulo Perdido»
Fechas del concurso: 26.06.25 - 13.08.25
Inicio de la votación: 12.07.25
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Emparejamientos y personajes:
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11 páginas, 5 capítulos
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Capítulo 4 — La Despedida de la Sombra

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La decisión era un cuchillo frío en el alma de Regulus. Junto a Kreacher, aparecieron en la entrada de la cueva. El aire era pesado, con el olor a sal y desesperación. La oscuridad se sentía viva, asfixiante, y la única luz venía de la antorcha que Regulus sostenía, temblorosa en su mano. —Amo Regulus… por favor… es muy peligroso —sollozó Kreacher, aferrándose a la túnica de Regulus con sus pequeñas manos. Sus ojos de pelotas de tenis estaban inundados de lágrimas. —Lo sé, Kreacher —la voz de Regulus era un susurro ronco, lleno de una rabia helada que ocultaba el miedo—. No más peligroso de lo que tú enfrentaste. Avanzaron. Regulus tuvo que cortar su propia mano y usar la sangre para abrir la entrada oculta. El camino por la cueva era un túnel de sombras y horrores imaginados. Finalmente, llegaron a la orilla del lago subterráneo. Un espejo negro, inmóvil. En el centro, una pequeña isla brillaba débilmente, revelando la vasija de piedra. —Es ahí, amo Regulus… el cuenco… —Kreacher tembló con violencia, señalando con un dedo. Regulus sacó de su túnica una réplica exacta del guardapelo de Slytherin. También llevaba una nota, doblada con cuidado. Su mirada se clavó en Kreacher. El elfo que lo había servido toda su vida, el que estaba allí por culpa suya, destrozado. —Kreacher, escúchame bien. Esto es una orden, la más importante que te daré —la voz de Regulus se quebró por un instante, pero se recompuso—. Cuando lleguemos al cuenco, cambiarás los guardapelos. Pondrás este… —le dio el falso—… en la vasija. Y te llevarás el verdadero Horrocrux. Los ojos de Kreacher se abrieron de par en par, y lágrimas gruesas cayeron por sus mejillas. —¿Pero amo Regulus…? ¡No! ¡Kreacher puede beber la poción! ¡Kreacher es un elfo! ¡Es la tarea de Kreacher! —¡No! —la voz de Regulus se alzó, llena de una furia desesperada—. ¡Ni se te ocurra, Kreacher! Ya has sufrido suficiente por mi estúpida ceguera. Yo te envié a este demonio. Esta es mi penitencia. Se acercó más al elfo, con la voz casi un ruego. —Luego, te irás de aquí. Desaparece. Vuelve a casa. Y te juro, Kreacher, por el honor de la Casa Black… destruirás este Horrocrux. Es una orden. Y nunca, jamás, se lo digas a mis padres. Nunca. La lealtad de Kreacher a su amo era absoluta, pero el dolor en su rostro era insoportable. —¡No, amo Regulus! ¡No lo haga! ¡Por favor, Kreacher puede ayudar! ¡Kreacher no quiere que el amo muera! —¡Calla, Kreacher! ¡Cumple mi orden! —ordenó Regulus, con un nudo en la garganta. La voz sonaba más dura de lo que quería, pero no había tiempo para debilidades. La rabia, la culpa, el miedo, todo se mezclaba en un torbellino. El aire se volvió helado. Regulus subió a la pequeña barca mágica que flotaba en la orilla del lago. —Subimos, Kreacher —dijo, su voz apenas un susurro. La barca se deslizó silenciosamente hacia la isla. Cuando llegaron, Regulus se arrodilló ante la vasija. Vio el líquido brillante en el cuenco. La Poción de la Desesperación. La misma que había torturado a Kreacher, el mismo veneno que ahora lo salvaría. La rabia por la traición de Voldemort se avivó. Este monstruo no ganaría. No después de esto. Regulus miró a Kreacher por última vez. Sus ojos se encontraron. En los ojos grandes y tristes del elfo, Regulus vio no solo miedo, sino el reflejo de la única lealtad verdadera que había conocido. Vio el cariño que le había tenido Kreacher desde niño, un cariño sin condiciones, tan diferente al "amor" de sus padres que siempre pedía algo a cambio. —Gracias, Kreacher —susurró Regulus, con la voz ahogada. Era una despedida. No solo de su vida, sino de la última conexión humana, o casi humana, que le importaba. Respiró hondo. Levantó su varita. No había otra forma. No iba a usar a Kreacher otra vez. Él mismo lo haría. Empezó a beber. La poción quemó su garganta, y luego, su mente. ¡Dioses, el dolor! Era un fuego líquido que lo devoraba desde dentro. Mil miedos, mil recuerdos horribles, lo golpearon a la vez. Vio a Sirius, no como el hermano que lo abandonó, sino como el niño que una vez fue, sonriendo, y luego, su figura se distorsionaba en una burla cruel, acusándolo. Vio la cara de su madre, de su padre, riendo de él, diciendo que era débil, un fracaso. Sintió una sed abrasadora, insoportable, la misma que había atormentado a Kreacher, ¡cien veces peor! Su cuerpo se convulsionó. Quería agua, desesperadamente. —¡Agua! ¡Por favor, agua! —suplicó Regulus, su voz desgarrada, arrastrándose como una bestia hacia el lago. Kreacher, con sus propias lágrimas cayendo a borbotones, lo agarró con fuerza, intentando detenerlo. —¡No, amo Regulus! ¡Inferi! ¡La orden! ¡Recuerde la orden! El elfo, fiel hasta el final, tomó el guardapelo verdadero de la vasija y rápidamente puso la réplica con la nota. Con un último sollozo, el elfo desapareció, su corazón desgarrado por la orden de abandonar a su amo. Regulus se tambaleó hacia el borde del lago, la sed lo volvía loco. Ya no escuchaba las súplicas de Kreacher, solo el fuego en su garganta. Sus manos tocaron la superficie helada. Y entonces, las garras. Manos podridas, ojos huecos, fríos como la muerte. Los Inferi. Eran muchos, surgiendo del lago negro, aferrándose a él, arrastrándolo hacia la oscuridad de las profundidades. Regulus luchó, desesperado por el aire, por la vida. Intentó gritar, pero el agua helada llenó su boca, sus pulmones. Se hundía, la Marca Tenebrosa quemándole el brazo, no con dolor, sino con una fría, amarga aceptación. Sirius… lo siento. Fue su último pensamiento.
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