Capítulo 4: Lo que no debía sentir
6 de julio de 2025, 22:13
Draco no podía dejar de pensar en Harry.
Era absurdo. Inaceptable. Una traición a sí mismo.
Pero aun así, ahí estaba. Esperando verlo en el Gran Comedor. Buscando su silueta en la biblioteca. Sintiendo una punzada absurda cuando no aparecía en los pasillos.
Y cuando lo hacía… cuando lo miraba con esos ojos verdes llenos de promesas rotas y peligro, el estómago de Draco se encogía como si esperara algo que ya no podía negar.
—Esto no está bien —murmuró para sí mismo una noche, solo en la sala común de Slytherin.
Pero no hizo nada para detenerlo.
No borró los encantamientos de vigilancia. No reforzó su privacidad. No pidió ayuda.
Porque parte de él… no quería que Harry se fuera.
---
Mientras tanto, en la oficina del director...
—Esto tiene que terminar, Harry.
Dumbledore lo miró por encima de sus lentes, con esa expresión que usaba cuando trataba de razonar con un niño que jugaba con fuego.
Pero Harry no era un niño. Ya no.
Y esta no era una conversación. Era una amenaza velada.
—No tienes idea de lo que estás diciendo —replicó Harry con calma, pero con una furia fría en los ojos—. No puedes entender lo que somos.
—Draco Malfoy no te pertenece —dijo Dumbledore, con firmeza—. Él tiene derecho a su propia vida. No puedes controlarla.
Harry se inclinó hacia adelante, el rostro apenas contenido, como una tormenta a punto de estallar.
—¿Y tú qué hiciste conmigo, entonces? —su voz era suave, venenosa—. ¿No me criaste para morir? ¿Para matar por ti? ¿Y ahora me hablas de control?
Dumbledore guardó silencio. Pero sus ojos, por un instante, mostraron algo parecido a culpa.
—Esto es distinto —susurró.
—Lo es —concedió Harry—. Porque Draco no es un arma. Es mío. Es lo único que me queda que no fue manipulado por tu guerra.
Y con eso, se levantó.
—Te lo advierto, director —dijo sin mirar atrás—: no te metas entre él y yo.
---
Más tarde esa noche...
Draco despertó con la sensación de que alguien lo miraba.
Y cuando abrió los ojos, Harry estaba sentado a los pies de su cama, en silencio.
Pero por primera vez… Draco no sintió miedo. Solo una pregunta temblorosa, casi infantil:
—¿Vas a quedarte?
Harry lo miró, sorprendido por el tono, por la rendición implícita en esas palabras.
—Siempre —dijo, con una ternura que helaba y reconfortaba al mismo tiempo—. No voy a irme, Draco. Nunca.
Y Draco, sin pensar demasiado, le hizo un espacio en la cama.
No se tocaron. No hablaron. Solo respiraron juntos, en la oscuridad.
Y fue ahí, en medio del silencio, donde Draco entendió que estaba perdido.
No p
or lo que Harry le había hecho.
Sino porque ya no quería escapar.