Capítulo 20: La Corte del Rey
6 de julio de 2025, 22:30
Draco empieza a saborear —con orgullo y cierta perversión— el nuevo estatus que ha ganado como pareja de Harry.
Ya no es el hijo caído de los Malfoy.
Ya no es el chico que todos despreciaban.
Ahora es el consentido, el intocable, el rey al lado del arma más peligrosa del mundo mágico: Harry Potter.
Y lo disfruta.
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Draco caminaba por los pasillos de Hogwarts como si fueran suyos.
Y en cierto modo… lo eran.
Ya no era el blanco de miradas burlonas ni el chisme constante.
Ahora, lo observaban con miedo. Con respeto.
Con una mezcla venenosa de envidia y adoración.
Porque todos sabían una cosa:
Él tenía a Harry Potter a sus pies.
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—Esa túnica está arrugada. —dijo Draco en voz baja, frente al espejo del baño.
Harry, sin dudar, sacó la varita y lanzó un hechizo de planchado. Luego se acercó a alisar el cuello con sus manos.
Draco se giró levemente, dejando que los dedos de Harry rozaran su piel.
No por necesidad.
Por poder.
—Gracias, cariño —murmuró, con una sonrisa satisfecha.
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Los almuerzos en el Gran Comedor eran un espectáculo.
Draco no tocaba nada hasta que Harry probaba primero.
No por seguridad.
Por devoción.
Draco pedía jugo de frambuesa importado, pan sin corteza, fruta cortada en cubos exactos.
Harry lo conseguía.
Y cuando Draco se levantaba de la mesa, Harry también se levantaba.
No como guardaespaldas.
Como consorte.
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—¿Sabías que Blaise intentó mirarme el trasero en Encantamientos? —comentó Draco una tarde.
Harry alzó una ceja. Su mirada cruzó el comedor.
Blaise bajó la vista al instante.
—No volverá a hacerlo —dijo Harry con voz seca.
Draco sonrió.
No dijo nada más.
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Las chicas lo miraban con fascinación.
Los chicos con rencor contenido.
Y Draco… lo notaba todo.
Cada suspiro reprimido.
Cada conversación ahogada cuando pasaba.
Cada vez que alguien bajaba la mirada al encontrarse con Harry caminando detrás de él, como una sombra peligrosa que solo obedecía a una voz: la suya.
Draco se había acostumbrado a los lujos desde niño.
Pero esto era distinto.
Esto era poder real.
Esto era adictivo.
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—¿Disfrutás esto? —le preguntó Harry una noche, con la cabeza recostada sobre el regazo de Draco.
Draco le acarició el cabello, lento.
—Mucho.
¿Y tú?
Harry sonrió, cerrando los ojos.
—Más de lo que debería.
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Esa noche, en la Sala de Menesteres, Draco se sentó sobre el trono conjurado de terciopelo negro.
Y Harry, de rodillas frente a él, le besó la mano.
No por obligación.
No por dramatismo.
Por amor. Por elección. Por entreg
a.
Y Draco, con los ojos entrecerrados, pensó que finalmente…
El Mundo Estaba Como Debía Estar.