Capítulo 21: El León y la Serpiente
6 de julio de 2025, 22:31
Era un día inusualmente cálido en Hogwarts.
El jardín, verde y fresco, se extendía bajo un cielo claro que parecía ignorar todo lo que había pasado en el castillo.
Bajo un árbol grande, en la parte más alejada del patio, Draco estaba recostado contra el tronco, y Harry estaba acostado en su regazo.
Nadie se atrevía a molestarlos.
O casi nadie.
—Estás cómodo —susurró Draco, con los dedos jugando distraídamente con el cabello de Harry.
—Siempre, si estoy contigo —respondió Harry, cerrando los ojos.
Estaban en silencio. Unidos.
Lejos del juicio de los pasillos, del miedo de los profesores, del veneno de las palabras.
Hasta que una sombra se acercó.
—Hola, Harry… —dijo una voz suave, fingidamente casual.
Harry no se movió.
Draco sí.
Abrió los ojos con lentitud y alzó la mirada.
Ginevra Weasley.
Uniforme impecable, sonrisa ensayada.
-- Weasley —dijo Draco, con voz melosa—. Qué sorpresa verte tan lejos de tu jauría.
Ginny lo ignoró.
—Harry, solo quería saber cómo estás. Hace mucho que no hablamos… Me preguntaba si tal vez querrías venir conmigo al lago después. Podemos hablar de cosas... viejas. ¿Te acuerdas?
Harry ni siquiera abrió los ojos.
Sólo hundió poco más su cara en el abdomen de Draco. Como si ella no existiera.
Draco sonrió, frío como hielo.
—¿De verdad viniste hasta acá para intentar seducir a MI novio mientras está en mis brazos?
Ginny frunció el ceño.
—No estoy seduciéndolo, solo—
—¿Sólo qué? —interrumpió Draco, su tono aún suave pero con veneno en cada sílaba—. ¿Sólo viniste a ver si podías hacer que él te mirara como antes? Qué triste.
Ginny apretó los labios.
—Harry y yo compartimos muchas cosas, Malfoy. Quizás él quiera recordarlas.
Harry finalmente abrió los ojos.
Pero no la miró.
Solo alzó una mano y acarició la mejilla de Draco, con ternura.
—No hay nada que recordar.
Ginny palideció.
—Tú no eras así, Harry.
Draco se echó a reír, tranquilo.
—Claro que no. Pero eso fue antes de que descubriera a alguien que lo valora de verdad. No como pieza de ajedrez en la guerra. No como un héroe de repuesto. No cómo moneda de cambió. Y definitivamente no como el último trago de la fiesta.
Ginny tembló.
—¿Lo estás manipulando?
Draco se inclinó hacia adelante, su sonrisa intacta.
—Querida, si pudiera manipularlo, ¿creés que estaríamos en un árbol y no en París con mi propio castillo?
No, Weasley. Él está aquí porque quiere estar. Conmigo.
Ginny lo miró una última vez. Pero pero no se daría por vencida, Harry volvería hacer suyo. Sólo ella podía Ser Lady Potter.
Harry ni siquiera la miró cuando ella se alejó.
Cuando se fue, Draco bajó la vista hacia él, divertido.
—¿Nada? Ni una palabra para ella.
Harry sonrió contra su pecho.
—Solo tengo palabras para ti.
Draco cerró los ojos, satisfecho.
—Así me gusta, Potter.
Y el jardín volvió a la calma.
Solo ellos dos.
Ba
jo un árbol.
Como si el resto del mundo no importara.
Porque, para ellos, ya no importaba.